Se dijo que había sido inventado por molineros de Somerset, Inglaterra, un consorcio que ganó una competencia para hacer un vestido a la Reina Charlotte. Charlotte de Mecklenburg-Strelitz (1744 – 1818) era la reina consorte del Reino Unido como esposa de George III.
Desde la primera Edad Media se consideraba que, cuanto más brillante el azul en la ropa, era más alto el nivel social del dueño. El manto de coronación de los reyes franceses era, desde el siglo XIII, de azul luminoso, conocido como "azul Francia". Luis XIV usaba un jubón diseñado especialmente en este tono de azul bordado de oro y plata que en poco tiempo se convirtió en una prenda codiciada por todos los cortesanos de Versalles.
El azul era el color preferido de la marquesa de Pompadour, Jeanne-Antoinette Poisson, maîtresse-en-titre de Luis XV, quien posiblemente amaba más la porcelana que cualquier otra forma de arte. Cuando se encargó de la fábrica de Sévres, esta comenzó a producir diseños en lapislázuli, verde claro, celeste turquesa y el famoso “rosa Pompadour”. Se creía erróneamente que este era su favorito, pero después de su muerte, de las más de trescientas piezas de porcelana que había en sus distintas casas, sólo aparecieron diez de este color. La mayor parte eran azules, en sus diferentes tonos.
Luis II, el “rey loco” de Baviera, usaba en todo ámbito los colores bávaros, azul y blanco o plata. Azules son sus uniformes militares, el tapizado del tren real-un asombroso palacio rodante que prefigura la decoración pesada de sus castillos-, el dormitorio del castillo de Linderhof, el trineo de gala tirado por seis caballos blancos con que se desplazaba por las faldas nevadas. De las manifestaciones bávaras, la única en que se interesaba era el banquete de los caballeros de San Jorge, de cuya Orden Luis II era el Gran Maestre. Una asombrosa visión: el acto de armar caballeros en la capilla de la Residenz. El color azul dominaba; el rey, de pie, posaba el dorso de la espada en el hombro de los nuevos caballeros. Con manto azul de terciopelo de seda forrado de armiño, bajo un sombrero también de terciopelo empenachado de blanco, Luis II se rodeaba de pajes y dignatarios y saboreaba el momento con intensidad.
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