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jueves, 7 de abril de 2011

La realeza de Bulgaria

Los Monarcas de Bulgaria gobernaron el país, con interrupciones, desde la creación del Primer Imperio Búlgaro en 681 a la abolición de la monarquía en un referéndum manipulado celebrado el 15 de septiembre de 1946. La monarquía búlgara tuvo dos largos períodos de dominación extranjera: casi dos siglos de gobierno bizantino y casi cinco siglos de gobierno otomano. Los primeros gobernantes de Bulgaria, posiblemente, utilizaron el título Khan, después Knyaz por un breve período, y posteriormente Zar.


Tronos del zar, la zarina y el príncipe heredero de Bulgaria en la Catedral de Alejandro Nevski, en Sofía

El título de zar, la forma eslava del “césar” latino y equivalente a emperador, fue adoptado y usado por primera vez en Bulgaria por Simeón I después de una victoria decisiva sobre el Imperio Bizantino en 913. También fue utilizado por todos los sucesores de Simeón I hasta la caída de Bulgaria bajo dominio otomano en 1396. Después de la liberación de Bulgaria de los otomanos en 1878, su primer monarca Alejandro I aprobó el título Knyaz. Sin embargo, cuando la independencia de iure fue proclamada bajo su sucesor Fernando en 1908, el título fue elevado al habitual zar una vez más. El uso de zar continuó bajo Fernando y más tarde bajo su heredero, Boris III, hasta la abolición de la monarquía en 1946.


En los pocos documentos reales búlgaros sobrevivientes de la Edad Media, los monarcas de Bulgaria se auto-titulaban “En Cristo nuestro Señor Fiel Emperador y Autócrata de todos los Búlgaros” o variaciones similares, a menudo incluyendo “… y los Griegos”.


Fernando I (1891)

La actual Familia Real Búlgara es una línea de la rama Kohary de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, que gobernó Bulgaria de 1887 a 1946 (otra rama, la Casa de Battenberg, reinó entre 1878 y 1886). El último zar, Simeón II, fue Primer Ministro de Bulgaria en 2001 y permaneció en el cargo hasta 2005. Aunque sus hijos nacieron luego que el zar perdiera el trono, retienen por cortesía los títulos de Príncipe (o Princesa) de Bulgaria y Duque (o Duquesa) de Sajonia con el tratamiento de Alteza Real. El Príncipe de Turnovo o de Tarnovo (en búlgaro: Княз Търновски, Knyaz Tarnovski) es el título del primer hijo varón del monarca búlgaro. Este título solo es portado por el Heredero al trono. El segundo hijo de un zar de Bulgaria lleva tradicionalmente el título de Príncipe de Preslav.


Tarnovo (Veliko Tarnovo) era una antigua capital búlgara entre los siglos XII y XIV y el más importante centro político, económico, cultural y religioso del imperio. En 1393 después de una vigorosa resistencia a un sitio de tres meses, Tarnovo fue capturada y todo el zarismo búlgaro fue destruido por el invasor, el Imperio Otomano. El zar Ivan Shishman cambió su residencia al castillo de Nikopol, pero tomó el título de príncipe de Tarnovo (Señor de Tarnovo, en búlgaro: Господин Търновски, Gospodin Tarnovski).


Los Príncipes de Turnovo

En 1908 el príncipe Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha se convirtió en el zar de Bulgaria luego de la declaración de independencia del Imperio Otomano. Catorce años antes de este hecho, en 1894, el primer hijo de Fernando, Boris, tomó el antiguo título de Príncipe de Turnovo con sentido de Príncipe Heredero, el heredero al trono de la Corona búlgara. La esposa de un príncipe de Tarnovo también toma el título de Princesa de Turnovo (en búlgaro: Търновска Княгиня, Knyagina Tarnovska). El actual príncipe de Turnovo es el Príncipe Kardam, hijo mayor del zar Simeón II.


Los Príncipes de Preslav


La Familia Real


Los miembros de la Familia Real Búlgara son:


* S.M. El Zar
* S.M. La Zarina
* S.A.R. El Príncipe de Turnovo (primer hijo del Zar)
S.A.R. La Princesa de Turnovo (esposa del Príncipe de Turnovo)
S.A.R. Príncipe Boris (primer hijo del Príncipe de Turnovo)
S.A.R. Príncipe Beltran (segundo hijo del Príncipe de Turnovo)
* S.A.R. El Príncipe de Preslav (segundo hijo del Zar)
S.A.R. La Princesa de Preslav (esposa del Príncipe de Preslav)
S.A.R. Princesa Mafalda (primera hija del Príncipe de Preslav)
S.A.R. Princesa Olimpia (segunda hija del Príncipe de Preslav)
S.A.R. Príncipe Tassilo (hijo del Príncipe de Preslav)
* S.A.R. El Príncipe de Panagiurishte (tercer hijo del Zar)
S.A.R. La Princesa de Panagiurishte (esposa del Príncipe de Panagiurishte)
S.A.R. Príncipe Mirko (primer hijo del Príncipe de Panagiurishte)
S.A.R. Príncipe Lukás (segundo hijo del Príncipe de Panagiurishte)
S.A.R. Príncipe Tirso (tercer hijo del Príncipe de Panagiurishte)
* S.A.R. El Príncipe de Vidin (cuarto hijo del Zar)
S.A.R. La Princesa de Vidin (esposa del Príncipe de Vidin)
S.A.R. Príncipe Umberto (primer hijo del Príncipe de Vidin)
S.A.R. Princesa Sofía (hija del Príncipe de Vidin)
* S.A.R. Princesa Kalina (hija del Zar)
* S.A.R. Princesa María Louise (hermana del Zar)


En ciertos sectores monárquicos Simeón II es reconocido extraoficialmente como “Rey de los Búlgaros”, aludiendo a que es soberano del pueblo búlgaro y no de la nación en sí, que hoy es república (como en el caso del Rey de los helenos). Pero este título nunca fue reconocido legalmente ya que, cuando el monarca partió al exilio al abolirse la monarquía en su país, era oficialmente “Zar de Bulgaria” y hoy debería recibir el tratamiento de tal.


El Zar y la Zarina de Bulgaria, con sus hijos

Genealogía

D. José Luis Sampedro Escolar, de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, ha elaborado esta línea genealógica de veintitrés generaciones que enlaza directamente a S.M. Simeón II con los Asénidas, dinastía que reinó en el Segundo Imperio Búlgaro entre 1186 y 1280:

1. JUAN ASEN I, Zar de los Búlgaros (1186-1196)

2. JUAN ASEN II, Zar de los Búlgaros +1241casado con MARIA DE HUNGRIA

3. ELENA DE BULGARIA casada con TEODORO II LASCARIS, Emperador de Nicea +1258

4. EUDOXIA LASCARIS, mujer de GUILLERMO PEDRO DE VENTIMIGLIA, Conde de Tende, +1278

5. JUAN LASCARIS, Conde de Tende

6. GUILLERMO PEDRO II, Conde de Tende

7. GUILLERMO PEDRO III, Conde de Tende

8. GUILLERMO PEDRO IV, Conde de Tende

9. ANTONIO LASCARIS, Conde de Tende

10. JUAN ANTONIO LASCARIS, Conde de Tende +1509, casado con ISABEL D'ANGLURE

11. ANA LASCARIS, Condesa de Tende, casada con RENATO DE SABOYA, Conde de Villars +1525

12. MAGDALENA DE SABOYA, casada con ANNE, Duque de Montmorency +1567

13. ENRIQUE DE MONTMORENCY, Condestable de Francia +1614, casado con LUISA DE BUDOS

14. CARLOTA DE MONTMORENCY, casada con ENRIQUE DE BORBON, Príncipe de Condé +1646

15. ARMAND DE BORBON, Príncipe de Conti +1666, casado con ANA MARIA MARTINOZZI

16. FRANCISCO LUIS DE BORBON, Príncipe de Conti +1709, casado con MARIA TERESA DE BORBON CONDE

17. LUISA ENRIQUETA DE BORBON CONTI +1759, casada con LUIS FELIPE, Duque de Orleans +1785

18. LUIS FELIPE II, Duque de Orleans +1793, casado con ADELAIDA DE BORBON-PENTHIEVRE

19. LUIS FELIPE I, Rey de los Franceses +1850, casado con MARIA AMALIA, Princesa de DOS SICILIAS

20. CLEMENTINA DE ORLEANS +1907, casada con AUGUSTO, Príncipe de SAJONIA-COBURGO-GOTHA +1881

21. FERNANDO I, Zar de Bulgaria (1861-1948), primeras nupcias con MARIA LUISA DE BORBON, Princesa de PARMA; segundas nupcias con Eleonora de REUSS

22. BORIS III, Zar de Bulgaria (1894-1943) casado con JUANA, Princesa de SABOYA

23. SIMEON II, Zar de Bulgaria casado con Margarita Gómez-Acebo y Cejuela
Simeón II de Bulgaria ante una imagen de su abuelo, Fernando I

miércoles, 6 de abril de 2011

El despertar búlgaro

Durante el siglo I, el territorio de Bulgaria fue incorporado al Imperio romano, quedando dividido en las provincias de Tracia y Moesia. Cuando el Imperio se dividió, a la muerte de Teodosio, estas provincias pasaron a formar parte del Imperio romano de Oriente. Desde el siglo III estos territorios sufrieron invasiones de pueblos bárbaros: godos, hunos; más adelante, ávaros, eslavos, que atravesaron el Danubio a principios del siglo VII, cuando se abandonaron las guarniciones de frontera bizantinas, y búlgaros. Estos últimos formarían, junto con los eslavos, el primer estado búlgaro, a finales del siglo VII. El nombre de Bulgaria procede del de este pueblo.




Armas del Reino de Bulgaria (1881-1927)


El Primer Imperio Búlgaro


Una de las teorías es que los búlgaros eran un pueblo nómada y belicoso procedente de Asia Central, emparentado con los hunos. De hecho, los primeros janes búlgaros hacían remontar sus orígenes al huno Atila. Ya en la primera mitad del siglo VII, bajo su rey jan Kubrat, habían formado un reino al norte del mar Negro, que los bizantinos denominaban Magna Bulgaria. Después de la muerte de Kubrat el imperio se dividió entre sus tres mayores hijos a consecuencia de lo cual una parte de los búlgaros se desplazó hacia el este, a la confluencia de los ríos Volga y Kama, que llegarían a formar el estado de la Bulgaria del Volga, en tanto que otro grupo se establecía en el delta del Danubio, al mando de jan Asparuj, tercer hijo de Kubrat y una tercera parte de la población búlgara se quedó.


Desde allí, los búlgaros hostigaban a las guarniciones bizantinas. Sus frecuentes expediciones de saqueo condujeron a la realización de una expedición punitiva contra ellos, mandada por el emperador bizantino Constantino IV. Al fracasar esta expedición, el Imperio bizantino se vio obligado a aceptar la existencia del Imperio Búlgaro, y a pagarle un tributo anual para evitar incursiones. El año 681, en que Bizancio reconoció por primera vez al estado búlgaro, es considerado la fecha de nacimiento de la moderna Bulgaria.



Monograma del khan Kubrat


A comienzos del siglo IX, durante el reinado del jan Krum, el Imperio Búlgaro llegó a extenderse por parte de Panonia y Transilvania. Los búlgaros abrazaron el cristianismo de rito bizantino tras la conversión de Boris I (852-889). La adopción de la nueva fe implicó también la utilización del eslavo como lengua de la liturgia y de la administración. La cristianización y la eslavización proporcionaron al Imperio Búlgaro un área de influencia mayor. El estado alcanzaría su apogeo tanto político como cultural con el reinado de Simeón I (893-927), cuyo plan, que estuvo cerca de ver realizado, era unificar bajo su poder las monarquías búlgara y bizantina. Simeón fue el primer monarca búlgaro en adoptar el título de zar (derivado del título romano caesar, césar).


Tras la muerte de Simeón, la decadencia de la autoridad real, las luchas dinásticas y los ataques exteriores de pueblos como los magiares y pechenegos fueron minando al estado búlgaro que fue conquistado por el emperador Basilio II, llamado Bulgaróctonos ("matador de búlgaros") e incorporado al Imperio bizantino. Bulgaria permanecería bajo la autoridad de Constantinopla durante casi dos siglos, entre 1018 y 1185.



El zar Simeón I


El Segundo Imperio Búlgaro


Aunque los búlgaros se rebelaron en varias ocasiones contra el dominio de Bizancio durante el siglo XI, ninguna de estas rebeliones alcanzó su objetivo. Durante el siglo XII, sin embargo, aprovechando que el Imperio bizantino se encontraba debilitado por sus luchas contra serbios y húngaros, estalló una rebelión dirigida por los hermanos Petar y Asen. Petar fue proclamado zar "de los búlgaros, los griegos y los valaquios", con lo que nació el Segundo Imperio Búlgaro (1185-1396), cuyo dominio se extendió por todos los territorios entre el Danubio, el mar Negro y la cordillera de Stara Planina, incluyendo parte de Macedonia oriental y el valle del Morava. Bajo Iván Asen II (1218-1241) el estado búlgaro se extendió hasta los mares Adriático y Egeo, controlando directamente Valaquia (en la actual Rumania), Moldavia, Macedonia, las rhodopes (región del sur búlgaro, desde entonces parte de este país) y Tracia. La fortaleza de los estados de Hungría y Serbia impidió un mayor crecimiento del imperio.


Con Ivan Asen II como zar, el Imperio ocupó Albania y Belgrado. Bulgaria rompió con la Iglesia de Roma, creando el Patriarcado Ortodoxo de Bulgaria, al que se adhirieron los distintos patriarcados de los Balcanes. Fue un monarca honesto y humano, que pese a la ruptura con Roma abrió cauces de colaboración, sobre todo comercial, con Venecia y Génova.


Durante el siglo XIV, la debilitada Bulgaria, que atravesaba un período de desmembración feudal, fue presa fácil para unos nuevos invasores, los turcos otomanos, que habían cruzado a Europa en 1354. En 1362 conquistaron Plovdiv, y en 1382 Sofía. En 1396, los otomanos pusieron fin al Segundo Imperio Búlgaro, controlando por completo el país.



El zar Ivan Asen II


La dominación otomana


Desde finales del siglo XIV hasta finales del siglo XVIII, Bulgaria no existió como estado soberano. En 1393, por voluntad del sultán de los turcos, el patriarcado de la Iglesia de Bulgaria fue suprimido y sometido directamente al Patriarca de Constantinopla, lo que provocó que la Iglesia búlgara se helenizara y abandonara el eslavón en sus ritos. La aristocracia búlgara que sobrevivió a la conquista fue deportada a Anatolia o se convirtió al Islam. Sin embargo, la mayor parte de los campesinos búlgaros mantuvieron su religión cristiana-ortodoxa, salvo en el suroeste del país, donde se concentró una minoría de conversos musulmanes –los pomacos-. Los turcos se instalaron con la administración en las principales ciudades por todo el país. Una parte importante de la tierra conquistada fue repartida a los seguidores del sultán, quienes fundaron feudos directamente dependientes del sultán.


A partir de la segunda mitad del siglo XVIII Rusia intervino activamente en los Balcanes, presionando al Imperio otomano en sus fronteras, rompiendo el aislamiento de los búlgaros. Durante la guerra de 1768 los rusos atravesaron Moldavia y Valaquia e irrumpieron en Bulgaria, donde consiguieron la victoria militar de Chumla, obligando a los turcos a firmar la paz. El tratado de Küçük-Kaynarca concedió a Rusia la protección de los cristianos ortodoxos del Imperio otomano, lo que terminó convirtiéndose en una excusa para posteriores intervenciones rusas en los Balcanes. En 1829, la rebelión de los griegos llevó a los rusos a ocupar gran parte de Bulgaria y conquistar Adrianópolis. El tratado de paz permitió a los rusos establecer un protectorado sobre Moldavia y Valaquia. Sin embargo, los búlgaros permanecieron bajo dominio otomano, aunque la invasión rusa fomentó el despertar nacionalista en los Balcanes.



Sofía a mediados del siglo XIX, cuando se hallaba en territorios del Imperio Otomano


Durante esta época la burguesía búlgara, formada principalmente por comerciantes y artesanos, abrió las primeras escuelas y publicó los primeros libros en lengua búlgara. Bajo la presión popular, la Iglesia recuperó la liturgia en eslavón, y contra la voluntad del Patriarca de Constantinopla, el sultán otomano aceptó en 1870 la creación de un patriarcado búlgaro independiente. A pesar de estas concesiones, la tensión nacionalista siguió en aumento: la llegada de numerosos refugiados musulmanes procedentes de los territorios conquistados por Rusia (tártaros de Crimea y circasianos del Caúcaso) provocó un creciente descontento, mientras los nacionalistas búlgaros comenzaban a organizarse en Bucarest.


Despertar nacional


Bajo la influencia de ideas como el liberalismo y el nacionalismo, a comienzos del siglo XIX comenzó a despertarse el nacionalismo búlgaro. Tuvo una gran influencia en la difusión de estas nuevas ideas entre los medios cultivados de Bulgaria la rebelión griega contra los otomanos, en 1821. Sin embargo, existía también un fuerte resentimiento por el control griego de la Iglesia Búlgara; de hecho, los primeros sentimientos nacionalistas búlgaros estuvieron orientados a la creación de una iglesia búlgara independiente. Esta lucha se vio finalmente coronada por el éxito en 1870, cuando, por un edicto del sultán otomano, se instituyó el exarcado ortodoxo búlgaro. Antim I, el primer exarca, fue el líder natural de la incipiente nación. El Patriarca de Constantinopla respondió a la creación del exarcado con un decreto de excomunión, lo cual reforzó aún más el sentimiento nacionalista búlgaro.



Bandera de la banda de Hadzhi Dimitar (uno de los más prominentes voivodas búlgaros que hicieron la revolución libertadora del yugo otomano) y Stefan Karadzha. La inscripción, en búlgaro, reza: На оружя мили братя, “Tomen las armas, queridos hermanos


En abril de 1876, el Comité Revolucionario Secreto Búlgaro, con sede en Bucarest, organizó un levantamiento, conocido como Sublevación de Abril. La revuelta fue reprimida con crueldad por las autoridades otomanas tanto por el ejército regular otomano como por las tropas irregulares de los bashi-bazuk. Las masacres provocaron la reacción de la opinión pública y la diplomacia de Europa: tal fue el caso, por ejemplo, del británico William Gladstone, que inició una campaña contra los "horrores búlgaros". Fue también causa de la intervención de Rusia, que aprovechó las matanzas de eslavos como pretexto para declarar la Guerra Ruso-Turca, en abril de 1877, que terminó con la completa derrota de Turquía.


De la autonomía a la independencia


La rebelión contra el Imperio otomano que estalló en Bosnia en 1875 se extendió hasta Bulgaria al año siguiente. Los turcos desataron una brutal represión, en la que participaron los bashi-bazuks, que realizaron numerosas matanzas y devastaron el país. Otros países europeos se indignaron y denunciaron la brutalidad y los “horrores búlgaros”. Al negarse el sultán a conceder la autonomía a Bulgaria, Rusia declaró la guerra en 1877 e invadió el país con el apoyo de los rumanos y de una legión búlgara. En enero de 1878 los ejércitos rusos llegaron a las puertas de Constantinopla.


El Tratado de San Stefano (3 de marzo de 1878) estipuló la creación de un extenso principado autónomo de Bulgaria y el desmantelamiento de los territorios europeos del Imperio otomano. Austria y Gran Bretaña temían que se rompiera el equilibrio en los Balcanes y en el Congreso de Berlín (julio de 1878) impusieron a Rusia un tratado por el que el equilibrio se mantuvo a costa de las aspiraciones nacionales búlgaras: el principado autónomo de Bulgaria se mantuvo, pero muy reducido.



El Príncipe Alexander –Sandro- de Battenberg


En 1879 una asamblea constituyente reunida en la ciudad de Tarnovo adoptó una constitución para Bulgaria y eligió como príncipe a Alejandro de Battenberg, sobrino de la zarina de Rusia. En la provincia de Rumelia Oriental las potencias europeas elaboraron los estatutos orgánicos del Congreso de Berlín y fue nombrado un gobernador en representación del sultán otomano y que fue aceptado por la asamblea. Las ambiciones nacionalistas no se conformaron con la autonomía y se extendieron a los territorios búlgaros todavía en poder del Imperio otomano: en 1885 el ejército de Bulgaria ocupó la provincia de Rumelia Oriental, al mismo tiempo que estalló la guerra contra Serbia, de la que los búlgaros salieron victoriosos.


Poco después el rey Alejandro I cesó a su consejo de ministros rusos, lo que provocó la intervención de Rusia en represalia y defensa de su influencia. Los rusos organizaron un complot militar en contra del rey búlgaro. A pesar del apoyo de los nacionalistas, Alejandro I fue obligado a abdicar debido a una conspiración orquestada por el gobierno de Rusia. Stefan Stambolov tomó el poder y la asamblea búlgara eligió en 1887 un nuevo príncipe: Fernando de Sajonia-Coburgo, quien, llegado a Bulgaria como Fernando I, no fue reconocido por ninguna de las grandes potencias.



Estandarte Real del zar de Bulgaria


Sin embargo, enérgica y tenazmente, comenzó la ordenación interior y, a través de su política exterior, consiguió atraerse las simpatías de Europa hacia Bulgaria. Para lograr la necesaria reconciliación con Rusia, hace convertirse a la religión ortodoxa al príncipe heredero Boris (tanto Fernando I como su esposa, la princesa María Luisa de Borbón-Parma, eran católicos y el propio Boris estaba bautizado según el rito romano). Inmediatamente el zar Nicolás II y, tras él, todas las potencias europeas reconocieron al príncipe Fernando I de Bulgaria. Fue una jugada maestra, aunque le costó la excomunión de León XIII, levantada más tarde por Pío X, vuelta a imponer por este mismo y revocada definitivamente por Benedicto XV.


Es que Bulgaria, aunque principado autónomo, estaba aún bajo la teórica y lejana soberanía de la Sublime Puerta. En 1896 Fernando I ya es prácticamente rey. En 1908, aprovechando que en Turquía estalla la revolución y, con el apoyo del emperador de Austria-Hungría, declara independiente a Bulgaria y se proclama zar. Las grandes potencias europeas reconocen esa independencia, aunque, para no herir la susceptibilidad de Nicolás II, le denominarán Rey de los búlgaros. Sea como fuere, Bulgaria es de nuevo un reino independiente.



El zar Fernando I (1912)


Las guerras


Bulgaria se alió con Serbia en febrero de 1912 y con Grecia en marzo, declarando la guerra al Imperio otomano en octubre. La ciudad de Adrianópolis cayó en marzo de 1913 y el Imperio otomano se rindió: por el Tratado de Londres (30 de mayo de 1913), los turcos abandonaron casi todos los territorios europeos al oeste de Adrianópolis. El reparto de los despojos entre las tres naciones vencedoras terminó en un desacuerdo que provocó el estallido de una nueva guerra: los búlgaros, que se habían extendido hacia el este, reclamaron el territorio de Macedonia, que había sido conquistada por los serbios durante la guerra. El 23 de junio de 1913 Fernando I atacó a serbios y griegos sin una declaración de guerra.


Sin embargo, la segunda Guerra de los Balcanes constituyó un desastre para Bulgaria, porque Rumania y el Imperio otomano también participaron contra los búlgaros. El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en 1914 provocó la ruptura de relaciones entre Austria-Hungría y Serbia y puso en movimiento las alianzas diplomáticas y militares que se habían realizado en las décadas precedentes. Bulgaria se une a Austria-Hungría y Alemania, en contra de lo que le aconsejan todos: desde los jefes de los partidos políticos hasta su propio hijo, el príncipe heredero.



Cetro del zar Boris III


Al principio parecía haber jugado una buena baza pues los búlgaros, junto a los austríacos, lograron bastantes victorias. Sin embargo, poco a poco, y sobre todo a partir de la intervención de Estados Unidos, la Primera Guerra Mundial se decantó a favor de los aliados occidentales. El 30 de septiembre de 1918 Bulgaria pidió el armisticio en Salónica. El 3 de octubre el rey Fernando I abdicó en su hijo Boris III. Quizá gracias a esta decisión, Bulgaria será el único país entre los vencidos que mantendrá el régimen monárquico.


El Tratado de Neuilly en 1919 impone duras condiciones a Bulgaria (privándole de la salida al Egeo, arrebatándole unos once mil kilómetros cuadrados de su territorio y viéndose obligada a desarmarse y reducir su ejército), pero es el menos drástico de los dictados por los vencedores.


Durante el período de entreguerras Bulgaria atravesó un convulso período político. Alejandro Stamboliski instauró una dictadura campesina, pero fue destituido y asesinado en 1923. Poco después estalló una insurrección comunista, que fue duramente reprimida por el gobierno, y en los años siguientes el terrorismo político y la inestabilidad marcaron el período. En 1934 es asesinado al rey Alejandro I de Yugoslavia en Marsella. El mismo año los oficiales búlgaros provocaron un golpe de estado, proclamando una dictadura personal en 1935 en la figura del rey Boris III, que manifestó sus simpatías por el gobierno de Adolf Hitler en Alemania. El 27 de octubre de 1930, el rey se había casado con la princesa Juana de Saboya, hija del rey Víctor Manuel III de Italia. Siete años después –luego de la princesa María Luisa, nacida en 1933- llega el príncipe Simeón, a quien se proclama oficialmente príncipe de Tirnovo (heredero de la corona).



En 1930 el rey Boris anuncia su compromiso con la princesa italiana Giovanna di Savoia


Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1940 Alemania y la Unión Soviética presionaron al gobierno de Rumania, que debió ceder territorios a Hungría y la URSS. En marzo de 1941, Bulgaria se adhirió a los aliados de Alemania, y participó en el reparto de Yugoslavia y Grecia. Gracias a sus alianzas, Bulgaria obtuvo una gran parte de Macedonia, territorios serbios y Tracia. El gobierno búlgaro se esforzó por ganarse la simpatía de los macedonios e integrarlos. En cambio, cerca de 100.000 griegos fueron expulsados de Tracia y sustituidos por búlgaros (en respuesta a las deportaciones y expulsiones llevadas a cabo por los griegos en 1923).


Sin embargo, a pesar de sus alianzas, Boris III se resistía a participar al lado de los alemanes en la guerra contra la URSS y a entregar a los judíos de Bulgaria a las autoridades nazis. En agosto de 1943 moría repentinamente, con sospechas de haber sido asesinado. Su sucesor, Simeón de Sajonia-Coburgo y Saboya, sólo tenía seis años, por lo que, de acuerdo con la Constitución, se instituyó un Consejo de Regencia presidido por el príncipe Kyril (o Cirilo, hermano del rey Boris) y secundado por dos corregentes. En aquel momento era el monarca más joven de su época y uno de los de menor edad de cuantos ostentaron este título en la historia de Europa (recordemos que Alfonso XIII nació siendo rey).



La Guardia Nacional Búlgara en un desfile en París


En 1944 la URSS ocupa Bulgaria y el príncipe Kyril y los dos corregentes son encarcelados y ejecutados pocos meses después. El 18 de noviembre de 1945, en las elecciones generales se produce una aplastante victoria de la única lista: el Frente Patriótico (partido comunista formado durante la guerra). En 1946 se ejecutan miles de personalidades monárquicas y se despoja al rey Simeón II de su condición constitucional de general en jefe del ejército. El 15 de septiembre se proclama la República Popular de Bulgaria; al día siguiente la reina Juana, sus hijos Simeón y María Luisa, la princesa Eudoxia (hermana del rey Boris) y un reducidísimo grupo de familiares parten al exilio en Egipto.


La mayoría de edad de Simeón II (16 de junio de 1955) lo encuentra en Madrid, donde, siguiendo lo previsto en la Constitución de Tirnovo, proclama públicamente su asunción de derechos como soberano de Bulgaria. Desde esa fecha hasta 1969, Simeón II realizó una gran actividad política. Cuando España reconoció a la República Popular de Bulgaria, el rey cesó sus actividades en este sentido, “para no molestar a mis anfitriones españoles”, de acuerdo a sus palabras.



Simeón II con Sofía de España en la boda real sueca (2010)

sábado, 2 de abril de 2011

LOS BALCANES: monarquías fantasmas y revolución

La Península Balcánica es la más oriental de las penínsulas de Europa. Hoy comprende los países de Grecia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Albania, Macedonia, Yugoslavia, Bulgaria y Turquía europea. Limita al norte por los Montes Balcanes y al sur termina en punta entre el Adriático y el Egeo, el mar de Mármara y el mar Negro.


Al filo del siglo XX existían en los Balcanes cuatro monarquías (dos más nacerían después: Albania en 1912 y el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, la futura Yugoslavia, en 1918), de las cuales ninguna sobrevive como tal, sino que se transformaron en repúblicas. De sus soberanos aún viven dos: Simeón II de Bulgaria y Constantino II de Grecia.


La Península Balcánica en 1891 (publicado en el Almanaque del Gotha, de Julius Perthes)


Un pueblo conflictivo


Históricamente, la península balcánica ha sido la zona enferma de Europa. La intrincada mezcla de pueblos, etnias, religiones y tradiciones en un mismo espacio, y las feroces luchas que han desatado entre sí, han facilitado a los grandes medios de comunicación de Europa Occidental la creación de un tópico: los Balcanes son una zona ingobernable, sus pueblos tienden al enfrentamiento sectario y sólo los países avanzados de Occidente pueden imponer la convivencia pacífica.



Sin embargo, fueron las potencias (el Imperio Otomano, Alemania, Austria-Hungría, Rusia, Francia y Gran Bretaña) quienes provocaron, en connivencia con la casta monárquica, clerical, militar y burguesa de la zona, el enfrentamiento entre los diferentes pueblos.


Cartel de propaganda del Expreso de Oriente, mostrando el recorrido que, entre Munich y Bucarest, transcurre junto al río Danubio.


La opresión nacional sólo se pudo resolver (aunque limitada y temporalmente) fuera del marco del capitalismo, especialmente con la Federación yugoslava encabezada por Tito. La resistencia popular búlgara a los nazis, la liberación revolucionaria de Yugoslavia en 1945 y la lucha de los comunistas griegos contra los fascistas, primero, y los británicos y estadounidenses, después, estuvieron más cerca de solucionar los problemas nacionales y materiales de la zona que todos los acuerdos y compromisos producidos por las potencias.


El dominio turco


Han sido muchas las invasiones y colonizaciones del territorio balcánico. La extraordinaria civilización helénica fue fruto de la superposición de diferentes pueblos. Pero fue tras el período helenístico de Alejandro Magno y el romano, y durante el progresivo debilitamiento del Imperio Bizantino, cuando la península recibió sucesivas oleadas de pueblos bárbaros, como tártaros y, especialmente, eslavos, que llegaron hasta Grecia. Los eslavos colonizaron casi todos los Balcanes en el siglo VII. Sólo en Albania y Grecia perduraron de forma significativa las poblaciones anteriores al dominio romano; los albaneses son en su mayor parte descendientes de los ilirios. En cuanto a Bulgaria, la mayoría de la población procede de la colonización tártara, si bien sus antepasados se eslavizaron, aceptando el idioma y la cultura extrañas. Los países más homogéneamente eslavos, en esta zona, son los que componían Yugoslavia (salvo Macedonia).


“La Albanesa”, de Camille Corot



Los constantes enfrentamientos entre las numerosas monarquías balcánicas, en la Edad Media, terminaron en la conquista turca. Los otomanos, tras adueñarse de Bizancio en 1453, se apoderaron de casi todos los Balcanes. La excepción es Eslovenia (que en 1814 cayó en manos de Austria). En cuanto a Croacia, siglo y medio después fue anexionada por los Habsburgo (la dinastía de Austria y posteriormente de Austria-Hungría).


Esta circunstancia creó una separación entre los croatas y los eslovenos, por un lado, y los serbios y montenegrinos, por otro, hasta entonces unidos por un mismo origen y una misma cultura. Los primeros estuvieron bajo la influencia de la cultura germánica y húngara (los croatas, durante tres siglos), y mayoritariamente se pasaron al catolicismo, mientras los segundos, ante la opresión turca, se aferraban a la religión ortodoxa (herencia de la influencia bizantina sobre los eslavos del sur).


El Sultán Mehmed II el-Fatih entrando en Constantinopla (1453)


Los cuatro siglos de imposición turca han sido un pesado fardo sobre los Balcanes, pues mantuvieron una situación de atraso en las ciudades y de postración en el campo, imponiendo hasta el final la servidumbre a los campesinos, en beneficio, fundamentalmente, de los beys (gobernadores) y los sepahi (los terratenientes). Los tributos que les debían pagar a los beys eran más onerosos cuanto más entraba en crisis el Imperio.


La táctica de dividir a los pueblos sometidos, creando tensiones y haciendo cómplices a una parte de ellos para dominarles mejor, fue inteligentemente utilizada por los señores otomanos. Por una parte, consiguieron la islamización de prácticamente todos los señores feudales, y de una parte de la población eslava, de Bosnia-Herzegovina y de Novi Bazar (situado entre Serbia y Montenegro), que fueron privilegiados con respecto a los eslavos cristianos. Por otra, permitieron a los albaneses, que se islamizaron mayoritariamente, colonizar el norte de Kosovo, hasta entonces de predominio serbio, así como realizar frecuentes razzias contra localidades eslavas, especialmente de Macedonia. Por último, impusieron a todos los "no creyentes" (no musulmanes) la autoridad única del patriarcado griego, fomentando a través de la Iglesia Ortodoxa Helénica la helenización de territorios como Bulgaria.




Partida de Mehmed Vi, último sultán del Imperio Otomano (noviembre de 1922)


El despertar nacional


La Revolución Francesa despertó la sed de libertad de los pueblos europeos, creando y fomentando el sentimiento nacional. Esta influencia se extendió, a través de los intelectuales, entre todos los pueblos europeos oprimidos. Los campesinos balcánicos, sometidos al dominio extranjero durante cuatrocientos años, entraron en la escena de la historia con un objetivo nacional y social: la liberación del yugo turco y de sus sepahi. Fueron ellos, en todos los países de la zona, los protagonistas de esta lucha dura y larga, de cuyos frutos se apropiaron inmediatamente los burgueses.


Grecia fue el primer país que vio reconocida su independencia, en 1830, después de una feroz lucha de diez años, aunque su territorio sólo correspondía a un tercio de la Grecia actual. Rusia, Gran Bretaña, Francia, se declaraban fieles amigos del pueblo griego en rebeldía. La autocracia zarista se presentaba como la tradicional aliada de los pueblos de religión ortodoxa, mientras que Francia y Gran Bretaña se hacían eco de los argumentos liberales.




La salida de Messolonghi (1825)


Sin embargo, en 1825 se celebró una conferencia de las potencias europeas en San Petersburgo, donde Gran Bretaña defendió que el Imperio Turco concediera autonomía a Grecia, rechazando así la independencia griega, ya que le interesaba mantener el status quo en la zona. Los británicos preferían que los Balcanes fueran controlados por un imperio en decadencia como el turco, que no podía hacer sombra a sus intereses, antes que la influencia de Rusia se expandiera por el Este europeo y llegara al Mediterráneo. El plan británico fue rechazado, obviamente, por Francia y Rusia. El zar Alejandro I pretendía que Grecia se convirtiera formalmente en un protectorado ruso, y, con la excusa de defenderla de las amenazas turcas, poner un pie cerca del mar de Mármara, que estratégicamente comunica el mar Negro con el Mediterráneo.


Las diferencias entre las tres potencias europeas y la resistencia de los patriotas griegos trastocaron estos planes. Una vez se hizo inevitable la independencia, tropas francesas, británicas y rusas intervinieron en la zona en 1827, para que la influencia de sus monarquías no menguara con respecto a las otras en la nación que surgía.


El ejemplo de Grecia vale para cualquier otro país de la zona. Los imperios utilizaron siempre los sentimientos nacionales de las masas para imponer sus intereses de clase.




“Grecia agradecida”: Grecia (Hellas) como mujer, rodeada de los rebeldes griegos


Históricamente, las tres grandes potencias interesadas en los Balcanes han sido Austria, Rusia y el Imperio Otomano. Hasta la construcción del canal de Suez, la península era el puente natural entre Europa Occidental y Central y Asia; las rutas comerciales pasaban, bien por Tracia (región dividida actualmente entre Turquía y Grecia), bien por el Mediterráneo Oriental. Al zarismo le interesaba el control de los estrechos del Bósforo y de Dardanelos, con el que se podía enseñorear de todo el mar Negro y llegar hasta el Mediterráneo. En cuanto a austríacos y húngaros, la península balcánica (de la que ya dominaba el noroeste) era su zona de expansión natural. Los dos Estados balcánicos surgidos en 1878 (Serbia y Bulgaria) oscilaron entre la influencia rusa y la austro-húngara, si bien Austria-Hungría casi siempre vio como una amenaza la existencia de un Estado eslavo independiente en los Balcanes, como Serbia, que podía ser un atractivo para los croatas y eslovenos, sometidos a los Habsburgo.


Para 1912, año de comienzo de la Primera Guerra Balcánica, las posesiones turcas en Europa se limitaban, fundamentalmente, a Albania, Macedonia, Tracia y la región griega del Epiro.


La Primera Guerra Balcánica


En 1900, de acuerdo al Almanach Hachette, los estados balcánicos eran:


- Bulgaria. Monarquía bajo la soberanía de Turquía (1878); rey, Fernando I (Casa de Sajonia)

- Grecia. Monarquía constitucional (1829); rey, Jorge I (Casa de Holstein-Glücksburg)

- Montenegro. Principado. Monarquía absolutista (1852); príncipe, Nicolás I (Casa de Petrovitch-Niegoch)

- Serbia. Monarquía constitucional (1889); rey, Alejandro I (Casa de Obrenovitch).




Jorge I de Grecia con el zar Fernando de Bulgaria, en Tesalónica (diciembre de 1912)


Grecia, Serbia y Bulgaria intentan jugar el papel de potencia regional, aprovechándose de la debilidad turca y buscando padrinos en las grandes potencias europeas. El principal foco de fricción es Macedonia. A pesar del conflicto latente, las cuatro monarquías balcánicas son capaces de formar una Liga para acabar definitivamente con el dominio turco en Europa. Esto llevó a la Primera Guerra Balcánica, que duró de octubre de 1912 a junio de 1913.


Esta guerra tenía un contenido progresista, porque la liberación de los territorios ocupados por los otomanos sería también una liberación social. La acción y unión de los países balcánicos tenía cierto peligro para las grandes potencias, que se reunieron en diciembre de 1912 con los países en guerra, para intentar parar un conflicto que veían peligroso e imponer sus intereses. Sin embargo, no lo consiguieron y la guerra duró cinco meses más, hasta conseguir arrinconar al Imperio turco a una parte de la Tracia, la actual Turquía europea. Albania, que al calor de la guerra se había rebelado contra los otomanos, surgió como país apoyada por Austria-Hungría e Italia.


El protagonismo en la guerra de las reaccionarias castas monárquicas y de la burguesía constituía un peligro, el de que se impusiera la lucha por los intereses de cada monarquía frente a la lucha social. Las ambiciones de las clases reaccionarias en Macedonia motivaron la Segunda Guerra Balcánica (de junio a julio de 1913), que desde luego no tuvo nada de progresista. Sólo un mes después de firmar la paz con los turcos las tropas serbias y griegas (junto a las rumanas) se enfrentaron a las búlgaras, con las que acababan de compartir trincheras.



Litografía griega de la rendición de Ioannina en 1913 por el general Mehmet Esat Bülkat al Príncipe heredero Constantino (futuro Constantino I).


El polvorín macedonio


Si los Balcanes es el polvorín de Europa, Macedonia es el polvorín de los Balcanes. Esta región es mucho más amplia que el actual país con ese nombre. Es la enorme franja que va desde casi toda la frontera oriental de Albania hasta el mar Egeo, limitando al Este con Tracia y al sur con la Tesalia griega. Su composición étnica era (y es) compleja, no sólo por su diversidad (búlgaros, griegos, eslavos, rumanos, turcos, judíos, albaneses), sino también porque, en el campo, el contacto entre estos pueblos era prácticamente inexistente.


Grecia, Serbia, Bulgaria, e incluso Albania, ambicionan Macedonia, o parte de ella. Esto lleva a las tres primeras, las potencias de la zona, a una cruel lucha, primero en el terreno cultural y luego directamente terrorista (especialmente, de 1904 a 1908). Los comitayis (miembros de bandas), sirviendo los intereses de alguno de los tres reinos, presionan a los campesinos.




Escudo de armas de Macedonia (siglo XVIII)


Los beneficiarios fundamentales de las dos guerras balcánicas fueron las dinastías y los terratenientes de Serbia y Grecia (que se queda con la mayor parte de Macedonia y recupera Corfú, Creta y otras islas). La enemistad entre Austria-Hungría y Serbia se fortalece, pues el poderoso Estado eslavo pone sus miras en Bosnia, Croacia y el sur de Hungría (poblada en parte por serbios), territorios todos del imperio de los Habsburgo.


La Gran Guerra


En la primera década del siglo XX dos imperios en decadencia, Austria-Hungría y Rusia, se debatían entre la revolución y el desmembramiento; ambas necesitaban conquistas territoriales y prestigio militar para enmascarar su crisis. Detrás de ellos se encontraban los auténticos contendientes: los potentados de Francia, Gran Bretaña y Alemania, dispuestos a dominar al pueblo llano (incluyendo los de sus propios países) para lograr el trozo más grande de la tarta del mercado mundial.


Como es bien sabido, fue precisamente la rivalidad de Austria-Hungría y Serbia en la zona balcánica, el motivo inmediato de la guerra, y el "accidente que reflejó la necesidad" el asesinato del príncipe heredero austríaco, por parte de un joven bosnio vinculado a la "Mano Negra" (sociedad secreta serbia).




El general inglés Troubridge inspeccionando los marinos serbios en el frente de Macedonia


Todos los países balcánicos participan en la "primera gran matanza". Grecia, Albania, Montenegro y Serbia junto a Francia, Gran Bretaña y Rusia. Bulgaria, en el bando de Alemania, Austria-Hungría y Turquía. La guerra fue una tragedia para todos los pueblos. La dramática experiencia de muerte, destrucción, epidemias y hambre provocó el choque de la realidad con la conciencia, espoleándola. Esto y el ejemplo de la Revolución bolchevique dieron alas a los partidos comunistas recién formados y abrieron la puerta a una etapa de convulsiones sociales y políticas.


Las revoluciones


La Revolución de Octubre marcó el camino a las masas. Ante la presión, el zar búlgaro Fernando tuvo que liberar al dirigente campesino Stambulisky, encarcelado por su oposición a la guerra, y abdicar en su hijo Boris.


La correlación de fuerzas en Bulgaria, tan desfavorable a la casta monárquica y a la aristocracia, les obligó a permitir la dictadura verde de Stambulisky. Éste, con apoyo de masas entre los pequeños propietarios, tomó medidas favorables a ellos, entrando en enfrentamientos con la burguesía, aunque a la vez reprimió al movimiento obrero.




El príncipe heredero Boris (futuro zar Boris III) con el mariscal de campo August von Mackensen inspeccionando a las tropas búlgaras (1916)


La inestabilidad social se mantuvo en los Balcanes hasta 1925. En 1924 una insurrección campesina en Albania derroca a Ahmed Zogú, representante de los señores feudales, y coloca en el Gobierno, con un programa de reformas sociales, al obispo ortodoxo Fan Noli. La indecisión de éste en llevarlo a cabo permitiría a Zogú volver al poder ese mismo año. En cuanto a Grecia, una de las causas fundamentales del golpe de Estado del general Pangalos, en 1925, fue el crecimiento del apoyo de los comunistas.


La creación de Yugoslavia


Uno de los principales resultados de la Primera Guerra Mundial fue la creación del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia a partir de 1929), bajo la dinastía serbia de los Karageorgevic. Su territorio era similar a la de la Yugoslavia de Tito, salvo por la península de Istria, que permaneció en poder de Italia. Este nuevo país fue la consecuencia del desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro, tras su derrota. Pero su aparición no fue artificial, sino que conectaba con los deseos del pueblo.




Alexander I (Karageorgevic), primer rey de Yugoslavia


En julio de 1917 el Comité Yugoslavo (grupo de emigrados burgueses de Croacia y Eslovenia), con el patrocinio de Estados Unidos y Gran Bretaña (interesada en crear un Estado fuerte que frenara a Austria por el sur) y Serbia, llegan al acuerdo de defender al final de la guerra una Yugoslavia monárquica. Al acuerdo se unen Montenegro (que acaba de destronar a su rey) y representantes bosnios y herzegovinos.


En septiembre de 1918, una Junta Nacional toma el poder en Zagreb y proclama la unión de eslovenos, croatas y serbios. En diciembre de 1918 nace el nuevo Estado, que desde el principio es incapaz de aunar –como no podía ser de otra forma– los intereses de los diferentes pueblos y clases sociales. Ni la homogeneidad eslava, ni la experiencia común de la opresión nacional sufrida durante siglos, podían ser una garantía de solución al problema nacional. Yugoslavia es un país atrasado, donde el 80% de la población son campesinos y el analfabetismo alcanza el 50%.


En breve tiempo la monarquía serbia demostrará su incapacidad para solucionar las contradicciones nacionales y sociales. En 1921 se aprueba una Constitución centralista. Las burguesías de las diferentes nacionalidades estimulan los enfrentamientos nacionalistas, de forma muy parecida a lo que ocurre tras la desintegración de la Yugoslavia de Tito; la principal contradicción se da entre los serbios, nacionalidad dominante, y los croatas, la minoría más importante.




Estandarte real del Reino de Yugoslavia (1922-1937)


La tendencia al bonapartismo


Si la revolución no triunfa en los países atrasados, la tendencia es a la aparición de regímenes bonapartistas burgueses, donde hombres fuertes imponen las decisiones, en beneficio de las clases reaccionarias, apoyándose para ello en la represión militar y en un cierto equilibrismo entre diferentes clases sociales.


El período de entreguerras en Europa reúne todas estas características. Uno tras otro, todos los Estados balcánicos caen en el bonapartismo, bajo la influencia de la Italia fascista o de la Alemania nazi. El primero es Albania, donde Ahmed Zogú, en 1925, se hace nombrar rey, convirtiendo el nuevo reino en un satélite de Italia. En Yugoslavia, el rey Alejandro I impone su dictadura en 1929. En Grecia, tras un período de inestabilidad y crecimiento del apoyo a los comunistas, el general Ioannis Metaxas disuelve el Parlamento (1936).



Encuentro de los príncipes herederos balcánicos en 1912: Alejandro de Serbia, Boris de Bulgaria, Constantino de Grecia, Fernando de Rumania y Danilo de Montenegro.


Los últimos monarcas balcánicos del siglo XX fueron:



  • Pedro II de Yugoslavia (consorte: Alejandra de Grecia)

  • Simeón II de Bulgaria (consorte: Margarita Gómez-Acebo y Cejuela)

  • Zogú I de Albania (consorte: Geraldina Apponyi)

  • Constantino II de Grecia o de los Helenos (consorte: Ana María de Dinamarca)
  • Nicolás I de Montenegro (consorte: Milena Vukotic)

  • Alejandro I de Serbia (consorte: Draga Lunievitza)

lunes, 30 de noviembre de 2009

Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha

El Ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha se hallaba situado en el actual estado de alemán de Turingia, perteneciente a los Ducados Ernestinos, llamados así pues eran gobernados por duques de la línea Ernestina de la casa sajona de los Wettin.

En 1825 se extingue con Federico IV de Sajonia-Altenburg la casa ducal de Gotha-Altenburgo produciéndose una reestructuración de los ducados. Federico de Sajonia-Hildburghausen es nombrado duque de Sajonia-Altenburgo, Bernardo II de Sajonia-Meiningen une los ducados de Sajonia-Meiningen y Sajonia-Hildbughausen y además añade Sajonia-Saalfeld. Por último Ernesto de Sajonia-Coburgo-Saalfeld unifica por unión personal los ducados de Sajonia-Gotha y Sajonia-Coburgo, convirtiéndose en Ernesto I de Sajonia-Coburgo-Gotha, aunque los ducados permanecían técnicamente separados, también desde 1816 había recibido el Principado de Lichtenberg en el Sarre, aunque lo vendió a Prusia en 1834 por 80.000 talerns.


La casa de Sajonia-Coburgo-Gotha con una hábil política dinástica se convierte durante en siglo XIX en la casa reinante de Bélgica, Reino Unido, Portugal y Bulgaria.


Su Alteza Real El Príncipe Consorte Albert, la Princesa Real Victoria y su mascota Eos


El hermano pequeño de Ernesto, el príncipe Sajonia-Coburgo-Gotha, Leopoldo, se casa primero con Carlota Augusta de Hannover, única hija de Jorge IV del Reino Unido, quien muere muy joven al dar a luz a su primer hijo. En 1831 sin embargo es elegido Rey de los Belgas. Se casa de nuevo en 1832 con Luisa María de Orleans, hija de Luis Felipe, rey de Francia y sus descendientes formaron la casa real de Bélgica, línea que permanece actualmente.


El primer hijo de Ernesto I, Ernesto II, recibe el ducado, pero el segundo hijo, Alberto, se casa en 1840 con la reina Victoria del Reino Unido que había sucedido a su tío Guillermo IV en 1837. De esta forma se convierte en Príncipe consorte y Alteza Real de Inglaterra. Sus descendientes reinan en el Reino Unido hasta el presente, aunque en 1917 cambiaron el nombre de la dinastía por el de Windsor, pues el nombre alemán sonaba antipatriótico durante la I Guerra Mundial.


Un sobrino de Ernesto I, Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha hijo de Fernando, se convirtió en Rey consorte al casarse con la reina María II de Portugal, sus descendientes reinaron en Portugal hasta que la revolución de 1910 proclamó la república.


Fernando II de Portugal, nacido Príncipe Fernando Augusto Francisco Antonio de Sajonia-Coburgo-Gotha-Koháry (1816-1885)


Otro hijo de Fernando, Augusto Luis de Sajonia Coburgo-Gotha y sobrino de Ernesto I se casa con Clementina de Orleans (hija también de Luis Felipe). Su quinto hijo Fernando es elegido en 1887 príncipe de Bulgaria, en 1908 se autoproclama Zar de los Búlgaros, sin embargo cuando en 1918 sus tropas le abandonan y se pasan al bando aliado, Fernando abdica y se vuelve a Coburgo, dejando a su hijo Boris III el trono.


De este modo los duques de Sajonia-Coburgo-Gotha estaban emparentados con las casa reales de media Europa. El sucesor de Ernesto II es su sobrino Alfredo, hijo de Alberto y la reina Victoria del Reino Unido, que además poseía los títulos de Príncipe de Gran Bretaña e Irlanda, Duque de Edimburgo, etc. A éste le sucede otro sobrino, Carlos Eduardo, Duque de Albany, Príncipe de Gran Bretaña e Irlanda, aunque los primeros años es regente el príncipe Ernesto de Hohenlohe-Langenburg. En 1918 con la caída del II Reich, la dinastía también cayó, aunque el hijo de Carlos Eduardo, Juan Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha, reclamó sus derechos. Gotha se convirtió en un estado libre que luego se unió al estado de Turingia el 1 de mayo de 1920 y Coburgo fue unida a Baviera.


Su Alteza Real El Príncipe Alfred, Duque de Sajonia-Coburgo-Gotha (1844-1900)


Duques de Sajonia-Coburgo-Gotha


  • Ernesto I (1826-1844)

  • Ernesto II (1844-1893)

  • Alfredo (1893-1900)

  • Regencia de Ernesto de Hohenlohe-Langenburg (1900-1905)

  • Carlos Eduardo (1900-1918)

Casas Reales Sajonia-Coburgo-Gotha


Bélgica

  • Leopoldo I (1831-1865)

  • Leopoldo II (1865-1909)

  • Alberto I (1909-1934)

  • Leopoldo III (1934-1951)

  • Balduino (1951-1993)

  • Alberto II (1993- )

Portugal

  • Fernando II (1826-1853)

  • Pedro V (1853-1861)

  • Luis I (1861-1889)

  • Carlos I (1889-1908)

  • Manuel II (1908-1910)




Bulgaria


  • Fernando I (1887-1918)

  • Boris III (1918-1943)

  • Simeón II (1943-1946)




Gran Bretaña e Irlanda

  • Alberto Príncipe consorte (1840-1861)
  • Eduardo VII (1901-1910)

  • Jorge V (1910-1936)

  • Eduardo VIII (1936)

  • Jorge VI (1936-1952)

  • Isabel II (1952- )