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martes, 3 de enero de 2012

Entretenimientos cortesanos: el baile de máscaras

Un baile de máscaras (Masquerade ball o Bal Masqué) es un acontecimiento en el cual los participantes asisten en trajes de disfraz usando una máscara (no debe confundirse con la palabra masqué, “mascarada”, un desfile cortesano guionado y cantado del que hablaremos en la próxima entrada).






Estas reuniones, festividades de Carnaval, eran acompañadas desde el siglo XV por entradas alegóricas cada vez más elaboradas, desfiles y procesiones triunfales con el fin de celebrar matrimonios y otros acontecimientos dinásticos de la vida cortesana medieval. Un ejemplo es el Bal des Ardents ("Baile de Hombres Ardientes"), que inicialmente fue concebido como Bal des sauvages ("Baile de hombres salvajes”) y un accidente circunstancial hizo que cambiara su nombre. Fue un baile de disfraces que se llevó a cabo para celebrar la boda de una dama de honor de la consorte de Carlos VI de Francia en París el 28 de enero de 1393. El rey y cinco cortesanos se vistieron como salvajes de los bosques, con trajes de lino y resina, pero como se acercaron demasiado a una antorcha, algunos de los bailarines tomaron fuego. Tales bailes de disfraces eran un lujo especial de la corte ducal de Borgoña.



Los bailes de máscaras se convirtieron en fiestas populares de disfraces en Italia durante el Renacimiento, en el siglo XVI. Por lo general eran elaborados bailes para los miembros de las clases altas y resultaron especialmente populares en Venecia, ya que se han asociado con la tradición del Carnaval veneciano. Con la caída de la República de Venecia a finales del siglo XVIII, el uso y la tradición de las máscaras poco a poco comenzaron a declinar, hasta desaparecer por completo.





Un ballo in maschera, de Verdi.



Este tipo de fiestas se extendieron a toda Europa continental en los siglos XVII y XVIII, a veces con resultados fatales. Gustavo III de Suecia fue asesinado en un baile de máscaras por el noble descontento Jacob Johan Anckarström, un acontecimiento que Eugène Scribe y Daniel Auber recrearon en la ópera Gustave III. El mismo evento fue la base de la ópera de Giuseppe Verdi Un ballo in maschera, aunque los censores en la producción original le obligaron a presentarla como una historia de ficción ambientada en Boston. La mayoría procedían de países como Suiza e Italia.



Se le atribuye a John James Heidegger, un conde suizo que llegó a Londres en 1708, haber introducido en Inglaterra la moda veneciana del baile semi-público de disfraces -al cual uno podía suscribirse-, con el primero celebrado en Haymarket Opera House. Los jardines públicos de Londres, como los Vauxhall, reformados en 1732, y los Jardines de Ranelagh, proveyeron óptimos escenarios al aire libre, donde los personajes enmascarados y disfrazados se mezclaban con la multitud. La reputación de conducta indecorosa, mujeres sin escolta y encuentros clandestinos motivaron que se cambiara el nombre por el veneciano ridotto, tal como "The Man of Taste" observó en 1733:



In Lent, if masquerades displease the town,


Call 'em Ridottos and they still go down.


(“En Cuaresma, si las mascaradas desagradan a la ciudad,


llámenlas Ridottos y así tendrán lugar.")


Ridotto en Venecia (1750)



Un elemento estándar de vestimenta para los bailes era un Vandyke, inspirado en los trajes usados ​​en los retratos de Van Dyck: el “Joven vestido de azul”, de Gainsborough, es el ejemplo más familiar y un recordatorio de la popularidad que tenían en Inglaterra los retratos en traje de fantasía a fines del siglo XVIII.



A lo largo de los siglos los bailes de máscaras se hicieron populares en la América colonial. Su prominencia se mantuvo incambiada, tanto, que un importante movimiento anti-mascaradas creció junto con los propios bailes. Los escritores de este movimiento (entre ellos celebridades como Samuel Richardson) sostuvieron que esas fiestas alentaban la inmoralidad y la "influencia extranjera". Aunque a veces eran capaces de persuadir a las autoridades según su visión, particularmente después del terremoto de Lisboa de 1755, la aplicación de medidas designadas a poner fin a las mascaradas fue poco metódica y las fiestas de máscaras continuaron como “suscripciones” semi-privadas. En la década de 1770, los londinenses à-la-mode concurrían a los bailes organizados por Teresa Cornelys, la cantante de ópera y cortesana, en Carlisle House y más tarde en el Panteón.



Los bailes de máscaras eran establecidos a veces como un juego entre los invitados. Los asistentes enmascarados estaban vestidos supuestamente para no ser identificables. Esto crearía un tipo de juego para ver si un invitado podía determinar las identidades de los demás. Esto añadía un efecto humorístico a muchas mascaradas y permitía una versión más divertida de los típicos bailes.





Masked ball



El inigualable Charles de Beistegui



Uno de los más notables bailes de máscaras del siglo XX fue el que tuvo lugar en el Palazzo Labia de Venecia el 3 de septiembre de 1951, organizado por Carlos de Beistegui y apodado
"
la fiesta del siglo". El elegante y teatral Carlos de Beistegui era heredero de una gran familia hispano-mexicana que eligió vivir en Francia, aunque su fortuna provino principalmente de las minas de plata descubiertas en México a principios del siglo XIX. De Beistegui no era un mero anfitrión de fiestas, era el productor de brillantes eventos sociales que eran verdaderas obras de arte temáticas y tenía el dinero para llevar a cabo el más mínimo detalle. Su baile de 1951 en el Palacio Labia -que había comprado en 1948 y restaurado y reformado con valiosas antigüedades y tapices- se encuentra en la historia social como uno de los más célebres del siglo XX, si no el más célebre. "El baile fue el comienzo de los medios de comunicación de masas", dijo su sobrino Juan de Beistegui. "Nadie se dio cuenta de lo que los medios podían hacer hasta ese momento."




Noche mágica en el Palazzo Labia (1951)




Nombres perdurables de la sociedad de París, que aparecieron por años en las columnas sociales, como Ghislaine de Polignac, Gaby d’Arenberg, Alexis de Redé, Hélène Rochas, Jacqueline de Ribes, habían sido huéspedes en el Château de Groussay -un magnífico escenario que fue su creación artística- y habían asistido al baile del Palazzo Labia. “Había tres grandes anfitriones en ese período”, dijo la princesa Ghislaine de Polignac, íntima amiga del duque y la duquesa de Windsor, que podía recordar con todo detalle los grandes acontecimientos sociales de las décadas pasadas. "Antenor Patiño, Arturo López y Charlie de Beistegui, todos dieron fiestas maravillosas en esos días." "Se pasaban fines de semana en Groussay", dijo la princesa. "La gente tomaba el tren desde París. No había gas. Sus invitados eran recogidos en coche de caballos. Siempre había gente interesante. ... Charlie reinventó el siglo XIX, aquí en Francia… creó un estilo que se puso de moda."



Rara vez las sensaciones de "grandeza" y "comodidad" aparecían unidas con tanto arte. El Château de Groussay era una obra maestra de confort, que invitaba a detenerse en cada habitación, sentarse en las sillas y mirar las pinturas en las paredes, colgadas una encima de la otra desde el suelo hasta el techo. "Durante la guerra Groussay fue un refugio, un paraíso. Había chocolates y maravillosa comida y jabón enviados a través de la Embajada española. Incluso las cortinas de su sala de estar fueron enviadas desde España. Era absolutamente glamoroso. Cocteau estaría allí, y Christian Bérard, y todas las personas que eran interesantes en aquella época. Nunca vi a alemanes allí. No era en absoluto un colaboracionista”.




La condesa Jacqueline de Ribes, una de esas damas que la gente se vuelve a ver cuando entra en una habitación, es la celebridad de la sociedad por excelencia. “Conocí al Sr. Beistegui en el último baile dado por mi tío, el conde Étienne de Beaumont, en París", comentó, sin dudarlo un instante, en un baile de disfraces dado en la residencia del embajador de Estados Unidos en la Rue du Faubourg Saint-Honoré, "Mi tío era un hombre muy famoso, que dio maravillosos bailes de disfraces." -Étienne de Beaumont dio su último baile, conocido como el Fashion Plate Ball, en 1951- "Yo tenía 17 años en el momento del baile y estaba recientemente casada. A través de la habitación vi a este hombre con los ojos muy azules y pelo blanco que me miraba y se acercaba a mí. "¿Quién eres? ' me preguntó. En vez de decir Jacqueline de Ribes, como era mi nombre entonces, respondí: 'Soy Jacqueline de Beaumont’. Al día siguiente recibí una invitación al baile en el Palacio Labia de Venecia. Nos hicimos muy amigos. Él me introdujo en la vida internacional”.



Resurgimiento contemporáneo



Un nuevo resurgir de bailes de máscaras se inició a finales de 1990 en América del Norte y se sigue manteniendo hoy, aunque en los tiempos modernos el ambiente festivo es enfatizado y el baile formal no es tan importante. Los menos formales bailes de disfraces parecen descender de esta tradición. El revival puede estar relacionado con el desarrollo de la actuación en vivo en la década de 1970, que a su vez surgió a partir de cuadros vivientes o tableaux vivants.



Mascheranda (Venecia, 2010)

jueves, 15 de abril de 2010

El Barón de Rédé

Alexis von Rosenberg, Barón de Rédé, fue un prominente aristócrata, coleccionista de arte del siglo XVIII francés y socialite en círculos europeos y neoyorquinos.



Nació en Zurich, Suiza, hijo del Barón Oscar von Rosenberg, un banquero judío natural de Austria-Hungría que se volvió ciudadano de Liechtenstein y, de acuerdo a Rédé, le fue dado el título de barón por el Emperador de Austria en 1916, aunque existen muchas dudas sobre la autenticidad de esta baronía. La madre de Alexis descendía de la familia von Kaullas, también judía, que eran en parte dueños del Banco de Württemberg, a medias con los reyes de aquel país. Redé, junto con su hermano, se educó en el colegio suizo de Le Rosey. Su padre se suicidaría en 1939, Alexis se instaló solo en New York y en 1946 retornó a París, bajo la égida de Elsie de Wolfe, lady Mendl.


El Barón de Rédé fue un verdadero esteta. En 1949 se mudó a la planta baja del Hôtel Lambert, un edificio del siglo XVII edificado por Le Vau en la Île Saint-Louis de París, de cuya restauración y decoración se ocupó (En 2003 se le nombraría Commandeur de la Orden de las Artes y las Letras por su restauración del aquel Hôtel).


El célebre patio de entrada del Hôtel Lambert


La notoriedad de Rédé estaba en ser el hombre mejor mantenido de París: su riqueza derivaba de la de su amante Arturo López-Willshaw (1900-1962), quien continuaba manteniendo una residencia formal con su esposa en Neuilly. Patricia López-Willshaw era una figura muy conocida en el escenario social de París. Aunque sobre esta escena se cernía Tony Pawson, el novio de López de la época de preguerra. La llegada de Rédé a este menage al principio fue una situación incómoda, con muchas de las grandes damas menos inclinadas a aceptar su hospitalidad. Pero el encanto lánguido de Rédé y su excepcional apostura gradualmente le ganaron muchos amigos.

1955: Con la baronesa Maggie van Zuylen, madre de Marie-Héléne de Rothschild

Rédé había conocido a López-Wilshaw en un restaurant de Nueva York. El magnate estaba casado con su propia prima, Patricia López-Huici, pero ofreció llevar a Rédé a París, a Neuilly, donde tenía una casa. “Yo no estaba enamorado”, recalcó Rédé, “Pero necesitaba protección y estaba seguro que él podría dármela”. Patricia López-Wilshaw estaba encantada con Rédé. Oficialmente el millonario vivía en Neuilly, pero extraoficialmente vivía con Alexis en el Lambert, volviendo a su hogar para presidir rutilantes entretenimientos. También tenía un yate, “La Gaviota”, fabulosamente decorado por Geffroi, en la que marido, mujer y Rédé viajaban muchos meses al año, llevando los mismos amigos con ellos. A menudo residían en el Palace Hotel de St Möritz, mantenían una suite en el Grand Hotel de Venecia y rentaban diferentes propiedades para sus vacaciones.


1955: Con la baronesa Daisy de Cabrol y la Princesa Ghislaine de Polignac

Las fiestas en el Hôtel Lambert eran el centro de le tout Paris. En la galería de Hércules (cuyo techo fue pintado por Lebrun antes que Versailles hubiera empezado a levantarse) se han dado innumerables bailes y fiestas desde que sus paredes de estuco fueron terminadas por Van Obstal. El espectáculo que ofrece pueden admirarse mejor que nunca a partir de la imaginativa metamorfosis de Rédé, con sus sillones tapizados de azul, sus candelabros monumentales y la mesa del comedor puesta en todo su esplendor para cincuenta cubiertos.

El Salón de Dibujo de su apartamento en el Hôtel Lambert

Philippe Jullian describió el mundo de López-Willshaw y Rédé como una pequeña corte del siglo XVIII: miembros del círculo eran la poetisa y patron de los Surrealistas, Marie-Laure de Noailles, músicos como Henri Sauguet, Georges Auric y Francis Poulenc y artistas como Christian Bérard y los interioristas Georges Geoffroi y Victor Grandpierre. Cecil Beaton fotografió el vestuario de Nina Ricci para “el elegante esteta” en el sensacional Bal Beistegui ofrecido en 1951 en el Palazzo Labia de Venecia por su amigo Charles de Beistegui.

1951, Venecia: Con un impactante disfraz en el Bal Beistegui


En 1956, en el Bal des Têtes de Alexis, un joven Yves Saint-Laurent proveyó de muchos de los sombreros –la duquesa de Windsor era una de los jueces- y recibió un empujón a su carrera de diseñador. Además de YSL, impulsó la carrera de Pierre Cardin. Para el Beaumont Ball de 1949 comisionó a Cardin, que por entonces trabajaba solo en un atelier, para confeccionar su disfraz.

1968: A su llegada a las carreras del Gran Premio de Longchamps el barón de Rédé hace compañía a María Callas. Atrás van Elizabeth Taylor y Richard Burton.


Cuando Diana Vreeland oyó de los planes para el Bal Orientale que Rédé pensaba dar el 5 de diciembre de 1969, inmediatamente contactó al barón manifestando su interés en fotografiar el evento para Vogue, revista de la cual era editora en jefe. En 1972 Redé encargó su retrato al pintor de moda Anthony Christian. En 1975 el Hôtel Lambert fue comprado por el Barón Guy de Rothschild, cuya esposa, Marie-Hélène, era una amiga muy cercana de Rédé; los Rothschild a partir de entonces lo usaron como su residencia en París.


En 1962 el barón heredó la mitad de la fortuna López-Wilshaw y para manejarla contrató al Príncipe Rupert zu Loewenstein, chairman del banco Leopold, Joseph & Sons. Con Loewenstein administraron las finanzas de los Rolling Stones y crearon Artemis, un fondo especializado en la adquisición y exhibición de objetos de arte, con el que tenían como clientes a varios museos.

1973: Con Marie-Héléne de Rothschild, Elizabeth Taylor y Liza Minelli en el Olympia de París.


Cuando falleció su gran amiga la Baronesa de Rothschild en 1996, Rédé se convirtió en una figura más bien solitaria, continuando con sus fiestas en el Lambert y asistiendo a conciertos y cenas nocturnas. La princesa Michael de Kent lo recordó en su visita a Londres en julio de 2000 para el cumpleaños nº 21 años de su hijo Frederick Windsor, en que desconocía el código de vestimenta de aquella ‘Fete Champetre’Yo copié el esquema que Luis XIV seguía para el entretenimiento de la corte durante el mes de junio, antes de que Versalles fuera terminado, cuando daba maravillosas fiestas al aire libre bajo enramadas de hojas verdes. Tal vez Alexis, quien fue uno de los grandes para vestirse y que había dado algunas de las mejores fiestas de disfraces que vi en mi vida, se sentía tímido o inseguro entre los ingleses, pero vino usando un magnífico turbante y broche y una capa brillante que sostuvo toda la noche de su cuello. Pensé que tenía un dolor de garganta, pero descubrí que estaba encubriendo su traje negro de esmoquin. Tenía miedo de verse de chaqueta formal cuando todos los demás hombres vestían trajes del siglo XVIII”.

2003: En Provence, en la boda de Carmen Saint


El Barón de Rédé fue mayormente desconocido para el común de la gente. De todas maneras, vivió una vida de inmenso lujo que él desenvolvía en todas las áreas de su existencia cotidiana. Por ejemplo, fue natural para él llevar sus propias sábanas cuando una vez se registró en el Hospital Americano de París.

Murió de forma sorpresiva en la casa de su amiga Carmen Saint, cuando tenía 82 años. Sus memorias fueron publicadas póstumamente en 2005. Su propiedad (los contenidos de sus apartamentos en el Hôtel Lambert) fue subastada en Sotheby’s en una venta especial que recaudaría millones de libras.


miércoles, 7 de abril de 2010

Bal Beistegui

El millonario mexicano-español Don Carlos de Beistegui –Charlie para sus amigos- se había consagrado con su famoso baile de disfraces del 3 de septiembre de 1951, para el que había invitado a todo el Gotha y al cafe society de la época al Palazzo Labia, su refugio veneciano sobre el Gran Canal.

Charles de Beistegui en la balconada del palazzo


Le Bal Beistegui, que permanece en la historia social como uno de los más grandes acontecimientos mundanos del siglo XX, reunió en Venecia a príncipes, millonarios y socialites del mundo entero. Fue la primera gran fiesta después de la Segunda Guerra Mundial. Las invitaciones fueron enviadas seis meses antes para que los privilegiados tuvieran tiempo para prepararse. Tener listos los disfraces y llegar a Venecia en 1951 podía ser toda una aventura, pues por barco o tren el viaje insumía cinco días.




A través de toda Europa los expectantes invitados se preocupaban por obtener sus disfraces a tiempo y días antes ensayaban entradas majestuosas para la gran noche. Se dijo que una extraordinaria procesión de Rolls-Royces atravesó el Paso de Simplón en dirección a Venecia, llevando enormes cajas de Dior sobre sus techos, “una cadena humana de cajas de sombreros Reboux”, como dijo uno de los invitados.


Paul-Louis Weiller, Madame Mallard, Lady Diana Cooper, Barón de Cabrol, Madame Hersent


El día de la fiesta Charles de Beistegui desapareció en una suite del Grand Hotel para evitar escenas frenéticas, como por ejemplo de gente reclamando sus invitaciones que no habían llegado por alguna razón. Los invitados llegaban desde el ancho canal que fluía hacia el Gran Canal, donde la excitada multitud expectante los alentaba y aplaudía. El ambiente era electrizante mucho antes de llegar al baile y hubo algunos de los invitados que se unieron a la diversión quitándose sus máscaras para deleite de la multitud.


Chinoiseries


Arturo López-Willshaw, el gran coleccionista y anfitrión que siempre amó China y el arte oriental, acompañado de su esposa Patricia, hicieron una apoteósica entrada vestidos como el Emperador y la Emperatriz de China. El Barón Alexis de Redé, quien era parte del grupo, recuerda “… yo era un invitado en su suite, con una fantástica corona china, atuendo y espada, viéndome, lo confieso, mejor que el último emperador ‘niño’. Nuestros disfraces eran copia exacta de aquellos de las famosas tapicerías ‘el Viaje del Emperador de China’.” Su llegada en un enorme junco chino fue la más espectacular de la velada.

Entrada de Jacques y Geneviéve Fath


El diseñador Jacques Fath, vestido como el Rey Sol, tuvo que permanecer de pie en su góndola porque “su postura (estaba) marcada por un disfraz tan perfectamente armado y pesado con sus brocados que no podía sentarse”, escribió el Príncipe Jean-Louis de Faucigny-Lucinge en su libro Legendary Parties.


Lady Diana Cooper como Cleopatra

Lady Diana Cooper, vestida como Cleopatra por Cecil Beaton y Oliver Messel, hizo una entrada que constituía “… una hermosa vista con la luz de las ventanas del palazzo cayendo sobre su cara, sus perlas y su peluca rubia” inspirada en el magnífico fresco de Tiepolo “El Banquete de Cleopatra”, que era el tema central del baile. El Palazzo Labia es verdaderamente famoso por su salón central, con su altura descomunal y sus frescos representando a Antonio y Cleopatra. Duff Cooper, antiguo embajador británico en Francia, tenía un saco cosido bajo su disfraz de dominó para sostener un matraz. Había estado en suficientes fiestas de Beistegui para conocer la probable escasez de alcohol y ser consciente del potencial aburrimiento en el momento de espera de todas las entradas.


Don Carlos de Beistegui


Recibiendo a sus invitados en lo alto de una gigantesca escalinata, Beistegui era una conspicua presencia en una enorme peluca rizada del siglo XVIII y borceguíes de plataforma que lo elevaban dos pies por encima de todos los demás, por lo que podía ver y ser visto en la noche que probablemente fuera la más importante de su vida.



Gene Tierney



Todos, desde el Aga Khan a la actriz Gene Tierney –en la cúspide de su carrera en Hollywood- estaban allí. Las entradas ocuparon gran parte de la velada, “algunas mejor que otras”. La princesa Caetani, la vizcondesa Jacqueline de Ribes y la princesa Colonna usaban idénticas máscaras blancas y negras. El disfraz de Christian Dior fue diseñado por Salvador Dalí, el viejo Aga Khan era una “siniestra figura en seda negra” y Orson Welles iba en traje de esmoquin con su cabeza adecuadamente coronada con plumas como único disfraz.



Orson Welles y Mademoiselle de Heeren

Daisy Fellowes acudió como la Reina de África. No se sentía bien esa noche y estuvo recostada en cama antes de hacer su entrada. Cuando le llegó su turno, se elevó de la cama y se convirtió en una reina. El Barón de Rédé comentaría: “Ella fue por lejos la más elegante de los invitados. Nunca había visto a nadie caminar de forma tan bella como ella lo hizo. Tiene estilo innato”.

Daisy Fellowes como la Reina de África

Setenta lacayos con disfraces del baile de la Duquesa de Richmond la noche antes de Waterloo atendieron a los invitados. Ballerinas de la compañía de Cuevas representaron sarabandas y minuettos en el patio, mientras que los bomberos de Venecia formaron una fantástica pirámide humana de cuatro pisos de altura en el salón principal del palacio. Dos bandas de jazz amenizaron la hora del baile.

Aparte de estas atracciones y el espectáculo de los disfraces, se dijo que “la cena estuvo buena y la bebida abundante”, lo que no siempre era el caso en un entretenimiento de Beistegui. Algunos de los invitados no llegaron a casa hasta las 6 de la mañana. El acontecimiento fue espléndido y los periódicos le dieron amplia cobertura, incluso fue fotografiado por Cecil Beaton para Vogue.

Invitados frente al fresco de Tiepolo