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jueves, 12 de abril de 2012

El guardarropa de Alexandra Feodorovna

La última emperatriz de uno de los imperios más grandes del mundo era una princesa de uno de los principados más pequeños. La Princesa Alix Viktoria Helena Luise Beatrice von Hesse-Darmstadt, caprichosa, fatalista, obstinada y fanáticamente religiosa, accedió al trono de la Rusia imperial a los 22 años de edad. Su herencia democrática, arraigada en la monarquía constitucional, se vio desplazada en su matrimonio con un hombre al que se consideraba casi divino, el Zar de todas las Rusias, Nicolás II Romanov.





1887. Alexandra, soltera, cuando era princesa de Hesse, con un traje de chaqueta de polisón moderado y doble botonadura.

Uno pensaría que una zarina lo iba a tener todo fácil. De una manera real, su predecesora María Feodorovna lo hizo. Pero Alexandra era de Hesse en Alemania, cuando el nacionalismo eslavo estaba corriendo fuerte, lo que ayudó a hacerla una zarina alemana no deseada. La aristocracia rusa no le dio la bienvenida, ya que su llegada luego de la muerte del zar Alejandro III hizo que la gente, supersticiosa, murmurara: "Viene a nosotros detrás de un ataúd." Desafortunadamente, varios miles de campesinos murieron en un incidente en las celebraciones de la coronación y, encima de todo, no se llevaba bien con su suegra, la Emperatriz Viuda María Feodorovna. Al influjo de Alexandra sobre el zar se atribuye la caída de los Romanov, que desembocó en el fusilamiento de toda la familia imperial a manos de los bolcheviques.



1892. En este vestido de fiesta, el borde de piel repite el patrón de los habituales bordes de encaje, que bordean el corpiño y continúan hasta el dobladillo de la falda.


Al igual que su prima hermana, Maud de Noruega –el padre de Maud y la madre de Alix eran hermanos, hijos de la reina Victoria-, Alexandra de Hesse vivió la transición de la moda entre dos siglos, pero, a diferencia de Maud, no llegó a disfrutar de la libertad en el vestir que caracterizó a los locos años 20 debido a su trágica muerte en 1918, con apenas 46 años. Su boda en 1894 le abrió las puertas a un mundo de ilimitada riqueza y poder.



Alexandra y su hermana Ella demuestran la moda de finales de 1890: faldas línea A, mangas ligeramente abullonadas y boas de plumas.


La primera página de la descripción que hace Ella a su abuela, la reina Victoria, acerca del vestido de novia de Alexandra.


Merece párrafo aparte su vestido de boda, una grandiosa creación, tan complicada que Alexandra necesitó casi una hora para vestirse. Tenía las medias de encaje, los zapatos bordados y decorados. Sobre ellos, había una sucesión de enaguas rígidas. La falda ancha llena de brocado de plata se abría desde la cintura para revelar una segunda prenda interior de gasa de plata, revestida de piel. El escote era bajo y revelaba el cuello y los hombros; la túnica tenía mangas cortas con una esclavina larga revestida de armiño. La pechera muy ajustada, con sus sostenes, estaba recamada de diamantes que brillaban con cada movimiento. Los pliegues del faldellín caían hacia atrás para formar una cola y desde los hombros descendía otra cola amplia, de lienzo de oro, revestido de armiño. Sobre todo esto, Alexandra vestía el manto imperial de lienzo dorado, forrado y bordeado de armiño. El largo velo de tul se mantenía fijo en su sitio gracias a una diadema kokoshnik de diamantes engastados en platino y a la corona nupcial de los Romanov, formada por diamantes cosidos a la tela de terciopelo carmesí. Más deslumbrantes joyas se desplegaban por su cabeza y su pecho.


1894. La flamante zarina en todo el esplendor de su vestuario de boda, sin la amplia capa que lo recubría (la ceremonia tuvo lugar en invierno). El modelo no es un vestido de boda tradicional, incluso para la realeza, sino que es un vestido ruso de corte.

La corona nupcial que todas las novias Romanov usaban en su boda.


Durante su etapa como emperatriz consorte, su residencia principal era el Palacio Alejandro, construido por Catalina la Grande en Tsárskoye Seló, cuatrocientas hectáreas de paraíso a 20 km de San Petersburgo. Alix prefirió este palacio a todas las restantes mansiones de las cuales podía disponer y allí, junto a su famoso Boudoir Malva, estaban sus cuartos de vestir. Había armarios y gabinetes atestados con hileras de vestidos, todos envueltos en fundas, y filas infinitas de zapatos; en los cajones se depositaban las blusas de seda, envueltas en papel fino y centenares de pañuelos y pares de guantes pulcramente doblados; cajas con los sombreros de última moda y arcones de diferentes tamaños conteniendo alfileres de cabello y cepillos, así como frascos con el perfume favorito de la emperatriz, el Rose Blanche.

Alexandra se convirtió en emperatriz al casarse con el zar Nicolás en 1894, pero fueron coronados formalmente en 1896. En este grabado francés que describe la ceremonia, Alexandra lleva una pequeña corona (crownlet) a la manera de Victoria de Inglaterra y Victoria Eugenia de España.


La encargada del vestuario de Alexandra, la princesa María Golitsyn (después reemplazada por la princesa Isabel Narishkin), supervisaba el personal. La primera doncella, María Muchanowa, ayudaba a vestirse todos los días a Alexandra, con la colaboración de ocho criadas de menor categoría. A la emperatriz le desagradaba la ropa interior de seda. En cambio, tenía camisones de hilo fino o batista, adornados con encajes de Valenciennes y Mechlin. Dijo cierta vez a su principal doncella que el uso de ropa interior hermosa era uno de sus placeres más grandes.


La cola de este traje es larga, demasiado larga para un baile, así que Alexandra lo ha de haber usado en una recepción con cena o una velada en la ópera.



1898. Con un vestido de noche muy parecido al de arriba, con falda línea A, escote corazón y mangas hasta el codo.


Este es un vestido de baile, con una cola leve y mangas puff.


Alexandra decepcionaba a muchos habitantes de la capital, pues su sensibilidad para la moda dejaba algo que desear a los ojos de la sociedad. Se vestía teniendo en cuenta su comodidad personal y aunque era cliente de los modistos más prestigiosos del momento, le interesaban poco las tendencias vigentes. En cada temporada ordenaba cincuenta vestidos nuevos a Paquin o Worth. Realizaba agregados permanentes a su guardarropa cuando encontraba una prenda que le agradaba de manera especial, de modo que como resultado pagaba cuentas de ropa que se elevaban a 100.000 rublos mensuales.


1900. Lo destacable de este blanco atuendo es la blusa de cuello alto bajo otra blusa de cuello en V y con solapas para la corbata.


Traje de corte de material pesado, escote cuadrado y mangas segmentadas en tres partes, adornadas con encajes.


Cuando se casó, todo el ajuar de Alexandra consistía en prendas de luto y medio luto, de modo que llegó al trono sin prendas apropiadas para su jerarquía. La zarina prefería los vestidos de seda amplios de tela blanca, crema o malva, cubiertos de encaje, gasa o tul y completaba su atuendo con grandes sombreros de ala ancha adornados con plumas de avestruz; los sombreros eran creación de Bertrand, una firma francesa que tenía sucursal en San Petersburgo. Sus medias de seda y encaje eran fabricación de Swears and Wells de Londres. Calzaba zapatos de tacón bajo, de piel de ante y cuero y siempre usaba una sombrilla para protegerse del sol durante sus jornadas al aire libre.



1906. La emperatriz con el completo atuendo de corte que llevaba en la Duma luego del ignominioso final de la guerra ruso-japonesa. El vestido deja los hombros al descubierto y se despliega en larga cola. La enorme tiara lleva no una, sino dos filas de magníficas perlas.


1907. Con estola de piel y perlas que delinean la blusa.


1908. Alexandra a bordo del yate imperial Standart, con una capa de lluvia.


1910. San Petersburgo puede ser cálido y húmedo en verano, así que probablemente Alexandra no se moviera mucho con este vestido de cuello alto y mangas largas.

Le desagradaban muchas de las modas del momento y consideraba que la “falda tubo” era una molestia inaceptable. “¿De veras le agrada esta falda?”, preguntó cierta vez a Lili Dehn, esposa de un oficial del yate imperial Standart. “Bien, señora, es la moda”, replicó Lili. “No sirve como falda”, fue la réplica de la emperatriz. “Bien, Lili, demuéstreme que es cómoda… Corra, Lili, corra… y veamos cómo lo hace con esta prenda”.

La emperatriz viste un traje con un sobre-vestido de gasa negra y amplio, elegante sombrero con plumas.


Vestido de noche blanco y plata. Está cubierto con un revestimiento diáfano de tul decorado con grandes figuras florales de material plateado.


Otro modelo con encaje superpuesto, este de Madame Brissac. Los mismos patrones florales del escote se derraman sobre los bordados de la falda.


En su viaje a Gran Bretaña en septiembre de 1896, durante su primera gira europea en su condición de soberanos recientemente coronados, Alexandra despertó mucho interés en la prensa, sobre todo en relación con su sensibilidad para la moda. El Graphic informó: “Pese al encanto y la elegancia de la emperatriz rusa, confiamos en que no determinará nuestra moda… después de organizar un viaje por mar, descendió del barco ataviada con un vestido celeste, una capa color gamuza adornada con un cuello de plumas de avestruz blancas y un gorro azul y blanco. Realizó otro viaje en tren con un vestido de seda rosada y una delicada capa color heliotropo, con un gorro blanco. Durante el mismo viaje, la duquesa de Connaught usó ‘un auténtico atuendo inglés, un vestido y una chaqueta de tweed de color marrón oscuro, confeccionado a medida’”.


Alexandra en el yate imperial. Los vestidos negligée estaban de moda antes de la Primera Guerra y es fácil creer que la emperatriz lleva un negligée en esta foto. Otra forma de traje relajado en la época era el vestido de té.

1914. En el jardín de Livadia, con blusa de cuello alto y mangas estrechas, parasol y sombrero con vuelo de gasa.


Al mismo tiempo que el vestuario adquirido en París, Alexandra pedía vestidos a Madame Brissac, la principal diseñadora de la capital, que amasó una enorme fortuna gracias a los precios escandalosos que cobraba a sus clientes. Todos se quejaban, pero nada podían hacer. Pero, cierta vez, durante una prueba con la zarina, Madame Brissac le dijo: “Ruego a Su Majestad que no mencione esto a nadie, pero siempre bajo mis precios para Vuestra Majestad”. Pero se reveló la verdad cuando Olga, cuñada de Alexandra, relató a ésta lo que Madame Brissac le había dicho: “Ruego a Vuestra Alteza Imperial que no mencione estas cosas en Tsarskoie Selo, pero siempre bajo mis precios para usted”.

En plena época dorada del zarismo, Alexandra viste un vestido con cuello en V para lucir su inigualable collar de perlas de seis vueltas y una amplia capa forrada de piel.


Guardaba sus joyas en cofres y bandejas especiales empotrados en los muros del cuarto de vestir. Disponía de la más lujosa colección de joyas de Europa –diademas, collares, aros, brazaletes, broches, anillos, petos, coronas, gargantillas-. Todos los años el zar agregaba a ésta un regalo especial, generalmente encargado a Fabergé o Bolin, que tenían órdenes de reservar las mejores piezas para la zarina. Las perlas eran las favoritas de Alexandra: le encantaba adornarse con vueltas y más vueltas de las mejores perlas naturales, usadas con broches y aros engastados en platino. A pesar de su conocida lucha para conseguir las joyas de la corona retenidas por la emperatriz viuda, Alexandra rara vez las usaba. Cuando lo hacía, prefería mostrar todas las piezas, una exhibición que la Gran Duquesa María Pavlovna, esposa del Gran Duque Vladimir, denominó “un gout de parvenue”.


Alexandra en diferentes épocas, siempre con las espléndidas joyas Romanov.



1916. La moda se ha congelado en algún lugar para una pensativa y cansada zarina, quien parece vestir como antes de la Gran Guerra.


El autor Greg King recibió una carta del Príncipe Nikolai Romanov, en la que decía que “la vida de la difunta emperatriz se divide claramente en dos épocas y ella debe ser juzgada como si fuese dos mujeres distintas. La primera es una esposa, madre y cónyuge que ofrece discutibles consejos en cuestiones que en rigor no le concernían. La segunda mujer aparece apenas abdica el zar, afronta humillaciones y un sentimiento constante de miedo, y recorriendo su propio calvario llega al sótano de la Casa Ipatiev. La única característica común a las dos mujeres es el apasionado amor de la emperatriz a su esposo. La primera mujer puede llegar a merecer la crítica más severa; la segunda es admirable.”

1918. La última foto tomada a Alexandra Feodorovna –con sus hijas Olga y Tatiana-, llevando un atuendo de blanca sencillez, en el balcón de la mansión del gobernador, Tobolsk, Siberia.

viernes, 27 de enero de 2012

Los ballets imperiales rusos

En el siglo XVIII en Rusia comienza a establecerse el arte coreográfico gracias a las condiciones favorables en que se hallaba el imperio respecto a la valoración de la estética por parte de su monarquía militar y feudal.

La influencia de ballets extranjeros en el imperio ruso se mantiene durante medio siglo y es durante estas primeras cinco décadas del siglo XIX que los intérpretes extranjeros visitan asiduamente dicho país. Nacido en el siglo XVI en las cortes italianas, para luego trasladarse a Francia a finales del mismo siglo, el ballet ya florecido en París se introdujo en Rusia dos siglos más tarde.


Dadas las virtudes artísticas del pueblo ruso, la popularidad de la danza en general y el apoyo oficial con su Dirección General de Teatros Imperiales, que solventaba económicamente el ballet y lo dirigía en su totalidad, se produjo el advenimiento de este arte en un país tan singular.


Las Escuelas Imperiales de baile en Rusia eran tres: la de San Petersburgo, la de Moscú y otra que se situaba en la ciudad de Varsovia. Allí además de tener una enseñanza general y de ballet, tenían un programa -de 8 a 9 años de estudio- compuesto por clases de música, dibujo, arte escénico, idiomas, además de otras materias vinculadas al arte de la danza. Todas ellas eran también supervisadas por el gobierno y dirigidas por renombrados maestros de baile.


Período del maestro Landé


El emperador Pedro el Grande introdujo reformas que cambiaron la vida de los rusos en su aspecto social, impulsando el arte de su nación para abandonar poco a poco la imitación de la danza de Europa Occidental. Tal es así que liberó a las damas de la aristocracia para que pudieran participar de reuniones sociales con gente de otras clases, lo cual anteriormente no les había estado permitido. Introdujo también danzas francesas como el minuet, la courante y la pavana, pero muchas veces pedía que el ritmo se acelerara un poco para que la danza fuese más veloz.

Landé


En 1738 el maestro Jean-Baptiste Landé fundó la primera de las escuelas imperiales de baile, la de San Petersburgo. El maestro Landé era un bailarín francés que había sido empleado en la corte polaca en Dresde hasta que fue contratado por el rey Federico I de Suecia en 1721. Hasta 1728 fue maestro de danza de la corte sueca, luego viajó a Dinamarca y por último a Rusia, donde, luego de una actuación ante la emperatriz Anna en 1735, pudo establecerse como ballet master de la Escuela Imperial de Ballet, llamada Escuela de Baile de Su Majestad. Sus primeros alumnos (doce chicos y doce chicas) fueron de las clases sociales más bajas y los bailarines no eran considerados más que simples instrumentos para la diversión y placer del monarca (recién a principios del siglo XIX los artistas de la danza lograron ser considerados).


Dos escuelas europeas estaban representadas en el plan de estudios. Danza «grave» basada en el minué francés fue enseñada por Landé, luego por sus alumnos. Métodos de danza cómica, derivados de la Commedia del'Arte, fueron enseñados por los italianos: el coreógrafo y bailarín Antonio Rinaldi, llamado Fuzano, y su esposa, Julia. Las estrictas formas de la escuela francesa y el virtuosismo de la italiana se fusionaron para extenderse en el estilo de actuación ruso.


Las trabas para que los rusos consideraran que podían tener un arte propio eran muchas. La mayoría continuaba pensando que el género nacional era de muy mal gusto. Lo primero que pudo lograr autonomía fue la literatura a partir del siglo XIX con Pushkin y Gogol. Luego hizo lo propio la música, con Tschaikovsky, Glinka y Dargomijsky y también la pintura. Para el ballet resultó más dificultoso que para el resto de las artes, ya que su técnica y terminología denotaban el origen extranjero del mismo, complicando la tendencia nacionalista.


La emperatriz Elizaveta Petrovna

A esto contribuyó la emperatriz Isabel Petrovna (segunda hija de Pedro el Grande), para quien los asuntos teatrales llegaron a ser preocupación de la corte. Amante del lujo y del ocio y ella misma una excelente bailarina, Isabel recomienda diversiones en palacio. Landé fue convocado desde el exterior para reabrir el estudio de baile y todos los recursos fueron lanzados a la organización de la celebración de la ascensión al trono. La coronación se celebró en Moscú en mayo de 1742, para la cual fueron representados dos ballets: “La Manzana de Oro en el Festín de los Dioses” y “El Juicio de Paris y la Felicidad del Pueblo ante la Aparición de Astrea en el Horizonte de Rusia y la Restauración de los Tiempos Dorados”. Estas alegorías de ballet representaban a la nueva zarina como patrona de las artes en favor de unirse a la cultura europea.


Durante su reinado, Landé tuvo la iniciativa de presentar ante su corte una obra con danzas rusas, que, si bien fue aceptada con éxito por la refinada y culta Isabel, éste no duró demasiado, ya que luego "lo nacional" fue despreciado por aquellos en quienes se depositaba el control y destino del ballet ruso. Por tanto, la danza durante su período no logró salir del círculo de los salones cortesanos.


Acto II de La Bayadére (1877)


Después de la muerte de Landé, Fuzano dirigió la escuela hasta 1750. A su vez, éste fue reemplazado por el maestro Josette. En 1758, el coreógrafo vienés Franz Hilverding llegó a San Petersburgo y obtuvo el reconocimiento europeo por su progresiva actividad creativa. Hilverding confiadamente llevó el ballet a la independencia, tratando de demostrar sus posibilidades en géneros tanto cómicos como trágicos.


La forma musical de la «ópera seria» sigue siendo la base fundamental sobre la que Hilverding unió pantomima y danza, aumentando así el hermoso templo de ballet. La novedad ideológica y estética de la creatividad de Hilverding demandó de los bailarines rusos desarrollo de métodos técnicos, perfección de movimiento y enriquecimiento de mímica.


Período del maestro Canziani


Fue Catalina la Grande quien finalmente le imprimió un carácter nacional al teatro, sacándolo del palacio real y poniéndolo al servicio de la sociedad toda. Desde ese momento, las funciones de ópera y ballet comienzan a ser parte de la vida social de los habitantes de San Petersburgo, tanto que se vuelven indispensables.


Les amazones

La formación del ballet fue mejorada notablemente en 1784, con la llegada del coreógrafo veneciano Giuseppe Canziani. Su actividad fue distinguida por un genuino cuidado hacia el arte ruso. Enseñó a sus alumnos cinco o seis horas al día, dedicando sus clases no sólo a ejercicios y ensayos, sino también a las conversaciones sobre Noverre y sus teorías, así como sobre otras destacadas figuras del ballet de la época. El coreógrafo no sólo preparó artistas pasivos, sino más bien desarrolló la capacidad de sus estudiantes para la creatividad independiente. Los brillantes resultados de la actividad docente de Ganziani fueron la graduación de varios bailarines rusos masculinos y femeninos, que alcanzaron posiciones prominentes en la compañía, así como figuras de origen ruso que lograron destacarse luego al reemplazar a las celebridades que iban a bailar a Rusia desde Occidente. Entre ellos estaba Iván Ivanovich Valberkh (Lesogorov), el primer coreógrafo ruso.


Tras la muerte de la Emperatriz, asume el reinado su hijo Pablo I y bajo su despotismo las artes volvieron a decaer.


Período del maestro Didelot


Al comenzar el nuevo siglo, comienza el período del nuevo zar, Alejandro I, desde 1801 a 1825. Junto a él las artes, y en particular el ballet, recobraron el terreno perdido años atrás y la danza logró avanzar aún más. Desde la misma fecha de la asunción al trono del nuevo emperador, asumió como profesor en San Petersburgo el gran Charles-Louis Didelot, moldeando la Escuela Teatral de aquella ciudad según las enseñanzas recibidas de Jean Dauberval en Francia y su propio criterio. Sus métodos e ideas fueron muy cuestionadas por su gran crueldad para con los niños que acudían a sus clases, y con todo su elenco de bailarines - tan dispuesto a someterse con tal de lograr una mejora en su posición social o tener éxito-.



Charles-Louis Didelot


A pesar de su mal carácter, su trabajo a lo largo de los 37 años que pasó en Rusia resultó útil y eficaz, ya que el público comenzó a considerar a sus bailarines como a verdaderos artistas, gracias al aporte en la enseñanza de su gran técnica y talento coreográfico; tanto que sus alumnas rusas consiguieron superar hasta la mismísima Marie Taglioni en cuanto a emoción dramática. Concretó, asimismo, cambios con respecto a la danza que llegarían a modificar los paradigmas antes establecidos. Por ejemplo, él mismo quitó los trajes utilizados tradicionalmente hasta el siglo XVIII, e introdujo el maillot color carne y las túnicas de gasa en escena.

Gracias a una casualidad, en medio de una de sus coreografías Taglioni - que hasta ese entonces bailaba en demi-pointe- se elevó sobre la punta de sus pies, asombrando a los espectadores. De esa manera transformó al ballet en "arte alado", al decir del poeta ruso Pushkin. En adelante, los coreógrafos han modificado sus danzas que ahora parecían tener posibilidad de simular a seres ultraterrenales y etéreos con el uso de las zapatillas de punta o pointes.



Marie Taglioni como La Sílfide



Otro hecho importante en Rusia es el que se produjo entre 1803 y 1804 cuando, por decreto del zar, el gobierno imprime los cuatro tomos de "Cartas sobre la danza" de Jean-Georges Noverre (destacado coreógrafo y teórico de la danza de aquellos tiempos), que se constituyó en el diccionario del lenguaje coreográfico. Mientras tanto, el contacto con los bailarines y coreógrafos extranjeros que visitaban Rusia se mantuvo gracias a las giras de los cuerpos de ballets de otros países. Algunas de las figuras que viajaron hasta allí fueron: María Taglioni, Carlos Blasis, Lucile Grahn, Fanny Elssler, Julio José Perrot y Marius Petipa.

El maestro Petipa

Durante casi 20 años Marius Petipa fue el ballet master del Ballet Imperial ruso, convirtiéndose en uno de los nombres más célebres en la historia de la danza. Petipa fue un gran apasionado de las danzas tradicionales españolas, y sobre todo las andaluzas, como así demuestran sus ballets Don Quijote y Paquita (ballet que eligió para su presentación en San Petersburgo). Descolló en los pasos de carácter e introdujo en escena el baile de la polca. Tras debutar en Bruselas en 1838, se perfeccionó con Auguste Vestris y actuó por toda Europa como primer bailarín.


Casi una década después (1847), tras haber pasado una temporada en París, decidió volver a San Petersburgo, donde trabajó durante 60 años. En ese período creó 55 ballets en exclusiva, 21 en colaboración y 37 para diversas óperas. En 1858 fue nombrado maestro de baile del Ballet Imperial ruso, cargo ocupado hasta entonces por Jules Perrot y con este nombramiento se inició su época más productiva. Junto con Vsevoloiski, formó una dupla que duró 17 brillantes años. En la lista inmensa de creaciones de este periodo basta con recordar las tres obras supremas de Tchaikovsky, nervio principal de todos los repertorios (El Lago de los Cisnes, Giselle, La Bella Durmiente y El Cascanueces), así como las tardías pero eficaces partituras de Aleksandr Glazunov (Raymonda, Las Cuatro Estaciones, Astucias de amor).



Marius Petipa; Pierina Legnani como Odette (1895); Pavel Gerdt como el Príncipe Sigfrido (1895); Julia Nikolaievna Sedova como la Princesa Aspicia (1862); el coreógrafo Lev Ivanov, colaborador de Petipa.



El arte de Petipa estuvo hecho de rigor técnico, riqueza de medios y un sentido de la elegancia que huía de todo virtuosismo y de cualquier espectacularidad pomposa. Detestaba el acrobatismo de la escuela italiana y el lujo desanimado del tardío ballet francés. Intentó conservar y enriquecer la herencia romántica, llevando la tradición a sus más altos niveles. Reformó el papel del bailarín masculino y dio corporeidad diferenciada al hombre y a la mujer, de modo que se explotaran al máximo las propiedades anatómicas y enérgicas del bailarín. También suprimió la figura del favorito (o favorita), tratando a todos con igualdad.


En la redacción de sus coreografías era minucioso y científico, e iba escribiendo en una libreta las diversas evoluciones que la partitura exigía, incluyendo retratos y perfiles de las actitudes que imaginaba en los diversos personajes. El culmen de cada una de sus obras era el pas de deux entre los protagonistas, que empieza con un adagio a cargo de ambos, sigue con variaciones alternadas, una para ella y una para él, una lenta y otra rápida, y acaba con un nuevo dúo, exigente de técnica y resuelto con una pose entrelazada y estatuaria. Así pues, Petipa unió la tradición de la velocidad italiana con la herencia del elaborado adagio francés. Petipa fue quién dio el esplendor al llamado ballet imperial en Rusia.


El Ballet Mariinsky


El Ballet Mariinsky siguió a la formación de la primera escuela de danza rusa, la de San Petersburgo, en la década de 1740.



Bailarines del Mariinsky Imperial Ballet posan frente a la decoración de Orest Allegri para Raymonda, de Petipa (1898).



Hay poca información sobre los años formativos de la compañía de ballet, aunque es sabido que tanto la escuela como la compañía estaban vinculadas por el nombre: Escuela Imperial de Ballet y Ballet Imperial Ruso, que continuaron siendo usados hasta la abolición del régimen imperial. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la compañía alcanzó la prominencia y emplearía a los más influyentes y reconocidos nombres de la historia de la danza, como Charles Didelot, Marie Taglioni, Christian Johansson, Enrico Cecchetti, Jules Perrot, Fanny Cerrito y Carlotta Grisi.

Luego de la Revolución Rusa, el gobierno soviético decidió que la escuela y la compañía de ballet eran símbolos no queridos del régimen zarista y los cerraron. La compañía fue la primera en ser re-establecida, convirtiéndose en el Ballet Soviético, con la escuela re-abriendo más tarde como Escuela Coreográfica Estatal de Leningrado. En 1934, después del asesinato del revolucionario bolchevique Sergei Kirov, el entonces Ballet Soviético fue renombrado como Ballet Kirov, un nombre que es comúnmente usado para identificar a la compañía todavía hoy. Terminado el gobierno comunista, tanto la compañía de ballet como la de ópera del Teatro Mariinsky fueron vinculadas al teatro por el nombre, convirtiéndose en Ballet Mariinsky y Opera Mariinsky.




El Teatro Mariinsky (1900)


El Ballet Bolshoi


El Ballet Bolshoi es, junto con el Mariinsky, una de las más antiguas compañías de ballet clásico. Sus orígenes pueden ser encontrados en la creación de una escuela de danza para un orfanato en Moscú en 1773. En 1776, bailarines de esa escuela fueron empleados por el Príncipe Pyotr Urusov y el empresario teatral inglés Michael Maddox para formar para de su nueva compañía. Originalmente actuando en lugares privados, más tarde adquirieron el Teatro Petrovsky, el cual, luego de incendios y remodelaciones erráticas, sería reconstruido más tarde y es el actual Teatro Bolshoi.

La historia temprana del Ballet Bolshoi es muy superficial y, pese a poner en escena muchos ballets, luchaba por competir con la reputación del ballet imperial ruso, el actual Ballet Mariinsky. No fue hasta la designación de Alexander Gorsky como ballet master en 1900 que la compañía comenzó a desarrollar su propia y única identidad. Ese año, Alexander Gorsky fue nominado para ser Premier danseur (principal solista masculino) del Ballet Imperial de San Peterburgo, solo para ser movido al Ballet del Teatro Imperial Bolshoi de Moscú como régisseur (director) ocho días después. Lo que iba a ser un movimiento temporario se convirtió en permanente. Fue nombrado Premier Maître de Ballet del Teatro Bolshoi. En su enseñanza usó “libres movimientos de baile en contraste con las formas académicas, congeladas” del anterior estilo clásico del ballet. Gorsky estaba inspirado por Isadora Duncan, quien era famosa por rechazar el ballet pues creía que la danza debía ser una natural expresión del alma. Su inspiración era también el método de acción de Stanislavsky.



Arabesque



Alexander Gorsky coreografió, repuso y revivió muchos ballets. Creó varias obras propias, pero fue su re-elaboración de los ballets de Marius Petipa los que habrían de convertirse en conocidos. Algunos dicen que allanó el camino para la obra de Michel Fokine. Del repertorio clásico del Bolshoi, Gorsky revivió la versión Petipa-Ivanov de La Fille mal gardée por primera vez en 1903 (la versión de Gorsky se convertiría en la base para todas las producciones sucesivas representadas en Rusia y en Occidente durante décadas), la reposición de Petipa/Ivanov de El Lago de los Cisnes en 1901, Don Quijote en 1900, La Bayadère en 1904 y Raymonda en 1905, entre muchas otras.

martes, 17 de noviembre de 2009

Casa Romanov

La Dinastía Romanov, establecida en Moscú desde el siglo XIV, que accedió al trono en 1613 con la entronización de Miguel I, hijo del patriarca Filareto (primo de Fiódor I de Rusia) y rigió el país hasta que la Revolución de Febrero de 1917 obligó al zar Nicolás II a abdicar.


Joyas de la Corona rusa
Origen

El Patriarca Filareto, nacido Fiódor Nikitich Romanov, era hijo de Nikita Romanovich Zajarín-Yúriev, hermano de Anastasia Romanovna Zajarina (esposa favorita de Iván IV el Terrible), ambos hijos de Román Zajarín-Yúriev (del cual procede el nombre Romanov), descendiente directo de Andrey Ivánovich Kobyla, de origen lituano, boyardo del siglo XIV que estaba al servicio de Simeón I de Rusia. Algunos lo hacen descender de Julio César y es antepasado de, mínimo, 24 familias nobles, aparte de la mencionada.


Ganaron influencia durante el Gran Interregno generado por la muerte de Iván IV (1584). En 1613 una asamblea de nobles eligió zar al sobrino nieto de Iván, Miguel I, con el que se inició la dinastía. A Miguel le sucedieron su hijo Alexis I y su nieto Fiódor III, cuya muerte inició un conflicto sucesorio entre los descendientes de Alexis I, Pedro el Grande y sus hermanastros Iván V y Sofía.


Proclamación del Zar Miguel (1613)


La influencia alemana

Pedro se impuso a Iván V en 1689 e inició un reinado marcado por la modernización de Rusia, que impulso la colonización territorial y la fundación de San Petersburgo. Fue el primer monarca en adoptar el título de Zar de todas las Rusias. Pedro cambió la ley de sucesión, estableciendo que cada monarca sería libre de escoger a su sucesor.


Sin embargo, él mismo murió antes de haber establecido quién sería su sucesor. Los boyardos escogieron a su esposa, Catalina I (1725) como zarina. Al morir ésta, el trono volvió al linaje Romanov con su nieto Pedro II (1727) y su sobrina Ana Ivanovna (1730). Finalmente Iván VI, quien era alemán, se convirtió en Zar. Los Romanov volvieron al trono con la hija de Pedro I, la Zarina Isabel (1741). Con ella se extinguió el linaje y, aunque la dinastía conservó el nombre de Romanov, de hecho fue sustituida por la Casa de Holstein-Gottorp.



Blasones Holstein-Gottorp-Romanov

La coronación de Pedro III (sobrino de Isabel) en 1761, reforzó la presencia alemana en la Rusia imperial. Este zar sentía profunda admiración por Federico II el Grande de Prusia, por que una vez en el poder concertó la paz en la Guerra de los Siete Años.

Una conspiración de la nobleza y del clero obligó a Pedro III a abdicar, sucediéndole su esposa, Catalina II de Rusia (nacida en Prusia) 1762, quien usurpó el trono a su hijo, Pablo I, aunque le designó para sucederle en el Trono. Pablo murió asesinado en una conspiración encabezaba por su hijo, el príncipe Constantino en 1801. El trono recayó en el nieto de Catalina, Alejandro I (1777- 1825), y después en su hermano, Nicolás I (1825-55). Luego se siguió el orden sucesorio normal de padres a hijos, con Alejandro II (1855-81), Alejandro III (1881-94) y Nicolás II (1894-1917).


Catalina la Grande (1762-1796)


Trescientos cuatro años después de instalarse la dinastía Romanov en el trono ruso con Mijail Feodorovich como soberano de toda Rusia llegaría a un final brutal con el asesinato de Nicolás II por los bolcheviques.


Nicolás II tenía una débil personalidad y no estaba preparado para su futuro puesto como Zar. Este hombre, quien solamente le inspiraba su tranquila vida familiar, se convirtió en la cabeza de un enorme estado lleno de cambios después de la muerte de su padre. El no tenía anticipado tal cambio en Rusia y siempre reaccionaba bajo presión de los eventos, demasiado tarde, o torpemente. Además, era consciente del principio santo de su misión y que siempre defendería la monarquía cuando las concesiones fueran inevitables.


La esposa de Nicolás II era una princesa de Hesse, nieta de la Reina Victoria de Inglaterra, y se convirtió en Alejandra cuando se unió a la Iglesia Ortodoxa Rusa en preparación para su boda. El matrimonio tuvo cinco hijos: las Grandes Duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia y el Zarevich Alexis Nikolaievich.


La boda de Nicolás y Alejandra (1895)

El arresto de los Romanov

El gobierno de Aleksandr Kérensky retuvo a la familia imperial bajo arresto domiciliario en su palacio. Sus primeras intenciones eran mandarlos en exilio a Inglaterra, pero el gobierno no podría seguir haciéndole frente al crecimiento de poder de los bolcheviques. Para el invierno de 1917, los bolcheviques habían prevalecido sobre los mayores grupos revolucionarios y tenían bajo su control Moscú y San Petersburgo. Muy pronto, establecieron un gobierno.


Nicolás fue el último Zar de Rusia, siendo destronado por la revolución de febrero, producida en el marco de la Primera Guerra Mundial. Después de la revolución de Octubre, los bolcheviques asesinaron a la familia real en Ekaterinburgo en 1918.


Después del asesinato de Miguel IV en Perm y de Nicolás II y su hijo Alexis Nicoláyevich en Ekaterinburgo se inicia un gran conflicto familiar por establecer a quien corresponden los derechos de sucesión al trono de Rusia. El primo de Nicolás II, el Gran Duque Cirilo Vladimirovich (1876-1938) se convirtió en el varón agnado de la dinastía y pretendiente al trono. En 1924, en el exilio, se proclamó Zar de todas las Rusias. Su único hijo varón, el Príncipe Vladimir Kirilovich de Rusia, murió en Miami en 1991. La hija de éste, María Vladimirovna, retomó sus derechos. Los demás descendientes varones de la dinastía están congregados en una Asociación de la Familia Romanov, cuyo jefe es el Príncipe Nicolás Romanovich, nacido en 1922 y residente en Suiza.


S.A.I Gran Duquesa María Vladimirovna Románova

Monarcas de la Casa Romanov

  • Miguel I Fiódorovich (1613-1645)
  • Alexis I Mijaílovich el Pacífico (1645-1676), hijo de Miguel III
  • Fiódor III Alekséyevich (1676-1682), Teodoro III de Rusia, hijo de Alexis I
  • Iván V Alekséyevich (1682-1696), hermano de Teodoro III,
  • Pedro I Alekséyevich el Grande (1682-1725), hermano de Teodoro III,
  • Catalina I Alekséyevna (1725-1727), viuda de Pedro I, de soltera Marta Skavronska
  • Pedro II Alekséyevich (1727-1730), hijo de Alexis Petrovich, primogénito de Pedro I
  • Ana Ivánovna (1730-1740), hija de Iván V
  • Iván VI Antónovich (1740-1741), hijo de Ana Leopoldovna,
  • Isabel I Pétrovna la Clemente (1741-1762), hija de Pedro I y Catalina I
  • Pedro III Fiódorovich (1762), hijo de Ana Pétrovna, hija de Pedro I
  • Catalina II Alekséyevna la Grande (1762-1796), viuda de Pedro III, de soltera Sofía de Anhalt-Zerbst
  • Pablo I Pétrovich (1796-1801), hijo de Pedro III y Catalina II
  • Alejandro I Pávlovich (1801-1825), hijo de Pablo I
  • Nicolás I Pávlovich (1825-1855), hermano de Alejandro I
  • Alejandro II Nikoláyevich (1855-1881), hijo de Nicolás I
  • Alejandro III Aleksándrovich (1881-1894), hijo de Alejandro II
  • Nicolás II Aleksándrovich (1894-1917), hijo de Alejandro III
  • Miguel Aleksándrovich, Miguel IV de Rusia (1917), hermano de Nicolás II

viernes, 14 de agosto de 2009

Gran Duque de Rusia



El título Velikiy Knjaz (usualmente traducido como “Gran Duque” pero más adecuado sería “Gran Príncipe”) era un título de cortesía llevado por los hijos y nietos en línea masculina de los Zares de Rusia, junto con el tratamiento de Su Alteza Imperial. No eran soberanos por sí mismos, ni tampoco se hallaban asociados con el territorio de un gran ducado, solo eran miembros y dinastas de la Casa del emperador reinante.
Portar el título Velikiy Knjaz originalmente no tenía reglas específicas: por tradición pertenecía a todos los dinastas de la Rusia imperial y, además, a dinastas que eran creados por el acto de otorgamiento del título a otros herederos. Hasta el siglo XIX, la Casa Imperial de Rusia se encontraba en situación precaria, teniendo a menudo no más que una pareja de herederos masculinos, si es que llegaba a tal cantidad. El número de portadores del título no era así muy abundante. La Zarina Elizabeth, después que toda la descendencia masculina fue agotada, hizo del hijo de su hermana –el futuro Pedro III de Rusia- un dinasta y un Gran Duque, aunque no era descendiente directo en línea masculina.


Luego del nacimiento de los numerosos hijos de Nicolás I, el número de Grandes Duques se incrementó a órdenes de gran magnitud. Esto le dio a Rusia un respiro después de la fragilidad primaria que plagaba la sucesión, que había llevado incluso al país a la inestabilidad. El derecho al título no estaba limitado y en la década de 1880 (cuando existían más de veinte dinastas masculinos) Alejandro III sintió que ese número tan alto, si todos usaban el título, disminuía el prestigio de la Casa Imperial y el peso del título en sí. Así que en 1886 formalizó el uso de los títulos imperiales por enmienda a las leyes de sucesión. Serían “Grandes Duques” sólo los hijos y nietos paternos de los Emperadores de Rusia y “Grandes Duquesas” sólo las hijas y nietas paternas, así como las esposas legítimas de los Grandes Duques.


Pavel Petrovich, futuro Pablo I de Rusia (1754-1801)


Aquellos dinastas rusos que genealógicamente estaban distantes de los Zares (por lo que no eran Grandes Duques) estaban titulados como Príncipes de Rusia. Ioann Konstantinovich de Rusia (1886-1918) fue aparentemente el único que perdió el título gran ducal acordado por convención de nacimiento pero removido por Alejandro III. Los propios nietos de éste, hijos de su hija Xenia Alexandrovna, que no habían nacido todavía en época del edicto, recibieron los títulos de Príncipes de Rusia desde su nacimiento. Eran bisnietos de Nicolás I (una generación posterior) cuando se observaba el linaje masculino.


Los números comenzaron a decrecer también por otras razones. En las últimas tres décadas antes de la revolución, sólo dos varones nacieron con el título gran ducal. Después de la revolución, los matrimonios morganáticos bajaron grandemente el número de dinastas. El edicto de Alejandro III llevó a la situación en que no hubo ningún descendiente para llevar el título gran ducal.



Mikhail Pavlovich, hijo de Pavel I de Rusia (1798-1849)

En alemán, el título ruso Gran Duque era conocido como Großfürst y en latín como Magnus Princeps. "Gran Duque" es la traducción tradicional del título Velikiy Kniaz en lenguajes que no tienen palabras diferentes para “príncipe” como título sustantivo y “príncipe” como título de cortesía.

En la Casa de Romanov-Holstein-Gottorp hubo 39 Grandes Duques, desde Pedro Feodorovich (1728-1762), hijo de Karl Friedrich, Duque de Holstein-Gottorp y convertido en Pedro III en 1762, hasta el Tsarevich Alexei, hijo del Zar Nikolai II y muerto por los bolcheviques en 1918. Asombrosamente, después de esa fecha no hubo varón nacido en la depuesta Casa Imperial que pudiera ser titulado como Gran Duque, es decir, había un nieto en línea masculina de un emperador reinante, aunque hubiera sido técnicamente posible, pues vivían hijos de emperadores reinantes y sus hijos habrían sido titulados.

Sergei Alexandrovich, hijo de Alexander II de Rusia (1857-1905)

Grandes Duquesas de Rusia


Los miembros femeninos de la Casa Imperial rusa portaban el título Velikaia Kniaginia (en ruso: Великая Княгиня) o Velikaia Knazhna (Великая Княжна), usualmente traducido como “Gran Duquesa” pero era más adecuado “Gran Princesa”. Este título de cortesía era usado por las hijas y nietas en línea masculina de los Zares de Rusia, así como por las esposas legítimas de los Grandes Duques. Su tratamiento era de Su Alteza Imperial como miembros de la Casa del emperador reinante.

Hubo 38 Grandes Duquesas por nacimiento y 22 por matrimonio. Después de 1918 no nació ninguna mujer dentro de la depuesta Casa Imperial que hubiera de ser titulada como Gran Duquesa, es decir, había una nieta en línea masculina de un emperador reinante, aunque hubiera sido técnicamente posible, pues vivían hijos de emperadores reinantes y sus hijas hubieran sido tituladas.


Maria Nikolaievna, hija de Nikolai I de Rusia y esposa de
Maximilian, Duque de Leuchtenberg (1819-1876)

Grandes Duquesas por matrimonio

  • Charlotte de Brunswick-Lüneburg (1694-1715), esposa del Zarevich Alexei Petrovich
  • Catalina Alexeievna de Anhalt-Zerbst (1729-1796), esposa de Pedro III, convertida en Emperatriz en 1762
  • Natalia Alexeievna de Hesse-Darmstadt (1755-1776), primera esposa de Pablo I
  • Maria Fyodorovna de Württemberg (1759-1828), segunda esposa de Pablo I, convertida en Emperatriz en 1796
  • Elizabeth Alexeievna de Baden (1779-1826), esposa de Alexander Pavlovich, Zarina consorte en 1801
  • Anna Fyodorovna, Juliane de Saxe-Coburg-Saalfeld (1781-1860), esposa de Konstantin Pavlovich
  • Alexandra Fyodorovna, Charlotte de Prusia (1798-1860), esposa de Nikolai Pavlovich, Zarina consorte en 1825
  • Elena Pavlovna de Württemberg (1807-1873), esposa de Mikhail Pavlovich
  • María de Hesse-Darmstadt (1824-1880), esposa de Alexander Nikolaievich, Zarina consorte en 1855
  • Alexandra Iosifovna de Saxe-Altenburg (1830-1911), esposa de Konstantin Nikolaievich
  • Alexandra Petrovna de Oldenburg (1838-1900), esposa de Nikolai Nikolaievich
  • Olga Fyodorovna de Baden (1839-1891), esposa de Mikhail Nikolaievich
  • Maria Fyodorovna de Dinamarca (1847-1928), esposa de Alexander Alexandrovich, Zarina consorte en 1881
  • Maria Pavlovna de Mecklenburg-Schwerin (1854-1920), esposa de Vladimir Alexandrovich
  • Elizabeth Mavrikievna de Saxe-Altenburg (1865-1927), esposa de Konstantin Konstantinovich
  • Elizabeth Fyodorovna de Hesse-Darmstadt (1864-1918), esposa de Sergei Alexandrovich
  • Alexandra Georgievna de Grecia (1870-1891), esposa de Pavel Alexandrovich
  • Militsa Nicolaievna de Montenegro (1866-1951), esposa de Pedro Nikolaievich
  • Alexandra Fyodorovna de Hesse-Darmstadt (1872-1918), esposa de Nikolai Alexandrovich, Gran Duquesa durante su conversión a la ortodoxia, Zarina consorte en 1894
  • Maria Georgievna de Grecia (1876-1940), esposa de George Mikhailovich
  • Victoria Fyodorovna de Saxe-Coburg- Gotha (1876-1936), esposa de Kirill Vladimirovich
  • Anastasia Nikolaievna de Montenegro (1868-1929), esposa de Nikolai Nikolaievich

Princesa Alexandra Friederike Henriette de Saxe-Altenburg, hija del Duque de Saxe-Altenburg y esposa del Gran Duque Konstantin Nikolaievich (1830-1911)



Aunque existieron Grandes Duques de Rusia después de 1918, cuando la Casa Imperial fue depuesta, ninguno de ellos contrajo un matrimonio en iguales condiciones (con otro miembro de familia real) después de esa fecha, por lo que el título de Gran Duquesa no fue obtenido por matrimonio, aunque hubiera sido técnicamente posible.


Teniendo en cuenta que la jefatura de la Casa Imperial es por primogenitura masculina, el último Gran Duque de Rusia fue Andrei Vladimirovich –descendiente de Alejandro III- que murió en París en 1959, y la última Gran Duquesa de Rusia, fue Olga Alexandrovna, la hermana menor del último Zar, que murió en Canadá en 1960.


María Vladimirovna Romanova, nieta de Cirilo Romanov, primo hermano del último zar Nicolás II, reclama ser la actual Gran Duquesa de Rusia.