La última emperatriz de uno de los imperios más grandes del mundo era una princesa de uno de los principados más pequeños. La Princesa Alix Viktoria Helena Luise Beatrice von Hesse-Darmstadt, caprichosa, fatalista, obstinada y fanáticamente religiosa, accedió al trono de la Rusia imperial a los 22 años de edad. Su herencia democrática, arraigada en la monarquía constitucional, se vio desplazada en su matrimonio con un hombre al que se consideraba casi divino, el Zar de todas las Rusias, Nicolás II Romanov.
1887. Alexandra, soltera, cuando era princesa de Hesse, con un traje de chaqueta de polisón moderado y doble botonadura.
Uno pensaría que una zarina lo iba a tener todo fácil. De una manera real, su predecesora María Feodorovna lo hizo. Pero Alexandra era de Hesse en Alemania, cuando el nacionalismo eslavo estaba corriendo fuerte, lo que ayudó a hacerla una zarina alemana no deseada. La aristocracia rusa no le dio la bienvenida, ya que su llegada luego de la muerte del zar Alejandro III hizo que la gente, supersticiosa, murmurara: "Viene a nosotros detrás de un ataúd." Desafortunadamente, varios miles de campesinos murieron en un incidente en las celebraciones de la coronación y, encima de todo, no se llevaba bien con su suegra, la Emperatriz Viuda María Feodorovna. Al influjo de Alexandra sobre el zar se atribuye la caída de los Romanov, que desembocó en el fusilamiento de toda la familia imperial a manos de los bolcheviques.
1892. En este vestido de fiesta, el borde de piel repite el patrón de los habituales bordes de encaje, que bordean el corpiño y continúan hasta el dobladillo de la falda.
Al igual que su prima hermana, Maud de Noruega –el padre de Maud y la madre de Alix eran hermanos, hijos de la reina Victoria-, Alexandra de Hesse vivió la transición de la moda entre dos siglos, pero, a diferencia de Maud, no llegó a disfrutar de la libertad en el vestir que caracterizó a los locos años 20 debido a su trágica muerte en 1918, con apenas 46 años. Su boda en 1894 le abrió las puertas a un mundo de ilimitada riqueza y poder.
Alexandra y su hermana Ella demuestran la moda de finales de 1890: faldas línea A, mangas ligeramente abullonadas y boas de plumas.
La primera página de la descripción que hace Ella a su abuela, la reina Victoria, acerca del vestido de novia de Alexandra.
Merece párrafo aparte su vestido de boda, una grandiosa creación, tan complicada que Alexandra necesitó casi una hora para vestirse. Tenía las medias de encaje, los zapatos bordados y decorados. Sobre ellos, había una sucesión de enaguas rígidas. La falda ancha llena de brocado de plata se abría desde la cintura para revelar una segunda prenda interior de gasa de plata, revestida de piel. El escote era bajo y revelaba el cuello y los hombros; la túnica tenía mangas cortas con una esclavina larga revestida de armiño. La pechera muy ajustada, con sus sostenes, estaba recamada de diamantes que brillaban con cada movimiento. Los pliegues del faldellín caían hacia atrás para formar una cola y desde los hombros descendía otra cola amplia, de lienzo de oro, revestido de armiño. Sobre todo esto, Alexandra vestía el manto imperial de lienzo dorado, forrado y bordeado de armiño. El largo velo de tul se mantenía fijo en su sitio gracias a una diadema kokoshnik de diamantes engastados en platino y a la corona nupcial de los Romanov, formada por diamantes cosidos a la tela de terciopelo carmesí. Más deslumbrantes joyas se desplegaban por su cabeza y su pecho.
1894. La flamante zarina en todo el esplendor de su vestuario de boda, sin la amplia capa que lo recubría (la ceremonia tuvo lugar en invierno). El modelo no es un vestido de boda tradicional, incluso para la realeza, sino que es un vestido ruso de corte.
La corona nupcial que todas las novias Romanov usaban en su boda.
Durante su etapa como emperatriz consorte, su residencia principal era el Palacio Alejandro, construido por Catalina la Grande en Tsárskoye Seló, cuatrocientas hectáreas de paraíso a 20 km de San Petersburgo. Alix prefirió este palacio a todas las restantes mansiones de las cuales podía disponer y allí, junto a su famoso Boudoir Malva, estaban sus cuartos de vestir. Había armarios y gabinetes atestados con hileras de vestidos, todos envueltos en fundas, y filas infinitas de zapatos; en los cajones se depositaban las blusas de seda, envueltas en papel fino y centenares de pañuelos y pares de guantes pulcramente doblados; cajas con los sombreros de última moda y arcones de diferentes tamaños conteniendo alfileres de cabello y cepillos, así como frascos con el perfume favorito de la emperatriz, el Rose Blanche.
Alexandra se convirtió en emperatriz al casarse con el zar Nicolás en 1894, pero fueron coronados formalmente en 1896. En este grabado francés que describe la ceremonia, Alexandra lleva una pequeña corona (crownlet) a la manera de Victoria de Inglaterra y Victoria Eugenia de España.
La encargada del vestuario de Alexandra, la princesa María Golitsyn (después reemplazada por la princesa Isabel Narishkin), supervisaba el personal. La primera doncella, María Muchanowa, ayudaba a vestirse todos los días a Alexandra, con la colaboración de ocho criadas de menor categoría. A la emperatriz le desagradaba la ropa interior de seda. En cambio, tenía camisones de hilo fino o batista, adornados con encajes de Valenciennes y Mechlin. Dijo cierta vez a su principal doncella que el uso de ropa interior hermosa era uno de sus placeres más grandes.
La cola de este traje es larga, demasiado larga para un baile, así que Alexandra lo ha de haber usado en una recepción con cena o una velada en la ópera.
1898. Con un vestido de noche muy parecido al de arriba, con falda línea A, escote corazón y mangas hasta el codo.
Este es un vestido de baile, con una cola leve y mangas puff.
Alexandra decepcionaba a muchos habitantes de la capital, pues su sensibilidad para la moda dejaba algo que desear a los ojos de la sociedad. Se vestía teniendo en cuenta su comodidad personal y aunque era cliente de los modistos más prestigiosos del momento, le interesaban poco las tendencias vigentes. En cada temporada ordenaba cincuenta vestidos nuevos a Paquin o Worth. Realizaba agregados permanentes a su guardarropa cuando encontraba una prenda que le agradaba de manera especial, de modo que como resultado pagaba cuentas de ropa que se elevaban a 100.000 rublos mensuales.
1900. Lo destacable de este blanco atuendo es la blusa de cuello alto bajo otra blusa de cuello en V y con solapas para la corbata.
Traje de corte de material pesado, escote cuadrado y mangas segmentadas en tres partes, adornadas con encajes.
Cuando se casó, todo el ajuar de Alexandra consistía en prendas de luto y medio luto, de modo que llegó al trono sin prendas apropiadas para su jerarquía. La zarina prefería los vestidos de seda amplios de tela blanca, crema o malva, cubiertos de encaje, gasa o tul y completaba su atuendo con grandes sombreros de ala ancha adornados con plumas de avestruz; los sombreros eran creación de Bertrand, una firma francesa que tenía sucursal en San Petersburgo. Sus medias de seda y encaje eran fabricación de Swears and Wells de Londres. Calzaba zapatos de tacón bajo, de piel de ante y cuero y siempre usaba una sombrilla para protegerse del sol durante sus jornadas al aire libre.
1906. La emperatriz con el completo atuendo de corte que llevaba en la Duma luego del ignominioso final de la guerra ruso-japonesa. El vestido deja los hombros al descubierto y se despliega en larga cola. La enorme tiara lleva no una, sino dos filas de magníficas perlas.
1907. Con estola de piel y perlas que delinean la blusa.
1908. Alexandra a bordo del yate imperial Standart, con una capa de lluvia.
1910. San Petersburgo puede ser cálido y húmedo en verano, así que probablemente Alexandra no se moviera mucho con este vestido de cuello alto y mangas largas.
Le desagradaban muchas de las modas del momento y consideraba que la “falda tubo” era una molestia inaceptable. “¿De veras le agrada esta falda?”, preguntó cierta vez a Lili Dehn, esposa de un oficial del yate imperial Standart. “Bien, señora, es la moda”, replicó Lili. “No sirve como falda”, fue la réplica de la emperatriz. “Bien, Lili, demuéstreme que es cómoda… Corra, Lili, corra… y veamos cómo lo hace con esta prenda”.
La emperatriz viste un traje con un sobre-vestido de gasa negra y amplio, elegante sombrero con plumas.
Vestido de noche blanco y plata. Está cubierto con un revestimiento diáfano de tul decorado con grandes figuras florales de material plateado.
Otro modelo con encaje superpuesto, este de Madame Brissac. Los mismos patrones florales del escote se derraman sobre los bordados de la falda.
En su viaje a Gran Bretaña en septiembre de 1896, durante su primera gira europea en su condición de soberanos recientemente coronados, Alexandra despertó mucho interés en la prensa, sobre todo en relación con su sensibilidad para la moda. El Graphic informó: “Pese al encanto y la elegancia de la emperatriz rusa, confiamos en que no determinará nuestra moda… después de organizar un viaje por mar, descendió del barco ataviada con un vestido celeste, una capa color gamuza adornada con un cuello de plumas de avestruz blancas y un gorro azul y blanco. Realizó otro viaje en tren con un vestido de seda rosada y una delicada capa color heliotropo, con un gorro blanco. Durante el mismo viaje, la duquesa de Connaught usó ‘un auténtico atuendo inglés, un vestido y una chaqueta de tweed de color marrón oscuro, confeccionado a medida’”.
Alexandra en el yate imperial. Los vestidos negligée estaban de moda antes de la Primera Guerra y es fácil creer que la emperatriz lleva un negligée en esta foto. Otra forma de traje relajado en la época era el vestido de té.
1914. En el jardín de Livadia, con blusa de cuello alto y mangas estrechas, parasol y sombrero con vuelo de gasa.
Al mismo tiempo que el vestuario adquirido en París, Alexandra pedía vestidos a Madame Brissac, la principal diseñadora de la capital, que amasó una enorme fortuna gracias a los precios escandalosos que cobraba a sus clientes. Todos se quejaban, pero nada podían hacer. Pero, cierta vez, durante una prueba con la zarina, Madame Brissac le dijo: “Ruego a Su Majestad que no mencione esto a nadie, pero siempre bajo mis precios para Vuestra Majestad”. Pero se reveló la verdad cuando Olga, cuñada de Alexandra, relató a ésta lo que Madame Brissac le había dicho: “Ruego a Vuestra Alteza Imperial que no mencione estas cosas en Tsarskoie Selo, pero siempre bajo mis precios para usted”.
En plena época dorada del zarismo, Alexandra viste un vestido con cuello en V para lucir su inigualable collar de perlas de seis vueltas y una amplia capa forrada de piel.
Guardaba sus joyas en cofres y bandejas especiales empotrados en los muros del cuarto de vestir. Disponía de la más lujosa colección de joyas de Europa –diademas, collares, aros, brazaletes, broches, anillos, petos, coronas, gargantillas-. Todos los años el zar agregaba a ésta un regalo especial, generalmente encargado a Fabergé o Bolin, que tenían órdenes de reservar las mejores piezas para la zarina. Las perlas eran las favoritas de Alexandra: le encantaba adornarse con vueltas y más vueltas de las mejores perlas naturales, usadas con broches y aros engastados en platino. A pesar de su conocida lucha para conseguir las joyas de la corona retenidas por la emperatriz viuda, Alexandra rara vez las usaba. Cuando lo hacía, prefería mostrar todas las piezas, una exhibición que la Gran Duquesa María Pavlovna, esposa del Gran Duque Vladimir, denominó “un gout de parvenue”.
Alexandra en diferentes épocas, siempre con las espléndidas joyas Romanov.
1916. La moda se ha congelado en algún lugar para una pensativa y cansada zarina, quien parece vestir como antes de la Gran Guerra.
El autor Greg King recibió una carta del Príncipe Nikolai Romanov, en la que decía que “la vida de la difunta emperatriz se divide claramente en dos épocas y ella debe ser juzgada como si fuese dos mujeres distintas. La primera es una esposa, madre y cónyuge que ofrece discutibles consejos en cuestiones que en rigor no le concernían. La segunda mujer aparece apenas abdica el zar, afronta humillaciones y un sentimiento constante de miedo, y recorriendo su propio calvario llega al sótano de la Casa Ipatiev. La única característica común a las dos mujeres es el apasionado amor de la emperatriz a su esposo. La primera mujer puede llegar a merecer la crítica más severa; la segunda es admirable.”
1918. La última foto tomada a Alexandra Feodorovna –con sus hijas Olga y Tatiana-, llevando un atuendo de blanca sencillez, en el balcón de la mansión del gobernador, Tobolsk, Siberia.
muy interesante como siempre!!! y un gran libro: "La ultima Emperatriz de Rusia. vida y epoca de alejandra Feodorovna" del genial Greg King!! un placer como siempre!! y justo esta semana en mi blog sin mirar el suyo hice un post sobre alexandra y su vestido de boda!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, estimado Sergio. Vi tu blog y me encantó la disposición de las fotografías y los fondos que utilizas. Brillante!
Eliminarleo y vuelvo a leer este blog
ResponderEliminarme encanta
una lastima que ya no se actualice 😣