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miércoles, 6 de abril de 2011

El despertar búlgaro

Durante el siglo I, el territorio de Bulgaria fue incorporado al Imperio romano, quedando dividido en las provincias de Tracia y Moesia. Cuando el Imperio se dividió, a la muerte de Teodosio, estas provincias pasaron a formar parte del Imperio romano de Oriente. Desde el siglo III estos territorios sufrieron invasiones de pueblos bárbaros: godos, hunos; más adelante, ávaros, eslavos, que atravesaron el Danubio a principios del siglo VII, cuando se abandonaron las guarniciones de frontera bizantinas, y búlgaros. Estos últimos formarían, junto con los eslavos, el primer estado búlgaro, a finales del siglo VII. El nombre de Bulgaria procede del de este pueblo.




Armas del Reino de Bulgaria (1881-1927)


El Primer Imperio Búlgaro


Una de las teorías es que los búlgaros eran un pueblo nómada y belicoso procedente de Asia Central, emparentado con los hunos. De hecho, los primeros janes búlgaros hacían remontar sus orígenes al huno Atila. Ya en la primera mitad del siglo VII, bajo su rey jan Kubrat, habían formado un reino al norte del mar Negro, que los bizantinos denominaban Magna Bulgaria. Después de la muerte de Kubrat el imperio se dividió entre sus tres mayores hijos a consecuencia de lo cual una parte de los búlgaros se desplazó hacia el este, a la confluencia de los ríos Volga y Kama, que llegarían a formar el estado de la Bulgaria del Volga, en tanto que otro grupo se establecía en el delta del Danubio, al mando de jan Asparuj, tercer hijo de Kubrat y una tercera parte de la población búlgara se quedó.


Desde allí, los búlgaros hostigaban a las guarniciones bizantinas. Sus frecuentes expediciones de saqueo condujeron a la realización de una expedición punitiva contra ellos, mandada por el emperador bizantino Constantino IV. Al fracasar esta expedición, el Imperio bizantino se vio obligado a aceptar la existencia del Imperio Búlgaro, y a pagarle un tributo anual para evitar incursiones. El año 681, en que Bizancio reconoció por primera vez al estado búlgaro, es considerado la fecha de nacimiento de la moderna Bulgaria.



Monograma del khan Kubrat


A comienzos del siglo IX, durante el reinado del jan Krum, el Imperio Búlgaro llegó a extenderse por parte de Panonia y Transilvania. Los búlgaros abrazaron el cristianismo de rito bizantino tras la conversión de Boris I (852-889). La adopción de la nueva fe implicó también la utilización del eslavo como lengua de la liturgia y de la administración. La cristianización y la eslavización proporcionaron al Imperio Búlgaro un área de influencia mayor. El estado alcanzaría su apogeo tanto político como cultural con el reinado de Simeón I (893-927), cuyo plan, que estuvo cerca de ver realizado, era unificar bajo su poder las monarquías búlgara y bizantina. Simeón fue el primer monarca búlgaro en adoptar el título de zar (derivado del título romano caesar, césar).


Tras la muerte de Simeón, la decadencia de la autoridad real, las luchas dinásticas y los ataques exteriores de pueblos como los magiares y pechenegos fueron minando al estado búlgaro que fue conquistado por el emperador Basilio II, llamado Bulgaróctonos ("matador de búlgaros") e incorporado al Imperio bizantino. Bulgaria permanecería bajo la autoridad de Constantinopla durante casi dos siglos, entre 1018 y 1185.



El zar Simeón I


El Segundo Imperio Búlgaro


Aunque los búlgaros se rebelaron en varias ocasiones contra el dominio de Bizancio durante el siglo XI, ninguna de estas rebeliones alcanzó su objetivo. Durante el siglo XII, sin embargo, aprovechando que el Imperio bizantino se encontraba debilitado por sus luchas contra serbios y húngaros, estalló una rebelión dirigida por los hermanos Petar y Asen. Petar fue proclamado zar "de los búlgaros, los griegos y los valaquios", con lo que nació el Segundo Imperio Búlgaro (1185-1396), cuyo dominio se extendió por todos los territorios entre el Danubio, el mar Negro y la cordillera de Stara Planina, incluyendo parte de Macedonia oriental y el valle del Morava. Bajo Iván Asen II (1218-1241) el estado búlgaro se extendió hasta los mares Adriático y Egeo, controlando directamente Valaquia (en la actual Rumania), Moldavia, Macedonia, las rhodopes (región del sur búlgaro, desde entonces parte de este país) y Tracia. La fortaleza de los estados de Hungría y Serbia impidió un mayor crecimiento del imperio.


Con Ivan Asen II como zar, el Imperio ocupó Albania y Belgrado. Bulgaria rompió con la Iglesia de Roma, creando el Patriarcado Ortodoxo de Bulgaria, al que se adhirieron los distintos patriarcados de los Balcanes. Fue un monarca honesto y humano, que pese a la ruptura con Roma abrió cauces de colaboración, sobre todo comercial, con Venecia y Génova.


Durante el siglo XIV, la debilitada Bulgaria, que atravesaba un período de desmembración feudal, fue presa fácil para unos nuevos invasores, los turcos otomanos, que habían cruzado a Europa en 1354. En 1362 conquistaron Plovdiv, y en 1382 Sofía. En 1396, los otomanos pusieron fin al Segundo Imperio Búlgaro, controlando por completo el país.



El zar Ivan Asen II


La dominación otomana


Desde finales del siglo XIV hasta finales del siglo XVIII, Bulgaria no existió como estado soberano. En 1393, por voluntad del sultán de los turcos, el patriarcado de la Iglesia de Bulgaria fue suprimido y sometido directamente al Patriarca de Constantinopla, lo que provocó que la Iglesia búlgara se helenizara y abandonara el eslavón en sus ritos. La aristocracia búlgara que sobrevivió a la conquista fue deportada a Anatolia o se convirtió al Islam. Sin embargo, la mayor parte de los campesinos búlgaros mantuvieron su religión cristiana-ortodoxa, salvo en el suroeste del país, donde se concentró una minoría de conversos musulmanes –los pomacos-. Los turcos se instalaron con la administración en las principales ciudades por todo el país. Una parte importante de la tierra conquistada fue repartida a los seguidores del sultán, quienes fundaron feudos directamente dependientes del sultán.


A partir de la segunda mitad del siglo XVIII Rusia intervino activamente en los Balcanes, presionando al Imperio otomano en sus fronteras, rompiendo el aislamiento de los búlgaros. Durante la guerra de 1768 los rusos atravesaron Moldavia y Valaquia e irrumpieron en Bulgaria, donde consiguieron la victoria militar de Chumla, obligando a los turcos a firmar la paz. El tratado de Küçük-Kaynarca concedió a Rusia la protección de los cristianos ortodoxos del Imperio otomano, lo que terminó convirtiéndose en una excusa para posteriores intervenciones rusas en los Balcanes. En 1829, la rebelión de los griegos llevó a los rusos a ocupar gran parte de Bulgaria y conquistar Adrianópolis. El tratado de paz permitió a los rusos establecer un protectorado sobre Moldavia y Valaquia. Sin embargo, los búlgaros permanecieron bajo dominio otomano, aunque la invasión rusa fomentó el despertar nacionalista en los Balcanes.



Sofía a mediados del siglo XIX, cuando se hallaba en territorios del Imperio Otomano


Durante esta época la burguesía búlgara, formada principalmente por comerciantes y artesanos, abrió las primeras escuelas y publicó los primeros libros en lengua búlgara. Bajo la presión popular, la Iglesia recuperó la liturgia en eslavón, y contra la voluntad del Patriarca de Constantinopla, el sultán otomano aceptó en 1870 la creación de un patriarcado búlgaro independiente. A pesar de estas concesiones, la tensión nacionalista siguió en aumento: la llegada de numerosos refugiados musulmanes procedentes de los territorios conquistados por Rusia (tártaros de Crimea y circasianos del Caúcaso) provocó un creciente descontento, mientras los nacionalistas búlgaros comenzaban a organizarse en Bucarest.


Despertar nacional


Bajo la influencia de ideas como el liberalismo y el nacionalismo, a comienzos del siglo XIX comenzó a despertarse el nacionalismo búlgaro. Tuvo una gran influencia en la difusión de estas nuevas ideas entre los medios cultivados de Bulgaria la rebelión griega contra los otomanos, en 1821. Sin embargo, existía también un fuerte resentimiento por el control griego de la Iglesia Búlgara; de hecho, los primeros sentimientos nacionalistas búlgaros estuvieron orientados a la creación de una iglesia búlgara independiente. Esta lucha se vio finalmente coronada por el éxito en 1870, cuando, por un edicto del sultán otomano, se instituyó el exarcado ortodoxo búlgaro. Antim I, el primer exarca, fue el líder natural de la incipiente nación. El Patriarca de Constantinopla respondió a la creación del exarcado con un decreto de excomunión, lo cual reforzó aún más el sentimiento nacionalista búlgaro.



Bandera de la banda de Hadzhi Dimitar (uno de los más prominentes voivodas búlgaros que hicieron la revolución libertadora del yugo otomano) y Stefan Karadzha. La inscripción, en búlgaro, reza: На оружя мили братя, “Tomen las armas, queridos hermanos


En abril de 1876, el Comité Revolucionario Secreto Búlgaro, con sede en Bucarest, organizó un levantamiento, conocido como Sublevación de Abril. La revuelta fue reprimida con crueldad por las autoridades otomanas tanto por el ejército regular otomano como por las tropas irregulares de los bashi-bazuk. Las masacres provocaron la reacción de la opinión pública y la diplomacia de Europa: tal fue el caso, por ejemplo, del británico William Gladstone, que inició una campaña contra los "horrores búlgaros". Fue también causa de la intervención de Rusia, que aprovechó las matanzas de eslavos como pretexto para declarar la Guerra Ruso-Turca, en abril de 1877, que terminó con la completa derrota de Turquía.


De la autonomía a la independencia


La rebelión contra el Imperio otomano que estalló en Bosnia en 1875 se extendió hasta Bulgaria al año siguiente. Los turcos desataron una brutal represión, en la que participaron los bashi-bazuks, que realizaron numerosas matanzas y devastaron el país. Otros países europeos se indignaron y denunciaron la brutalidad y los “horrores búlgaros”. Al negarse el sultán a conceder la autonomía a Bulgaria, Rusia declaró la guerra en 1877 e invadió el país con el apoyo de los rumanos y de una legión búlgara. En enero de 1878 los ejércitos rusos llegaron a las puertas de Constantinopla.


El Tratado de San Stefano (3 de marzo de 1878) estipuló la creación de un extenso principado autónomo de Bulgaria y el desmantelamiento de los territorios europeos del Imperio otomano. Austria y Gran Bretaña temían que se rompiera el equilibrio en los Balcanes y en el Congreso de Berlín (julio de 1878) impusieron a Rusia un tratado por el que el equilibrio se mantuvo a costa de las aspiraciones nacionales búlgaras: el principado autónomo de Bulgaria se mantuvo, pero muy reducido.



El Príncipe Alexander –Sandro- de Battenberg


En 1879 una asamblea constituyente reunida en la ciudad de Tarnovo adoptó una constitución para Bulgaria y eligió como príncipe a Alejandro de Battenberg, sobrino de la zarina de Rusia. En la provincia de Rumelia Oriental las potencias europeas elaboraron los estatutos orgánicos del Congreso de Berlín y fue nombrado un gobernador en representación del sultán otomano y que fue aceptado por la asamblea. Las ambiciones nacionalistas no se conformaron con la autonomía y se extendieron a los territorios búlgaros todavía en poder del Imperio otomano: en 1885 el ejército de Bulgaria ocupó la provincia de Rumelia Oriental, al mismo tiempo que estalló la guerra contra Serbia, de la que los búlgaros salieron victoriosos.


Poco después el rey Alejandro I cesó a su consejo de ministros rusos, lo que provocó la intervención de Rusia en represalia y defensa de su influencia. Los rusos organizaron un complot militar en contra del rey búlgaro. A pesar del apoyo de los nacionalistas, Alejandro I fue obligado a abdicar debido a una conspiración orquestada por el gobierno de Rusia. Stefan Stambolov tomó el poder y la asamblea búlgara eligió en 1887 un nuevo príncipe: Fernando de Sajonia-Coburgo, quien, llegado a Bulgaria como Fernando I, no fue reconocido por ninguna de las grandes potencias.



Estandarte Real del zar de Bulgaria


Sin embargo, enérgica y tenazmente, comenzó la ordenación interior y, a través de su política exterior, consiguió atraerse las simpatías de Europa hacia Bulgaria. Para lograr la necesaria reconciliación con Rusia, hace convertirse a la religión ortodoxa al príncipe heredero Boris (tanto Fernando I como su esposa, la princesa María Luisa de Borbón-Parma, eran católicos y el propio Boris estaba bautizado según el rito romano). Inmediatamente el zar Nicolás II y, tras él, todas las potencias europeas reconocieron al príncipe Fernando I de Bulgaria. Fue una jugada maestra, aunque le costó la excomunión de León XIII, levantada más tarde por Pío X, vuelta a imponer por este mismo y revocada definitivamente por Benedicto XV.


Es que Bulgaria, aunque principado autónomo, estaba aún bajo la teórica y lejana soberanía de la Sublime Puerta. En 1896 Fernando I ya es prácticamente rey. En 1908, aprovechando que en Turquía estalla la revolución y, con el apoyo del emperador de Austria-Hungría, declara independiente a Bulgaria y se proclama zar. Las grandes potencias europeas reconocen esa independencia, aunque, para no herir la susceptibilidad de Nicolás II, le denominarán Rey de los búlgaros. Sea como fuere, Bulgaria es de nuevo un reino independiente.



El zar Fernando I (1912)


Las guerras


Bulgaria se alió con Serbia en febrero de 1912 y con Grecia en marzo, declarando la guerra al Imperio otomano en octubre. La ciudad de Adrianópolis cayó en marzo de 1913 y el Imperio otomano se rindió: por el Tratado de Londres (30 de mayo de 1913), los turcos abandonaron casi todos los territorios europeos al oeste de Adrianópolis. El reparto de los despojos entre las tres naciones vencedoras terminó en un desacuerdo que provocó el estallido de una nueva guerra: los búlgaros, que se habían extendido hacia el este, reclamaron el territorio de Macedonia, que había sido conquistada por los serbios durante la guerra. El 23 de junio de 1913 Fernando I atacó a serbios y griegos sin una declaración de guerra.


Sin embargo, la segunda Guerra de los Balcanes constituyó un desastre para Bulgaria, porque Rumania y el Imperio otomano también participaron contra los búlgaros. El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en 1914 provocó la ruptura de relaciones entre Austria-Hungría y Serbia y puso en movimiento las alianzas diplomáticas y militares que se habían realizado en las décadas precedentes. Bulgaria se une a Austria-Hungría y Alemania, en contra de lo que le aconsejan todos: desde los jefes de los partidos políticos hasta su propio hijo, el príncipe heredero.



Cetro del zar Boris III


Al principio parecía haber jugado una buena baza pues los búlgaros, junto a los austríacos, lograron bastantes victorias. Sin embargo, poco a poco, y sobre todo a partir de la intervención de Estados Unidos, la Primera Guerra Mundial se decantó a favor de los aliados occidentales. El 30 de septiembre de 1918 Bulgaria pidió el armisticio en Salónica. El 3 de octubre el rey Fernando I abdicó en su hijo Boris III. Quizá gracias a esta decisión, Bulgaria será el único país entre los vencidos que mantendrá el régimen monárquico.


El Tratado de Neuilly en 1919 impone duras condiciones a Bulgaria (privándole de la salida al Egeo, arrebatándole unos once mil kilómetros cuadrados de su territorio y viéndose obligada a desarmarse y reducir su ejército), pero es el menos drástico de los dictados por los vencedores.


Durante el período de entreguerras Bulgaria atravesó un convulso período político. Alejandro Stamboliski instauró una dictadura campesina, pero fue destituido y asesinado en 1923. Poco después estalló una insurrección comunista, que fue duramente reprimida por el gobierno, y en los años siguientes el terrorismo político y la inestabilidad marcaron el período. En 1934 es asesinado al rey Alejandro I de Yugoslavia en Marsella. El mismo año los oficiales búlgaros provocaron un golpe de estado, proclamando una dictadura personal en 1935 en la figura del rey Boris III, que manifestó sus simpatías por el gobierno de Adolf Hitler en Alemania. El 27 de octubre de 1930, el rey se había casado con la princesa Juana de Saboya, hija del rey Víctor Manuel III de Italia. Siete años después –luego de la princesa María Luisa, nacida en 1933- llega el príncipe Simeón, a quien se proclama oficialmente príncipe de Tirnovo (heredero de la corona).



En 1930 el rey Boris anuncia su compromiso con la princesa italiana Giovanna di Savoia


Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1940 Alemania y la Unión Soviética presionaron al gobierno de Rumania, que debió ceder territorios a Hungría y la URSS. En marzo de 1941, Bulgaria se adhirió a los aliados de Alemania, y participó en el reparto de Yugoslavia y Grecia. Gracias a sus alianzas, Bulgaria obtuvo una gran parte de Macedonia, territorios serbios y Tracia. El gobierno búlgaro se esforzó por ganarse la simpatía de los macedonios e integrarlos. En cambio, cerca de 100.000 griegos fueron expulsados de Tracia y sustituidos por búlgaros (en respuesta a las deportaciones y expulsiones llevadas a cabo por los griegos en 1923).


Sin embargo, a pesar de sus alianzas, Boris III se resistía a participar al lado de los alemanes en la guerra contra la URSS y a entregar a los judíos de Bulgaria a las autoridades nazis. En agosto de 1943 moría repentinamente, con sospechas de haber sido asesinado. Su sucesor, Simeón de Sajonia-Coburgo y Saboya, sólo tenía seis años, por lo que, de acuerdo con la Constitución, se instituyó un Consejo de Regencia presidido por el príncipe Kyril (o Cirilo, hermano del rey Boris) y secundado por dos corregentes. En aquel momento era el monarca más joven de su época y uno de los de menor edad de cuantos ostentaron este título en la historia de Europa (recordemos que Alfonso XIII nació siendo rey).



La Guardia Nacional Búlgara en un desfile en París


En 1944 la URSS ocupa Bulgaria y el príncipe Kyril y los dos corregentes son encarcelados y ejecutados pocos meses después. El 18 de noviembre de 1945, en las elecciones generales se produce una aplastante victoria de la única lista: el Frente Patriótico (partido comunista formado durante la guerra). En 1946 se ejecutan miles de personalidades monárquicas y se despoja al rey Simeón II de su condición constitucional de general en jefe del ejército. El 15 de septiembre se proclama la República Popular de Bulgaria; al día siguiente la reina Juana, sus hijos Simeón y María Luisa, la princesa Eudoxia (hermana del rey Boris) y un reducidísimo grupo de familiares parten al exilio en Egipto.


La mayoría de edad de Simeón II (16 de junio de 1955) lo encuentra en Madrid, donde, siguiendo lo previsto en la Constitución de Tirnovo, proclama públicamente su asunción de derechos como soberano de Bulgaria. Desde esa fecha hasta 1969, Simeón II realizó una gran actividad política. Cuando España reconoció a la República Popular de Bulgaria, el rey cesó sus actividades en este sentido, “para no molestar a mis anfitriones españoles”, de acuerdo a sus palabras.



Simeón II con Sofía de España en la boda real sueca (2010)

lunes, 7 de septiembre de 2009

OBITUARIO: las últimas Reinas Madres del siglo XX


Para el comienzo del segundo milenio, en la vieja Europa de las monarquías vivían cuatro reinas madres: Elizabeth de Inglaterra, Juliana de los Países Bajos, Ingrid de Dinamarca y Juana de Bulgaria (María de las Mercedes de Borbón, aunque madre de rey -Juan Carlos de España-, no era reina madre porque su esposo, Don Juan, nunca fue soberano).

Pero en el año 2000 fallecieron la madre de Simeón de Bulgaria a los 90 años y la madre de Margarita de Dinamarca a la misma edad. Las dos restantes, aunque de avanzadísima edad (la Reina Madre de Inglaterra cumplió 100 años en agosto de ese año y la Reina Madre de Holanda, 90 en marzo) parecían gozar, no de buena salud, sino de envidiable salud teniendo en cuenta lo que ya habían vivido.

Sin embargo, pronto las dos venerables damas, últimas reinas madres del siglo XX, decidieron decir adiós: a fines de marzo de 2002 lo hizo la abuela de los ingleses, ya con 102 años, a quien cariñosamente llamaban “Queen Mum” y, curiosamente, en el mismo mes, pero dos años más tarde, la última soberana que supo abdicar, la abuela de los Países Bajos, con 94 años de edad.


La Reina Madre de Bulgaria

Nacida Juana de Saboya el 13 de noviembre de 1907, pocas mujeres han tenido un entronque más real que la soberana desaparecida: hija del rey de Italia Víctor Manuel III, hermana del sucesor Humberto II, cuñada del rey Leopoldo III de Bélgica, tía de los reyes Balduino y Alberto de los Belgas y de Josefina Carlota de Luxemburgo. Y ella misma, reina durante 16 años por su matrimonio con el rey Boris III de Bulgaria. De este matrimonio nacieron dos hijos, María Luisa el 13 de enero de 1933 y Simeón el 16 de junio de 1937.

En el reinado de Boris y Juana y entre las dos guerras mundiales, Bulgaria conoció un periodo de paz durante el cual el soberano procuró desarrollar la vida económica del país. Al estallar la II Guerra Mundial, Boris III dedicó todo su esfuerzo a escapar de la presión alemana, pero falleció el 28 de agosto de 1943 después de una violenta entrevista con Hitler, sin conseguirlo.

Le sucede su hijo, de seis años, con el nombre de Simeón II. Al finalizar la guerra, en 1945, Bulgaria fue ocupada por las tropas soviéticas y un Gobierno comunista se instaló en el país, aboliendo la monarquía en septiembre de 1946 y proclamando la república. La familia real marcha al exilio. La reina Juana y sus hijos recalan primero en Alejandría (Egipto), por invitación del rey Faruk, y más tarde en España. Fijaron su residencia definitiva en Madrid, donde el joven rey completó su formación bajo la dirección de su madre.

Cuando el 21 de enero de 1962 Simeón contrae matrimonio con Margarita Gómez-Acebo, la reina Juana se va la localidad portuguesa de Estoril para vivir en Villa Iantra (nombre de un importante río búlgaro), que sería su última morada.

Juana de Saboya, reina madre de Bulgaria en el exilio, nació el 13 de noviembre de 1907 y falleció el 26 de febrero de 2000.


La Reina Madre de los daneses

La Corte Real de Dinamarca anunció en noviembre de 2000 que la Reina Madre Ingrid había fallecido en el castillo de Fredensborg, a 45 kilómetros de Copenhague, y no en el hospital de Hilleroed, donde había permanecido últimamente. Se cumplía así su deseo de morir en su propia casa.

Ingrid de Dinamarca, que nació en Estocolmo (Suecia), era la tercera hija del Rey Gustavo IV Adolfo de Suecia y de su primera esposa, la princesa británica Margarita, nieta de la Reina Victoria de Inglaterra. Contrajo matrimonio el 24 de mayo de 1935 con el príncipe heredero Federico de Dinamarca.

Los daneses son un pueblo del norte que se siente orgulloso de tener una reina en lugar de un rey. Ocurre por primera vez en la historia milenaria del reino. Una dinastía ininterrumpida desde que el Rey Harald la fundara hace más de 1.000 años. Con 50 reyes y dos reinas, es todo un récord mundial. Pero el que hoy Dinamarca tenga una mujer como jefa de Estado y soberana se debe a la Reina Ingrid, que dio a luz el 16 de abril de 1940 a una niña, Margarita. Los dos hijos habidos después también eran niñas: Benedicta, nacida el 29 de abril de 1944, y Ana María, el 30 de agosto de 1946.

A la fallecida Reina Ingrid se le atribuía, como a la Reina Federica de Grecia, artes celestinescas para casar a sus tres hijas, aunque la más pequeña, que se convertiría en reina niña al casarse cuando aún no había cumplido 18 años con el Rey Constantino de Grecia, perdió el trono al ser derrocado su esposo por un golpe militar.

El 14 de enero de 1972 fallecía el Rey Federico IX. Como consecuencia de ello, Ingrid se convertía en reina viuda. Pero 24 horas después, concretamente el día 15, el entonces jefe de Gobierno, Jens Otto Krag, proclamaba a la princesa heredera Margarita, de 31 años, Reina de Dinamarca. En ese preciso momento, Ingrid se convertía en la Reina Madre que ha sido, hasta su muerte, a los 90 años.

Ingrid, nacida Bernadotte, Reina Madre de Dinamarca, nació el 28 de marzo de 1910 y falleció el 7 de noviembre de 2000.


La Reina Madre de Gran Bretaña

La resistencia física de la Queen Mum era vista por los británicos como una señal de la fortaleza espiritual de la mujer que les alentó durante algunos de los momentos más difíciles de su Historia.
Nacida en Hertfordshire el 4 de agosto de 1900, la Honorable Isabel Angela Margarita Bowes-Lyon, tuvo una infancia feliz en el seno de una familia muy numerosa, ya que eran ocho hermanos. Tenía 14 años cuando estalla la primera gran guerra europea. El castillo familiar se convierte en un hospital para soldados convalecientes y aunque ella era todavía una niña, se dedica por entero a colaborar en el restablecimiento de los heridos.

El 15 de enero de 1923, la Casa de Su Graciosa Majestad británica hacía público el compromiso de su hijo Alberto Federico Arturo Jorge con Isabel. Ambos se habían conocido tres años antes y se habían enamorado. La ceremonia nupcial fue la primera de un hijo de rey que se celebraba en la Abadía de Westminster desde 1382, cuando Ricardo II se casara con Ana de Bohemia. A pesar de ello, la joven nunca creyó que sería, un día, la reina de Inglaterra. Ni tan siquiera cuando el 20 de enero de 1936, falleció su suegro, el rey Jorge V, y accedió al trono el popular príncipe de Gales con el nombre de Eduardo VIII.

Cuando a fines de ese año fatídico el rey abdicó para casarse con una norteamericana dos veces divorciada, Bertie se convirtió en lo que nunca quiso ser: el rey Jorge VI. Isabel jamás perdonó a su cuñado la carga que echaba sobre los hombros de su marido, enfermo él. Siempre creyó que había contribuido a su temprana muerte. Y odió tanto a Wallis Simpson que siempre se negó a que le concedieran el tratamiento de Alteza Real por creer que había causado una quiebra irreparable en la monarquía.

Los años de la Guerra Mundial, pusieron a prueba el papel decisivo que Isabel tuvo para que la monarquía conquistase el respeto y la admiración de la nación. El propio Winston Churchill reconoció públicamente el esfuerzo de la reina Isabel en estos años de sufrimiento. Sólo tenía 55 años cuando, el 6 de febrero de 1952, una trombosis coronaria acababa con la frágil salud de su esposo, por lo que su hija se convertía en reina reinante y ella en reina madre.
Aunque parecía ser tan solo una figura decorativa, muchos ignoraban la influencia que sus consejos tenían para su hija, Isabel II, que acudía a su madre cada vez que se encontraba ante un problema que la desbordaba. Su otra hija, Margarita, que tantos dolores de cabeza le trajo durante su vida, murió en febrero de 2002 y ella no sólo recibió la noticia con la entereza de una reina, sino que decidió asistir a los funerales de corpore insepulto en el castillo de Windsor, escenario donde el destino quiso que también le sorprendiera la muerte.

Mirando atrás se descubre que fue más tiempo viuda que esposa. Más tiempo reina madre que reina. Pero los británicos están convencidos de que ella era la principal razón por la que Gran Bretaña continuara siendo una monarquía.

Isabel Angela Margarita Bowes Lyon, reina madre del Reino Unido y de la Commonwealth, nació el 4 de agosto de 1900 y murió el 30 de marzo de 2002.

La Reina Madre de los Países Bajos

Un comunicado del gobierno de los Países Bajos, que no de la Casa Real, informaba en 2004 de la muerte, en el Palacio de Soestdijk, en La Haya, de Juliana, madre de la reina Beatriz, a los 94 años de edad y a causa de una pulmonía.

La última de las reinas madres del siglo no sólo había abdicado en su hija Beatriz el 30 de abril de 1980, sino que había renunciado al privilegio de ser llamada oficialmente Reina Madre, título que, por derecho, le correspondía. Juliana aceptó ser llamada princesa de Holanda pero, hace unos años, también se negó a este tratamiento. Quiso ser sólo Juliana de los Países Bajos.

La princesa Guillermina de Orange-Nassau, fallecidos sus hermanos Guillermo y Alejandro, inauguró la serie de reinas soberanas de Holanda. Tras varias maternidades interrumpidas dio a luz en 1909 una niña que recibe los nombres de Juliana Luisa Emma María Guillermina. Hija única de la reina de hierro, como llamaban a Guillermina, y del príncipe consorte Wladimir Albrecht, duque de Mecklemburgo, Juliana recibió una severa educación dentro del más puro calvinismo.

Cuando aún no había cumplido 27 años, la princesa heredera se dispuso a contraer matrimonio. Aún a sabiendas de que casarse con alemanes, enemigos históricos de Holanda, les solía acarrear problemas, tres soberanas consecutivas lo hicieron con súbditos germanos. Juliana lo hizo con el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, como años después su hija, Beatriz, la actual reina reinante lo haría, el 10 de marzo de 1966, con otro alemán, el diplomático Klaus von Amsberg, recientemente fallecido.

Guillermina abdicó en su hija el 4 de septiembre de 1948. Sólo dos días después, el 6, Juliana era coronada reina de Holanda. La mayor ilusión de Juliana, al casarse con Bernardo, era dar un heredero varón al trono de los Países Bajos. Cuatro veces lo intentó. Pero, en los cuatro partos pudo oírsele exclamar: «¡Otra niña!», porque cuatro fueron las hijas de Juliana: Beatriz, Irene, Margarita y Cristina.

El mismo día que cumplía 71 años, el 30 de abril de 1980, Juliana abdicaba en su hija Beatriz, que cumplía 42. Juliana había sido reina 32 años y vivió 24 más como la más leal súbdita de su hija, la Reina Beatriz. Su marido, el esposo infiel, aún le sobrevive.

Juliana Luisa Emma María Guillermina de Orange-Nassau, reina madre de Holanda, nació el 30 de abril de 1909 y falleció el 20 de marzo de 2004.