jueves, 31 de marzo de 2011

Nobleza de nuevo cuño

Cuatro nuevos marquesados otorgados por el Rey Juan Carlos a personalidades de la vida pública y social del país han devuelto a muchos nobles españoles al limbo de la perplejidad y la sorpresa, un lugar que parece que están visitando con excesiva frecuencia en estos tiempos. De esa manera llegan a 49 los títulos concedidos por el monarca español desde su asunción en 1975 (ver entrada 21/05/2010)

La firma del Rey

Los agraciados con estas nuevas mercedes nobiliarias (no hay entre ellas ninguna Grandeza de España) son Mario Vargas Llosa, insigne premio Nobel que se enorgullece allá donde va de su estrecha vinculación con España; Aurelio Menéndez, ex presidente del Tribunal Constitucional y ex ministro de educación; Juan Miguel Villar Mir, empresario de la construcción - presidente de OHL- y Vicente del Bosque, entrenador de la Selección Española de Fútbol.


Nuevos marqueses

Pero la propia designación elegida para los nuevos títulos carece de originalidad dentro de esa línea de tecnicismo que en los últimos tiempos ha caracterizado la concesión de nuevas mercedes nobiliarias, pues únicamente el Marquesado de Ibias, el que ha correspondido a Aurelio Menéndez, hace gala de una cierta imaginación frente a los Marquesados de Vargas Llosa, de Villar Mir y de Del Bosque.

De acuerdo con lo dispuesto por el Rey, estos cuatro títulos pasarán también a los sucesores de sus titulares, siguiendo lo establecido en la normativa española sobre títulos nobiliarios. En la exposición de motivos de la ley 33/2006 se apunta que actualmente la posesión de un título nobiliario no otorga ningún estatuto de privilegio, al tratarse de una distinción meramente honorífica cuyo contenido se agota en el derecho a usarlo y a protegerlo frente a terceros.


Corona heráldica de Marqués

En la concesión de dignidades nobiliarias de carácter perpetuo, a su naturaleza honorífica hay que añadir la finalidad de mantener vivo el recuerdo histórico al que se debe su otorgamiento, razón por la cual la sucesión en el título queda vinculada a las personas que pertenezcan al linaje del beneficiario de la merced. Este valor puramente simbólico es el que justifica que los títulos nobiliarios perpetuos subsistan en la actual sociedad democrática, regida por el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

Los títulos conllevan una especie de patente de uso, protegida por los tribunales. Al respecto es relevante recordar que el Tribunal Supremo dictó una sentencia en la que consideró una intromisión ilegítima el etiquetado de un vino con el nombre de Marqués de Bradomín, un personaje de ficción creado por Valle Inclán, aprovechado por el rey Juan Carlos para crear ese título que concedió a su hijo Carlos Valle en 1981. Es decir, quien quiera usar el nombre de un título como marca comercial debe pagar al titular del mismo.


El Marqués de Ibias

La nobleza española se ve una vez más dividida entre su afecto a la Corona y su incomprensión del trato que recibe como estamento, que se ve perjudicado con los últimos cambios en las leyes y con algunas de estas nuevas mercedes nobiliarias que, al entender de muchos, no hacen sino “democratizar a la baja” dañando en su esencia a una institución centenaria. Todo ello facilita que surjan grandes preguntas. ¿Qué es lo que se premia?, ¿cuáles son los valores que hacen a la nobleza? o ¿acaso será todo ello parte de esa intención de “plebeyizar la monarquía” y, con ella, una institución tan íntimamente vinculada a la Corona como la nobleza?

Porque una cosa, dicen algunos, es un escritor de incuestionable renombre internacional como Mario Vargas Llosa, que cuadra bien con su flamante título de Marqués, y otra distinta son un entrenador de fútbol como Vicente del Bosque o un empresario como Juan Miguel Villar Mir, cuyo grupo empresarial en los sectores inmobiliarios, de la construcción y de los servicios, se define como “comprador y consolidador de empresas en graves dificultades”. Para estos últimos, opinan muchos, se podría haber pensado en otros premios y distinciones del Estado como la digna Orden de Carlos III o la también prestigiosa Orden de Isabel de la Católica. Pero ¿acaso no importa la vanidad?

El Marqués de Del Bosque

Don Juan Carlos justifica la concesión del título nobiliario a Del Bosque por su "gran dedicación" al deporte español y su "contribución al fomento de los valores deportivos" que merecen ser reconocidas de manera "especial". De Vargas Llosa destaca su "extraordinaria contribución" a la lengua y literatura españolas, "apreciada universalmente", mientras quiere reconocer la "valiosa y fecunda labor" del abogado Menéndez en el ámbito de la docencia universitaria y las ciencias jurídicas "al servicio de España y de la Corona". Del empresario Villa Mir, subraya su "destacada y dilatada trayectoria al servicio de España y de la Corona".

En los círculos aristocráticos no se habla de otra cosa y se dice que este proceder es una copia de la forma de actuar de la monarquía británica, pues Elizabeth II no duda en otorgar la dignidad de “Sir” a personajes como David Beckham, Elton John o Sean Connery. Pero la sobria monarquía española, hasta ahora muy prudente al momento de conceder nuevos títulos de nobleza, no puede competir con la riqueza de la que hace gala la británica en la concesión anual de títulos y mercedes nobiliarias de distintas naturalezas y rangos a numerosas personalidades de todo el país.


El Marqués de Villar Mir

Y es que Su Graciosa Majestad se guarda mucho de crear nuevos títulos hereditarios, como estos de nueva creación en España, que solo reserva para ocasiones y personalidades muy singulares. Es generosa, en cambio, con las mercedes vitalicias y de rango menor, que mueren con el concesionario y que premian el esfuerzo y la dedicación de personalidades que se distinguen por méritos propios en muchos y muy distintos ámbitos de actividad. Una vez más la polémica está servida, pues también son muchos los ciudadanos de a pie que ven en este gesto un acercamiento de la Corona a un necesario premiar los méritos de la calle.


El Marqués de Vargas Llosa

martes, 29 de marzo de 2011

Las residencias de la nobleza: palacios urbanos

A finales de siglo XVIII tuvo lugar en Madrid un cambio en la estructura residencial de la nobleza. Aunque siguieron en ellos los nuevos gustos de la monarquía borbónica que comenzó su reinado levantando el Palacio Real en el lugar donde se había erigido el antiguo Alcázar.


Hasta entonces los nobles de la capital española habían ocupado viejos caserones de presencia exterior más bien austera, que no correspondía con el magnífico lujo del interior, sus vajillas de plata, sus colecciones de cuadros y objects d’art. La construcción de nuevas casas no se había llevado a cabo, porque dentro del casco urbano no existía el espacio suficiente, ni las condiciones urbanísticas apropiadas, ya que predominaban las calles estrechas y laberínticas.


El antiguo palacio de Uceda, luego de Medinaceli, junto a la plaza de Colón, entre el Paseo de Recoletos y la calle de Génova.


Por eso cuando comenzó a llegar el gusto francés por los palacetes elaborados y grandes jardines, no quedó más remedio que buscar grandes solares en la periferia de la ciudad, que permitieran desarrollar el tipo de vivienda que la aristocracia demandaba. Se concentraron principalmente en la zona oriental y occidental, coincidiendo con la vecindad del Palacio Real y el del Buen Retiro. Los palacios de Liria, Buenavista, Villahermosa y Osuna son buenos ejemplos de ello. Pero también se buscaron lugares cercanos a monasterios y conventos prestigiosos (San Andrés), o a las rutas oficiales por donde pasaban los reyes en sus desplazamientos.


Hubo tres momentos a lo largo del siglo XIX, que podrían indicarnos la relación entre la construcción de palacios y la clase social que los ocupaba. El primero se dio en la primera mitad del siglo XIX, entre 1800 y 1840, en el que la construcción de palacios estuvo protagonizada por la nobleza de cuna; el segundo en los decenios centrales del siglo, coincidiendo con el reinado de Isabel II, entre 1840 y 1868, en el que la aristocracia de nueva creación adquirió un creciente protagonismo, ejemplificado en la construcción del palacio del marqués de Salamanca; y el tercero coincidiría con la Restauración borbónica, entre 1875 y 1900, representado por la alta burguesía ennoblecida, un ejemplo claro es el palacio de Linares . A la vez estos tres periodos se corresponderían con la secuencia de construcción Palacio-Palacete-Hotel.


Aires de palacio real: el Palacio de Liria, actual residencia de los Alba en la Calle de la Princesa


De los grandes palacios concebidos al modo tradicional y habitados por la antigua nobleza, estaban el de Villafranca, el de la Alameda de Osuna o el de Liria, junto a la Puerta de San Bernardo en el límite de la ciudad. Propios de la nobleza surgida gracias al dinero, los del marqués de Salamanca en Recoletos y el de Gaviria, ambos de influencia italiana. Poco más tarde, de influencia francesa, destacó el palacio del duque de Uceda en la plaza de Colón, o el de Portugalete en la calle Alcalá.


Una vez hecho realidad el proyecto del ensanche, la nobleza pasó a contar con un barrio residencial propio donde estaba agrupada. Hasta entonces sus palacios habían estado más o menos dispersos por la ciudad. Y fue sobre este nuevo barrio donde el marqués de Salamanca proyectó la construcción de unos hoteles para la clase alta, que serían los antecedentes de las viviendas unifamiliares de la Ciudad Lineal y de la Ciudad Jardín.


El escudo familiar en el frontón del Palacio de Linares


Los palacios del XIX, a diferencia de los anteriores, mezclaba el lujo tanto interior como exterior. Las fachadas solían ser de ladrillo y piedra, formando con ello una combinación bicromática. En ellas se podían contemplar elegantes frisos, cornisas y portadas en las que se encajaban los escudos familiares. Avanzado el siglo, fueron apareciendo los balcones. Además, rodeaban el edificio enormes jardines con fuentes y pequeños estanques, limitados con formidables cerramientos que incluían monumentales puertas de entrada.


El interior de la residencia se dividía en tres plantas –que fueron aumentando con el tiempo- comunicadas por una suntuosa escalera principal: la planta baja donde se situaba la cocina, las caballerizas, las cocheras, y otros servicios, la planta principal, en la que se encontraban los salones donde se celebraban los actos sociales y las alcobas de los distintos miembros de la familia, alrededor de las cuales había antecámaras y gabinetes; el segundo piso, donde estaban los cuartos de criados. La división espacial que se creaba en el interior de estas lujosas casas, daba lugar a la aparición de microsociedades dentro de los palacios.


Los visitantes al Palacio de Liria ascienden una monumental escalera bajo cúpula, diseñada por Sir Edward Luytens durante una restauración a principios del siglo XX.


El lujo interior se reflejaba en espejos, pisos de mármol, tapices gigantescos, alfombras, cortinados dobles, papeles pintados en las paredes, frescos en los techos, vastas colecciones de pinturas, elaboradas lámparas de cristal, grandes ventanas que daban a los jardines, decoraciones al gusto mudéjar, grandes bibliotecas… Eso sí, sin perder nunca el estilo de vista francés que estaba en boga.


Escenarios de la vida social


La nobleza de viejo cuño sufría una crisis desde finales del siglo XVIII, especialmente, en el tránsito del Antiguo Régimen al Régimen Liberal. Crisis que tuvo que afrontar de diferentes modos. En este sentido, las pautas de comportamiento de la vieja nobleza iban a jugar un papel muy importante como manera de reafirmar su poder e influencia. Pero estas pautas no sólo venían determinadas por un sentimiento de amenaza respecto a su posición, sino que iban a dar una impronta propia a dicho grupo social a la vez que iban a servir de "modelo" a la nueva nobleza. Desde este punto de vista, la vida de sociedad tuvo una gran importancia como forma de mantener las viejas formas y perpetuar los complicados ceremoniales nobiliarios.


Despliegue de tapices en el salón comedor del palacio del Marqués de Manzanedo


Si bien a finales del siglo XIX -y hasta 1930 aproximadamente-, la mayor parte de la nobleza continuaba presente en la capital, la mayoría había perdido parte del poder político y económico, que en esos momentos tenía que compartir con la alta burguesía. Sin embargo, como respuesta a esa pérdida de poder, seguía monopolizando el poder social multiplicando fiestas y eventos. En aquella época, la principal dedicación de la nobleza era el ocio: las visitas, el paseo por Atocha y Recoletos, las fiestas palaciegas, las veladas de ópera en el Teatro Real. Aunque es verdad que, aunque a mediados del siglo XIX se produce un resurgir de los salones llevados por las aristócratas de cuño, su decadencia en relación al siglo XVIII es un hecho.


De esta manera, si bien la nobleza permitió el acceso a su ámbito de otros sectores sociales, dígase alta burguesía, lo hizo de una manera muy controlada y vigilada, es decir, que en cierto modo, puso resistencia a verse del todo sustituida por la nueva clase emergente. Así, incluso arruinada, hizo unos esfuerzos y sacrificios económicos con tal de mantener sus estatus social, no renunciando a su viejo modo de vida opulento y ostentoso.


Grupo de invitados a un baile de disfraces en el Palacio de Fernán Núñez


Dentro de los ámbitos de sociabilidad de la nobleza de Madrid, el salón fue considerado como el primer escenario de representación social y de la propia fusión con la alta burguesía, ya que ésta intentaba penetrar en los círculos aristocráticos y conseguir el ansiado ennoblecimiento, ya sea por favor o por medio del matrimonio. A este respecto, el salón fue un espacio de sociabilidad clave, ya que en él, además de albergar intrigas políticas o económicas, también sería escenario de intrigas amorosas. En estos momentos la estrategia matrimonial del grupo nobiliario consistía en maniobras a largo plazo, de fusiones con segundones, con la consiguiente creación de ramas familiares secundarias, buscando la consolidación de dicho grupo social. De ahí, que en definitiva, los salones dieron cobijo a la clase dirigente por excelencia, una clase que era producto de la fusión señalada.


La importancia de los salones y los bailes que en ellos se dieron, serán de capital importancia para la nueva nobleza porque le permitirá introducirse en el mundo aristocrático, en tanto en cuanto, ésta adoptó los usos y costumbres de la vieja aristocracia de sangre. Así, por ejemplo, los viejos palacios de la nobleza con un piso bajo de grandes ventanas enrejadas y otro piso alto, muy suntuosos por dentro y adornados con tapices y cuadros de gran valor, fueron sustituidos por los palacios burgueses, que trasladaron esa suntuosidad al exterior.


La elegante fachada del palacio de la Condesa de la Vega del Pozo


En cuanto a los bailes, algunos de ellos fueron celebrados en Palacio por la propia reina, Isabel II. Otros tuvieron lugar en los palacios de la alta aristocracia. Se trataba de unos bailes a los que podían asistir hasta cuatrocientas personas y su frecuencia era, si no diaria, al menos semanal. Según Azaña, en el invierno de 1849 a 1850, se dieron en las casas de la nobleza doscientos cincuenta bailes sin contar los de Palacio. Esto tenía lugar en un momento en que se reanudaba la vida de sociedad y llegaba la epidemia "que llaman pasión de riquezas, fiebre de lujo y de comodidades" que afectaba, sobre todo, a la nueva grandeza del comercio y del préstamo.


A este respecto, Guillermo de Cortázar ha señalado dos etapas en el comportamiento de la élite madrileña: la primera, que iría desde 1875 hasta el reinado de Alfonso XIII, caracterizada por la plena vigencia de los salones aristocráticos, la segunda desde 1914 a 1918, en la que tendría lugar la decadencia de estos salones y de una mayor aplicación y apertura de la élite. Así mismo tendría lugar un cambio en el espacio físico y urbano de Madrid, de tal manera que la construcción de los hoteles Ritz (1905) y Palace (1912) con sus respectivos salones, iban a permitir que esta élite se reuniera en ellos, a diferencia de la cerrada "vida de sociedad" de la época de la Regencia o del reinado de Alfonso XII.


El luminoso tocador de la Marquesa de Cerralbo, la Salita Imperio, que, al encontrarse junto al comedor de gala, servía para que las damas descansaran o se acicalaran después del almuerzo o la cena.



Pero volviendo al mundo de la vida social, cabe decir que asistía lo más granado de la juventud aristocrática, incluidos militares y oficiales de la Guardia. El cuerpo diplomático también estaba invitado y algunos embajadores como los de Rusia, Francia, Austria y Nápoles, incluso daban fiestas en sus propias residencias. Fernández de Córdova señala que hacia 1825, todos los domingos la duquesa de Osuna, condesa de Benavente, recibía "a la sociedad más selecta y escogida. Su base era el Cuerpo Diplomático extranjero y su propia familia". "La duquesa de la Roca era una señora de la primera Grandeza de España, daba los viernes bailes a donde era muy afortunado tener el privilegio de ir, pues escogía entre la juventud los más distinguidos". "Los sábados abrían los salones de la señora de Vallarino".


Otras señoras que cita son, por ejemplo, la duquesa de Benavente, la marquesa de Santa Cruz, la marquesa de Alcañices ("sin rival en la Corte"), Fernanda de Santa Cruz, condesa de Corres, la marquesa de Miraflores, la de Montelo, la condesa de Vilches (que solía acudir a la casa del conde de Ezpeleta), la duquesa de Castro Enriquez, etc. Es decir, que "las damas eran el principal ornamento de aquella sociedad".


Inés Francisca de Silva-Bazán y Téllez Girón, marquesa de Alcañices y duquesa de Alburquerque.


Pero quizás lo más destacado de estas reuniones eran el lujo y la suntuosidad que las presidían. Las señoras llevaban sus joyas más suntuosas y se ponían sus más elegantes vestidos. Fernández de Córdova recuerda en sus memorias a la condesa de Cervellón, "que apenas podía soportar el peso de los diamantes en su preciosa cabeza y sobre su elegante traje" y a la Infanta doña Luisa Carlota "radiante de hermosura y de riquísimas joyas, siendo las únicas que pudieron rivalizar en tal conjunto con la Princesa de Pastrana" (refiriéndose a la anfitriona de una fiesta celebrada los jueves en la embajada de Nápoles). En ellas incluso se daban conciertos a los que acudían los más importantes cantantes de ópera y artistas del momento y es que la nobleza tenía especial predilección por el mundo operístico, especialmente por la ópera italiana.


El suntuoso salón de baile del Palacio Cerralbo


lunes, 28 de marzo de 2011

El Ducado de Cádiz


El Ducado de Cádiz es el título concedido por Fernando V a Rodrigo Ponce de León (1484-1492), III Conde de Arcos, II Marqués de Cádiz, de la Casa de Arcos. Su nombre se refiere a la ciudad andaluza de Cádiz.



Bandera de la ciudad de Cádiz


Una vez muerto el primer duque, los Reyes Católicos negociaron con su heredera Francisca Ponce de León (1492-1493) la caducidad del marquesado y ducado de Cádiz, reincorporando la ciudad a la Corona tras la muerte de la segunda duquesa. El título permaneció en desuso hasta el siglo XIX.


Desde entonces el título de duque de Cádiz lo han ostentado varios miembros de la familia del rey: Francisco de Asís de Borbón, primogénito del Infante de España Francisco de Paula de Borbón y de Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias, y, tras su muerte en la primera infancia, su hermano (de igual nombre) don Francisco de Asís de Borbón, rey consorte por su matrimonio con Isabel II, quien apenas utilizó este título en vida, y a cuya muerte dicho título volvió a revertir a la Corona.


Rodrigo Ponce de León, 1r Duque de Cádiz por creación de los Reyes Católicos


Una vez Alfonso XIII asumió el trono en 1902, recibió el ducado su primo el Infante de España Fernando de Baviera y Borbón y él lo portó hasta su muerte en 1958, en que revirtió a la Corona. Por último, su descendiente don Alfonso de Borbón y Dampierre recibió el título por parte del abuelo de su esposa, el dictador Francisco Franco. Tras su muerte, el título volvió a revertir a la Corona una vez más.


Lista de Titulares


Primera creación por Fernando V e Isabel I de Castilla


I - Rodrigo Ponce de León (1484-1492)

II - Francisca Ponce de León y de la Fuente (1492-1493)


Segunda creación por Fernando VII


I - Francisco de Asís de Borbón y Borbón (1820-1821)

II - Francisco de Asís de Borbón y Borbón (1822-1902)

III - Fernando de Baviera y Borbón (1902-1958)


Tercera creación por Francisco Franco


I - Alfonso de Borbón y Dampierre 1972-1989




Francisco de Asís de Borbón y Borbón, 1r Duque de Cádiz por creación de Fernando VII


El último duque de Cádiz


Fue Alfonso Jaime Marcelino Manuel Víctor María de Borbón y Dampierre, rey titular de Francia como Alfonso II de Borbón (1936- 1989), nieto de Alfonso XIII de España. Fue pretendiente legitimista al trono de Francia entre el 14 de marzo de 1975, fecha de la muerte de su padre —Enrique VI, de iure— y su muerte, el 30 de enero de 1989.


Su padre renunció en 1933 a los derechos de sucesión al trono de España para él y sus descendientes por su limitación física, ya que era sordo-mudo, y por expresa orden del rey Alfonso XIII de España, su padre, que en aquel entonces ya se encontraba en el exilio debido a la proclamación en 1931 de la Segunda República Española. Además, Jaime de Borbón contrajo matrimonio, algunos años después, con Emmanuella de Dampierre, una mujer que, aunque de familia noble, no pertenecía a la realeza, un requisito para no quedar excluido de la línea de sucesión, que estuvo vigente en la monarquía española desde el reinado de Carlos III.




Don Alfonso, futuro Duque de Cádiz, en brazos de su abuelo, el rey Don Alfonso XIII.



Alfonso de Borbón sólo tuvo un hermano, Gonzalo de Borbón y Dampierre (1937- 2000), con quien tuvo muy buena relación. Sus padres se separaron muy pronto, y el infante Jaime se volvió a casar, esta vez con una cantante prusiana; mientras tanto, Emmanuella de Dampierre se casó con un empresario milanés. Los dos hermanos Borbón y Dampierre deambularon por internados suizos varios, y solían ir a Lausana, para visitar a su abuela, la reina Victoria Eugenia de Battenberg, que les profesaba verdadero afecto. Alfonso XIII nunca consideró a sus nietos Alfonso y Gonzalo miembros de la línea sucesoria debido a la renuncia de su padre. En 1954, tras el permiso del general Franco, volvieron los hermanos a España. Alfonso de Borbón se licenció allí en Ciencias Políticas.


Francisco Franco designó en 1969 al primo de Alfonso, Juan Carlos de Borbón y Borbón como sucesor tras su muerte. Años antes, Alfonso de Borbón había especulado en televisiones francesas con la posibilidad de ser rey de España. -"Hay tres condiciones: tener sangre real, tener 30 años y ser español, y obviamente yo cumplo esos requisitos" dijo entonces Alfonso de Borbón y Dampierre. Estas especulaciones tuvieron su origen posiblemente cuando su padre, Jaime de Borbón y Battenberg se retractó de su renuncia al trono y se autoproclamó Jefe de la Casa Real de los Borbones en sus ramas española y francesa, así como duque de Anjou. Cuando Franco designó al futuro Juan Carlos I como su sucesor, nombró a Alfonso de Borbón y Dampierre embajador de España en Suecia. Fue ahí donde conoció a su futura esposa, María del Carmen Martínez-Bordiú y Franco, nieta del propio Franco. El padre de María del Carmen, el marqués de Villaverde, Cristóbal Martínez-Bordiú, la llevó a un acto al que Alfonso de Borbón le había invitado.



La boda entre el nieto del rey Alfonso XIII y la nieta del General Franco


Después de que Alfonso de Borbón y Dampierre contrajese matrimonio con Carmen Martínez-Bordiú en mayo de 1972, los rumores de una posible alteración de la línea sucesoria reaparecieron. El matrimonio recibió el ducado de Cádiz, título que ella sigue utilizando pese a no ser la poseedora legal del mismo. Algunos familiares y personas del entorno de Francisco Franco y Jaime de Borbón y Battenberg, querían que esta unión significase que Alfonso de Borbón y de Dampierre fuese designado sucesor de Franco con el título de rey, en lugar de su primo hermano Juan Carlos de Borbón y Borbón. Franco sentía verdadera aversión hacia Juan de Borbón y Battenberg y desde algunos sectores se especulaba que dicho cambio tendría lugar. Sin embargo, el Generalísimo no alteró los planes de sucesión de la Jefatura del Estado previstos desde 1969 y Juan Carlos de Borbón fue proclamado Rey de España, tras su muerte, el 20 de noviembre de 1975.


Tras la boda Borbón - Martínez-Bordíu, los recién casados se trasladaron a Estocolmo, donde Alfonso siguió desempeñando las labores de embajador durante todo su mandato. Estando en Suecia, el matrimonio anunció que estaban esperando su primer hijo: Francisco de Borbón y Martínez-Bordíu nació en 1972 en Madrid. Tuvo como padrinos a su bisabuelo Francisco Franco, y a su bisabuela, Vittoria Ruspoli. Dos años después, nació Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú.



Los duques de Cádiz con sus hijos


En 1982 Alfonso de Borbón y Carmen Martínez-Bordiú se divorciaron. Dos años después, Francisco de Borbón, su hijo, falleció en un trágico accidente de automóvil, en el que estaban también su padre y su hermano Luis Alfonso. El nieto de Alfonso XIII sufrió un gran golpe psicológico tras saber del fallecimiento de su hijo mayor.


Su propia muerte, el 30 de enero de 1989, también tuvo características trágicas y misteriosas, en un accidente de esquí en Beaver Creek, Colorado. Fue repatriado posteriormente y enterrado en el Monasterio de las Descalzas Reales, donde descansan también los restos de su hijo Francisco y, desde el año 2000, los de su hermano Gonzalo, fallecido en Lausana, Suiza, a consecuencia de la leucemia.


Alfonso de Borbón y de Dampierre fue considerado por algunos sectores (muy minoritarios) del legitimismo francés como cabeza de la casa real francesa con el nombre de Alfonso II de Francia, al ser el supuesto descendiente más directo por línea paterna de Hugo Capeto y, por tanto, heredero de los antiguos reyes franceses según el derecho del Antiguo Régimen. Sin embargo, estas pretensiones jamás han obtenido ningún reconocimiento ni validez oficial, e incluso su misma base ha sido cuestionada debido a la explícita renuncia de derechos del padre de Alfonso, para sí y para sus descendientes.



Emblemática fotografía: el pretendiente legitimista al trono de Francia, con su heredero, en la residencia de los monarcas del Antiguo Régimen, el Château de Versailles



Desde la muerte del duque de Cádiz, su hijo Luis Alfonso de Borbón Martínez-Bordiú es considerado por algunos monárquicos franceses como Luis XX de Francia, virtual rey de dicho país, y titular de los ducados de Anjou, de Borbón y de Touraine, aunque oficialmente no se le reconocen tales distinciones, ni ninguna otra. En 1987, el gobierno español estableció que el título de duque de Cádiz no era hereditario al estar vinculado tradicionalmente a la Corona y Luis Alfonso no podría heredarlo, ya que no había sido otorgado por el jefe de la Casa Real. Tampoco le reconoce el tratamiento de Alteza Real pues no ha sido concedido por el Rey y, al igual que los ducados ya nombrados, no tienen validez en España.


sábado, 26 de marzo de 2011

Dos ducados singulares: Ciudad Rodrigo y Berwick

Los avatares de la legislación y regulación nobiliaria en Europa han llevado a que se produzcan casos especiales como éste, en el que un título español es portado por un ciudadano británico y un título británico es llevado por un ciudadano español.

Ducado de Ciudad Rodrigo

El Ducado de Ciudad Rodrigo es un título español que, acompañado por Grandeza de España de Primera Clase, fue conferido el 30 de enero de 1812, por el rey Fernando VII al General británico Arthur Wellesley, entonces 1r Vizconde Wellington, en recompensa por su importante victoria en el sitio de Ciudad Rodrigo, España, contra las fuerzas invasoras francesas. Es considerado un Título de victoria.


Bandera de Ciudad Rodrigo (Salamanca)


Además de sus victorias en España y Portugal contra los franceses, fue el que derrotó definitivamente a Napoleón I Bonaparte, en la batalla de Waterloo. Se le concedió también el título español de Vizconde de Talavera. Recibió, entre otros títulos del Reino Unido, el de Duque de Wellington, así como otros del reino de Portugal y de los Países Bajos.

Históricamente, este ducado español es portado por los descendientes del 1r Duque de Wellington que han llevado el título de Duque de Wellington. Sin embargo, hasta 2006, debido a los cambios en España sobre la sucesión nobiliaria, el título español pasó a los herederos primogénitos en general, independientemente del sexo, mientras que el título británico pasó a los herederos masculinos. Debido a esta diferencia, los títulos fueron separados en una ocasión: el Ducado de Ciudad Rodrigo pasó a la 7ª Duquesa de Ciudad Rodrigo (Anne Maud Rhys) y el Ducado de Wellington a su tío (Gerald Wellesley, 7º Duque de Wellington). Anne Maud Rhys, en consecuencia, cedió su título español al 7º Duque de Wellington; el resultado es que tanto el 7º como el 8º Duque de Wellington también llevaban el título de Duque de Ciudad Rodrigo. Esto cambió en 2010 por las razones que siguen.

El Castillo de Ciudad Rodrigo sobre la vega del río Águeda


Arthur Valerian Wellesley, 8º Duque de Wellington y 9º Duque de Ciudad Rodrigo, cedió el ducado español a su hijo mayor, Charles Wellesley, Marqués de Douro, y, de acuerdo al procedimiento español, el marqués hizo reclamo formal sobre el título con las autoridades españolas el 10 de marzo de 2010. El Rey Don Juan Carlos, a través de su embajador, otorgó la sucesión del ducado al Marqués de Douro por Decreto Real de 21 de mayo de 2010, confirmado en el Boletín Oficial del Estado con fecha de junio. En consecuencia, el Marqués de Douro es hoy 10º Duque de Ciudad Rodrigo y a la vez heredero aparente del título de Duque de Wellington.

A partir de tal Decreto Real, el heredero aparente al Ducado de Ciudad Rodrigo es el hijo mayor del 10º Duque, Arthur Wellesley, Conde de Mornington. Lord Mornington tiene gemelos: Lady Mae Madeleine Wellesley y Arthur Darcy Wellesley, Vizconde Wellesley. Dado el decreto de 2006 de las Cortes Generales de España cambiando la sucesión a primogenitura absoluta, el primero de los gemelos es el heredero aparente al título de Ciudad Rodrigo, independientemente del sexo.

El 1r Duque de Ciudad Rodrigo (1r Duque de Wellington)


Los Duques de Ciudad Rodrigo

1. Arthur Wellesley (1769–1852)
2. Arthur Richard Wellesley (1807–1884)
3. Henry Wellesley (1846–1900)
4. Arthur Charles Wellesley (1849–1934)
5. Arthur Charles Wellesley (Charlie ) (1876–1941)
6. Henry Valerian George Wellesley(Morney) (1912–1943)
7. Anne Maud Rhys (1910–1998), cedió el título a su tío en 1949
8. Gerald Wellesley (Gerry) (1885–1972), cedió el título a su hijo en 1968
9. Arthur Valerian Wellesley (n. 1915), cedió el título a su hijo en 2010
10. Arthur Charles Valerian Wellesley (n. 1945)


Ducado de Berwick

El Duque de Berwick-upon-Tweed es un título nobiliario inglés, referido a Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland y otorgado a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y Arabella Churchill, en 1687.


Armas de los Fitz-James Stuart, con los blasones de Francia, Inglaterra, Escocia e Irlanda. Cuando los duques de Berwick sucedieron en el ducado de Alba de Tormes, pusieron las armas de los Álvarez de Toledo en el cuarto cuartel en lugar del cuartelado repetido de Francia e Inglaterra.


Este título fue creado como par de Inglaterra y sólo se transmite vía masculina no pudiendo ser ostentado por mujeres, tal y como se estila con los títulos de Inglaterra. Generalmente en Inglaterra se considera que es un título perdido por cuanto el primer duque siguió al exilio a su padre natural, el rey Jacobo II de Inglaterra. Sin embargo, algunos han discutido esta pérdida pues nunca fue realizada correctamente, y por tanto consideran que el título sigue existiendo, actualmente en posesión del Duque de Peñaranda. Asociado a este título se encuentran los de Conde de Tinmouth y de Barón de Bosworth.

Los Duques en España

Felipe V imponiendo el Toisón de Oro al duque de Berwick


Durante casi trescientos años los duques de Berwick han vivido en España. Cuando Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó muere en 1953, su hija Cayetana aplicó para sucederlo en el título y correspondiente Grandeza de España, por lo que en España es reconocida como Duquesa de Berwick. Esto, bajo el amparo de la legislación española.

Sin embargo, a la muerte de Don Jacobo, y bajo legislación británica, el heredero del título de Duque de Berwick es su sobrino, Don Fernando Fitz-James Stuart y Saavedra, padre del actual Duque de Berwick Jacobo Hernando Fitz-James Stuart y Gómez.

Como consecuencia, luego de la muerte de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, quedan dos títulos en existencia, uno bajo el amparo de Gran Bretaña y otro a parte en España (quiere decir que existe el título español de Duque de Berwick y el británico de Duque de Berwick). Esto se debe a que el título de Duque de Berwick sólo permite la sucesión masculina, por ende, en un principio, es el sobrino de Jacobo Fitz-James Stuart el heredero de este título y sus subsidiarios y legalmente se le llama Duque de Berwick. Sin embargo, la prima de este último, Cayetana Fitz-James Stuart, también hereda un título más bien nuevo, de naturaleza española, y será llamada Duquesa de Berwick y de acuerdo a sus títulos subsidiarios.


El Salón Estuardo del Palacio de Liria (residencia madrileña de los duques de Alba), con el retrato del Mariscal de Berwick, 1r Duque de Berwick, de Kneller.

Los Duques de Berwick-upon-Tweed

  1. James Fitz-James, 1er. Duque de Berwick-upon-Tweed (1670-1734)
  2. James Francis Fitz-James Stuart, 2º Duque de Berwick (1696-1738)
  3. James Francis Edward Fitz-James Stuart y Ventura Colón de Portugal, 3er. Duque de Berwick (1718-1785)
  4. Carlos Fernando Fitz-James Stuart y Silva Álvarez de Toledo, 4º Duque de Berwick (1752-1787)
  5. Jacobo Felipe Carlos Fitz-James Stuart y Stolberg-Gedern, 5º Duque de Berwick (1773-1794)
  6. Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Fernández de Híjar-Silva, 7º Duque de Berwick (1794-1835)
  7. Jacobo Luís Francisco Pablo Rafael Fitz-James Stuart y Ventimiglia, 8º Duque de Berwick (1821-1881)
  8. Carlos María Isabel Fitz-James Stuart y Portocarrero Palafox, 9º Duque de Berwick (1849-1901)
  9. Jacobo María del Pilar Carlos Manuel Fitz-James Stuart y Falcó, 10º Duque de Berwick (1878-1953)
Sucesión como título español
  • María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y De Silva, 11ª Duquesa de Berwick (n. 1926)
Sucesión como título británico
  • Jacobo Hernando Fitz-James Stuart y Gómez, 12º Duque de Berwick (n. 1947)

La actual Duquesa de Alba, 11ª Duquesa de Berwick

viernes, 25 de marzo de 2011

El Ducado de Gandía

El ducado de Gandía es originario de la Corona de Aragón. Fue el feudo de la Casa de Gandía, que a su vez era la familia noble española cabeza del linaje valenciano de los Borja, que se trasladó a Roma e italianizó su apellido a Borgia. Alfonso de Borja se convirtió en el papa Calixto III. Su sobrino Rodrigo fue nombrado cardenal y sirvió a los intereses diplomáticos de Fernando el Católico. Como premio a sus servicios, don Fernando creó por segunda vez el título de duque de Gandía para dárselo a Pedro Luis de Borja, hijo del cardenal (1483). Permaneció en la dinastía hasta 1748, cuando los títulos y patrimonio de los Borja pasaron a la Casa de Benavente, que a su vez se unió a la de Osuna a fines del siglo XVIII por matrimonio.

El Ducado de Gandía fue creado por primera vez en 1399 por Martín el Humano a partir del Señorío de Gandía y concedido a Alfonso IV de Ribagorza el Viejo, Conde de Ribagorça y Dénia, y Barón de Polop, con Gandía, en la provincia de Valencia, como centro del ducado.

Su hijo Alfonso el Joven continúa la tarea de su padre: impulsa el cultivo de la caña de azúcar y la industria, edifica el Palacio Ducal, el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, reforma la colegiata y continúa potenciando la corte que alberga figuras literarias como Ausiàs March, Joanot Martorell o Joan Roís de Corella. A su muerte sin descendencia se produjo un pleito por la sucesión del ducado, que se resolvió con el paso de Gandía a Hugo de Cardona. En 1433 lo recibe el infante Juan (futuro Juan II de Aragón), que lo cedió en 1439 a su hijo, el príncipe Carlos de Viana. A su muerte, en 1461, el título pasó a la Corona.

La Corona de Aragón en el Armorial de Gelre

La familia Borja

En 1483 el ducado es adquirido a los Reyes Católicos por Rodrigo de Borja (futuro papa Alejandro VI) para su hijo Pedro Luis de Borja y Catanel, después de satisfacer una deuda que el rey Fernando tenía desde el año 1470 con la ciudad de Valencia, donde Gandía actuaba como prenda.

El título de Duque de Gandía fue legitimado por Bula del Papa Sixto IV en 1481, envuelto en el famoso asesinato de los dos Médici de 1478 organizado por los Pazzi florentinos y del que salió indemne Lorenzo de Médici el Magnífico.

A la muerte de Pedro Luis de Borja le sucedió su hermano Juan (Giovanni Borgia), hijo de Vanozza dei Gattanei (Giovanna de Candia, contessa dei Cattanei), jefe del Ejército pontificio al convertirse su padre en el papa Alejandro VI. Giovanni se casó con Maria Enríquez de Luna (prima de Fernando el Católico) y de este matrimonio nació Juan de Borja Enríquez de Luna, el cual quedó huérfano siendo muy joven por el asesinato de su padre Giovanni en Roma el año 1497, y quien tuvo hasta doce hijos en dos matrimonios.

Fue padre de Francisco de Borja y Aragón-Gurrea, nacido en 1510 a través de su matrimonio con Juana de Aragón y de Gurrea, hija del Arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón y Ruiz de Iborre (nacido ilegítimamente en 1469 cuando Fernando, Príncipe de Sicilia, casaba en secreto con la hermanastra de Enrique IV de Castilla, la princesa Isabel, heredera de Castilla). El cuarto duque ingresó en la Compañía de Jesús y fue canonizado en 1671 como San Francisco de Borja.

Francisco de Borja (o Francesco Borgia), III General de la Compañía de Jesús, IV Duque de Gandía y Marqués de Llombay, Grande de España y Virrey de Cataluña. Fue canonizado por la Iglesia Católica.


Juana de Aragón y de Gurrea era hermana de dos arzobispos zaragozanos sucesores de su padre, Juan y Hernán o Fernando, de Alfonso, Abad de Montearagón, Huesca, y de Ana, esposa de Alfonso de Guzmán, 5º Duque de Medina Sidonia. Todos ellos quedaron huérfanos en 1527 estando enterrada Ana de Gurrea en un bello sepulcro preparado por su hijo el Arzobispo Hernán en la Catedral de la Seo de Zaragoza donde puede verse.

El nuevo duque, 4º en su título, usaría también el título portugués de Marqués de Lombay. Estaba casado con una Melo-Castro, portuguesa de alta cuna, acompañante en Granada de la Emperatriz consorte Isabel de Portugal, madre de Felipe II de España. Este aristócrata emprendió la tarea urbanizadora de la ciudad de Gandía y la reforma que condujo a la ciudad a una etapa de apogeo cultural y político, al estilo renacentista italiano.

En 1550, cuando ingresó en la Compañía de Jesús, abdicó en su hijo, conocido como Carlos de Borja y Aragón, el cual se casó con Magdalena Centelles i Folch, hermana y heredera del conde de Oliva, y mantuvo Gandía como uno de los núcleos más influyentes y poderosos del panorama, hasta el endeudamiento de la nobleza y las Segundas Germanías.

La rebelión de las Germanías, conflicto que se produjo en el Reino de Valencia a comienzos del reinado de Carlos I.


En 1520, el Emperador Carlos V lo incluyó como uno de los veinticinco Grandes de España de Primera Creación. En 1693 el ducado de Gandía tuvo un importante papel en el estallido de la Segunda Germanía.

Tras la muerte de Doña María Ana Antonia Luisa de Borja Aragón y Centelles, XII Duquesa de Gandía, en 1748, el título de quedó vinculado al del Conde-Duque de Benavente, por ser Antonio Francisco Pimentel de Zúñiga y Vigil de Quiñones esposo de Doña María Ignacia, hermana de la duquesa. Su nieta, María Josefa Alonso Pimentel y Téllez-Girón, ingresó el ducado a la Casa de Osuna cuando contrajo matrimonio en 1771 con el IX Duque de Osuna. Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, que es XVI duquesa de Osuna, es la actual titular del ducado de Gandía.

En 1946, en Villa de Espejo, Córdoba, la señorita Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, duquesa de Osuna y Uceda contrajo matrimonio con Don Pedro de Solís Beaumont y Lasso de la Vega.


Los duques de Gandía

Primera creación (1399-1461)
  • Alfonso de Aragón y Foix
  • Alfonso el Joven
  • Hugo de Cardona
  • Juan II de Aragón
  • Carlos de Viana
  • Fernando II el Católico
Segunda creación (1483-presente)

  • Pedro Luis de Borja (Pier Luigi Borgia), I Duque de Gandía
  • Juan de Borja (Giovanni Borgia), II Duque de Gandía
  • Juan de Borja y Enríquez de Luna, III Duque de Gandía
  • San Francisco de Borja, IV Duque de Gandía
  • D. Carlos de Borja y Aragón, V Duque de Gandía
  • D. Francisco Tomás de Borja Aragón y Centelles, VI Duque de Gandía
  • D. Francisco Carlos de Borja Aragón y Centelles, VII Duque de Gandía
  • D. Francisco Diego Pascual de Borja Aragón y Centelles, VIII Duque de Gandía
  • D. Francisco Carlos de Borja Aragón y Centelles, IX Duque de Gandía
  • D. Pascual Francisco de Borja Aragón y Centelles, X Duque de Gandía
  • D. Luis Ignacio Francisco Juan de Borja Aragón y Centelles, XI Duque de Gandía
  • Da. María Ana Antonia Luisa de Borja Aragón y Centelles, XII Duquesa de Gandía
  • Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, actual duquesa de Gandía (desde 1952)
El Palacio Ducal de Gandía, considerado una de las mansiones señoriales más importantes de la Corona de Aragón.


miércoles, 23 de marzo de 2011

La Casa del Infantado

La Casa del Infantado es un linaje originario de la Corona de Castilla, cuyo nombre proviene del ducado del Infantado, título con Grandeza de España que ostenta su jefe o cabeza. Tradicionalmente el heredero del ducado del Infantado ostenta los títulos de Marqués de Santillana y Conde de Saldaña.

El Ducado del Infantado fue concedido por los Reyes Católicos el 22 de julio de 1475 a don Diego Hurtado de Mendoza, 2º Marqués de Santillana. El mismo día se creó el condado de Saldaña para que lo ostentaran los herederos del ducado, quienes desde entonces han sido, además de condes de Saldaña, marqueses de Santillana. En 1520 se le concedió al ducado del Infantado la Grandeza de España de clase inmemorial, incluyéndose así entre los primeros 25 títulos en ostentar tal dignidad.

Ana de Mendoza, contemporánea del Duque de Lerma, casó a su hija con el hijo de éste, pasando a ser Sandoval y Rojas. Se abrió un pleito dinástico que duró generaciones, hasta el 12º Duque de Osuna, Mariano Téllez-Girón, quien murió completamente arruinado y sin descendencia. Le heredó su sobrino, quien además presentaba como su heredero, el marqués de Ariza y Valmediano, Andrés Avelino de Arteaga y Silva, descendiente de la rama del VII Duque, que abrió el pleito. Su descendiente actual es Íñigo de Arteaga y Martín, XIX Duque del Infantado.

El XVIII Duque del Infantado y su 2º esposa, Cristina de Salamanca y Caro, condesa de Zaldívar, en Baleares

Los Mendoza

El linaje Hurtado de Mendoza fue uno de los más poderosos clanes nobiliarios de la baja Edad Media castellana y uno de los más influyentes de la Historia española. Este linaje se extendió por toda España y América, dando lugar a más de veinte casas con títulos nobiliarios, integrantes de la aristocracia del Siglo de Oro español.

La familia era oriunda de Mendoza, en la actual provincia de Álava (País Vasco). Se incorporaron al reino de Castilla durante el reinado de Alfonso XI (1312–1350). Antes de que los Mendoza pasaran a Castilla, Álava era un campo de batalla, en el que las familias señoriales dirimieron sus contiendas durante generaciones. En 1332, los Mendoza llevaban ya, al menos, un siglo batallando con el clan de los Guevara; otros clanes alaveses, como los Ayala, Velasco y Orozco, habían derramado su sangre y perdido vidas, en aquellos episodios, que iban desde las emboscadas nocturnas hasta las batallas campales.

La Torre de Mendoza en Álava


Una vez que estos clanes pasaron a Castilla, se acabaron aquellas contiendas, se incorporaron a la fuerza de combate castellana y los que pusieron sus armas al servicio del rey iniciaron el acopio de recompensas.

La rama principal fue la de los Duques del Infantado, en la que se mantuvo la posesión de la Torre de Mendoza desde principios del siglo XIII hasta 1856, en que fue vendida al vitoriano Bruno Martínez de Aragón y Echánove. Esta rama abandonó muy pronto su solar de origen, instalándose definitivamente en Guadalajara en el siglo XV. Fue el Duque del Infantado uno de los personajes más poderosos de la corte y de él se decía en 1625 que ejercía señorío sobre 800 villas y tenías más de 80.000 vasallos.

Don Iñigo López de Mendoza es el progenitor y cabeza de esta poderosa Casa. Nació en Carrión de los Condes en 1398 y murió en Guadalajara en 1458. Como reconocimiento a su labor en la batalla de Olmedo, Juan II de Castilla le reconoció como 1r. Marqués de Santillana y Conde del Real de Manzanares. En 1435 fue él quien inició la construcción del Castillo del Real de Manzanares. Es él el autor del lema de los Mendoza: «Dar es señorío y recibir servidumbre». Su hijo fue el 1r Duque del Infantado.


El Castillo de los Mendoza en Manzanares el Real, al pie de la Sierra del Guadarrama.

Títulos
  • Almirantazgo de Aragón
  • Ducado de Francavilla
  • Principado de Éboli
  • Marquesado de Santillana
  • Marquesado de Estepa
  • Marquesado de Tavara
  • Marquesado de Armunia
  • Marquesado de Monte de Bay
  • Marquesado de Valmediano
  • Condado del Serrallo
  • Condado de Saldaña
  • Condado de Corres
  • Condado de Santiago de Cuba
  • Condado de la Monclova
  • Marquesado de Eliseda
  • Marquesado de Ariza
  • Marquesado de Cea
  • Condado del Real de Manzanares
  • Condado del Cid
  • Condado de Ampudia
  • Señorío de la Casa de Lazcano
  • Señorío de Melgar de Fernamental

Estos títulos siguen vinculados a la familia.


Siglo XIV

El primer Mendoza que aparece al servicio del reino de Castilla es Gonzalo Yáñez de Mendoza. En el último período de la Reconquista, luchó en la batalla del Río Salado en 1340 y en el sitio de Algeciras en 1344, sirvió como montero mayor de Alfonso XI, se asentó en la ciudad de Guadalajara, de la que llegó a ser regidor, después de casarse con una hermana de Íñigo López de Orozco, uno de los hombres más ricos de la zona. En la carrera de Gonzalo, uno de los primeros Mendoza, se advierten los rasgos característicos que marcarán la historia de la familia: caballero por rango, luchó contra los moros, recibió como premio cargos del rey y llegó a ser regidor de la villa, donde se asentó y contrajo matrimonio con mujer de familia acaudalada e influyente.

La Batalla de Nájera enfrentó a Pedro I de Castilla (el Cruel), Juan de Gante y el Príncipe Negro (Eduardo de Woodstock) contra Enrique II de Castilla y sus aliados, los franceses de Carlos V.

Fueron los acontecimientos de Nájera, en 1367, donde la mayoría de los alaveses cayeron prisioneros, más que cualquier otro factor, los que determinaron la sociedad de los Trastámara y la política de los Mendoza a lo largo del siglo XV: al pasarse del bando de Pedro I de Castilla al de Enrique II en 1366. Esta dilatada familia, surgida de aquellos acontecimientos, se convirtió en el más poderoso grupo político de Castilla y sus miembros ostentaron los cargos más altos, políticos y militares del reino.

Esta provechosa política de activo apoyo militar y político a la nueva dinastía fue mantenida por su hijo mayor, Diego Hurtado de Mendoza, almirante mayor de Castilla. Había heredado una gran fortuna de su padre y añadido después grandes extensiones de tierra, gracias a las mercedes de Juan I y Enrique III, en las actuales provincias de Madrid y de Guadalajara. Amplió además los intereses familiares en Asturias, con su segundo matrimonio celebrado en 1387 con Leonor Lasso de la Vega, viuda por entonces de Juan Téllez de Castilla, 2º Señor de Aguilar de Campoo, cuya dote incluía Carrión de los Condes y los estados de Asturias de Santillana, donde era conocida como la ricahembra. Aunque la pareja tuvo muchos hijos, mantuvieron casas separadas, Leonor en Carrión de los Condes con su madre y el almirante en la residencia familiar de Guadalajara con su prima y amante Mencía de Ayala.


Escudo de armas de las casa de Mendoza en la casa natal del Marqués de Santillana en Carrión de los Condes (Palencia, Castilla y León).

Como almirante, prestó grandes servicios en las guerras contra Portugal, pues los derrotó tres veces en tres encuentros navales. En las luchas de poder durante la minoría de edad de Enrique III (1390–1406), apoyó al bando vencedor al aliarse con sus tíos Pedro López de Ayala y Juan Hurtado de Mendoza, lo que le valió ser nombrado consejero del rey —en un momento en que también lo era su tío Ayala, que además era canciller mayor— y la confirmación de señoríos y villas.

Poco antes de 1395 el almirante recibió el patronazgo de los cargos públicos de Guadalajara. Dado que anteriormente los Mendoza habían recibido para sí y sus descendientes el derecho a designar los procuradores en Cortes de la ciudad, a partir de entonces estuvieron en condiciones de dominar la principal ciudad de la zona de Guadalajara. Cuando murió en el año 1404, era considerado el hombre más rico de Castilla.


Siglo XV

A fin de obtener los recursos militares y las influencias políticas que necesitaba en la Corte para recuperar la fortuna arrebatada, Íñigo López de Mendoza y de la Vega practicó una política circunstancial y oportunista, sellando acuerdos que rompía a continuación, prestando su apoyo ahora a unos y luego a otros, negando sus servicios militares hasta que fueran satisfechas sus demandas, desafiando la voluntad del rey, encastillado en sus fortalezas de Hita y Buitrago o trasladándose más tarde a la corte para defender sus intereses.

Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana


En contraste con las pequeñas familias de las generaciones anteriores, diez de los hijos que tuvo el 1r marqués de Santillana llegaron a la edad adulta. Se casaban jóvenes, en ocasiones más de una vez, tenían muchos hijos, alcanzaban una edad avanzada y conseguían un nivel de influencia personal que los ponía a cubierto de cualquier eventualidad política.

Después de la muerte de Santillana, ocurrida el año 1458, la jefatura de la familia pasó a su hijo mayor, el 2º marqués de Santillana, pero la dirección efectiva quedó a cargo de uno de los hijos menores, Pedro González de Mendoza, obispo de Calahorra.

El matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla en 1469 supuso el fin del conflicto que había dispersado la lealtad de los nobles en direcciones opuestas y mantenido a Castilla en constante agitación durante más de cincuenta años. En 1473, los Mendoza se comprometieron a apoyar el partido de Isabel, a cambio de garantías seguras sobre las tierras castellanas que reclamaban, en competencia con Juan II de Aragón, además del cardenalato para el obispo de Calahorra. Al morir Enrique en 1474, Fernando e Isabel contaron con el apoyo de la familia y sus aliados tradicionales, aportando el mando y la mayor parte de las fuerzas que les dieron la victoria en la guerra civil (1474–1480), hecho que Isabel reconoció en 1475, al conferir el título de duque del Infantado al segundo marqués de Santillana.


Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, presidido por los Reyes Católicos y el Cardenal Mendoza, arzobispo de Sevilla.

El cardenal utilizó la influencia sobre los jóvenes monarcas para enriquecerse y enriquecer a los suyos, situando a sus parientes en puestos influyentes de todo el reino y asegurándolos con títulos nobiliarios. Reinando Enrique IV, hacia el año 1467, dos de sus hermanos recibieron títulos de nobleza: Íñigo López de Mendoza y Figueroa fue nombrado conde de Tendilla y Lorenzo Suárez de Figueroa lo fue de Coruña del Conde. Pedro Fernández de Velasco, casado con la hermana mayor del cardenal, fue designado condestable de Castilla en 1472 y el cargo se hizo hereditario en la familia. El hermano mayor, Diego Hurtado de Mendoza, fue nombrado duque del Infantado el mismo año en que empezó la construcción del espléndido Palacio del Infantado en la ciudad de Guadalajara, confirmándose sus derechos sobre las posesiones vinculadas a este título.

Su cambio de defensores de los derechos de la princesa Juana a dirigentes del partido de Isabel, fue el momento culminante de la historia política de los Mendoza. El año 1367, en Nájera, Pedro González de Mendoza era uno más de los capitanes del partido de los Trastámara. El apoyo de los Mendoza a Isabel, en 1474, la convirtió en reina de Castilla. Los Mendoza habían pasado de ser capitanes no muy importantes de la hueste del rey, a hacer reyes y a constituir la fuerza política y militar mayor, más rica y poderosa de Castilla.

El Palacio del Infantado, de estilo gótico tardío y renacentista, construido en 1483. En 1560 se casó en este palacio Isabel de Valois con el rey de España Felipe II.


Los cimientos genealógicos y políticos de esta familia quedaron asentados en los años posteriores a la batalla de Nájera; sus oportunidades para una ascensión acelerada se iniciaron al ser diezmados los ricoshombres y la vieja nobleza a finales del siglo XIV en Aljubarrota y continuaron con la necesidad de nuevos dirigentes políticos, en las luchas encarnizadas de la familia real a comienzos del siglo XV.

La forma elegida por los Mendoza para crear su propio grupo, la familia, no era la única posible, pero sus rasgos legales hacían de ella una eficaz fuerza social y económica en pie de igualdad con otros grupos corporativos, como los gremios o los concejos. La eficacia política y económica de la familia era corroborada por la estructura legal de la familia nuclear, por los vínculos de lealtad, vigentes en la familia amplia, que fomentaban la unidad política, y por la acumulación de títulos de nobleza y mayorazgos, que convertían los dominios del primogénito en el centro económico de toda la familia.

En el marco de la familia amplia, los vínculos no eran tan estrictos desde el punto de vista legal, pero los sentimientos hacían que, en definitiva, resultaran igualmente firmes. Los miembros de la familia en sentido amplio, cuyas ramificaciones eran definidas por la misma familia, estaban obligados a actuar unidos contra los enemigos y apoyar a los aliados del grupo. Tanto las obligaciones como los parientes unidos por ellas se llamaban deudos. Este mismo deudo unía al vasallo del rey al monarca; cuando no existían unas obligaciones jurídicamente establecidas entre las partes, subsistía el vínculo del deudo, vínculo que creaba derechos y deberes mutuos.


Claustro del Hospital de la Santa Cruz, de Toledo, fundado por el Cardenal Mendoza

Siglo XVI

La lealtad a la familia que demostraron los hijos de Santillana no perduró en la siguiente generación. Muerto el cardenal, la jefatura de la familia recayó en el condestable de Castilla residente en Burgos, Bernardino Fernández de Velasco, nieto de Santillana, una anomalía según los historiadores, en detrimento de Íñigo López de Mendoza y Luna, duque del Infantado, que tenía su casa en Guadalajara. Bernardino será quien dirija a los Mendoza durante los años críticos, en los que la corona pasó de los Trastámara a los Habsburgo. Pero el condestable se encontró al frente de unos Mendoza menos dispuestos a seguir las directrices de un solo jefe. Las mismas cotas de poder que el cardenal había asegurado a la joven generación de la familia, permitieron que sus miembros emprendieran carreras políticas más independientes.

El palacio del Infantado en Guadalajara no dejó de constituir el centro material de la familia. Los Mendoza que permanecieron en Castilla, aceptaron la jefatura del condestable, pero incluso en este grupo surgieron disputas, sobre todo entre el Infantado y el conde de Coruña, que debilitaron la cohesión de la familia como unidad política y militar. Aún más amenazada se vio la unidad familiar por la actuación de dos de los nietos de Santillana: el hijo mayor del cardenal, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, marqués del Cenete, y el segundo conde de Tendilla.

El Marqués del Cenete


El marqués del Cenete y Conde del Cid actuó, en todos los aspectos, con total independencia del grupo de los Mendoza, impulsado por su carácter altivo y arrogante. Cenete desarrolló una carrera marcada por la audacia, el oportunismo y el escándalo. En 1502 se casó en secreto y en 1506 raptó a la mujer con la que Isabel la Católica le había prohibido casarse. En 1535, su segunda hija, heredera del título y fortuna, se casó con el heredero del duque del Infantado, regresando los títulos a la casa central de los Mendoza.

La carrera de Diego Hurtado de Mendoza, conde de Mélito y hermano menor del marqués del Cenete, presenta unos rasgos totalmente distintos. Mélito desempeñó un papel moderadamente importante como virrey de Valencia durante los primeros años del reinado Carlos V, en la sublevación y control de las germanías.

Durante la mayor parte del reinado de los Reyes Católicos no surgieron conflictos graves entre los nobles ni se produjeron crisis a escala nacional capaces de poner a prueba la cohesión de la familia. Íñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla, y sus primos, separados de la rama principal por la expansión de una familia prolífica y por la dispersión geográfica de sus respectivas carreras políticas, se entregaron, cada cual por su lado, a asegurarse el éxito sin mayores consideraciones hacia la familia en conjunto. Cuando el pleito sucesorio generó, de nuevo, graves conflictos en Castilla, los Mendoza no pudieron o no quisieron actuar como un solo grupo; Tendilla en particular adoptó posiciones contrarias a la del resto de la familia.


Ana de Mendoza y de la Cerda, nieta del conde de Mélito, se casó con el favorito de Felipe II, Ruy Gómez de Silva, en 1553. La pareja recibió en 1559 el título de Príncipes de Éboli.


En la atmósfera de crisis y rebelión que se apoderó de Castilla a la muerte de Isabel la Católica en 1504, los Mendoza se vieron forzados a elegir entre su política tradicional, de apoyo a la dinastía Trastámara, cuyo último representante era Fernando el Católico, que había cimentado el éxito de la familia en el pasado y establecido la nueva política, o de apoyo a la nueva dinastía de Borgoña, que se lo aseguraría en el futuro.

El 3r Duque del Infantado, jefe nominal de los Mendoza, así como el condestable, que de hecho dirigía los asuntos de la familia, optaron por la nueva política con vistas a mantener el vigor de la familia como unidad política. Tendilla prefirió mantener la tradición. Mientras Castilla estuvo bajo el gobierno de los Trastámara, su política tuvo éxito; cuando quedó claro que la dinastía se extinguiría en Castilla, la postura adoptada por Tendilla resultó perjudicial para su influencia política y su prosperidad material, impidiendo que la familia actuara unida y debilitando la eficacia de los Mendoza en conjunto.


Don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda (1500-1578), Virrey de Aragón y de Cataluña


Aunque en los siglos siguientes siempre habría algún personaje del apellido en puestos relevantes, la idea de «familia» del marqués de Santillana, no sobreviviría al siglo XVI.

Patrimonio

La Casa del Infantado ha pasado por diversas etapas, afectándole mucho la unión y posterior separación del Ducado de Osuna. Las propiedades históricas más importantes son el Palacio del Infantado en Guadalajara, la Casa de Lazcano en Lazcano (Guipúzcoa) y el Palacio de Barrena en el pueblo vecino de Ordizia, el Castillo de Manzanares el Real y el Castillo de la Monclova en Sevilla. En Madrid sus últimas residencias estaban en el Paseo del Prado y posteriormente en la calle Don Pedro I. El archivo de Infantado se encuentra en el Archivo Histórico Nacional.

Cuando en 1932 se censaron los bienes agrícolas de los Grandes de España, la Casa del Infantado era todavía la novena propietaria del país con 17.171 hectáreas.


El Castillo de la Monclova, en Sevilla


Los Duques del Infantado

1. Diego Hurtado de Mendoza y Figueroa
2. Íñigo López de Mendoza y Luna
3. Diego Hurtado de Mendoza y Luna, llamado "El Grande"
4. Íñigo López de Mendoza y Pimentel
5. Íñigo López de Mendoza y Aragón, Marqués del Cenete, Conde de Tendilla.
6. Ana de Mendoza
7. Rodrigo Díaz de Vivar Sandoval y Mendoza
8. Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza, Duquesa de Pastrana
9. Gregorio María de Silva y Mendoza, V Duque de Pastrana, VII Duque de Lerma
10. Juan de Dios de Silva y Mendoza y Haro, VI Duque de Pastrana y VII Duque de Lerma
11. María Francisca de Silva Mendoza y Sandoval, Marquesa de Távara
12. Pedro Alcántara de Toledo y Silva, heredero de los títulos de Távara, Lerma y Pastrana.
13. Pedro Alcántara de Toledo y Salm-Salm
14. Pedro de Alcántara Tellez Girón y Beaufort, XI Duque de Osuna y Conde de Benavente
15. Mariano Téllez Girón y Beaufort Spontin, XII Duque de Osuna
16. Andrés Avelino de Arteaga y Silva Carvajal y Téllez Girón
17. Joaquín de Arteaga y Echagüe Silva y Méndez de Vigo
18. Íñigo de Arteaga y Falguera
19. Íñigo de Arteaga y Martín


El financiero Íñigo de Artega, heredero actual de la Casa del Infantado