Consuelo Vanderbilt (1877-1964) era una de las más ricas herederas de la ciudad de Nueva York –la fortuna Vanderbilt era astronómica- y fue forzada por su madre, Alva, a casarse a los 19 años con Charles Spencer-Churchill, 9º Duque de Marlborough, sobrino de una coterránea suya, Jennie Jerome, y primo hermano de Sir Winston Churchill. La joven no estaba interesada en lo más mínimo en este matrimonio pues ya estaba comprometida en secreto con Winthrop Rutherford.
Consuelo, Duquesa de Marlborough (1899)
Pero su madre empleó toda clase de argucias para doblegar la voluntad de Consuelo, intentó imponer su autoridad materna, la encerró bajo llave y finalmente se fingió enferma hasta que logró su objetivo: emparentar con la más rancia nobleza inglesa. A la joven le quedó muy claro cuál era su lugar en el cuadro: su dote salvaría a un duque arruinado –vivir en un palacio como Blenheim con la pompa y circunstancia que él consideraba esenciales exigía grandes sumas de dinero-; a su vez, él daría a Consuelo el título de duquesa, precisamente lo que Alva ansiaba.
El Palacio de Blenheim, en Oxfordshire
William K. Vanderbilt pagó más de 2.5 millones de dólares en bonos ferroviarios, cien mil dólares anuales vitalicios al duque y una dote de 15 millones de dólares por la pobre Consuelo, quien sería terriblemente infeliz con su marido forzoso. Apenas salieron de la ceremonia nupcial Consuelo y Sunny –“Alegre”-, como le llamaban, no porque tuviese una inclinación benévola y amable, sino más bien porque uno de sus títulos era el de conde de Sunderland, la flamante duquesa comprendió que había pasado de la condición de peón en el juego de su madre a lo que su marido llamaba “un eslabón en la cadena”, refiriéndose a la importancia de asegurar la supervivencia de la familia. La pareja acabó divorciándose en 1921 tras un infierno de riñas y disputas y dos hijos en común: el primógenito William, futuro duque de Malborough –décimo en su nombre- y Lord Ivor.
Su Gracia, El Duque de Marlborough
La duquesa aparecía apartada de las preocupaciones de la moda y era sin embargo mucho más elegante que la mayoría de las bellezas heroicas de apogeo eduardiano. Aunque inmensamente alta y excesivamente delgada, con un cuello de caña y una cintura de avispa, nunca tuvo nada de esbelta, de mimbreña podríamos decir, ni siquiera en su primera juventud. Resultaba rígida de cuerpo y de cara como un ídolo cretense. Con sus contornos desvanecidos aunque compactos, sus movimientos eran ceremoniosos y parecían pasarse la vida simplificando su propia silueta.
Consuelo con su primo político, Winston Churchill, en Blenheim Palace (1902)
Desde el tiempo en que Consuelo llevaba su famoso petillo de diamantes y sobrepujó la esencial fealdad del vestuario de esposa de Par en la ceremonia de la coronación de Eduardo VII, pasando luego por el período de los canotier y los sombreros de campana, hasta que llegó a ser una dama de pelo blanco con su trilby victoriano de violetas de Parma, mantuvo siempre un estilo que podía ser fácilmente reconocido a primera vista. La cara menuda y simétrica, la sonrisa fruncida y la nariz arremangada fueron captadas por Hellen, por Sargent (que hizo un épico retrato de familia para ser colgado en Blenheim Palace) y, más que ninguno, por el gran pintor de la elegancia, Giovanni Boldini.
Consuelo, Madame Balsan (1963)
Consuelo Vanderbilt nació en marzo de 1877, era hija de William Kissam Vanderbilt y Alva Erskine Smith. Casó primero con el 9º Duque de Marlborough en 1896 en la ciudad de Nueva York y por segunda vez con el Teniente coronel Louis-Jacques Balsan en julio de 1921 en Londres. Murió el 6 de diciembre de 1964 a los 87 años.
He iniciado a seguirte, Me parece que tu blog es verdaderamente interesante. Espero que igualmente puedas disfrutar con el mio dedicado al reinado de Carlos II.
ResponderEliminarUn saludo
Agradezco vuestro interés, Sire, y me inclino ante vos.
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