martes, 24 de agosto de 2010

María José de Bélgica, Reina de Italia

Sorprendente, inconformista, original y sobre todo con dignidad real. La Reina María-José de Italia se mantuvo así durante toda su vida. Instalada durante sus últimos años en su casa de Cuernavaca, México, la antigua soberana italiana demostraba la misma curiosidad a los 90 años que a los 15. Su villa blanca y el jardín circundante, vibrante de buganvillas y exótica vegetación, estaban llenos de encanto. María-José había descubierto México en compañía de la princesa María-Beatriz de Saboya, su hija menor, y eligió ese país de residencia para estar cerca de su hija y nietos. Adquirió una mansión cercana a la de su familia, con una excelente acústica que le permitía ofrecer conciertos de piano a familiares y amigos –había traido su excelente piano Bechstein, que le fuera obsequiado en 1930 por sus padres, los reyes Alberto I y Elizabeth de Bélgica, también ellos amantes de la música-.

La música siempre desempeñó un papel importante en la vida de la reina. "Soy músico, mis padres eran músicos, he sido capaz de satisfacer a los más grandes virtuosos y compositores. Para fomentar la creatividad he creado el Premio Internacional Reina María José para la composición musical en 1960…". Asistía asiduamente a conciertos en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y era visitada constantemente por jóvenes músicos mexicanos.

Sin embargo, los días de la reina no estaban sólo dedicados a la música. La Historia, su otra pasión, siempre desempeñó un papel importante en su vida. Leyendo una biografía de su tía abuela, la reina María de Nápoles, esposa del rey Francisco II de las Dos Sicilias, María-José recordó: “Cuando era niña me recuerdo visitando a mi vieja tía, cuyo marido fue destronado por los Saboya en 1860 durante la unificación italiana. Después de saludarla, me apuntó con el dedo y dijo… ‘Y tú, espero que nunca te cases con ese pequeño Umberto de Saboya!’”. Curiosamente, Maria-José se casó con ese príncipe de Saboya. Su tía María fue la última reina de las Dos Sicilias, María-José fue la última reina de Italia.

La última soberana de Italia era una princesa de Bélgica.Marie José Charlotte Sophie Louisa Amélie Henriette Olga Gabrielle había nacido en Ostende, con el título de Princesa de Sajonia-Coburgo-Gotha hasta que su uso fue interrumpido al final de la Primera Guerra Mundial. Recibió ese nombre por su abuela materna, María Josefa de Braganza, Infanta de Portugal.
Desde temprana edad fue destinada por sus padres a casarse con Umberto, Príncipe de Piamonte, el heredero al trono italiano, con quien se reunió brevemente en 1916. Con este futuro en mente, sus padres la enviaron al Colegio de la Santissima Annunziata en Florencia, por lo que aprendería a hablar italiano con fluidez. A fin de completar su "italianización", a partir de su salida del colegio y durante 10 años, recibió clases de Anna Licari Barberini, una institutriz florentina de gran cultura.

María-José mantuvo un "diario del corazón" bajo llave donde grabó sus pensamientos más íntimos y sus emociones. A los 18 años, bajo el título "Impresión", habló de su anhelo por su futuro esposo, "Beppo" de Saboya. María José y Umberto son descriptos a menudo como una pareja unida sólo por razones de Estado, completamente opuesta en carácter. Sin embargo, tenían mucho en común: dignidad interior, preocupación por la justicia social, simpatía por el arte y la literatura. Llevada a amar a Umberto, María José empezó a verlo como la perfección de un hombre joven... Como le confió a su diario:

"No sé por qué la vida a veces parece aburrida, cansada, vacía. Sin embargo, hay tantas cosas que son interesantes, hermosas, divertidas, buenas y útiles. Nos encontramos con muchas personas que son inteligentes, buenas y sinceras. Pero, a pesar de ello, siempre estamos buscando algo más. Qué estúpidos somos. Beppo, eres quien yo quiero, tal vez es por eso que todo parece aburrido, cuando no estás aquí. Ven, ven a mí, y déjame venir a ti, y vamos a permanecer siempre juntos. No quiero vivir sin ti, no puedo, te amo.Ahí está la razón de todo mi mal humor.Sólo tú puedes darme la verdadera alegría de este mundo.” (citado en italiano por Luciano Regolo en Il re signore, 1998). Era una joven romántica, pero lamentablemente rara vez pudo encontrar la intimidad conyugal y la felicidad que deseaba.


En 1929 la Corte Real de Bélgica anunció solemnemente el compromiso de la única hija del rey con el príncipe heredero de Italia. El 8 de enero de 1930 la princesa de Bélgica se convirtió en princesa de Saboya, en el Palacio del Quirinal en Roma. La fecha de la boda, de conformidad con el deseo del novio, coincidió con el cumpleaños 57 de su madre, la reina Elena de Italia. Fue un día agitado y agotador para la joven pareja.

Aunque María-José se levantó muy de mañana, horas antes de la ceremonia, estuvo a punto de llegar tarde al altar. Desafiando las supersticiones, Umberto había ido a ver a su novia antes de la boda. Con su atención a los detalles y el perfeccionismo estético (rasgos que María-José a veces encontraría frustrantes), él se enfureció al ver que las mangas de su vestido habían sido cosidas de manera equivocada. Tal vez nadie lo hubiera advertido, pero el príncipe insistió en remediar la situación (al final, las mangas fueron completamente eliminadas y reemplazadas por largos guantes blancos). Era irónico, pero María-José ni siquiera había querido llevar este vestido, prefiriendo un atuendo más simple, más moderno, pero Umberto había insistido en la grandeza extrema (Había, de hecho, ayudado personalmente a diseñar el vestido, una elaborada creación en blanco y plata). "¡Me veo como una Virgen en procesión!" había murmurado la novia.


Después de todo este retraso, el cortejo nupcial comenzó finalmente, atravesando el palacio hasta la Cappella Paolina. En el altar, según la tradición, cuatro príncipes de la Casa de Saboya sostenían un velo, símbolo de pureza y protección, sobre la novia y el novio. A las 11 horas, Humberto y María-José eran marido y mujer.

Acabada la ceremonia, los recién casados se trasladaron a otra parte del palacio para firmar los documentos del matrimonio. Mussolini, que estaba presente, quería que Maria-José utilizara la forma italiana de su nombre, "Maria Giuseppina". La joven de carácter fuerte, sin embargo, para gran vergüenza de su marido, se negó obstinadamente a hacerlo (Ella siempre firmaría orgullosamente "María José", creando una situación incómoda para la prensa italiana). El resto del día estuvo ocupado por deberes protocolares; apariciones en el balcón, visitas oficiales, celebraciones y aplausos.

El trousseau nupcial de la reina incluía mantos ceremoniales y trajes de corte. Uno de ellos estaba bordado con hilos de oro y plata metálica e incluía de cuatro a seis kilos de metales preciosos. El uso de hilo metálico que no se desvaneciera era una práctica tomada de los adornos bizantinos, con el fin de evocar la impresión de lujo y poder.Los trajes de corte usados para ceremonias oficiales y los largos, escotados y refinados vestidos de noche reflejaban la moda italiana de los ’30, la cual María-José representaba a la perfección.



Hubo una gran corriente de orgullo en Italia cuando se supo que el joven príncipe estaba confiando a la industria italiana de la moda la tarea de confeccionar el ajuar real. Sin embargo, pese a que los modistas del guardarropa real eran italianos, en su mayor parte los diseños se basaban en modelos de París. Se puede ver fácilmente la influencia de Madeleine Vionnet, Elsa Schiaparelli o Paul Poiret. Las hermanas Gori incluso se referían a sus creaciones como “diseño parisiense con el gusto de Turín”.Cuando María-José salió de Italia a raíz del referéndum de 1946, varios camiones viajaron con ella. Dentro de ellos uno de sus asistentes había embalado cuidadosamente una colección de vestidos y mantos que, durante los dieciséis años anteriores, habían acompañado a la Princesa de Piamonte en sus funciones oficiales.

María José era una mujer de una gran belleza y célebre por su elegancia. Llevó consigo algunas joyas heredadas muy preciadas, que no formaban parte de las célebres joyas de la corona italiana que el rey Umberto II dejó en un banco de su país cuando marchó al exilio ya que, como dijo en varias ocasiones, no tenía muy claro a quién pertenecían.

Aquella colección que permaneció guardada en la cámara acorazada del Banco de Italia, en Roma, incluía varias piezas destacadas: una tiara circa 1890 firmada por August Holmström, de la Casa Fabergé, realizada con seis diamantes de talla 'briolette', que perteneció a la Emperatriz Josefina y fue un regalo del zar Alejandro I tras su divorcio de Napoleón (María José la heredó en 1987 de su hermano Carlos Teodoro, Conde de Flandes, y jamás llegó a usarla); un diamante circular de color azul grisáceo, de la joyería Harry Winston -datada en 1920 y con 7,81 quilates-; una doble sarta de diamantes con 1.859 piedras preciosas; un collar de 10 vueltas de 684 perlas regalado por el rey Humberto I a su consorte la reina Margarita.

La colección incluía un aderezo de turquesas y diamantes regalado por sus padres cuando se casó con Umberto, que según muchos historiadores perteneció a una tía de María José, la trágica emperatriz Carlota de México. La Regina la llevó en una recepción dos días antes de su boda, con un traje de noche de Sartoria Ventura con bordados recreando esta 'parure'. Poseía además 25 piezas pertenecientes a la princesa Elizabeth de Yugoslavia, que las heredó de su bisabuela la Gran Duquesa María Pavlovna. Así que no es de extrañar que entre estas últimas haya varias alhajas firmadas por Fabergé, como un broche realizado en torno a las miniaturas del Príncipe Nicolás de Grecia y su mujer, la Gran Duquesa Elena Vladimirovna de Rusia.

Los primeros años de matrimonio fueron un desafío para la pareja. María-José confesaría en una entrevista muchos años después: "On n'a jamais été heureux" (Nunca fuimos felices). En algunos momentos pareció que su unión estaba cerca de llegar a un colapso total. Umberto era un playboy con especiales gustos sexuales que no discriminaban entre los sexos. María-José era una joven mujer tremendamente talentosa, con profundas inclinaciones artísticas e intelectuales. Sucedió que sus padres habían decidido ese matrimonio porque no había en Europa otro príncipe soltero descendiente de una dinastía católica reinante, con la perspectiva de ascender al trono.

En el momento del matrimonio de María-José y Umberto, Italia estaba bajo la dictadura política de Benito Mussolini. María-José, criada en el ambiente democrático de Bruselas, sentía una profunda aversión por la baja corriente fascista que se expandía por toda Europa. Se enfrentó constantemente con el gobierno de Italia, e incluso con Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, intentando en vano de obtener la libertad de los prisioneros de guerra belgas.Ella fue uno de los pocos canales diplomáticos entre el campo germano-italiano y los otros países europeos envueltos en la guerra, así como era la hermana de Leopoldo III de Bélgica (mantenido rehén por las fuerzas alemanas) y al mismo tiempo cercana a algunos ministros del gabinete de Mussolini.

Gracias a su coraje para mantener contactos secretos con los Aliados y figuras importantes en el Vaticano, fue el primer miembro de la familia real italiana en utilizar estas conexiones para intentar poner fin a la guerra con Italia. De hecho, ella fue descripta como “el único hombre de la Familia Real de Saboya”. Sin embargo, independientemente de su popularidad personal, el referéndum selló su destino como reina.

La larga dictadura de Mussolini, así como la alianza alemana durante la Segunda Guerra Mundial, condenaron el futuro de la monarquía de los Saboya. Después de la invasión aliada de Italia, el viejo rey Víctor Manuel III, abdica en favor de su hijo en un último esfuerzo para salvar la monarquía italiana. El 9 de mayo de 1946, Umberto II y María José se convirtieron en los nuevos monarcas italianos. Su oposición con Mussolini les había ganado una vasta popularidad, sin embargo, la cooperación de la corona con el dictador fascista había llevado a la oposición generalizada de muchos italianos. La casa de Saboya se había contaminado al permitir, y contribuir, el ascenso de Mussolini al poder absoluto en Italia.



A pesar de que Humberto y María José trataron de restaurar la dañada imagen de los Saboya, sus esfuerzos llegaron demasiado tarde. Apenas un mes después de ascender al trono, Umberto II convocó un referéndum para decidir el futuro de la monarquía italiana. Los Saboya perdieron por un escaso margen. María-José obtuvo el afectuoso sobrenombre de “la reina de mayo” a partir de su efímero reinado del 9 de mayo al 2 de junio, del cual ella comentó que “… es un nombre que no me desagrada… pues mayo es ciertamente una hermosa estación en esta Italia nuestra”.

El referéndum de 1946 dio a los sectores republicanos una mayoría marginal. Muchos políticos cercanos a los Saboya intentaron convencer a Umberto II que luchara por los resultados. El fraude parecía haber sido extendido. La monarquía pudo haber tenido una oportunidad, pero tomando esta medida se sumiría al país en una guerra civil. Italia, ya devastada por la Segunda Guerra Mundial, casi no podía permitirse ningún conflicto más. Frente a estas opciones, Umberto II se negó a sumir al país en más violencia política. Él y María-José, acompañados por su familia, salieron de Italia sin abdicar a la corona y se unieron a los padres de Umberto en Egipto. Algún tiempo después, Umberto se instaló en Cascais, Portugal. María-José no pudo vivir con su marido por más tiempo, asentándose en Suiza.

Desde el exilio en Portugal, Umberto II intentó en vano convencer al gobierno italiano que derogara la ley de exilio impuesto en 1947. Esta ley no permitía a los miembros masculinos de la Casa de Saboya entrar en territorio italiano. Como su vida en el exilio continuó sin la esperanza de una restauración real, Umberto II y María-José se separaron, aunque nunca se divorciaron. Los niños (María Pía, Victor Emanuel, María Gabriella y María Beatriz) se vieron profundamente afectados por el colapso de la vida familiar. Los divorcios, la drogadicción, los escándalos de amor y de los procedimientos judiciales se hicieron comunes entre la generación más joven de Saboya.

A lo largo de todos esos años, María-José se mantuvo cerca de sus sobrinos reales en Bélgica. Ella nunca había abandonado sus raíces belgas. En 1993 asistió al funeral del rey Balduino I en Bruselas y fue visitada por su otro sobrino, el rey Alberto II, mientras residía en Cuernavaca. Poco tiempo antes de su muerte, el parlamento italiano aprobó el decreto que permitía a la última reina regresar definitivamente a Italia, pero ella no aceptó esa invitación del Primer Ministro italiano alegando que no ingresaría a ese país si no se cambiaba la ley que prohibía el retorno de los varones descendientes del último rey. Ella aseguraba que sólo podría volver si lo hacía también su único hijo varón, Vittorio Emanuele, Príncipe de Nápoles, deseo que no se cumplió ya que María José falleció el 27 de enero de 2001 en Suiza.

La abadía de Hautecombe, en la Alta Saboya, fue el escenario de su entierro, donde fue despedida de forma multitudinaria y con honores de Reina. El Rey de España, el príncipe soberano de Mónaco, los reyes de Bélgica (acompañados de la reina Fabiola), los Grandes Duques de Luxemburgo y la antigua emperatriz de Irán Farah Diba acudieron para despedirla. En esta paradisíaca abadía, situada en una colina en medio de un lago, descansan sus restos junto a los de Umberto II.

La vida de la última reina de Italia estuvo marcada por muchas tragedias. Vivió dos guerras mundiales, un matrimonio infeliz, la agitación política, y el exilio. Desde 1934 a 1944 perdió a su padre, el rey Alberto, y a sus cuñadas, la reina Astrid de Bélgica y la princesa Mafalda de Saboya; en 1992 perdió a su nieto, Rafael, y en 1999 a su yerno –el esposo de María Gabriella- Luis Reyna Corvalán. Todos murieron de forma trágica y prematura. De su hija María Beatriz (cariñosamente llamada "Titti" en la familia), que fue destrozada por su doble pérdida, María-José comentó que las "tres cruces" en su nombre fueron precursoras de la tristeza.María-José, también, portaba muchas cruces; y, al decir de todos, con gran dignidad y fortaleza. Que ella, y sus trágicamente perdidos amores, descansen en paz.







10 comentarios:

  1. Una Joya de reina, quien perdió en esta historia? Claro esta, los italianos!!!

    ResponderEliminar
  2. En realidad, la pérdida fue de toda la realeza. Figuras icónicas como ésta enaltecen el estado monárquico.

    Mis saludos, señor Guzmán

    ResponderEliminar
  3. La regina Maria José sí que entró en Italia antes de morir. Yo la saludé y acompañé en Venecia en mayo de 1989 y mostré la exposición antológica de Goya que íbamos a inaugurar unos días después en el Palacio de Ca'Pesaro, en el Gran Canal. Aquella noche también estuve el el palco de la Fenice con ella. Se estrenaba Edipo Rex, una opera-oratorio en dos actos con libreto de Cocteau...
    Guardo recuerdos preciosos e imborrables de aquellos días, anécdotas increibles...

    Un saludo: Pablo J. Rico

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué afortunado, estimado Pablo, y tiene usted razón. La muerte del antiguo rey Umberto en 1983 significó un cambio de estatus en su vida y dejó de ser consorte para ser viuda. Como la norma no mencionaba esa figura, la prohibición de ingreso fue anulada. Ella manifestó que no regresaría a Italia sin su propio hijo, a menos que se modificara el precepto que limitaba a las mujeres. No se cumplió su deseo de ver a su hijo nuevamente en suelo italiano, pero ella volvió y paseó por Venecia en aquella silla de ruedas que la acompañó hasta el final de su vida.

      Retribuyo saludo

      Eliminar
  4. Yo tuve el enorme gusto de estar con ellos en su casa en Cuernavaca (donde yo resido) hace muchos años, alrededor de 1992, y la Reina Madre, como la llamaba la familia, pudo contarme alguna anécdota sobre la Santa Sindone di Torino, ya que les ofrecí una conferencia alusiva a los estigmatizados, que entonces era un tema poco común en los medios de comunicación... Me consta que volvió a Italia y que luchó incansable por hacer terminar esa prohibición... Se que al final no lo logró, pero fué una bella etapa en la que tuve la alegría de poderlos conocer y tratar, aún si no tan frecuentemente... felicidades, me ha encantado su trabajo!!! Con afecto, Daniel Muñoz

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es usted muy gentil. Y agradezco un poco tardíamente su retribución, por lo que ofrezco mis disculpas.

      Cordiales saludos

      Eliminar
  5. Hola, creo que el sacerdote que ofició el casamiento de Umberto II y Maria Jose fue Monseñor Giovanni Bergoglio, familiar del Papa Francisco, quien fuera "Prelato Domestico de S. Santita". ¿Alguien podría aportarme algún dato al respecto?
    Desde ya muy agradecido.
    Alejandro Bergoglio (abergoglio@gmail.com)

    ResponderEliminar
  6. UFF... impresionante. Mujer bella, vida tragica

    ResponderEliminar
  7. ...yo la seguía mucho cuando vivíó aqui en México!

    ResponderEliminar
  8. La princesa que perdio a su hijo Rafael Reyna Corvalan y a su marido Luis Reyna Corvalan no era Maria Gabriela, sino que es Maria Beatrice di Savoia que vivir en Buenos Aires antes de mudarse a Cuernavaca con su marido.

    ResponderEliminar