jueves, 3 de diciembre de 2009

La nostálgica nobleza húngara

El conde Maximilian Von Welsburg-Rottenfels, cuyos antepasados (chambelanes y ministros de la Corte austrohúngara) se trasladaban a las grandes sesiones primero en carrozas y posteriormente en Bugattis, cumplió sesenta años y precisa, ante un retrato del emperador Francisco José, que "nosotros y nuestros hijos somos miembros de la sección húngara de Paneuropa, restablecida hace cinco años y presidida por Su Alteza Imperial, el archiduque Otto. Sabemos que ha pasado ya la belle epoque, donde se podía coger un tren en Viena, detenerse en Cracovia, Praga, Budapest y pasar el fin de semana en Lvov o en Trieste y todo ello sin abandonar el país.”


En la nueva República húngara, decididamente no “socialista” y no “popular”, los aristócratas salen de la sombra resucitando el modelo de Austria-Hungría, alternativa al difunto universo comunista.


Escudo de armas del reino de Hungría (1867) con la Corona de San Esteban en la cima


En agosto de 1989, el Partido Agrario y el Partido Liberal propusieron al archiduque Otto de Habsburgo, heredero de la Corona real de Hungría y la imperial de Austria, que se presentara a las elecciones presidenciales. En vano: el archiduque Otto, elegido diputado europeo, prefería el palacio de Europa al castillo de Buda. En Estrasburgo continuará una antigua ambición de los Habsburgo: una gran Europa, en la que las fronteras llegarían hasta el Ural, unida en la fe católica y el respeto a las tradiciones. El último monarca absolutista de Europa, Francisco José, había reunido once naciones diferentes y varias etnias en la doble monarquía.


El 7 de abril de 1990, en Budapest, la crema de la aristocracia húngara celebró el aniversario de la muerte de Zita, madre de Otto de Habsburgo, última emperatriz de Austria y reina de Hungría. La condesa Ilona Von Welsburg recuerda que “hace setenta años yo asistí a la coronación de Zita y de su marido, el emperador Carlos I de Austria (Carlos IV de Hungría). Esa fue la última vez que hice reverencias en la Corte.” Todavía se halla de luto por su marido, él mismo desposeído de títulos como el de príncipes de Oldenburg, por matrimonio morganático; una Casa Real que ha dado reyes como Constantino de Grecia y príncipes como Felipe de Edimburgo, esposo de Isabel II de Inglaterra.


Zita de Borbón-Parma, última Emperatriz Consorte de Austria-Hungría, con su hijo primogénito, el archiduque Otto, descienden de la carroza imperial durante la coronación de Karl I (1916)

Desde la instauración de la doble monarquía todas las grandes familias húngaras realizaban funciones en la Corte de Budapest, réplica fiel de la de Viena. Mi abuelo fue chambelán. Mis antepasados Itsvan y Zsigmond Rottenfels, ministros”, explica el conde Max. La nostalgia aristócrata no siempre es gratuita. Desde la creación de la doble monarquía en 1867 y hasta su fragmentación en 1918, los aristócratas húngaros, hombres de Estado y terratenientes, eran dueños de Hungría, Transilvania, Eslovaquia, Servia y Croacia, a las cuales impusieron tranquilamente la lengua magiar.

Las fiestas, los fastos y los bailes no se limitaban a Schönbrunn ni al castillo de Buda: cada familia poseía una corte en miniatura. Los príncipes Esterhazy, por ejemplo. Su maravilloso palacio en Kosztolanyi impresionó tanto a un general soviético en 1945 que hizo tapiar la mitad de sus estancias para impedir el pillaje por parte de sus propias tropas. “En invierno residíamos en los palacios de Viena. En verano, en las residencias húngaras. El castillo-residencia de los príncipes Esterhazy en Fertod acogía permanentemente una compañía de teatro y una ópera. Durante treinta años el mismo Joseph Haydn fue director de música”. El conde Laslo Esterhazy, sacerdote, rememora de esta manera la historia de su familia. Un detalle: el palacio contaba con 400 habitaciones y las propiedades de los príncipes se extendían a lo largo de ¡200.000 hectáreas!


Fertőd, Hungría, el Palacio Eszterházy

Actualmente, los aristócratas húngaros cuidan sus heridas, quitan el polvo de los cuadros y sueñan, un poco incrédulos y desconfiados, con salir del olvido. ¿Pero cómo recuperar las colecciones saqueadas, cómo rehabilitar los palacios convertidos en orfanatos o en granjas agrícolas?


El barón Janos Szechen tenía un árbol genealógico de dos metros de altura. Su familia, perteneciente a la aristocracia española, se instaló en Austria a fines del siglo XVI, donde obtuvo el título del Santo Imperio en 1630 y dos siglos más tarde la carta de naturaleza húngara. El barón fue uno de los mayores cazadores húngaros de la historia. Sus piezas cobradas: 66.315 trofeos. Y nada pequeños: cabezas de leones, pieles de leopardo y colmillos de elefante. Janos Szechen fue deportado dos veces por el régimen comunista. Y se le impidió cazar. Pero el Gobierno dio marcha atrás en su decisión, deseoso de organizar dos grandes cacerías en África: no encontraban otra persona más idónea que el barón. Su viuda muestra los 5.000 libros de caza, que ella exhibe, junto a otros trofeos, en una pequeña sala del Museo Nacional.


La baronesa Szechen es Elvira Pallavicini, descendiente de una de las más antiguas familias italianas, de la cual han surgido tres Dux de Génova, seis primados y ocho condes de Transilvania. La baronesa fue primera bailarina en el gran teatro de la Opera de Budapest, copia de la Opera de Viena, donde la llamaban la “aristócrata rebelde”.


Escudo de la familia Pallavicini en el techo del Palais Pallavicini en Viena



Uno de los antepasados del barón Janos, su abuelo, fue elegido Rey de Madagascar. El conde Maurice Auguste Benyovsky Szechen, oficial del Ejército austríaco, detenido y despachado por los rusos a Kamchatka, se fugó raptando a la hija del gobernador. Innumerables peripecias les condujeron a las Comores y después a Madagascar, a la que colonizó por cuenta de los franceses. Nombrado gobernador, enseguida sintió que no podía soportar la opresión de los malgaches, uniéndose a su revuelta y siendo elegido Rey.


El conde Istvan Rottenfels, conocido como “El Constructor”, firmó con su nombre el primer puente sobre el Danubio, el magnífico Aux Chaines. Y consagró un año de sus ingresos a la fundación de una Academia de Ciencias. Posteriormente creó un hipódromo y un club de jockeys a la húngara, el Casino Nacional, que, junto con el café restaurante Hungaria-Nueva York, eran los dorados lugares de encuentro para los Bugattis y los Rolls de la élite austrohúngara.



Hoy, los aristócratas húngaros más jóvenes, herederos de sus dinastías, no olvidan fácilmente que la “belle epoque” ha pasado. Budapest y los fastos de su arquitectura imperial, sus techos de mayólica multicolor, sus torretas neobarrocas, su Parlamento neogótico, sus cafés art-dèco... Budapest es una pequeña hermana de Viena, construida a su semejanza. Y los palacios de los aristócratas, más que nunca, adornan sus grandes bulevares.



Baile de la corte austro-húngara en la Hofburg, Viena

1 comentario:

  1. El primer puente sobre el Danubio en Budapest, puente de las cadenas, fue obra del Conde Széchényi, 1848. Antonio Korzenszky von Tereschau

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