En una época, los yates de elegante estilo fueron la norma entre muchos de los gobernantes más importantes del mundo. Los británicos, daneses, incluso los estadounidenses han proveído en un momento u otro a sus líderes con hermosos yates que servían tanto para fines recreacionales como oficiales. Sin embargo, pocos de estos navíos altamente especializados se pueden comparar con el Standart, reservado exclusivamente para el uso del zar Nicolás II de Rusia. Los Zares de Rusia han utilizado desde el siglo XIX los siguientes yates imperiales:
§ Alexandria (I) (1851–1906)
§ Standart (I) (1857–1892)
§ Derzhava (1871–1905)
§ Tsarevna (1874–1917)
§ Livadia (1873–1878)
§ Livadia (1880–1926); usado por los Romanov solo dos veces.
§ Polyarnaya Zvezda (1890-1917/1961)
§ Alexandria (II) (1904-1917/1927)
§ Standart (II) (1895-1917/1936-1961) El último de ellos, el Standart, era un gracioso buque de navegación marítima y fue considerado en su momento el barco de su tipo más perfecto del mundo. Recibió su nombre a partir de la famosa fragata de Pedro el Grande. Fue construido de acuerdo a las especificaciones propias del zar en Copenhague en 1895, por la firma danesa Burmeister-Wain, posiblemente debido al hecho de que la madre del zar, la emperatriz viuda María Feodorovna, era de origen danés. El astillero todavía mantiene una existencia próspera, pero los planos originales para el Standart ya no existen debido a la destrucción de las construcciones provocada por las dos guerras mundiales.
El Standart era un magnífico yate con casco pintado de negro y con sus 5.557 toneladas de peso, 401 pies de largo y 50 pies de ancho, era el barco privado más grande del mundo. Era mucho más grande y más rápido que los otros yates imperiales, el Alexandria y el Estrella Polar, que alcanzaban velocidades de hasta 21.18 nudos. Anclado en una cala del Báltico o atado en Yalta, el Standart era tan grande como un pequeño crucero. Había sido concebido con la graciosa majestad de un gran velero. El diseño con dos chimeneas inclinadas hacia atrás daba la sensación de velocidad, sumado a un velamen tipo bergantín-goleta clipper. Estaba equipado con dínamos que proporcionaban luz eléctrica. Adicionalmente constaba con sistemas que podían calentar el agua de uso doméstico. Estaba además compartimentado para el caso de sufrir algún accidente por alcance.
Combinaba la elegancia y la comodidad y reunía todos los requisitos de un palacio flotante. Un bauprés grande, enchapado con láminas de oro, se lanzaba hacia delante desde la proa y tres altos mástiles se alzaban por encima de sus dos blancos embudos. Toldos de lona blanca se extendían sobre las cubiertas como protección de los pasajeros para el sol, mientras que muebles informales de mimbre en la cubierta principal invitaban a la relajación. También en la cubierta principal había un salón comedor enorme que podría albergar hasta setenta y dos personas sentadas en una larga mesa.
El Standart en Yalta, Crimea (1898)
Debajo de la cubierta se encontraba un salón formal de recepción y salones con paneles de caoba, pisos pulidos, elegantes candelabros de cristal y cortinas de terciopelo. Incluso tenía su propia capilla para el uso particular de la familia imperial. El Estudio Privado del zar estaba decorado en cuero oscuro y muebles de madera simple. El Salón de la zarina y su tocador se tapizaron con su favorito chintz inglés. Sobre las paredes se podían apreciar los indispensables íconos o "ventanas al cielo", junto con muchas fotografías de sus parientes.
Hoy en día existen cientos de fotografías del Standart tomadas por el zar y su familia, sus familiares y colaboradores, quienes en ese momento estaban disfrutando de la última moda de las clases altas: la fotografía. Sin embargo, esas fotografías no fueron pensadas para la vista pública; muchas se encontraron en los álbumes familiares y viejos libros de recuerdos de la familia imperial. En las últimas dos décadas, varios cientos de estas magníficas "ventanas al pasado" han sido publicadas en grandes libros. Hasta la fecha, el más lujoso de estos libros es, probablemente, el Russian Imperial Yachts: 17th-20th Century, que contiene casi 400 fotografías.
Entre estos "pioneros" fotógrafos estaba el General Conde Alexander Grabbe, quien era invitado con frecuencia a acompañar a la familia imperial cuando se embarcaban en el Standart a Crimea y las islas del archipiélago finlandés. Muchas de las fotografías que tomó del yate imperial fueron publicados en 1984 por su hijo Pablo Grabbe en The Private World of the Last Tsar: The Photographs and Notes of General Count Alexander Grabbe. Fotógrafo entusiasta, las imágenes de Grabbe muestran al zar y a su familia a bordo del Standart como una familia feliz y sin preocupaciones, relajándose, practicando juegos, comiendo con invitados de la realeza, patinando y bailando.
Justo antes de navegar y antes de la llegada de la familia imperial, el barco era pulido y limpiado de arriba a abajo. Los marineros se ocupaban de las cubiertas inferior y superior, comprobaban los botes salvavidas y ajustaban los toldos de la cubierta principal. Luego la tripulación en pleno se reunía en cubierta y oficiales y marineros saludaban al zar cuando éste subía a bordo.
En el Standart, Nicolás II seguía una rutina diaria. Cada mañana subía a cubierta para comprobar el tiempo. Le gustaba hacer las rondas de la tripulación, así como saludar a los oficiales del yate. No era raro ver al joven zarevich Alexis, que llevaba un uniforme de marinero, acompañar a su padre durante las rondas. El zar se interesaba en la navegación y le gustaba discutir este tema con su capitán, el Almirante Nikov, así como chequear el curso del yate con el Capitán Zelenetsky. Trabajaba durante dos días a la semana, mientras estaba en el mar, recibiendo y enviando despachos por los barcos de mensajería que llegaban a diario desde el continente.
"Esta relación de la familia imperial con su entorno era muy agradable e informal", recuerda el Conde Grabbe."Ellos eran especialmente cordiales con los funcionarios del Standart. Estos jóvenes hombres eran ejemplares, encantadores, modestos, dotados de un gran sentido de dignidad y tacto e incapaces de intrigas".
Cena con la familia imperial
Cuando el Standart navegaba, era un navío glorioso y alegre y atraía la atención dondequiera que fuera. Cuando el zar y su familia estaban a bordo, un importante personal de la casa imperial, compuesto por lacayos, mayordomos, camareros y cocineros, asistía a todas sus necesidades. En total, viajaba una tripulación de 275 personas. El barco era tripulado por integrantes de la Armada Imperial Rusa y había un pelotón de infantería de marina, así como una banda de música y una orquesta de balalaikas. Con el fin de comunicarse con el continente y otros navíos de la Armada rusa, el Standart también estaba equipado con radio, una novedad en 1912.
El yate era comandado por el Contralmirante Lomen, quien era responsable de la seguridad del zar desde el momento que Nicolás II pisaba la cubierta de cualquier buque, ya fuera un yate, un acorazado o una lancha."La totalidad de la administración naval tenía temor mortal al Almirante", recuerda A. A. Mossolov."Es cierto que preguntaba mucho y si estaba molesto podía ser extremadamente rudo. Él afirmaba que a bordo del yate el propio zar estaba bajo sus órdenes! Fuera de servicio era agradable y sociable".
El emperador y sus hijos rodeados por los oficiales del yate imperial
La vida en el mar parecía sacar lo mejor de todos los miembros de la familia imperial. A. A. Mossolov recuerda en sus memorias, "La emperatriz creció alegre y comunicativa a bordo del Standart. Se incorporaba a los juegos de los niños y tenía largas conversaciones con los oficiales."
Los oficiales estaban sin duda en una situación excepcional. Casi a diario, el zar los invitaba a cenar y después de la comida le gustaba jugar al billar con ellos o disfrutar de una partida de dominó. A cambio, la familia imperial aceptaba invitaciones a tomar el té en la sala de rancho. En tales ocasiones, la emperatriz por lo general se sentaba cerca, cosiendo, el zarevich corría con sus compañeros de juego, mientras que las grandes duquesas, rodeadas de todos los jóvenes, se desplegaban por todo el yate. "Formamos una familia unida", solía remarcar la emperatriz en estos viajes inolvidables y felices.
Las vacaciones familiares a Crimea y sus cruceros por el Standart eran un cambio agradable para los niños en particular.
Cuando la familia imperial iba a bordo del Standart, a cada uno de los cinco hijos se le asignaba un diadka, un marinero encargado de velar por la seguridad personal del niño. Los niños jugaban con estos diadkas, les gastaban bromas y, poco a poco, los jóvenes oficiales del Standart se unían en estos juegos. A medida que las grandes duquesas fueron creciendo, estos juegos empezaron a convertirse en una serie de flirteos, todo muy inocente por cierto. "No uso, por supuesto, la palabra "coqueteo" en el sentido corriente del término", comenta Mossolov, "los oficiales jóvenes podían mejor ser comparados con los pajes o escuderos de las damas de la Edad Media. Muchas veces la totalidad de los jóvenes bromeaban junto a mí, pero nunca oí la menor palabra que sugiriera el moderno coqueteo". Por otra parte, el conjunto de estos oficiales fueron pulidos a la perfección por uno de sus superiores, que fue considerado como el escudero de damas de la emperatriz. En cuanto a las grandes duquesas, incluso cuando las dos mayores se habían convertido en verdaderas mujeres, uno podía escucharlas hablando como niñas de diez y doce.
Las grandes duquesas bailando en la cubierta principal con los oficiales
"A las niñas les encantaba el mar", comenta el Conde Grabbe, "y me acuerdo muy bien de su gozosa anticipación de estos cruceros en el Standart, que abrían horizontes más amplios para ellas, traían nuevos contactos y permitían una intimidad que era de otra forma imposible. Estar en el mar con su padre, era eso lo que constituía su felicidad".
El zarevich Alexis también amaba las excursiones en el Standart. Disfrutaba acompañando al zar mientras realizaba sus tareas a bordo del yate imperial. Le encantaban los juegos como el tejo. En las tardes soleadas, no era raro encontrar a un exhausto Alexis tendido cuan largo era y profundamente dormido en uno de los botes salvavidas de la cubierta principal. A veces, su hemofilia limitaba severamente sus movimientos y fotografías muestran al joven zarevich caminando con la ayuda de un bastón. Debido a su enfermedad, un marinero favorito le fue asignado para vigilarlo. Al principio era el marinero Derevenko, que por un tiempo se mostró paciente y consciente de su cargo imperial; su comportamiento hacia Alexis, sin embargo, se mostró excesivamente malicioso después de la Revolución. Afortunadamente, el zarevich también tenía otro marinero-asistente, el leal Nagorno. Este marinero fue asesinado por el ejército revolucionario que invadió Rusia después de la Primera Guerra Mundial.
Así fue que, cuando los meses cálidos del verano aparecían, el zar y su familia decidían navegar en el Standart para sus vacaciones en la costa del sur de Finlandia. Para el zar, no había mayor relajación que este descanso, excursiones por mar en su amado Standart. Aquí su familia encontraba una pequeña bahía rodeada de pequeñas islas donde podían descansar y disfrutar de su tiempo juntos lejos de los palacios y las rígidas reglas de la corte rusa. Este encantador lugar era uno de los favoritos de Nicolás II y su familia, quienes volvían allí todos los años y los niños llegaron a apodarlo la "Bahía del Standart".
La línea costera del golfo de Finlandia, al noroeste de San Petersburgo, donde probablemente haya recalado el yate imperial.
Aunque anclado, la familia imperial vivía a bordo del Standart. Cada día se metían en pequeñas lanchas y se dirigían a su isla elegida. El lugar estaba deshabitado, lo que les ofrecía la libertad absoluta para hacer un picnic, relajarse y disfrutar del paisaje sin temor a ser observados por ojos curiosos. En esta pequeña isla una cancha de tenis fue construida para la familia imperial; el tenis era una de las distracciones favoritas de toda la casa imperial.
En 1907, un desafortunado incidente tuvo lugar que más tarde fue conocido como "la ruina del Standart". El incidente ocurrió un buen día en los fiordos de Finlandia, cuando, de repente, el barco imperial se vio sacudido por un choque en un momento en que no había razón para esperar algo por el estilo. Inmediatamente después, el barco se escoró. Era imposible saber lo que podría venir después. La emperatriz corrió por sus hijos. Encontró a todos menos al zarevich, que no estaba a la vista. La angustia de ambos padres sólo se puede imaginar. Resultó imposible mover el barco. Barcos a motor partieron hacia él desde todas direcciones.
El emperador recorrió el barco de arriba hacia abajo y dio la orden para que todo el mundo fuera en busca del zarevich. Sólo después de un tiempo fue descubierto sano y salvo. A la primera alarma de su diadka, Derevenko, lo había tomado en sus brazos y muy sensiblemente lo había llevado a las tuberías, ya que ofrecían la mejor oportunidad de salvar al niño si el buque sufría una pérdida total. El pánico cedió y todos a bordo descendieron a los botes.
Siguió una investigación. Toda la responsabilidad cayó sobre el piloto, un viejo finlandés lobo de mar, que estaba a cargo de la navegación del buque en el momento del desastre. Se apresuraron a consultar gráficos y se demostró fuera de toda duda posible que la roca sobre la que el yate había chocado era totalmente desconocida.
Quedaba el Capitán de Su Majestad, quien era el principal responsable de la seguridad de la familia imperial. En el momento del accidente, el cargo estaba ocupado por el Almirante Nilov, quien quedó en tal estado de ánimo después del accidente que el zar se sintió vio obligado a acudir a verlo en su cabina. Entró sin llamar y vio al almirante inclinado sobre una carta, con un revólver en la mano. El emperador trató de calmarlo. Recordó que el almirante, bajo las regulaciones navales tendría que ir ante un tribunal de investigación, pero, añadió el zar, no podía haber una sombra de duda de que sería absuelto, Puesto que el accidente era totalmente imprevisible. El zar se llevó el arma del Almirante.
"Hubo una inmediata conspiración de silencio en la Corte sobre el naufragio del Standart", recuerda Mossolov. "Todo el mundo sabía que la más mínima crítica de los oficiales del yate traería el castigo sobre la cabeza de cualquier persona que se aventurara a pronunciarla."
El zar Nicolás II
A pesar del ambiente relajado de las excursiones en el Standart, la seguridad y protección de la familia imperial seguía siendo una prioridad superior. El zar estaba tan temeroso ante un posible asesinato que había varios cruceros acompañando los yates imperiales en todo momento. Un aviso publicado en un periódico de Finlandia en 1911, dice lo siguiente:
"Aviso a todos los marinos en materia de regulaciones marineras cuando el yate imperial ruso se encuentre en aguas finlandesas: El fuego será abierto a todos los buques comerciales y todos los yates -ya sea a motor, a vela o a vapor- que se aproximen a la línea de guardia. Todos los buques que deseen hacerse a la mar deben pedir permiso al menos con seis horas de antelación. Entre la puesta y la salida del sol, todos los buques en marcha pueden esperar ser disparados".
Más de un personaje real fue bienvenido a bordo del Standart, entre ellos la Reina Alejandra -hermana de la emperatriz viuda María-, acompañada por su esposo, el rey Eduardo VII, así como el rey Gustavo de Suecia y el Káiser Guillermo II de Alemania.
A principios de junio de 1914, como era habitual en esa época del año, el zar y su familia partieron en un viaje a los fiordos de Finlandia. El clima estaba caluroso y el calor sofocante se intercalaba con lluvias torrenciales. Ese año, el zar Nicolás no pudo disfrutar del pintoresco paisaje y ni relajarse con la alegría serena de la vida familiar, pues desde finales de junio una mala noticia siguió a otra.
El Standart en Sebastopol, 1914
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria –que Nicolás y Alejandra habían conocido muy bien- y el atentado contra la vida de Rasputín alteraron el equilibrio mental de la pareja imperial. En pocas semanas se declaró la guerra y el Standart, por orden del zar, fue puesto en dique seco. Nunca más volvió a la tranquilidad de la costa de Finlandia o de Crimea.
Después de la Revolución, el yate imperial estuvo destinado a ser despojado de toda su antigua elegancia. En 1917, el Standart pasó a llamarse Vosemnadtsate Martza. En 1932, fue renombrado Martí. Entre esa fecha y diciembre de 1936, fue reinstalado como minador en la línea de Martí en Leningrado, brindando servicio en la Armada Soviética. Le fue instalado armamento pesado, así como carriles de minas. Había cuatro carriles en el puente de minas y dos más en la cubierta superior. La cubierta de minas podría llevar 580 y 200 podrían tener cabida en la cubierta superior.
El 23 de septiembre de 1941 el Martí fue dañado en un ataque aéreo en Kronstadt, pero fue rápidamente reparado para reanudar su actividad el día 26 del mismo mes. En otoño de 1941, algunas de sus armas de fuego se usaron en tierra en Leningrado. Después de la guerra, el Martí fue reformado y convertido en un buque escuela, rebautizado como Oka. Durante la remodelación, las máquinas de vapor fueron reemplazados por motores diesel. Fue desguazado en Tallin, Estonia, en 1963.
El minador Martí, 1942
Ya toda la antigua magia había desaparecido por completo.
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