La Mediatización de muchos estados soberanos alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico, junto con la Secularización de territorios soberanos pertenecientes a Obispados, Abadías y otras órdenes religiosas, fue un proceso que aconteció en Alemania entre 1795 y 1814.
La Mediatización se produce con la anexión de las tierras y la jurisdicción de un estado soberano por otro, a menudo manteniendo algunos derechos (generalmente, la conservación del título nobiliario) en los poderes mediatizados. Con la Secularización se produce la redistribución a poderes seculares de los territorios gobernados secularmente por un mandatario eclesiástico, tal como un Obispo, un Abad (o Abadesa) o un Gran Maestre.
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord, Ministro de Asuntos Extranjeros francés (1754-1838), responsable de las largas negociaciones que llevaron a las mediatizaciones y secularizaciones en Alemania
Con el colapso del Imperio Carolingio y el ascenso del Feudalismo, gran parte del espacio europeo se había reducido a un conjunto de minúsculos estados independientes. En Alemania, los sucesivos reyes germanos y los emperadores del Sacro Imperio invistieron de autoridad terrenal a muchos obispados, abadías, órdenes religiosas militares y conventos, y también concedieron derechos y libertades a muchas ciudades y villas (Ciudades Imperiales Libres). Al contrario que en España, Inglaterra o en Francia, los príncipes alemanes fueron incapaces de unir sus dominios en una monarquía centralizada, y por lo tanto, con el paso de los siglos, Alemania vino a estar compuesta por no menos de 300 estados independientes.
En 1803 la Dieta Imperial o Reichstag del Sacro Imperio Romano Germánico estableció una gran redistribución de la soberanía territorial dentro del Sacro Imperio, para compensar a los numerosos señores que perdieron sus posesiones al ser anexionados por Francia, como consecuencia de las Guerras Revolucionarias Francesas, los territorios del Sacro Imperio al oeste del Rin.
Regensburg, ciudad imperial, sede del Reichstag desde 1653
El emperador Francisco II, católico, hizo una reserva formal con respecto al reparto de los votos dentro de la Dieta Imperial, ya que el equilibrio entre estados católicos y protestantes dentro del Sacro Imperio había sido desplazado fuertemente hacia los segundos, al secularizarse los principados eclesiásticos de la Dieta.
La redistribución de la soberanía territorial se logró combinando dos procesos: la secularización de los principados eclesiásticos y la mediatización de numerosos y diminutos principados seculares.
Secularización
Alemania y el norte de Italia era una vasta red de diminutos estados, cada uno con sus propios privilegios específicos, títulos nobiliarios y autonomía. Los sucesivos emperadores y señores germanos concedieron a muchos titulares de obispados, abadías y conventos unos estados seculares (con sus títulos nobiliarios asociados), no ligados a la herencia de la sangre sino asociados a los correspondientes territorios, para ayudar en la administración de Alemania frente a la creciente descentralización y la autonomía local que siguió al ascenso del feudalismo.
El nombramiento personal de obispos y cargos eclesiásticos por los emperadores del Sacro Imperio y la oposición del Papado a tales prácticas produjo la llamada Querella de las Investiduras, a partir de la cual, los emperadores fueron incapaces de usar a los obispos para este fin. Desde entonces, obispos, priores, abades y abadesas condujeron sus nuevos reinos más como señores temporales que como señores espirituales.
El nombramiento personal de obispos y cargos eclesiásticos por los emperadores del Sacro Imperio y la oposición del Papado a tales prácticas produjo la llamada Querella de las Investiduras, a partir de la cual, los emperadores fueron incapaces de usar a los obispos para este fin. Desde entonces, obispos, priores, abades y abadesas condujeron sus nuevos reinos más como señores temporales que como señores espirituales.
Enrique IV del Sacro Imperio Romano ante el Papa Gregorio VII en Canossa, Italia (1077)
La corrupción endémica y la decadencia de estos pastores espirituales condujeron a la Reforma Protestante. La Contrarreforma restableció la relevancia de los Príncipes-Obispos, pero al final de la Guerra de los Treinta Años y la Paz de Westfalia (1648) muchos de sus estados se secularizaron (como ejemplo paradigmático, el Obispado de Bremen, que se convirtió en Ducado al triunfar en sus tierras el Luteranismo con la ocupación sueca).
En 1797 Napoleón Bonaparte derrotó a las fuerzas armadas del Sacro Imperio y por el Tratado de Campo Formio anexó a Francia todas las tierras del Sacro Imperio Romano Germánico situadas al oeste del río Rin. El emperador se vio en el deber de compensar a los señores que, por causa del tratado con la victoriosa Francia revolucionaria, perdieron sus tierras, proporcionándoles nuevos estados. Los únicos territorios disponibles fueron aquellos poseídos por los príncipes-obispos y otras autoridades religiosas del Sacro Imperio, y por lo tanto sus estados fueron secularizados y repartidos entre los señores de Alemania.
Napoleón Primer Cónsul (1799)
Los principados eclesiásticos eran ocupados por miembros de las familias más importantes del Imperio, en algunas ocasiones durante generaciones, los segundones bávaros fueron Electores Arzobispos de Colonia casi ininterrumpidamente desde 1583 a 1761. En 1792 vemos por ejemplo que el archiduque Maximiliano de Austria, hijo menor de la Emperatriz María Teresa, ocupaba las sedes de Colonia y Münster; el Duque de York, segundo hijo del Rey Jorge III de Gran Bretaña, ocupaba la de Osnabrück y al príncipe Clemente de Sajonia, hijo del Rey Federico Augusto de Polonia, era titular de Tréveris, Augsburgo, Regensburgo y Freisingen. No era extraño que un príncipe obispo prefiriera continuar en su sede a abandonarla para recoger la herencia de los estados familiares.
Solo sobrevivieron tres de ellos como estados no seculares: el Arzobispado de Ratisbona (Regensburgo), elevado desde Obispado con la incorporación del Arzobispado de Maguncia (Mainz) y las tierras de las Órdenes de los Caballeros Teutones y los Caballeros Hospitalarios. También el antiguo Arzobispado de Salzburgo fue secularizado, incrementando su territorio y elevado su estatus a ducado-elector.
Friedrich Karl Joseph Reichsfreiherr von Erthal, Príncipe Elector y Arzobispo de Maguncia (1786)
Monasterios y abadías perdieron sus medios de subsistencia al perder los territorios de los que dependían para obtener rentas y sostén económico y muchos fueron abandonados, sus tesoros artísticos, bibliotecas, edificios, subastados o destruidos, y sus monjes reagrupados o expulsados.
Mediatización
Aunque el número de estados alemanes fue disminuyendo significativamente desde la Guerra de los Treinta Años, al advenimiento de la Era Napoleónica todavía quedaban unos 290 estados soberanos. La derrota de la Primera Coalición tuvo como consecuencia la secularización de los estados eclesiásticos y la anexión a Francia de todas las tierras al oeste del Rin. En 1803, la mayoría de las Ciudades Imperiales Libres también fueron mediatizadas.
El 12 de junio de 1806 Napoleón estableció la Confederación del Rin para ayudara a asegurar la frontera oriental de Francia. El 6 de agosto el emperador Francisco II declaró abolido el Sacro Imperio Romano Germánico. Para obtener el apoyo de los estados alemanes más poderosos, se anunció que todos los estados que se unieran a la nueva Confederación, podrían mediatizar a los estados vecinos.
Franz Joseph Karl von Habsburg-Lothringen, emperador de Austria, rey de Hungría y de Bohemia, último Sacro Emperador Romano Germánico (1768-1835)
Después de la Batalla de Waterloo y del exilio de Napoleón a Santa Helena, las Grandes Potencias convocaron el Congreso de Viena para restablecer las antiguas fronteras de Europa. Se decidió que las monarquías mediatizadas, las ciudades imperiales libres y los estados secularizados no serían restaurados, pero a cambio sus títulos nobiliarios mantendrían sus estatus idénticos al de las monarquías reinantes y, además, podrían recibir compensaciones por sus perdidas posesiones. Sin embargo, muchos de los monarcas mediatizados nunca recibieron la supuesta deuda porque se dejó a la (mala) voluntad de las monarquías reinantes la ejecución del pago, sin que hubiera una autoridad que pudiera imponer el cumplimiento del pacto.
La Mediatización transfirió la soberanía de los pequeños estados seculares hacia sus vecinos más grandes y poderosos. Además de numerosos principados, todas menos un puñado de las Ciudades Imperiales Libres también fueron anexionadas por sus vecinos.
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