Jelena Karađorđević (1884-1962) era la hija del rey Pedro (Petar) de Serbia y su esposa, la Princesa Zorka de Montenegro. Era hermana mayor de Jorge, Príncipe Heredero de Serbia y de Alejandro I, rey de Yugoslavia. Nació como princesa Jelena de Serbia y fue conocida como Jelena Petrovna, Hélène Petrovna o Elena Petrovna después de su matrimonio.
Su padre, Petar Karađorđević, se convirtió en rey de Serbia el 11 de junio de 1903, después de que una conspiración hubiese desembocado en el brutal asesinato de Alexander I, el último monarca de la dinastía Obrenovic, junto con su esposa, la tremendamente impopular reina Draga. Luego, en 1918, Petar I de Serbia se transformó en Rey de los Serbios, los Croatas y los Eslovenos, la futura Yugoslavia.
Cuando Petar se proclamó monarca de los serbios tenía ya cincuenta y nueve años. Había enviudado el 16 de marzo de 1890 de la princesa Zorka de Montenegro, la mayor de las hijas del rey Nikola I. Zorka había sido "una belleza balcánica", un tanto exótica desde la perspectiva occidental, que había muerto en Cetinje, capital de Montenegro, tras dar a luz a su quinto hijo, que tampoco logró sobrevivir. La muerte de Zorka dejó a Petar viudo con tres hijos: Jelena, Đorđe (George) y Aleksandar (Alexander). En esa etapa, era, simplemente, un príncipe serbio en el exilio, que dependía de la protección de sus suegros. Serbia había sido duramente disputada por dos grandes familias rivales, los Obrenovic y los Karađorđević: entonces reinaban los Obrenovic, lo que significa que los Karađorđević intrigaban sin tregua en un constante intento por recuperar el trono del que se consideraban desposeídos. Pero las aspiraciones de Petar dependían, en primer lugar, de cómo evolucionara la situación en Serbia e incluso en el conjunto de los Balcanes.
El Rey Petar de Serbia
Petar necesitaba conservar el apoyo de su suegro, el soberano de Montenegro, que había sabido maniobrar para que los rusos le considerasen su principal aliado en los Balcanes. Quizá por eso tomó la decisión de no llenar nunca en su vida el hueco que había dejado Zorka. Podía permitirse relaciones breves, esporádicas aventuras, pero no quería reemplazar a Zorka para no molestar a sus suegros.
De momento sólo podía aguardar la ocasión propicia para desplazar a Alexander Obrenovic. Decidió alternar largas estancias en Cetinje con otras en Génova. Tenía planes concernientes a la educación de sus hijos, aprobados por su suegro. Quería que Jelena, llegado el momento, estudiase en el célebre Instituto Smolny de San Petersburgo y que Đorđe y Aleksandar, tras completar una primera fase educativa en Génova, acudieran a la famosa escuela para cadetes imperiales en San Petersburgo. Mandar a su hija al famoso Smolny de San Petersburgo encajaba a la perfección en la tradición de la familia Karađorđević. La madre había sido una pensionista interna en el Smolny, al igual que la mayoría de sus tías, las hermanas de Zorka: Militza, Stana, Marija, Jelena y Anna. Sólo las menores, Xenia y Vera, se habían quedado sin pasar por aquel instituto.
La joven Jelena con sus dos hermanos, Đorđe y Aleksandar, en sus uniformes de la escuela de cadetes de San Petersburgo, y su primo hermano, Pavel.
La formación allí había derivado en que las princesas montenegrinas aumentasen sus posibilidades de ingresar por matrimonio en el grand cercle de los Romanov. Militza se casó con el gran duque Peter Nicolaevich de Rusia a finales de julio de 1889. En agosto de ese mismo año, Stana se casó con Georgi, 6º Duque de Leuchtenberg, príncipe Romanov pues descendía directamente del zar Nicolás I a través de su hija María Nicolaevna (Stana se divorciaría de él en 1907 para casarse con Nicolasha, el hermano de su cuñado Peter) Estas bodas a la rusa de Militza y Stana inflaron de orgullo a sus padres, pues podían abrir las puertas a futuros enlaces prestigiosos para el resto de sus hijas y, sin duda, para su nieta Jelena, que mezclaba en sus venas la sangre de los Petrović-Njegoš montenegrinos con la de los Karađorđević serbios.
De momento, lo sustancial, a ojos de Jelena, era que el Smolny parecía un lugar propicio para las princesas de su estirpe. Tía Militza y tía Stana, que formaban parte de lo más granado de la sociedad montenegrina, podían supervisar su crianza. Además, en el Smolny todavía estudiaba la tía homónima de la niña, Jelena de Montenegro, una belleza morena, enigmática, de modales impecables y magnífica educación que en 1896, en la coronación del zar Nicolás II, conoció al príncipe Vittorio Emanuele, heredero del trono de Italia, y que, después de renunciar a su fe ortodoxa para convertirse en católica, pasó a ser su reina consorte.
La princesa Jelena siguió siendo una ilustre interna del Smolny que visitaba asiduamente la corte imperial y después una joven casadera que residía bajo tutela de sus extravagantes y controvertidas parientas. Margaretta Alexandra Eagar, la institutriz principal de las cuatro hijas del zar –las Grandes Duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia-, tuvo ocasión de ver con frecuencia a la princesa Jelena entre 1898 y 1904 y la evocaría como una muchacha de dulces rasgos, ojos oscuros y brillantes y aspecto apacible y amable. A las princesas imperiales les agradaba de manera instintiva cuando Jelena acudía a tomar el té a palacio acompañada de otra de sus tías, la princesa Vera de Montenegro.
Su otra tía, la reina Elena de Italia, fue quien la presentó al Príncipe Iván Constantinovich de Rusia, hijo del Gran Duque Constantino Constantinovich y bisnieto del zar Nicolás I. Los hijos del Gran Duque Constantino no llevaron el título de grandes duques de Rusia, sino el de príncipes de Rusia, en conformidad a la reforma hecha por Alejandro III el 14 de julio de 1886. Según esta ley, solo los hijos y nietos de un zar, hijos de matrimonio dinasta, podrían ser grandes duques, los demás llevarían el título de príncipes de Rusia y el tratamiento de Alteza Imperial. Así los Constantinovich, bien que hijos de matrimonio dinasta, eran bisnietos de un zar. El objetivo de la ley era de restringir el número de personas con derecho a rentas del estado.
La familia del Gran Duque Constantino en 1905. De izq a der: Príncipe Jorge, Príncipe Igor, Príncipe Oleg, Príncipe Constantino, Princesa Tatiana, Príncipe Gabriel, Príncipe Iván, Gran Duquesa Isabel y Gran Duque Constantino.
El Príncipe Iván era descripto por sus contemporáneos como una persona religiosa y gentil, apodado Ioannchik por sus parientes. Iván le propuso matrimonio poco después. Fue una boda por amor, una sorpresa para la familia porque el suave, introvertido Iván había pensado en convertirse en monje de la Iglesia Ortodoxa Rusa. La pareja se casó el 21 de agosto de 1911, en San Petersburgo. La noche anterior a la boda hubo una gran cena para 1000 invitados en Peterhof. Ella estaba ubicada entre el Zar a su izquierda y la Gran Duquesa Vladimir a su derecha. Años después Elena recordaría que el zar le pidió que lo llamara Nicki, ya que ella ahora formaba parte de su familia. Elena se rehusó y le dijo que por primera vez desobedecería una orden imperial. En realidad, estaba temerosa de su padre, el rey Petar, que estaba sentado cerca de la emperatriz. Cuando Helena era pequeña, el rey llamaba a la zarina “la pétroleuse”, como Louise Michel, un famoso anarquista de la época.
La elegante pareja de recién casados en Peterhof
Luego de su boda, Elena estudiaría medicina, una carrera que debió abandonar cuando tuvo su primer hijo, el Príncipe Vsevelod Ivanovich en 1914. Su hija, la Princesa Catalina Ivanovna, nació en 1915. Esta última fue el último miembro de la Familia Imperial en nacer antes de la caída de la dinastía.
Voluntariamente siguió a su marido al exilio, cuando el Príncipe Iván fue detenido tras la Revolución Rusa de 1917 y trató de obtener su libertad. Iván fue encarcelado por los bolcheviques, primero en Ekaterimburgo, Siberia y más tarde fue trasladado a Alapaevsk, una ciudad en Sverdlovsk Óblast, donde fue asesinado el 18 de julio de 1918, junto con sus hermanos Constantino e Igor, la Gran Duquesa Isabel Fiódorovna, el Gran Duque Sergei Mijailovich, su primo lejano el Príncipe Vladimir Pavlovich Paley, el secretario del Gran Duque Sergei, Fyodor Remez y Varvara Yakovleva, una monja del convento de la Gran Duquesa Isabel. Todos fueron conducidos al bosque por los bolcheviques locales, empujados a una mina abandonada y luego fueron lanzadas granadas al interior de la mina.
Iván había convencido a Elena a abandonar Alapaevsk y regresar con sus dos pequeños hijos, a quienes había dejado con su suegra, la Gran Duquesa Elizaveta Mavrikievna, pero la princesa fue detenida en Ekaterimburgo y encarcelada en Perm en 1918. Durante su encarcelamiento, los bolcheviques trajeron a su celda una chica que se llamaba Anastasia Romanova y le preguntaron si la muchacha era la Gran Duquesa Anastasia Nikolaievna de Rusia, la hija del zar Nicolás II. Elena dijo que no reconoció a la niña y los guardias se la llevaron.
Diplomáticos suecos obtuvieron permiso para que la suegra de Elena saliera de Rusia con sus nietos Vsevelod y Catalina y sus dos hijos menores, Jorge Constantinovich y Vera Constantinovna, en octubre de 1918, a bordo del buque sueco Angermanland. Elena permaneció encarcelada en Perm hasta que diplomáticos noruegos la localizaron y la transfirieron. Estuvo prisionera en el Palacio del Kremlin antes de serle permitido salir y reunirse con sus hijos en Suecia. Finalmente se estableció en Niza, Francia y nunca volvió a casarse. Como princesa de Yugoslavia recibió una pensión con la que ella subsistió mientras existió este reino, pero a fines de 1945 el dinero dejó de fluir y pasó sus últimos años en situación de penuria.
La Princesa Helena Petrovna en los años ‘50
Su sobrino, el Príncipe Tomislav de Yugoslavia, escribió sobre ella en sus memorias: “En 1959 estuve con mi esposa Margarita en el sur de Francia. Entonces descubrí que la Tía Jaba –los hijos de su hermano Alexander la llamaban así, apodo que en francés era “Jabé”- estaba en Niza. Yo había oído que estaba viviendo con grandes dificultades en un apartamento rentado, empobrecida, sin ningún ingreso y faltándole hasta los alimentos. Intenté encontrarla y ayudarla. Ella, sin embargo, rechazó cualquier ayuda e incluso un encuentro. Nadie, ni siquiera yo, tenía permitido verla en aquella triste condición. Persistió en ello hasta su muerte”.
Villa Trianon, en Saint-Jean Cap Ferrat, donde Elena vivió entre 1919 y 1953.
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