Un bautizo real es el sacramento bautismal impuesto a un recién nacido perteneciente a una familia real. El bautismo consiste en una ceremonia en que una persona que ha de unirse a la comunidad cristiana entra en contacto con agua bendecida, ya sea a través de la inmersión, la ablución (derramamiento) o la aspersión. En las iglesias cristianas el derramamiento es la forma más generalizada.
Al contrario que una boda real, en que la difusión es a nivel nacional e internacional, un bautizo es una ocasión más bien familiar, sin la categoría de un acontecimiento de Estado pero con la relevancia que le da la ubicación del recién nacido en la línea de sucesión al trono. El nacimiento de un bebé real implica un comunicado de prensa, un anuncio oficial al gobierno y el Parlamento, festejos populares cuando es heredero al trono y una ceremonia con mayor o menor asistencia de invitados, que pueden ir desde poco más de veinte personas, como en el bautismo de Andrea Casiraghi, primogénito de Carolina de Mónaco, el 1º de septiembre de 1984, hasta 1.200, como en la celebración bautismal de la princesa Catarina-Amalia, hija mayor de los Príncipes de Orange, el 7 de diciembre de 2003.
Cada familia real, como es lógico, bautiza a sus vástagos en el rito de su religión. Así lo han hecho los nueve nietos de Constantino II de Grecia, en el seno de la Iglesia Ortodoxa griega, como lo hicieron los príncipes Alexia, Pavlos, Nikolaos, Teodora y Filipos. Los Reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia bautizaron a los Príncipes Victoria, Carlos Felipe y Madeleine por el rito luterano protestante (el bautismo de la Princesa Heredera reunió a 700 personas en la capilla del Palacio Real de Estocolmo el 27 de septiembre de 1977). Los niños de la familia real británica lo han hecho siempre en el seno de la Iglesia Anglicana, de la que Elizabeth II es “gobernador supremo”. Por su parte, el primogénito del Príncipe Aimone de Saboya-Aosta y la Princesa Olga de Grecia, Umberto, recibió el sacramento católico el 18 de julio de 2009 (bautismo oficiado por el príncipe Alejandro de Borbón Dos Sicilias, de la Orden de los Legionarios de Cristo), al igual que todos los hijos de la Casa real de Saboya.
El bautismo de la hija mayor de los Reyes de Grecia, la Princesa Alexia, en Atenas, 1965.
Los escenarios elegidos para este acontecimiento son, mayormente, las capillas de palacios y castillos. Aunque ha habido excepciones. La tradición en Inglaterra, por ejemplo, es que los bautizos reales tengan lugar en Buckingham Palace, pero no en la capilla, sino en el salón de música acondicionado para tal evento (el último de ellos fue el del Duque de Cambridge, Príncipe William, primer nieto de la reina, el 4 de agosto de 1982). En contrapartida, la menor de los nietos de la reina, Princesa Beatriz de York, fue bautizada el 23 de diciembre de 1990 en la iglesia de Santa María Magdalena, en Sandringham, siendo el primer bebé de la familia real británica en tener un bautizo público. En España viene siendo costumbre que las ceremonias bautismales se celebren en el Palacio de la Zarzuela, marco de grandes acontecimientos de la familia real española. En la sala de audiencias de dicho Palacio fue bautizado el primogénito de la Infanta Elena (y primer nieto de los monarcas españoles), Felipe, el 4 de octubre de 1998. La hija menor del Príncipe de Asturias, la Infanta Sofía (el 15 de julio de 2007), recibió el sacramento bautismal en los jardines.
Los Príncipes de Asturias con su hija menor, la Infanta Sofía, el día de su bautizo en la Zarzuela, 2007.
Hace varios siglos, los bautizos de la Casa Real danesa se celebraban en las capillas de los propios palacios o incluso en los aposentos de la Reina, donde se disponía una fuente y un jarro con agua. En época más reciente, se ha trasladado la celebración a otros templos: iglesias como la de Holmens Kirke de Copenhague (donde recibieron el sacramento la reina Margarita, sus hermanas y el príncipe heredero Federico), la catedral de Aarhus (que acogió la celebración del príncipe Joaquín), la capilla de Fredensborg (la del príncipe Nicolás) o la iglesia de Møgeltønder (donde se bautizó al príncipe Felix).
Los Príncipes Herederos de Dinamarca, Federico y Mary, en el bautismo de su hija Isabella (2007).
Los cuatro hijos del Príncipe Heredero Federico fueron bautizados en la iglesia de Holmen (un templo que ha albergado otras tres ceremonias de la familia real danesa: el bautizo de la reina Margarita en 1940, su boda con el príncipe Henrik en 1967 y el bautizo del príncipe Federico en 1968). Otras familias reales han utilizado templos de su predilección. La Princesa Élisabeth Thérèse Marie Hélène de Bélgica, hija primogénita del Duque de Brabante, fue bautizada el 9 de diciembre de 2001 en la capilla del Castillo de Ciergnon, en las Ardenas belgas. La Princesa Catarina-Amalia de los Países Bajos, Princesa de Oranje-Nassau, primera hija del Príncipe Guillermo y la Princesa Máxima, recibió el bautismo el 12 de junio de 2004 en la Iglesia de San Jacob, en La Haya.
Uno de los tradicionales elementos históricos propios de estos bautizos es el vestido de cristianar, el “faldón”, al decir de los españoles.
El ajuar de bautismo
La prenda que va a lucir el bebé en su primer gran día constituye uno de los detalles más enternecedores de un bautismo real y usualmente tiene una nutrida historia familiar. La Princesa Ingrid Alejandra de Noruega, hija mayor del Príncipe heredero Haakon Magnus y bautizada en Oslo el 21 de enero de 2004, lució el mismo faldón que su bisabuelo, el rey Olaf, en 1903. La Princesa Catharina-Amalia de Holanda llevó el vestido con el que recibió las aguas bautismales su padre, el Príncipe Heredero Guillermo Alejandro y que fue confeccionado en 1880 para la reina Guillermina.
El bautismo del Príncipe Guillermo Alejandro de Orange-Nassau, Príncipe Heredero de los Países Bajos, el 2 de septiembre de 1967, en la Iglesia de San Jacobo de La Haya.
Cuando fueron bautizados los hijos del Príncipe Heredero danés, los mellizos Vincent y Josephine, el 14 de abril de 2011, el suspenso era saber qué vestidos de cristianar llevarían los niños, porque solo existe uno con tradición e historia en el seno de la familia real danesa. Se impuso el sentido común y el príncipe Vincent lució el faldón de 1870, confeccionado especialmente para el bautizo del futuro Christian X y que luego han llevado en sus bautizos la reina Margarita y sus hermanas, las princesas Ana María y Benedicta; la princesa Elisabeth, los condes Ingolf y Christian, el príncipe heredero Federico, el príncipe Joaquín, el príncipe Christian y la princesa Isabella, mientras que su hermana Josephine vistió un traje que perteneció a su bisabuela, la reina Ingrid.
España
El vestido que los infantes de la familia real española lucen durante la ceremonia de su bautismo es de encaje bordado a mano con guirnaldas y tiene a sus espaldas un largo recorrido histórico. Este faldón de cristianar se usó por primera vez el 26 de enero de 1938 en el bautizo de Don Juan Carlos de Borbón, hoy monarca reinante, que recibió las aguas bautismales en la capilla romana de los Caballeros de la Orden de Malta. Fue aquél un bautizo triste, en el exilio. Se guardó entonces el traje en un paño blanco de terciopelo, como se deben guardar los vestidos de cristianar, y se puso en un baúl junto a otros recuerdos a la espera de volverlo a usar algún día en tierra española.
Don Juan Carlos, 1938
Ese día llegaría treinta y cinco años después, en 1963, cuando la Infanta Elena vistió el mismo faldón que usara su padre para recibir las aguas del Jordán en el Palacio de la Zarzuela. A la ceremonia acudieron sus abuelos, los condes de Barcelona, que pisaban suelo español por primera vez desde 1930. Al bautizo de la infanta Elena le siguió el de la Infanta Cristina en 1965 y el del Príncipe Felipe en 1968.
Don Felipe, 1968
Sesenta años después, el faldón, ya una auténtica reliquia real, volvió a desempaquetarse. Fue usado por los ocho nietos de los reyes (Felipe Juan Froilán, Juan Valentín, Victoria Federica, Pablo Nicolás, Miguel, Irene, Leonor y Sofía). La tradición de bautizar a los bebés reales a los pocos días de nacer dejó paso, también, a la nueva costumbre de que recibieran las aguas habiendo cumplido, al menos, los dos meses.
Felipe Juan Froilán, 1998
Inglaterra
La Reina, el Príncipe de Gales, el Duque de Cambridge y casi setenta miembros de la familia real inglesa han tenido su momento en el centro de atención con este conjunto. Fue encargado originalmente por la reina Victoria cuando estaba embarazada de su primer hijo, la princesa Victoria, Princesa Real, que nació en noviembre de 1840, poco más de nueve meses después de su boda.
Los detalles del diseño son incompletos, pero se cree que proviene de la misma seda Spitafields del vestido de boda de la reina y adornado con encaje Honiton realizado por las mismas encajeras que hicieron el vestido de Victoria. Sin duda, estaría muy de acuerdo con la naturaleza sentimental de Alberto y Victoria querer un faldón de bautismo que se hiciera eco de su traje de boda lo más posible. Victoria dijo en su diario que su hija “se veía muy adorable en un traje y manto de encaje de punto Honiton blanco, todo sobre satén blanco”. El propio vestido es de seda con una superposición de encaje con volantes, tiene cintura alta con falda larga, mangas cortas y ancha faja de seda. Es claramente un diseño imponente para una ocasión muy especial pese a todo el encaje y la seda.
La Princesa Anne, 1950
Se ha escrito que esta ropa lleva tal cantidad de volantes y puntillas como para vestir “a todo el cuerpo de baile de El Lago de los Cisnes”. El vestido llegó a ser usado por cada uno de los nueve hijos de la reina Victoria, luego por muchos de sus nietos y así sucesivamente a lo largo de los años. Con el transcurrir de las generaciones, el vestido cambió de color, pasando del blanco puro elegido por Victoria a un tono suave de crema, del crema al marfil, del marfil al azul ventisquero, del azul ventisquero al magnolia. Para tratar de preservarlo, entre cada uso, era mantenido en un recipiente hermético en Buckingham Palace y lavado a mano en agua saneada, antes de ser guardado con cariño una vez más para el siguiente bautizo real. La reina Elizabeth era la guardiana y quien lo hacía llegar al domicilio del recién nacido en la víspera del gran día.
El Príncipe Harry, 1984
No es realmente una sorpresa que después de 167 años de uso, la reina finalmente decidiera que era tiempo de retirar el original traje victoriano y encargó una réplica, que fue usada por primera vez en abril de 2008 para James, Vizconde Severn, el segundo hijo de los Condes de Wessex.
La ceremonia en España
En los bautizos de los infantes de España ha primado siempre el sentido religioso y familiar de la celebración, si bien también han tenido proyección oficial. En estos casos se reúne la familia real al completo, así como una amplia representación de las altas instituciones del Estado, autoridades de la Casa de su Majestad y el personal médico que atiende a la parturienta. En el escenario elegido se coloca la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán –el famoso fundador de la Orden de los Predicadores-, una reliquia del siglo XII en la que fueron bautizados la mayoría de los herederos a la corona de España. Desde Felipe IV en Valladolid, en 1605, pasando por el actual Príncipe de Asturias, futuro Felipe VI, en el palacio de la Zarzuela en 1968, hasta la primogénita de los Príncipes de Asturias, la Infanta Leonor, segunda en la línea de sucesión al trono después de su padre, han recibido el agua bautismal en esa pila, que se instaló para mayor comodidad en el convento de Santo Domingo el Real de Madrid.
La pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán durante el bautizo de la Infanta Elena, primogénita de los Reyes, en 1963.
El ceremonial de bautizos de las dinastías españolas está registrado desde 1571, en tiempos de Felipe II. Las celebraciones duraban varios días y se derrochaba lujo en fiestas, corridas de toros y banquetes. Existía todo un ceremonial establecido para los bautizos regios. En realidad, durante mucho tiempo hubo dos bautizos. El acto sacramental de bautizar al recién nacido se realizaba enseguida del parto, porque la alta mortalidad infantil aconsejaba no arriesgarse a que el infante “muriese moro”. Y la fiesta del bautismo, con todo el boato de las ceremonias cortesanas, se celebraba tiempo después. A veces ese bautismo oficial se retrasaba mucho, como en el caso de la infanta Marianina, hija de Felipe V, que se celebró cuando la niña tenía casi cuatro años e iba a partir para la Corte de Francia, ya que estaba destinada a casarse con el heredero de Luis XIV.
Bautizo de Felipe II “el Grande”, Valladolid, 1554
Felipe V, primer rey español de la Casa de Borbón, quiso seguir las liturgias bautismales de la de Austria para mostrar la continuidad entre ambas dinastías, y cuando iba a nacer su primogénito Luis, en 1707, pidió al grefier (secretario de la Casa del Rey) todas las referencias sobre bautismos que hubiera en su oficina. El ceremonial desde tiempos de los Austrias fijaba hasta una procesión en la que participaban los Gentileshombres, cargos honoríficos de la Casa del Rey que desempeñaba la Grandeza de España. Cada gentilhombre llevaba una de las llamadas insignias del bautismo, los utensilios que empleaban los cardenales que administraban el sacramento: el mazapán, la vela, el capillo, el salero, la taza, el aguamanil y las toallas. El último bautismo que registró toda esta solemnidad fue el del rey Alfonso XIII, verificado en la capilla del Palacio Real de Madrid el 22 de mayo de 1886.
La ceremonia en Inglaterra
Pese a los cañonazos en Hyde Park, los miles de campanadas en Westminster Abbey y las iluminaciones de festejo en Trafalgar Square, los bautismos reales en Inglaterra son ceremonias muy privadas y tienen lugar en el salón de música de Buckingham Palace (excepcionalmente, el Príncipe Eduardo, Conde de Wessex, fue bautizado en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, al igual que Príncipe Henry “Harry” de Gales el 21 de diciembre de 1984 y el bisnieto de la reina, James, Vizconde Severn, hijo del Conde de Wessex, el 19 de abril de 1990). La recepción no es sino una reunión de familia, que se desarrolla en un recinto de dimensiones razonables. Ocurría lo mismo en la Edad Media, con la sola diferencia de que a los niños se les bautizaba en los tres días siguientes al nacimiento.
El bautismo de Victoria, Princesa Real, 1840
El ceremonial de la corte señala que los bautismos de los príncipes son acontecimientos puramente familiares. Algunos se preguntan entonces por qué se desarrollan en Buckingham y no en la parroquia de la cual depende el palacio, St. Martin-in-the-Fields. El 29 de mayo de 1926, el bautismo de la hija mayor del duque y la duquesa de York, la futura Elizabeth II, que tuvo lugar en la capilla privada de Buckingham, curiosamente pasó totalmente inadvertido.
Bajo Victoria, la capilla de palacio acogía a los invitados hacia la 1 de la tarde. Dos filas de sillas y cuatro banquetas los aguardaban. A los lados se encontraban representantes extranjeros y algunos miembros del gobierno. El altar, recubierto con terciopelo color carmesí donde estaban depositados utensilios de oro, se encontraba preparado para la ceremonia. Victoria Adelaida, hija mayor de Victoria, estrenó el 10 de febrero de 1841 la nueva pila bautismal, de plata dorada, que tenía la forma de un nenúfar sosteniendo una gran concha cuya parte interior, sobre el borde, estaba ornamentada con pequeños nenúfares flotantes. El agua para el bautismo provenía del río Jordán.
Cuatro generaciones Windsor en el bautismo del Príncipe Charles, 1948
La emoción alcanzaba su punto más alto cuando el arzobispo de Canterbury preguntaba a los padrinos y a las madrinas el nombre o los nombres del recién nacido. La reina misma vigilaba la elección. Terminada la ceremonia, el bebé era transportado a su habitación y los invitados seguían a la reina a una de las más bellas estancias del palacio, el Salón Blanco, para una recepción que, a través de Galería de las Pinturas, continuaba con un almuerzo en el gran comedor. Un magnífico pastel de bautismo coronaba una de las mesas.
Hasta la década del ’80 se desarrolló el mismo ritual en el salón de música ¡pero sin música! Solo los disparos del fotógrafo reemplazaban los sonidos del órgano; únicamente la Marcha Nupcial de Mendelssohn sobrevivía en el programa. Pero la costumbre se interrumpió en esa época. Y los bautizos se realizaron en diferentes templos de Inglaterra: el último fue el de Savannah Phillips, hija de Peter Phillips y la integrante más joven de la familia real, quien recibió el bautismo en la Holy Cross Church de Avening, Gloucestershire, el 23 de abril de 2010.
Lady Louise Alice Elizabeth Mary Mountbatten-Windsor, hija mayor de los Condes de Wessex, el día de su bautizo el 24 de abril de 2004 en la Capilla privada del Castillo de Windsor. Ella fue la última bebé real en lucir el vestido victoriano original de 1840.
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