La narración tradicional china de la historia se basa en el llamado ciclo dinástico, mediante el cual los acontecimientos históricos se explican como el resultado de sucesivas dinastías de reyes y emperadores que pasan por etapas alternas de auge y declive. Este modelo del ciclo dinástico ha sido criticado por muchos autores por dos razones fundamentales: en primer lugar, por su simplismo, ya que el modelo adopta un patrón recurrente según el cual los primeros emperadores son heroicos y virtuosos, mientras que los últimos son débiles y corruptos. Esta visión está sin duda influida por la interpretación de las propias dinastías reinantes, que encontraban en la degradación de la dinastía precedente una legitimación de su propio ascenso al poder. En segundo lugar, el modelo dinástico ha sido también criticado por presentar una visión nacionalista artificial, pues lo que en una interpretación alternativa podría verse como una sucesión de diferentes estados y civilizaciones en un mismo territorio, aparece como una mera alternancia de regímenes de gobierno en el marco imperturbable de una entidad nacional única.
La Ciudad Prohibida, el palacio imperial de las Dinastías Ming y Qing, durante el siglo XV.
A pesar de estas críticas, el modelo del ciclo dinástico permite ver los acontecimientos históricos que han llevado a la formación de la China actual como una estructura lineal de fácil comprensión, lo cual ha mantenido su vigencia entre los historiadores hasta la actualidad. Otra razón principal por la que el estudio de las dinastías y sus emperadores ha sido fundamental entre los chinos en el análisis de su propia historia es el sistema tradicional de datación de fechas, según el cual cada emperador establecía sus periodos de reinado como marco para contabilizar los años. Así, el año cristiano de 1700 se corresponde según el sistema tradicional chino con el año 38 de la era Kangxi, mientras que el año 1750 sería el año 15 de la era Qianlong. Incluso hoy en día, en Taiwan el año 2007 se designa en contextos formales como año 96 de la República. Este uso de las dinastías y sus emperadores para la propia datación de los años ha hecho imprescindible el dominio de la cronología dinástica en la tradición cultural china para adentrarse en el estudio de la historia.
Era Antigua
Los Tres Augustos y los Cinco Emperadores son los gobernantes mitológicos de China anteriores a las primeras dinastías históricas. Existen discrepancias sobre sus identidades. En algunas versiones los Tres Augustos son Fuxi, Nüwa y Shennong y los cinco emperadores son el Emperador Amarillo, Zhuanxu, Diku, Tangyao y Yushun.
Tras poner fin a las catástrofes que provocaron las crecidas anuales del río Amarillo, Da Yu (Huang Di, el Emperador Amarillo), funda la primera dinastía China con el apoyo de varias tribus, conquista las mejores tierras de China en la parte norte con la expulsión de sus oponentes, entre ellos a los antepasados de los actuales Miao, y se transforma en una sociedad esclavista en la que se admite la propiedad privada.
La dinastía Zhou gobernó China desde 1045-256 a. C. En el año 1045 a. C., la China Zhou Occidental derrocó a los Shang y estableció de esa forma su propia dinastía. La sociedad Zhou tenía un sistema de clases parecido al de los Shang, con aristócratas y plebeyos, y agregaron la clase esclava. La Dinastía Zhou controlaba solamente partes del norte de China, dividiendo el reino en varios estados, cada uno de los estados estaba controlado por un gobernador local, que hacía cumplir la autoridad central. Pasado el tiempo, estos estados crecieron cada vez más independientes, y el poder de la dinastía se debilitó.
Era Imperial
El rey de los Qin funda una nueva dinastía y toma para sí el nuevo nombre de 皇帝 (huángdì), de connotaciones religiosas, que traducimos al español por "emperador". A partir de este momento histórico, todos los monarcas chinos posteriores utilizarán este título, abandonando la denominación de "reyes" (王 wáng). El nuevo emperador se hizo llamar 始皇帝 Shǐ Huángdì ("primer emperador"), viéndose a sí mismo como el primero de lo que esperaba fuera una larga dinastía de emperadores. Es la primera dinastía de una China reunificada y mucho más grande que la gobernada por los Zhou. Hoy en día los chinos lo llaman más frecuentemente Qin Shi Huang ("Primer Emperador Qin"). Con él surge, por primera vez en la historia, un estado chino fuerte, centralizado y unificado.
En 206 a. C., Liu Bang, que dirigía la rebelión militar contra el ejército Qin, se proclama emperador, fundando una nueva dinastía: los Han.China prosperó con rapidez, la agricultura, la industria y el comercio florecieron. La dinastía Han se divide en dos periodos: Han Occidentales, que tuvieron su capital en Chang'an, y los Han Orientales, que mantuvieron un control menos efectivo sobre el territorio, y tuvieron que desplazar la corte al este, cerca de la actual Luoyang.
El Período de los Tres Reinos es aquel en que China, se halla dividida tras la caída de la dinastía Han, y por las luchas que se extienden por el país. Brevemente se unifica bajo los Jin del Este, para nuevamente ser dividida en numerosas dinastías de breve reinado. Se destaca la dinastía Wei del Norte (386-534), fundada por los Tuoba, un pueblo de la familia de los Hunos, que desde las capitales Datong y luego en Luoyang, dan un impulso al establecimiento del budismo, se inició la construcción de las majestuosas cuevas de Yunggan, Longmen, Mogao.
Los tres reinos en que quedó dividida China, Wei, Shu-Han y Wu, se disputaban la legitimidad de la continuidad de los Han. La reunificación de China se produjo bajo la dinastía Jin, que puede dividirse en dos etapas: los Jin Occidentales (265 - 316), que consiguieron unificar China, y los Jin Orientales (317 - 420), que continuaron gobernando el sur de China.
En el año 263, las tropas de Wei conquistaban el estado de Shu, con lo que los tres reinos se convirtieron en dos. En 265, Sima Yan, de la prestigiosa familia Sima, descendientes de Sima Qian, derrocó al emperador Wei, acabando con el poder de la familia Cao, e instauró la dinastía Jin. En el año 280, los Jin conquistaron el reino de Wu, con lo que consiguieron reunificar bajo la nueva dinastía el antiguo imperio Han.
Los historiadores chinos han dado el nombre de "periodo de los Dieciséis Reinos" a la época comprendida entre los años 304 y 439, durante la cual el norte de China atravesó una etapa de fragmentación política y de caos. Estos dieciséis reinos habían sido formados por pueblos de etnia no china.
Tras la reunificación, se inició una etapa de reformas institucionales y de consolidación del poder central. En esta época se construyó el Gran Canal y se amplió la Gran Muralla China.
En el año 705, la emperatriz Wu, que, según las crónicas existentes, tenía ya 80 años de edad, fue derrocada y su hijo el emperador Zhongzong retomó el poder, restaurando la dinastía Tang. Tras varios años de luchas internas, el emperador Xuanzong consolidaría el poder de la dinastía.
A pesar de todas estas luchas por el poder que se sucedieron en estos años, esta primera parte de la dinastía Tang fue una época de esplendor cultural y en la que el imperio dominaba grandes extensiones de terreno, incluso partes de Asia Central, en la actual Región Autónoma de Xinjiang, que no volverían a estar controladas por un emperador chino hasta la última dinastía Qing. En la visión tradicional china, la dinastía Tang representa una de las épocas gloriosas de China.
Sin embargo, esta época de esplendor tendría su fin al final del reinado de Xuanzong. A pesar de la aparente fortaleza del imperio, el general de origen centroasiático An Lushan dirigiría uno de los mayores intentos de rebelión de la historia china: la Rebelión de An Lushan, que sacudiría los cimientos del estado chino en el año 755.
La pérdida de poder efectivo por parte del estado, que para acabar con la rebelión había tenido que hacer concesiones a militares y a pueblos fronterizos, hizo que el control efectivo sobre los recursos del territorio se redujera de una manera drástica. El modelo de estado centralizado y fuerte que habían implantado los Tang se vino abajo, y no volvería a existir un estado fuerte y centralizado hasta la proclamación de la República Popular China en el siglo XX.
En el año 960, el militar de la dinastía Zhou del Norte Zhao Kuangyin fundaba la dinastía Song, continuación de las cinco dinastías que se sucedieron en el norte tras la caída de los Tang. Esta dinastía, que estableció su capital en Kaifeng, consiguió conquistar los reinos del sur y reunificar gran parte del territorio que había estado bajo soberanía Tang.
El periodo Song se pude dividir en dos partes: "Song del Norte", hasta 1127, cuando la dinastía controlaba la parte principal del territorio histórico de China, y "Song del Sur", de 1127 a 1279, periodo durante el cual la corte Song hubo de refugiarse en el sur, estableciendo la capital en la actual Hangzhou, después de su derrota frente a los Jin. Desde el sur, los Song mantenían el objetivo de reconquistar el norte, pero nunca pudieron hacer frente a la superioridad militar de los pueblos altaicos.
La reunificación de China se produciría, paradójicamente, gracias a la conquista del territorio chino por otro pueblo extranjero procedente del norte: los mongoles.
Este pueblo nómada de lengua altaica, llegaría a establecer uno de los mayores imperios de la historia de la humanidad. Bajo su gran líder Gengis Kan, las conquistas mongolas llegaron a unir bajo su imperio territorios tan distantes como Europa Oriental, Irán y China. El propio Gengis Kan logró la conquista de los Xia occidentales, mientras que su hijo Ogodei, el segundo Gran Kan, derrotó a los Jin en 1234.
El imperio mongol había sido dividido en cuatro partes. Una de ellas, el Gran Kanato, ocupó gran parte del territorio de las actuales China y Mongolia. En el año1271 el Gran Kan Kublai fundó una dinastía al estilo chino, bajo el nombre Yuan, con capital en Pekín. Ya como emperador Yuan derrotó definitivamente a la dinastía Song del Sur en la batalla de Yamen en 1279.
Los emperadores mongoles tuvieron que enfrentarse a la difícil tarea de gobernar una sociedad muy diferente de la suya. Clasificaron a la población en varias categorías étnicas y, tras un periodo de interrupción, reanudaron los exámenes imperiales para captar funcionarios para la administración.
El periodo Yuan estuvo marcado por una gran inestabilidad social, situación agravada por desastres naturales, como las inundaciones en el valle del río Amarillo, que provocaron hambrunas, y también por la epidemia de peste, que afectó a una gran parte del territorio. Esto provocó numerosas rebeliones contra los mongoles. Un líder rebelde de origen humilde, Zhu Yuanzhang, funda la dinastía Ming en 1368.
Durante el reinado de Yongle, China se convertiría en la primera potencia marítima del mundo, como evidencian los siete viajes de Zheng He al sur de Asia y África. Sin embargo, estos viajes no tendrían continuidad. Probablemente por el coste que éstos habían supuesto para las arcas del Estado, China abandonó su flota y renunció a continuar las expediciones marinas.
En el año 1644, la dinastía Qing, procedente de Manchuria, conquista Pekín. En China, ha sido considerada una dinastía opresora. Los manchúes impusieron su estilo de peinado y su forma de vestir a la población china, y la lengua manchú se utilizaba para los asuntos más importantes en la corte, dominada por la clase dirigente de origen manchú.
La dinastía Qing consolidaría la expansión territorial de China, incorporando al imperio Taiwan, Tíbet, Xinjiang y Mongolia. A pesar de la fortaleza militar del imperio Qing, se sucedieron las rebeliones contra éste. La más importante de las rebeliones antimanchúes fue la Rebelión Taiping, que causaría millones de muertos entre 1851 y 1864.
A lo largo del siglo XIX se sucedieron las disputas comerciales con las potencias occidentales, que dieron lugar a la Primera Guerra del Opio, que enfrentó a China con el Reino Unido entre 1839 y 1842, y a la Segunda Guerra del Opio, entre 1856 y 1860, en la que una alianza franco-británica tomó la ciudad de Cantón. El resultado de estas guerras fue la firma de los tratados de Nankín y de Tianjin, por los que el Reino Unido consiguió la soberanía sobre parte del actual territorio de Hong Kong, además de derechos comerciales y de navegación para las potencias occidentales.
En las últimas décadas de la dinastía Qing, bajo el mando de la poderosa Emperatriz Regente Cixi continuaron los conflictos con las potencias extranjeras por disputas comerciales. Además, la rivalidad con Japón por la influencia sobre Corea provocó la guerra chino-japonesa entre 1894 y 1895. Tras la derrota china en esta guerra, se firma el Tratado de Shimonoseki, por el que China reconocía la independencia de Corea, que pasaba a estar bajo influencia japonesa, y cedía Taiwán a Japón.
La derrota frente a Japón hizo crecer el desprestigio de la dinastía Qing. El descontento con el gobierno imperial manchú se manifestó en la aparición de numerosos movimientos revolucionarios que pedían la formación de una república. El 10 de octubre de 1911 se produce el Levantamiento de Wuchang, en la actual ciudad de Wuhan, que provoca la Revolución de Xinhai y que acabará con el derrocamiento definitivo del último emperador Qing, Puyi, en 1912.
No hay comentarios:
Publicar un comentario