Escocia (en inglés, Scotland; en gaélico escocés, Alba; en idioma escocés, Scotland) es la más septentrional de las cuatro naciones constituyentes del Reino Unido. Junto con Inglaterra y Gales, forma parte de la isla de Gran Bretaña, abarcando un tercio de su superficie total; además consta de más de 790 islas. Limita al norte y oeste con el océano Atlántico; al este con el mar del Norte, al sur con Inglaterra y al suroeste con el Canal del Norte y el mar de Irlanda.
Escocia toma su nombre de "Scotus", término latino que significa "irlandés" (la forma plural es Scoti, "irlandeses"). Esto hace referencia a los colonizadores gaélicos de Irlanda, país que los romanos inicialmente llamaron Scotia (forma femenina de Scotus). Los irlandeses que colonizaron la actual Escocia eran conocidos como Scoti. Los romanos de la Baja Edad Media utilizaban el nombre "Caledonia" para referirse a la actual Escocia.
Armas y divisa de Escocia en la entrada de Edinburgh Castle
El Reino de Escocia fue un estado independiente hasta 1707, fecha en la que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra, para crear el Reino de Gran Bretaña. La unión no supuso alteración del sistema legal propio de Escocia, que desde entonces ha sido distinto del de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, por lo que es considerada en el derecho internacional como una entidad jurídica distinta. La pervivencia de unas leyes propias y de un sistema educativo y religioso diferenciado forma parte de la cultura escocesa y de su desarrollo a lo largo de los siglos.
Surgido en el siglo XIX, el independentismo escocés ha ganado influencia desde finales del siglo XX; representado por el Partido Nacional de Escocia (SNP, Scottish National Party), que aboga por la independencia de aquel país, obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en las elecciones de mayo de 2011.
El Castillo de Stirling se ha mantenido durante siglos sobre un peñasco volcánico y fue el escenario de la coronación de numerosos reyes y reinas de Escocia.
Origen etimológico
La Crónica anglosajona del siglo X es el documento más antiguo en el que aparece el término Scotland, formado a partir del término latino Scoti, de origen dudoso, empleado como una referencia a los habitantes de Hibernia (la actual Irlanda). La palabra Scotia, aparecida en el latín vulgar, se empleó sólo para referirse a la zona de Escocia en la que se hablaba gaélico; además, este término alternaba con Albania, procedente del término gaélico para Escocia, Alba.
El empleo del término Scotland para referirse a todo el territorio escocés sólo se generalizó en la baja Edad Media. En los tiempos modernos el término Scot se aplica a todos los habitantes de Escocia, independientemente de su origen étnico, ya que la identidad escocesa es primordialmente cívica y no étnica o lingüística. El término scot también se emplea para referirse al idioma escocés, hablado en algunas zonas de los Lowlands o Tierras Bajas Escocesas.
Cima del escudo de armas de Escocia. El león rojo del Rey de los Escoceses sostiene los tres Honores de Escocia: la Corona, el Cetro y la Espada del Estado.
Historia antigua
Se ignora si Escocia estuvo habitada durante el Paleolítico, ya que las sucesivas glaciaciones que cubrieron su actual territorio podrían haber destruido todas las evidencias de asentamientos humanos anteriores al periodo Mesolítico. Se cree que los primeros grupos de cazadores-recolectores llegaron hace unos 11.000 años, cuando los hielos de la primera glaciación comenzaron a retirarse hacia el norte.
Los primeros asentamientos aparecieron en el territorio escocés hace aproximadamente 9.500 años, y los primeros pueblos hace unos 6.000. De este periodo data por ejemplo el asentamiento de Skara Brae, en la más grande de las islas Orcadas, que se encuentra en muy buen estado de conservación, así como otros restos de viviendas, enterramientos y centros rituales del Neolítico encontrados sobre todo en las islas escocesas. Esta abundancia de construcciones que han sobrevivido al paso del tiempo puede deberse a la ausencia de árboles en la zona, que permitió a los pobladores primitivos crear construcciones en la propia roca local.
Skara Brae es un extenso asentamiento neolítico, situado en la Bahía de Skaill, Islas Orcadas.
Caledonia y el Muro de Adriano
La historia escrita de Escocia comienza con la romanización del centro-sur de Gran Bretaña (las actuales Gales e Inglaterra, que formaban la provincia de Britannia). Los romanos llamaron inicialmente Caledonia ("Tierra de Caledonios") a Escocia, por el inmenso bosque de pinos caledonios que se extendía de norte a sur y de este a oeste por todo el país. El principal pueblo asentado en aquella época en la región escocesa era el de los pictos, así llamados, aparentemente, por su costumbre de pintarse el cuerpo. Los escotos, por su parte, eran un pueblo de origen irlandés, también conocido como dalriadas, que se estableció en el oeste de Escocia. Durante este periodo existían por lo tanto dos reinos diferenciados: el del oeste de Escocia, Scotland, y el reino picto del este, Alba.
La romanización de Escocia fue un largo proceso con multitud de interrupciones: en el año 83 a. C., el general Cneo Julio Agrícola derrotó a los caledonios en la batalla del Monte Graupius, lo que permitió la construcción de una cadena de fortificaciones conocida como Gask Ridge, cerca de la Falla de las Highlands (sin adentrarse, al parecer, más al norte); poco después, sin embargo, los romanos se retiraron a los Southern Uplands ("Mesetas del Sur"), es decir, al tercio más meridional de Escocia, y comenzaron la construcción del Muro de Adriano para controlar a las tribus de la zona.
El Muro de Adriano al este de Greenhead Lough, Northumberland
Esta línea marcó durante casi todo el periodo de ocupación romana el límite septentrional del Imperio romano, pese a la construcción, más al norte aún, del Muro de Antonino. Esta frontera sólo pudo ser defendida durante breves períodos, de los cuales el más tardío tuvo lugar entre los años 208 y 210, durante el mandato del emperador Septimio Severo. En total, la ocupación de estas zonas de Escocia por parte de los romanos se extendió durante no más de 40 años, aunque la influencia latina en la parte más meridional, sobre todo entre las tribus de origen bretón, fue más duradera.
La Edad Media
El reino de los pictos (con sede en Fortriu hacia el siglo VI) experimentó un importante desarrollo durante la Edad Media, quizás como respuesta al propio imperialismo romano. Un hito importante en esta lucha por la supervivencia y la ampliación fue la batalla de Dunnichen (685), en la que los pictos derrotaron a las tribus de Northumbria durante el reinado de Bridei III (671–693). El reinado de Óengus I (732–761) fue igualmente un periodo de consolidación para el reino picto.
El reino de los pictos ocupaba en esta época, según la descripción de Beda el Venerable, una extensión similar a la que después ocuparía el reino de los escotos durante el reinado de Alejandro I (1107–1124). Sin embargo, ya en el siglo X, el reino picto fue dominado por una cultura de origen gaélico, estableciendo el mito de la ascendencia irlandesa de la dinastía real de Cináed mac Ailpín (Kenneth MacAlpin o Kenneth I). En los siglos siguientes, partiendo desde su territorio original en el este de Escocia, al norte del fiordo de Forth y al sur del río Oykel, el reino picto logró controlar las tierras del norte y del sur. Hacia finales del siglo XII, los reyes de Alba habían añadido a su territorio el área angloparlante del sureste de Escocia y dominaban también las zonas de Galloway y Caithness; al final del siglo XIII, este reino se había extendido hasta alcanzar la extensión aproximada de la Escocia actual.
San Columba, uno de los monjes misioneros gaélicos que reintrodujo el cristianismo en Escocia, delante de la fortaleza de Bridei I, Rey de Fortriu (o rey de los Pictos)
Sin embargo, ciertos procesos culturales y económicos iniciados en el siglo XII iban a hacer que durante la Baja Edad Media Escocia adquiriera rasgos bien diferentes. El principal impulso a esta transformación se produjo durante el reinado de David I de Escocia (1083-1153), que inició lo que se conoce como la Revolución davidiana. Esta es la época en la que se introduce el feudalismo en Escocia, se reorganizan las formas de gobierno y se fundan las primeras ciudades y pueblos con fueros propios (los llamados burghs). Estas instituciones, así como la inmigración de caballeros y clérigos franceses y anglo-franceses, facilitaron un proceso de "ósmosis cultural", durante el cual los territorios meridionales y costeros del reino de Alba se convirtieron en angloparlantes, como ya lo eran muchas de las tierras recién conquistadas en el sur; el resto del reino, en cambio, siguió conservando la lengua gaélica.
La muerte de Alejandro III en 1286, seguida por la de su nieta Margarita I, rompió la línea sucesoria de la dinastía reinante. Esto llevó a la intervención de Eduardo I de Inglaterra, quien puso en el trono a su protegido Juan de Balliol. Cuando su relación se deterioró, se produjo un intento de conquista por parte de Inglaterra, que fue rechazado por William Wallace en las Guerras de independencia de Escocia. Por su parte, Robert Bruce, conde de Carrick, se proclamó Rey de Escocia con el nombre de Roberto I de Escocia.
David I y su sucesor designado, Máel Coluim mac Eanric, Malcolm IV.
La guerra con Inglaterra duró varias décadas, y la guerra civil entre los partidarios de la dinastía de Robert the Bruce (quien aseguraba ser descendiente de David I) y los partidarios de los Balliol, apoyados por Inglaterra, duró hasta mediados del siglo XIV. Pese a que la dinastía Bruce fue la vencedora, la ausencia de descendientes de David II permitió a su sobrino, Roberto II, ascender al trono y situar en él a la dinastía Estuardo. Los Estuardo gobernaron Escocia durante el resto de la Edad Media, un periodo de prosperidad que va desde el final del siglo XIV hasta la Reforma Protestante, pasando por el Renacimiento. Pese a ello, las luchas con Inglaterra continuaron, así como la división interna entre las Highlands o "Tierras Altas" y los Lowlands o "Tierras Bajas".
La época moderna
La Edad Moderna se abrió en la historia escocesa con el Rough Wooing o "cortejo violento" (1544 - 1551), una serie de ofensivas militares intermitentes mediante la cuales Inglaterra pretendía forzar un casamiento entre María I Estuardo y Eduardo VI de Inglaterra, objetivo que finalmente no logró. Además, el siglo XVI es el de la Reforma Protestante, encabezada en Escocia por figuras como John Knox y apoyada desde Inglaterra.
Maria, Reina de los Escoceses, con su segundo esposo, Lord Darnley
En 1603, Jacobo VI de Escocia heredó el trono inglés y se convirtió en Jacobo I de Inglaterra. Sin embargo, con la excepción de un breve periodo conocido como "Protectorado", Escocia continuó siendo un estado independiente, aunque sacudido por constantes enfrentamientos entre la corona y los Covenanters, sobre la forma de gobierno de la Iglesia. Tras la Revolución Gloriosa y el derrocamiento del católico Jacobo VII de Escocia por Guillermo III de Inglaterra y su esposa María II (1688), Escocia amenazó con elegir a un rey protestante distinto al de Inglaterra. En 1707, sin embargo, tras las amenazas inglesas de cerrar el comercio con Escocia, se firmó el Acta de Unión, que certificaba la creación del Reino de Gran Bretaña.
Pese a esta unificación de los dos reinos, los defensores de la Casa de Estuardo, conocidos como jacobitas, seguían teniendo influencia en las Highlands y en la zona noreste del país, especialmente entre los no presbiterianos. Sin embargo, los levantamientos jacobitas producidos en 1715 y 1745 no lograron apartar del trono británico a la Casa de Hannover. Dichos levantamientos sirvieron además como excusa para el desplazamiento masivo de los habitantes de las Highlands, en lo que se conoce como Highland Clearances.
Una tradición escocesa: la gaita de las Highlands
Tras la Ilustración y la Revolución industrial, Escocia se transformó en uno de los centros comerciales, intelectuales y culturales de Europa. Glasgow y Edimburgo, sobre todo, se desarrollaron rápidamente a finales del siglo XVIII, y durante el siglo XIX el surgimiento de la industria pesada en las riveras del río Clyde transformó a Glasgow en la "Segunda ciudad del Imperio Británico" después de Londres. La situación empeoró tras la Primera Guerra Mundial, en la que murieron un gran número de escoceses, provenientes sobre todo de las Highlands, pero en especial después de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual la situación económica de Escocia empeoró rápidamente, con la desaparición de un gran número de industrias que ya no eran competitivas en el mercado internacional.
Sólo en las últimas décadas del siglo XX logró el país apuntar una recuperación económica y cultural, gracias al surgimiento de nuevos servicios financieros y del sector electrónico (en lo que se conoce como Silicon Glen), así como a los beneficios del petróleo y gas del Mar del Norte. En 1998 el Gobierno del Reino Unido concedió mayores niveles de soberanía a Escocia, restableciendo el Parlamento Escocés y devolviendo a Edimburgo, simbólicamente, la Piedra de Scone.
Réplica de la Piedra de Scone, Moot Hill Chapel, Scone Palace, Perth
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