La monarquía parlamentaria es una de las formas de gobierno en la que el Rey ejerce la función de jefe de Estado bajo el control del poder legislativo (Parlamento) y del poder ejecutivo (Gobierno), es decir, el rey reina pero no gobierna (expresión debida al historiador y político francés Adolphe Thiers). Las normas y decisiones emanadas del Parlamento regulan no sólo el funcionamiento del Estado sino también la actuación y funciones del propio rey.
El Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico, bajo la nieve.
En la mayoría de las monarquías parlamentarias actuales la autonomía y poderes del monarca están muy limitados y recortados, pudiendo el Parlamento en cualquier momento tomar decisiones que obliguen a su cumplimiento por parte del Rey. En este tipo de sistema político el monarca sanciona las leyes y decretos que le son presentados para firmar por parte del Gobierno y Parlamento.
Suele ser habitual en una monarquía parlamentaria que el monarca disfrute de privilegios en función de su papel como máximo representante del país y Jefe del Estado. Estos privilegios suelen referirse no sólo al mantenimiento económico de la familia real y su seguridad, sino también a cuestiones de inmunidad jurídica, etcétera, que por afectar a uno de los principales órganos de representación del Estado, suelen venir regulados por una Constitución o una norma similar de carácter fundamental en Derecho.
Los Reyes de Suecia y sus hijos a su llegada al Riksdag de Estocolmo para la apertura de una nueva sesión parlamentaria (septiembre de 2008). Por una costumbre no escrita, las damas de la familia real visten de negro y se tocan con sombreros o tocados a tono.
Ceremonia de apertura
Las ceremonias de apertura del Parlamento, en que se marca el inicio de una nueva sesión parlamentaria, se realizan en varios países, siendo la más conocida la que se celebra en Gran Bretaña, en el Palacio londinense de Westminster. Similares ceremonias se llevan a cabo en otros reinos de la Commonwealth como Canadá, Nueva Zelanda y Australia. El Gobernador General, o en el caso de los estados de Australia y provincias de Canadá, el Gobernador o el Vicegobernador, por lo general son quienes ofrecen el Discurso del Trono. En determinadas ocasiones –muy raras-, la reina abre estos Parlamentos y entrega su propio discurso durante su visita. En Canadá, esto se hizo dos veces: el 14 de octubre de 1957 y el 18 de octubre de 1977.
En India, el Presidente abre el Parlamento con un procedimiento similar al Discurso de la Corona. Este es también el caso de repúblicas de la Commonwealth con una presidencia no ejecutiva, tales como Malta, Isla Mauricio y Singapur. En Holanda la apertura se llama Prinsjesdag y se lleva a cabo el tercer martes de septiembre. En Suecia, una ceremonia similar a la británica se llevó a cabo hasta 1974, cuando la constitución fue cambiada. La antigua apertura en Suecia era llamada Riksdagens högtidliga öppnande ("La solemne apertura del Riksdag") y era, como la británica, lleno de simbolismo. Después de la abolición de esta costumbre, la apertura actual se realiza en el Riksdag, pero en presencia del monarca y su familia. Sigue siendo el Rey quien abre oficialmente el Parlamento. Luego da un discurso seguido por la declaración de gobierno del Primer Ministro.
Apertura del Riksdag, Estocolmo, 1897
En algunos países con sistemas presidenciales o similares en los que las funciones de jefe de Estado y jefe de gobierno se fusionan, el discurso anual del presidente ejecutivo de la rama legislativa está impregnado de una parte del peso ceremonial de la apertura oficial parlamentaria. El más conocido ejemplo es el Discurso del Estado de la Unión en los Estados Unidos. Otro ejemplo es el Discurso del Estado de la Nación en las Filipinas, una antigua dependencia americana. Sin embargo, estos discursos difieren de una apertura oficial en al menos dos aspectos: en realidad no abren la sesión legislativa y son entregados por el jefe del Ejecutivo en su propio nombre.
Reino Unido
En el Reino Unido, la Apertura Oficial del Parlamento se lleva a cabo en la Cámara de los Lores, por lo general en noviembre o diciembre o, en un año de elección general, cuando el nuevo Parlamento se reúne en asamblea por primera vez. En 1974, cuando dos se celebraron elecciones generales, hubo dos aperturas oficiales.
El Parlamento británico en pleno durante una ceremonia de apertura
El soberano actual, la Reina Isabel II, ha abierto todas las sesiones del Parlamento de Westminster desde su ascensión, excepto en 1959 y 1963, cuando estaba embarazada del Príncipe Andrés y el Príncipe Eduardo, respectivamente. Estas dos sesiones fueron abiertas por Lords Commissioners, encabezados por Geoffrey Fisher, el Arzobispo de Canterbury, con el poder de Su Majestad. El Lord Canciller leyó el discurso de la reina en ambas ocasiones.
La Apertura del Parlamento británico es una brillante ceremonia, cargada de significado simbólico para el gobierno del Reino Unido. En un solo lugar se reúnen los miembros de las tres ramas del gobierno, de los cuales el monarca es el jefe nominal en cada caso: la Corona en el Parlamento (Su Majestad, junto con la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores), constituye el poder legislativo; los Ministros de Su Majestad (que son miembros de una u otra Cámara) constituyen el ejecutivo; los Jueces de Su Majestad, aunque no sean miembros de cualquiera de las Cámaras, son convocados para asistir y representar a la judicatura. Por lo tanto, la apertura del Parlamento demuestra el gobierno del Reino Unido pero también la separación de poderes.
La Reina y el Duque de Edimburgo en la primer apertura del Parlamento de su reinado (1952)
El ritual histórico comienza antes de que la Reina salga de su residencia, momento en que la Corona retiene a un miembro de la Cámara de los Comunes en el Palacio de Buckingham como un rehén ceremonial. Esto es para garantizar la seguridad de la soberana cuando ella entra en un Parlamento posiblemente hostil. El rehén es liberado con el retorno seguro de la Reina. Esta tradición proviene de la época de Carlos I, quien tuvo una relación conflictiva con el Parlamento y finalmente fue decapitado en 1649 al final de una guerra civil entre la monarquía y el Parlamento. En 1642 Carlos I irrumpió en la Cámara de los Comunes, en un intento fallido de arrestar a cinco de sus miembros por traición. Desde entonces, ningún monarca británico ha sido autorizado a entrar en la Cámara de los Comunes, por lo que la apertura se lleva a cabo en la Cámara de los Lores.
Antes de la llegada del soberano la Corona del Estado Imperial se lleva al Palacio de Westminster en su propia Carroza Oficial. Desde la Victoria Tower, la Corona es pasada por el Bargemaster de la Reina a la Contraloría de la oficina del Lord Chambelán. A continuación, es trasladada, junto con la Gran Espada del Estado y la Cap of Maintenance, para ser mostrada en la Galería Real.
La Corona del Estado Imperial es trasladada a la Galería Real
La Reina llega al Palacio de Westminster en un carruaje tirado por caballos, ingresando por la Entrada del Soberano bajo la Torre Victoria. Tradicionalmente, miembros de las fuerzas armadas delinean la ruta de la procesión desde el Palacio de Buckingham al palacio de Westminster. El Estandarte Real es izado para reemplazar la Bandera de la Unión en la Entrada del Soberano y se mantiene allí mientras ella está asistiendo a la ceremonia. Después que se reviste con la Parliament Robe (una capa de armiño y una cola de terciopelo carmesí) y se pone la Corona Imperial del Estado en la Robing Chamber, la reina ingresa a través de la Galería Real hacia la Cámara de los Lores. Por lo general va acompañada por el Duque de Edimburgo, e inmediatamente precedida por el Lord Great Chamberlain, el Earl Marshal, el Líder de la Cámara de los Lores portando la Cap of Maintenance sobre una barra blanca y un par del reino llevando la Gran Espada del Estado. Una vez en el trono, la soberana se dirige a la Cámara diciendo: My Lords, pray be seated ("Milores, ruego os sentéis").
Autorizado por la monarca, el Lord Great Chamberlain levanta su bastón para dar una señal al Gentleman Usher of the Black Rod (Ujier de la Vara Negra), encargado de convocar a la Cámara de los Comunes y que ha estado esperando en el vestíbulo de los Comunes. El Black Rod da la vuelta y, bajo la escolta del Doorkeeper of the House of Lords (Guardián de la Cámara de los Lores) y un inspector de policía (que ordena “Quitaos el sombrero, extraños" a todas las personas a lo largo del camino), se acerca a las puertas de la Cámara de los Comunes. Éstas se le cierran en la cara a su aproximación -simbolizando la independencia de los Comunes y su derecho a debatir sin la presencia del Representante de la Reina-. A continuación, golpea tres veces con su bastón (la Vara Negra) y es admitido a continuación. En la barra, el Black Rod se inclina ante el Presidente antes de proceder a la dispatch box y emitir la orden del monarca de que los Comunes asistan, de acuerdo a la siguiente fórmula:
"Sr. Presidente, La Reina manda esta honorable Cámara asistir a Su Majestad inmediatamente en la Cámara de los Pares".
Sir George Mills, Black Rod en 1970, llama a los miembros de la Cámara de los Comunes a escuchar el Discurso de la Reina.
El Presidente procede a asistir a la citación a su vez. El Sargento de Armas recoge la maza ceremonial y, con el Presidente y el Black Rod, lleva a los miembros de la Cámara de los Comunes, caminando de dos en dos, hacia la Cámara de los Lores. Por costumbre, los miembros van a ritmo de paseo, discutiendo y bromeando, en lugar de proceder formalmente. El Primer Ministro y el Líder de la Oposición por lo general caminan lado a lado, encabezando las dos líneas de diputados. Los Comunes llegan entonces a la barra de la Cámara de los Lores (ninguna persona que no sea miembro de la Cámara Alta puede pasar espontáneamente a la barra cuando se encuentra en sesión; una regla similar se aplica a los Comunes), donde se inclinan ante la Reina y permanecen allí.
La Reina lee un discurso preparado, conocido como el " Discurso de la Corona"o el "Discurso de la Reina", destacando la agenda de su gobierno para el año siguiente. El discurso no está escrito por ella, sino más bien por el Consejo de Ministros y refleja la agenda legislativa para los que buscan el acuerdo de ambas Cámaras. Tradicionalmente se ha escrito sobre un pergamino de piel de cabra y presentado a Su Majestad por el Lord Canciller, quien luego, en lugar de dar la espalda a Su Majestad, camina hacia atrás por las gradas del trono sin tropezar. Durante la apertura del Parlamento en 2010, sin embargo, el Lord Canciller Kenneth Clarke dio la espalda a la Reina; también restauró la peluca usada antiguamente por el Lord Canciller.
El Discurso de la Reina fue transmitido por primera vez por televisión en 1966
Todo el discurso está dirigido a "Milores y Miembros de la Cámara de los Comunes", con una excepción importante en la que Su Majestad dice específicamente: "Miembros de la Cámara de los Comunes, las estimaciones para los servicios públicos se colocarán delante de ustedes", ya que el Presupuesto está constitucionalmente reservado a los Comunes.
La Reina llega a la conclusión del discurso diciendo: "My Lords and Members of the House of Commons, I pray that the blessing of Almighty God may rest upon your counsels" ("Milores y Miembros de la Cámara de los Comunes, rezo para que la bendición de Dios Todopoderoso habite en vuestros consejos"). Entonces, los Comunes se inclinan de nuevo y vuelven a su Cámara.
Tradicionalmente, los miembros de ambas Cámaras del Parlamento escuchan el discurso de la Reina con respeto, no aplauden ni desaprueban los contenidos del discurso antes de ser debatido en cada Cámara. Este silencio, no obstante, se rompió en 1998, cuando la reina anunció el plan del Gobierno para abolir el derecho de los pares hereditarios a sentarse en la Cámara de los Lores. Unos pocos miembros del Partido Laborista de la Cámara de los Comunes gritaron "yes" y "hear hear" (“oigan, oigan”), lo que llevó a varios de los Lores a gritar "no" y "shame" (“vergüenza”). La reina siguió pronunciando su discurso sin pausa, haciendo caso omiso de la intervención. La conducta de aquellos que interrumpieron el discurso fue muy criticada en ese momento.
60 años después: la Reina y el Duque de Edimburgo en la última apertura del Parlamento (2011)
Países Bajos
El Prinsjesdag (Día del Príncipe) es el día en que el monarca reinante de los Países Bajos se dirige a una sesión conjunta del Senado holandés y la Cámara de Representantes en el Ridderzaal o Sala de los Caballeros en La Haya. El Discurso de la Corona (en holandés: Troonrede) establece las principales características de la política del gobierno para la próxima sesión parlamentaria. La ocasión es prescripta por la Constitución, el artículo 65 de la cual establece: Una declaración de la política a seguir por el Gobierno se dará por o en nombre del Rey ante una sesión conjunta de las dos Cámaras de los Estados Generales que se celebrará cada año en el tercer Martes de Septiembre o en la fecha que se fije por Ley del Parlamento.
En el siglo XVIII, Prinsjesdag era uno de los días festivos más populares del país y originalmente se utilizaba para celebrar el cumpleaños del Príncipe Guillermo V, el 8 de marzo. Entre 1780 y 1797 -conocida como la era Patriota - el día era utilizado para demostraciones de lealtad a la Casa de Orange, que es probablemente la razón por la que el nombre actual fue elegido en el siglo XIX para la apertura ceremonial del parlamento.
La Ridderzaal en plena sesión del Parlamento
Históricamente, la Constitución ha establecido que la apertura del Parlamento debería tener lugar en una fecha fija. Se llevó a cabo originalmente en el primer lunes de noviembre durante la primera mitad del siglo XIX y luego el tercer lunes de octubre, pero cuando una revisión constitucional presentó los presupuestos anuales en 1848, se necesitaba más tiempo para debatir el presupuesto, por lo que la fecha se adelantó un mes. Lunes se consideró inadecuado, porque muchos parlamentarios de distintas partes del país tenía que salir de sus casas el domingo para llegar a La Haya en el tiempo, por lo que una revisión de 1887 se trasladó al martes.
A lo largo de los años 1815 a 1904, el discurso de la Corona se dio en el salón de actos de la Cámara de Representantes, pero se trasladó de nuevo a la Sala de los Caballeros después de una profunda restauración del edificio a principios del siglo XX.
La pompa y la circunstancia siguen siendo una parte muy importante del día.
La Carroza Dorada se dirige por las calles de La Haya hacia el Binnenhof
La primera parte de Prinsjesdag es el Discurso de la Corona en la asamblea de los Estados-Generales. Alrededor de las 12:30, los miembros del Senado y la Cámara de Representantes entran en la Ridderzaal y se sientan enfrente y a la izquierda y derecha del trono. Los ministros y secretarios de Estado se sientan a la izquierda. Detrás de ellos están los lugares de los miembros del Consejo de Estado, el más alto órgano consultivo del gobierno. Todos se sientan en la enceinte, una zona delimitada por barreras de madera simbolizando que el jefe de Estado está en la conferencia con el Parlamento.
Fuera de la enceinte están los asientos para otros Altos Consejos de Estado, antiguos funcionarios civiles, altos oficiales de las fuerzas armadas, altos mandos del poder judicial, el Comisario de la Reina de la provincia de Holanda Meridional, el alcalde de La Haya y los invitados especiales.
La Reina Beatriz desciende de la Carroza Dorada a las puertas de la Ridderzaal.
Al filo de la 1, la Reina, normalmente acompañada por otros miembros de la familia real, deja el Palacio Noordeinde hacia el Binnenhof en la Carroza Dorada, precedida por dignatarios de la corte y con una escolta militar. Fuera del palacio destacan un regimiento de guardia de honor y una banda militar. Cuando la Reina llega a la Binnenhof, una banda arranca con el Wilhelmus (himno nacional). La soberana y sus acompañantes de la familia real –generalmente el Príncipe y la Princesa de Orange- saludan el estandarte del Real Cuerpo de Infantería de Marina de los Países Bajos (el regimiento más antiguo de las fuerzas armadas holandesas) y suben los escalones de la Ridderzaal, sobre los que cuelga un dosel.
El presidente del Senado preside la reunión conjunta. Poco después de las 1, abre la reunión y luego nombra a un número de ujieres de entre los miembros de las dos Cámaras para escoltar a la Reina y su séquito. En esta ocasión, los hombres miembros del Parlamento llevan en su mayoría vestimenta formal, mientras que las mujeres parlamentarias tratan de superarse unas a otras con extravagantes sombreros.
Los tradicionales sombreros usados por la Reina Beatriz durante la ceremonia.
Los ujieres reciben a la Reina y los miembros de la familia real en la entrada a la Ridderzaal. El presidente de la sesión conjunta anuncia entonces la llegada del jefe de Estado: una señal para que todos los presentes se pongan de pie. La Reina entonces procede al trono, desde donde pronuncia su Discurso de la Corona. En su calidad de cabeza (formal) del Gobierno, anuncia los planes para el nuevo año parlamentario, un discurso no escrito por la reina, sino por el Primer Ministro y el gabinete.
Cuando el discurso finaliza, el presidente del Senado proclama "Lang Leve de Koningin!" ("¡Larga Vida a la Reina!"), que es contestada por todos los presentes con "Hoera! Hoera! Hoera!" Esto pone fin a la sesión conjunta de las dos cámaras. Los ujieres escoltan a la reina y los miembros de la familia real a la puerta. El presidente cierra la sesión.
La Carroza Dorada de la Reina abandona el Binnenhof
Cuando la reina sale del Ridderzaal, la escolta de honor una vez más se forma en el Binnenhof y la procesión regresa al Palacio Noordeinde, donde tradicionalmente la familia real saluda a la multitud desde el balcón.
En todas las monarquías hay un despliegue de regimientos de guardias reales durante las ocasiones oficiales, como visitas de Estado y bodas reales. Desde Londres a Estocolmo, Madrid o Bangkok nada atrae más a las masas que una procesión de carrozas o automóviles descapotables con escolta de brillantes lanceros a caballo o un desfile de caballería o infantería de coloridos uniformes y bandas montadas de música. Pasar revista a la guardia o las tropas –como durante la Pascua Militar en España o el Trooping the Colour en Inglaterra- y presidir desfiles militares forma parte del deber de todo soberano -como comandante en jefe de las fuerzas armadas de su país-, al igual que participar en las procesiones de las órdenes de caballería o de las fiestas religiosas.
Pascua Militar 2012 en el Palacio de Oriente, Madrid
Guardia Real
Una Guardia Real es cualquier grupo de guardaespaldas militares o soldados armados responsables de la protección de un monarca (rey, emperador o príncipe). A menudo son unidades de élite de las fuerzas armadas regulares, o son designadas como tales, y pueden mantener derechos especiales o privilegios. Su principal misión es proporcionar seguridad en las residencias reales, dar escolta de honor a los monarcas y sus familias y a los jefes de Estado extranjeros en visita oficial.
Históricamente, los guardias reales han formado a la vez unidades puramente ceremoniales que prestan servicios en la proximidad del monarca, y regimientos de todas las armas, formando una élite designada sustancial y destinada para el servicio activo como parte del ejército. Un ejemplo de la primera categoría incluiría las Tropas de la Real Casa de la monarquía española de antes de 1930, que comprendía alabarderos y escolta a caballo. Ejemplos de la segunda sería la Guardia Imperial de los imperios ruso y alemán antes de 1917.
Relevo de la Guardia Real en el Palacio Real de Estocolmo
Los reyes frecuentemente crearon sus guardias reales tomando como modelo a otros gobernantes. Así, la Garde Imperiale de Napoleón fue imitada por su rival, el zar Alejandro I de Rusia, por su sucesor Borbón Luis XVIII y por su sobrino Napoleón III. Los modernos regimientos Garderegiment Grenadiers en Jagers de los Países Bajos y Escorte Royale de Bélgica conservan las características de uniformes y otras distinciones que manifiestan influencias napoleónicas.
La Banda de música de la Guardia Real danesa en formación frente al Palacio de Amalienborg
En la actualidad existen los siguientes regimientos reales:
Gentlemen at Arms; Life Guards Blues and Royals; Foot Guards; King's Troop, Royal Horse Artillery; Queen's Guard; Royal Company of Archers y Yeomen of the Guard, en el Reino Unido Guardia Real, en Bahrein Den Kongelige Livgarde, en Dinamarca Escorte Royale à Cheval y Garde de Palais Royale, en Bélgica Hans Majestet Kongens Garde, en Noruega Guardia Real, en Marruecos Garderegiment Grenadiers en Jagers y Garderegiment Fuseliers Prinses Irene, en los Países Bajos Högvakten, en Suecia Guardia Real Thai, en Thailandia Guardia Real, en España Konoe Shidan, en Japón
Comandantes de la Guardia real Thai ingresan a la Plaza Real de Bangkok para comenzar el desfile anual Trooping of the Colour, en honor del rey Bhumibol Adulyadej.
Desfile militar
Un desfile (también llamado marcha) es una procesión de personas, por lo general organizada a lo largo de una calle principal, a menudo con trajes específicos y acompañados por bandas de música, carrozas y, a veces grandes globos. Los desfiles se llevan a cabo por una amplia gama de razones, pero suelen ser celebraciones de algún tipo. En Reino Unido el término "desfile" se suele reservar para desfiles militares u otras ocasiones donde los participantes marchan en formación; en las celebraciones la palabra "procesión" es más habitual.
Un desfile militar es una formación de soldados cuyo movimiento está restringido por maniobras de orden cerrado conocidas como ejercicios de instrucción o marcha. Este tipo de desfile es hoy sobre todo ceremonial, aunque los soldados desde tiempos inmemoriales hasta el siglo XIX luchaban en formación. Los desfiles también pueden tener fines de propaganda, ya que se utilizan para exhibir la supuesta fortaleza militar de una nación.
La Familia Real belga y el Ministro de Defensa Pieter de Crem presiden el desfile por el Día Nacional de Bélgica en la Place des Palais.
La terminología proviene de la tradición de combate en formación de orden cerrado, en el que los soldados eran movilizados en formaciones muy estrictas para maximizar su efectividad en el combate. Mientras las formaciones se pudieran mantener, el ejército mantendría una ventaja significativa sobre sus oponentes menos organizados. Los ejércitos modernos usan los desfiles con fines ceremoniales o en entornos que no son de combate para su eficacia, facilidad de organización y fomento de la disciplina.
El más grande y antiguo desfile militar regular en Europa es el Desfile del Día de la Bastilla que se celebra cada 14 de julio, en los Campos Elíseos de París, durante las celebraciones del Día Nacional de Francia.
Desde el advenimiento de la tecnología, es posible incluir en estas ocasiones desfiles de aviones y barcos. Un desfile aéreo o flypast es una pasada de aviones, desde uno a docenas de aeronaves, tanto en contextos comerciales de exhibiciones aéreas como también para marcar, por ejemplo, días nacionales o aniversarios significativos. Son particularmente comunes en el Reino Unido, donde a menudo se asocian con eventos reales. Del mismo modo, para los buques, puede haber un sail-past de, por ejemplo, veleros de mástiles altos (como se vio durante Trafalgar 200) u otros navíos a vela como durante las celebraciones del 60º aniversario de la Segunda Guerra Mundial.
El Duque de Cambridge asiste al Colonel’s Review en el Horse Guards Parade en junio de 2011. El desfile militar anual a cargo de la British Army Household Division tiene lugar una semana antes del Trooping the Colour, que marca el cumpleaños oficial de la Reina.
Desfile aéreo (Flypast)
Flypast es un término usado en el Reino Unido, la Commonwealth y otros países anglosajones para referirse a los vuelos ceremoniales u honoríficos por parte de grupos de aeronaves y, en raras ocasiones, por una sola aeronave. Los flypasts a menudo están vinculados con acontecimientos reales o estatales, aniversarios, celebraciones y, ocasionalmente, eventos funerarios o memoriales. A veces se producen flypasts en situaciones especiales, para honrar a alguien o para celebrar ciertos tipos de aeronaves. Tienen afinidades con desfiles militares, de los cuales forman el componente aéreo. A menudo se producen en contextos de exhibiciones aéreas, pero están vinculados con el orgullo cívico, ceremonial y nacional.
Los flypasts aparecen regularmente en la vida pública y ceremonial en el Reino Unido, donde funcionan como un tipo particular de saludo aéreo. Sirven para mostrar respeto, exhibir aviones, mostrar habilidades de vuelo y deleitar al público, por ejemplo, durante su comparecencia anual después del desfile Trooping the Colour, el día del cumpleaños oficial de la Reina. En países de la Commonwealth, en particular Singapur, Canadá y Australia, se producen en los días nacionales y, ocasionalmente, en los aniversarios. Se les ve con menos frecuencia en otros territorios.
El Concorde y los Red Arrows de la RAF hacen un flypast durante el Golden Jubilee 2002.
Flypasts son generalmente realizados por la Fuerza Aérea o la Marina del país. En el Reino Unido, los Royal Air Force (RAF) flypasts a menudo se originan a partir de campos de aviación conocidos, por ejemplo, RAF Duxford o RAF Odiham. Han realizado flypasts, entre otros, la Fuerza Aérea de la India, la Fuerza Aérea de Pakistán, la Fuerza Aérea de la República de Singapur, la Real Fuerza Aérea Canadiense y la Real Fuerza Aérea Australiana. Escuadrillas aeróbicas de precisión, tales como Patrouille de France, Snowbirds y Frecce Tricolori, aparecen a menudo.
Las locaciones utlizadas para estos desfiles aéreos son usualmente lugares de importancia nacional. En el Reino Unido está el Palacio de Buckingham, donde la familia real en el balcón se unirá a los miles de espectadores en las calles y parques de abajo. Otras locaciones de Londres han incluido el río Támesis. Los 50º y 60º aniversarios de la Segunda Guerra Mundial fueron celebrados por flypasts sobre Normandía, en Francia. Las fiestas de Trafalgar 200 en 2005, para conmemorar el bicentenario de la Batalla de Trafalgar, se centraron en Portsmouth y en el mar.
Los años transcurridos desde 2000 han sido particularmente ricos en flypasts reflejando los hitos de la vida real: para saludar a la Reina Madre como Comandante en Jefe de los Red Arrows durante las celebraciones oficiales por sus 100 años, el 19 de julio de 2000; para mostrar respeto a la Reina Madre durante su funeral en Windsor, el 9 de abril de 2002; para marcar el final del Golden Jubilee Weekend el 4 de junio de 2002; para celebrar el 80º cumpleaños de la Reina en junio de 2006; para saludar a los Duques de Cambridge durante la aparición de la pareja recién casada en el balcón de Buckingham Palace el 29 de abril de 2011.
La escuadrilla acrobática Red Arrows sobrevuela el Mall londinense durante el cumpleaños de la Reina, en junio de 2011.
Procesiones
Una Procesión (del latín processio, de procedere, ir adelante, avanzar, proceder) es un cuerpo organizado de personas que avanzan de una manera formal o ceremonial. Muchos elementos pueden ser usados para hacer una procesión más importante que simplemente "gente caminando en la misma dirección":
• Un especial modo de transporte, como una barca ceremonial, un elefante con howdah, un carruaje tirado por caballos o un palanquín llevado sobre hombros. La llegada de Cleopatra para seducir a Marco Antonio en una barcaza perfumada ha tomado una proporción legendaria. Los reyes africanos a veces viajan en palanquines tallados para parecerse a coches de lujo u otros símbolos de estatus, mientras que las novias musulmanas lo hacen en camello con howdahs. El Papa ha sido tradicionalmente transportado en una especial silla de manos, conocida como la sedia gestatoria, durante las grandes procesiones en San Pedro. • Música, incluyendo todo, desde el coro de una procesión de la iglesia a la banda de música de una procesión militar. Pregoneros pueden marchar antes de la procesión, gritando para despejar el camino. • Orden de precedencia. Incluso sin exhibición ostentosa, un grupo de personas caminando hacia adelante se puede decir que forman una procesión, si el orden y la colocación claramente visualizan una jerarquía o una relación simbiótica. Por ejemplo, la cercanía de una persona al rey u otras figuras de alto rango tenía importantes connotaciones políticas cuando la familia real se desplazaba hacia o desde los servicios de capilla en el château de Versailles. Del mismo modo, la precedencia entraba en juego cuando en las más grandes fiestas eduardianas se avanzaba desde la sala al comedor y el movimiento estilizado y jerarquía de las unidades militares marchando establece claramente una procesión formal.
Durante la restauración al trono de Carlos II de Inglaterra, la procesión real abandona la Torre de Londres hacia Westminster (1661).
• Portadores de banderas, abanicos, iconos, tesoros u otros objetos llamativos, o que conducen animales exóticos. Esta formaba una parte muy importante de los triunfos romanos, así como el botín daba la prueba visual a la población romana del éxito del guerrero. La evolución más elaborada de ello son las espectaculares carrozas de los desfiles de Carnaval. Un ejemplo más sencillo es el portador del anillo en una boda. • Perfume, proporcionado por los portadores de flores o incensarios. • Intérpretes calificados, tales como acróbatas o bailarines. • Vestuario especial. Tradicionalmente, los trajes de los acólitos, los hombres de a pie, los guardias ceremoniales o los esclavos ayudaban a mostrar la riqueza de la persona que ponía en escena una procesión. Un ejemplo fue el decorado séquito de Jorge IV del Reino Unido, asistido en su coronación por nueve lores con sus propias ropas de seda, capas, gorgueras y sombreros de plumas. Otros ejemplos incluyen la Guardia Suiza y las altas vestimentas del Papa. Las ropas formales de las damas de honor y los padrinos en una boda siguen la misma tradición, aunque a veces a expensas de la persona asistente y no por las personas honradas en la ceremonia. Por último, las procesiones se organizan simplemente para lucir los trajes como parte de un evento más grande, por ejemplo, en desfiles de moda, representaciones militares, conciertos de música pop o festivales renacentistas. • Iluminación especial. Vigilias para los difuntos o para mostrar la solidaridad política a menudo incluyen una procesión con velas. Fuegos artificiales iluminan diversos eventos tales como coronaciones, desfiles y procesiones thai de barcazas reales. • Espectáculo agregado, tales como desfiles aéreos o caída de confeti y flores. • Distribución de dones, a menudo comida o dinero a la vez. Hoy en día, la mayoría de la gente está familiarizada con la distribución de granos en el Mardi Gras y el lanzamiento de caramelos en desfiles locales.
La procesión anual de la Orden de la Jarretera en Windsor Castle
Las procesiones tienen lugar fundamentalmente cuando se producen acontecimientos importantes a nivel gubernamental. La obra Recepción de los Embajadores de Siam en el Château de Fontainebleau es un ejemplo de ello, documentado por Jean-Léon Gérôme en 1864. La firma de la rendición por diplomáticos y soldados japoneses a bordo de un buque de guerra estadounidense al final de la Segunda Guerra Mundial implicó una procesión estrictamente codificada dentro y fuera de la nave. Las procesiones tienen un papel importante en las coronaciones, como la de Isabel II del Reino Unido en 1953, del Sha de Irán en 1967, de Otumfuo Osei Tutu II de los Ashanti en 1999 y de Norodom Sihamoni de Camboya en 2004.
Tal como en los antiguos Triunfos romanos, los Durbar del Raj británico en India implicaban grandes reuniones ceremoniales manifestando la lealtad a la Corona, lo que resultaba vital para las guerras en las que Gran Bretaña se veía comprometida. Estos fueron tal vez los mayores espectáculos reales en la Tierra, después de las coronaciones, en los que se desfilaba con gran pompa, incluyendo elefantes, como una demostración deslumbrante de la exitosa fórmula colonial británica de gobierno indirecto: el Raj en gran medida dependería de la lealtad de la mayoría de los príncipes gobernantes indios.
Los embajadores de Siam ante la corte de Napoleón III, en Fontainebleau.
Las ceremonias religiosas desde la prehistoria han empleado la procesión de objetos sagrados para inspirar solidaridad a la creencia. Los dogos de Venecia ponían en escena elaboradas procesiones en barca para bendecir las aguas que albergaban la estrictamente controlada economía marítima de la Serenissima. Las procesiones son utilizadas para marcar el inicio o final de un evento, tales como desfiles al comienzo de las ferias de condado o en los Juegos Olímpicos, o procesiones que comienzan y terminan funerales, graduaciones y bodas. Se encuentran además en casi todas las formas de culto religioso, como Semana Santa. Es imposible describir en detalle el gran desarrollo de las procesiones durante la Edad Media. Las más importantes y características de ellas todavía tienen un lugar en el ritual de la Iglesia Católica, así como los de la Iglesia de Inglaterra y las iglesias ortodoxas orientales.
La coronación del Papa Juan XXIII (4 de noviembre de 1958). La procesión ingresa a la Basílica de San Pedro con el Pontífice en Sedia Gestatoria para la Misa de Coronación.
Una Visita de Estado es la visita oficial de un jefe de Estado a otra nación, por invitación del gobernante de esta última. Las visitas de Estado son la forma más alta de contacto diplomático entre dos naciones y están marcadas por la pompa ceremonial y el protocolo diplomático. En las democracias parlamentarias, los jefes de Estado pueden formalmente emitir y aceptar invitaciones. Sin embargo, lo hacen con el consentimiento de sus gobiernos, que por lo general se ponen de acuerdo en que la invitación sea enviada o aceptada de antemano.
Los Príncipes Herederos de Japón, hoy Emperadores, visitan Estados Unidos (1960)
Existe una diferencia entre Visita Oficial y Visita de Estado. La visita de Estado implica la visita a los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), mientras que la visita Oficial es únicamente a un poder del Estado, usualmente al Ejecutivo.
Antes de un viaje oficial se produce el anuncio a los medios interesados y a las autoridades competentes en el lugar de destino, se establece una agenda concreta de actividades dentro del "programa oficial" (dependiendo de la naturaleza del viajero y del viaje ésta se pasará a la prensa o no y también se asignará tiempo para otras ocupaciones no-oficiales), se constituye una delegación que acompañe a la figura principal y se designa la presencia de un comité de recepción, igualmente oficial y acorde al rango del enviado.
La reina Juliana de los Países Bajos es recibida en Estocolmo por el rey Gustavo VI Adolfo de Suecia (1957)
Las visitas de Estado involucran alguno o todos de los siguientes componentes:
• Una ceremonia de bienvenida que consiste en una revista de la guardia de honor militar, desfiles y el toque de los himnos nacionales por una banda militar. • Una salva de 21 cañonazos para los jefes de Estado y una de 19 cañonazos para los jefes de gobierno. • Un intercambio de regalos entre el jefe de Estado extranjero y el jefe de Estado de la nación sede de la visita. • Banquetes de Estado, ya sea cenas formales u oficiales, ofrecidos primero por el jefe de Estado anfitrión, con el jefe de Estado extranjero como invitado de honor y luego por el visitante extranjero en agradecimiento a su anfitrión. • Una visita a una legislatura nacional, a menudo con un saludo formal al jefe de Estado extranjero por parte de los órganos legislativos reunidos. • Visitas de alto nivel de los jefes de Estado extranjeros a puntos de referencia nacionales, tales como depositar una ofrenda floral en una capilla militar o un cementerio. • Eventos culturales celebrando vínculos entre las dos naciones, que se llevan a cabo en conjunto con la visita oficial.
El Sha y la Emperatriz de Irán con los reyes de Thailandia durante su visita de Estado a este país (1968)
El jefe de Estado extranjero suele ir acompañado de un ministro gubernamental de alto rango, por lo general un Ministro de Relaciones Exteriores. Detrás del protocolo diplomático, las delegaciones formadas por organizaciones comerciales también viajan con él, ofreciendo una oportunidad para establecer contactos y desarrollar vínculos económicos, culturales y sociales, con líderes de la industria en el país que se visita. Al final de una visita de Estado, el visitante extranjero tradicionalmente emite una invitación formal al jefe de Estado anfitrión, que en otro momento, en el futuro, sería una visita de Estado recíproca.
Si bien los costos de una visita de Estado por lo general están a cargo de las arcas del país de acogida, la mayoría de los países son anfitriones de al menos diez visitas de Estado al año, con dos como la cifra menor. La mayoría de los jefes de Estados visitantes se alojarán en la residencia oficial del anfitrión, en una casa de huéspedes reservada para visitantes extranjeros, o en la embajada de su propia nación de ubicada en el país que se visita.
Los reyes Pablo y Federica de Grecia durante su visita al Reino Unido en 1963
Las visitas de Estado de reconocidos líderes mundiales, como el Presidente de los Estados Unidos, el Papa o la Reina Isabel II (quien dirige 16 países), a menudo reciben mucha publicidad y reúnen grandes multitudes en cada evento público.
El ejemplo del Reino Unido
La reina, en su calidad de jefe de Estado, desempeña un doble papel: el primero, en el interior, es el de tener bajo su jurisdicción todo el aparato de gobierno, la administración, las fuerzas armadas, la iglesia y la magistratura. El segundo es el de personificar y simbolizar a su país ante el resto del mundo.
En el balcón del ayuntamiento de Amsterdam, con la reina Juliana de los Países Bajos (1957)
El palafrenero de la Corona tiene la responsabilidad de los viajes oficiales o privados del soberano británico, pero es el Secretario Privado quien cuida los detalles de los desplazamientos aéreos o marítimos. Los viajes oficiales son organizados por el Foreign Office en combinación con la casa real. Dos veces por año, la familia se reúne en Buckingham Palace a los efectos de planificar las visitas: se extiende la lista sobre un inmenso tablero suspendido en el despacho de los palafreneros y de un solo golpe de vista puede verse dónde se encontrará tal o cual miembro de la familia real durante los seis meses siguientes y también la manera de viajar prevista. En general, la realeza viaja con sus propios medios de transporte.
Pasando revista militar a su llegada a Nassau (1994)
Los desplazamiento de la realeza en viajes no sólo se han incrementado en número, sino también en complejidad. Mientras que en los ochenta se arreglaban todos los detalles entre la casa real y la embajada del país que debía recibirlos, hoy día las consultas y los preparativos son mucho más laboriosos. Pueden pasar hasta dos años entre los primeros contactos, por intermedio del Ministerio de Asuntos Exteriores, del 10 de Downing Street y de Buckingham, y el momento en que la reina y su esposo pisan la alfombra roja en el aeropuerto de la capital que los recibe.
Llegando a Canberra, Australia (2012)
Por lo menos seis meses antes de su visita a un país extranjero –o aun a una localidad de Gran Bretaña-, se pone en acción todo un dispositivo de seguridad. El yeoman viajante, un secretario particular, un encargado de prensa y el personal policial patrullan el itinerario previsto, verifican el confort y la calidad de los hoteles albergándose en ellos y la eficiencia de los transportes utilizándolos. Los altos funcionarios de palacio controlan hasta el más mínimo detalle, como el tiempo que empleará la soberana en desplazarse desde su residencia oficial hasta la del jefe de Estado en cuestión, la duración de las presentaciones en cada recepción, la de las comidas y los discursos, los depósitos de coronas de flores, la firma de libros de oro y, en particular, las indispensables pausas previstas a lo largo de la jornada para eso que los ingleses llaman púdicamente the calls of nature, las necesidades fisiológicas. Estas precauciones se toman tanto por la reina como por sus acompañantes, los miembros de la casa real, así como también para el príncipe de Gales y para todos los príncipes de la sangre.
Libro de oro firmado por la reina y su esposo en Kingston, Canadá
La reina no viaja nunca sin un séquito de unas treinta personas, compuesto por lo menos por dos damas de honor, dos vestidoras, una mucama, tres secretarios, dos palafreneros, un asistente del secretario, un asistente del agregado de prensa, un peluquero, ocho valets itinerantes, un médico y seis guardias de seguridad. A esto se le suma la tripulación de a bordo (del avión, el buque o el tren). Eso sí, si un médico acompaña siempre a la reina en sus viajes, el servicio sanitario de Isabel II no tiene nada que ver con aquel de su antepasada Victoria: en 1889, el mismo comprendía tres doctores de la corte, diez honorarios, dos cirujanos rentados, tres cirujanos honorarios, tres parteros, dos oculistas, un pediatra, cuatro médicos honorarios para el palacio, un dentista y nueve farmacéuticos. Es necesario aclarar que la reina Victoria era acompañada por decenas de servidores indios, ingleses y escoceses y varias princesas de su familia, cada una con su séquito personal.
La reina con miembros de su Casa
Su secretario particular, el Master of the Household y el ministro de Asuntos Exteriores o uno de sus adjuntos son también sus acompañantes obligados en todo desplazamiento al extranjero y participan en las conversaciones políticas y económicas que figuran en el programa, al margen de las manifestaciones puramente protocolarias. Están allí también para aconsejar a la reina llegado el caso. El Foreign Office prepara un informe sucinto, aunque muy completo, sobre el país visitado, su situación política, las relaciones entre éste y Gran Bretaña y las personalidades con las que deberá entrevistarse. Se le adjuntan notas biográficas que le permitirán situarlas bien y llevar la conversación sobre sus trabajos y sus experiencias particulares.
La reina escoltada por autoridades locales y seguida por miembros de su séquito durante un viaje a Australia (2011)
“Imaginen”, dice el escritor Ralph Martin, “antes que ninguna otra cosa, que ustedes son el príncipe de Gales o la princesa real. Hacen el gesto de estrechar las manos; recuerdan el tiempo empleado para recoger los ramos de flores y sostenerlos y marchan casi exactamente al paso de los nobles tomando nota del tiempo que les lleva tal tarea. En cada detención, ustedes deberán saber quién estará allí esperándolos, quién estará sentado o de pie y dónde; qué cosa se les dirá y, por sobre todo, cuánto durará la ceremonia. En conjunto, con un detalle minuto por minuto, se emplearían docenas de páginas como informe y les será necesaria una intensa preparación.”
Una empleada de la casa real preparando el guardarropa de la reina.
Todo está planificado, estudiado, verificado, codificado. Una ficha indica el detalle de cada momento de la jornada: DJ, vestido de noche; LD, vestido largo; U, uniforme; LS, vestido de cóctel; DD, traje diario; TI, vestido de baile; T, tiara; D, condecoración. Por supuesto que esas letras pueden cambiarse. LDT significa, por ejemplo: vestido largo más tiara.
La reina parte de Fiji con destino a Nueva Zelanda (1954)
Isabel II ha batido todos los récords. En 1953, durante su Commonwealth Tour, estrechó la mano a 13.000 personas, pronunció 157 discursos y escuchó 276; honró con su presencia 135 recepciones; visitó 15 países diferentes, participó en 50 bailes, descubrió 13 placas conmemorativas, plantó 6 árboles y recibió más de 500 ramos de flores. Desde entonces ha viajado en visita oficial a casi dos países por año, y a veces más, como en 1980, un año particularmente cargado, en el que viajó a Suiza, Italia, el Vaticano, Argelia, Túnez y Marruecos. Esto sin tener en cuenta sus desplazamientos por la Commonwealth. El mismo año visitó Australia. En 1986 fue huésped del rey Birenda, de Nepal, y del Presidente de la República Popular China, Li Xiannian; y aún tuvo tiempo de volver a Australia, a Nueva Zelanda y a Hong Kong.
La reina y el duque de Edimburgo concluyen su tour australiano (octubre de 2011).
Cada baúl, cada caja y cada maleta son cuidadosamente marcados con etiquetas de diferentes colores. Cada miembro de la familia tiene su color exclusivo: amarilla para la reina, malva para el duque de Edimburgo, rojo para el príncipe de Gales, verde para la princesa real, etc. Las de la reina, con las palabras The Queen, son particularmente buscadas por los coleccionistas. Así que el travelling yeoman, encargado de sus equipajes, llevará siempre consigo una provisión. Durante el viaje de reconocimiento se habrá cuidado de medir la anchura de todas las puertas y el volumen de todas las cabinas de ascensor, de prever el transporte necesario y el itinerario más rápido para encaminarlas a su residencia, ya que, desembarcadas después de ella, tendrán obligatoriamente que ser descargadas antes de su llegada.
El equipaje de la reina, con sus etiquetas amarillas.
Sir John Colville, que fue secretario particular de Elizabeth II cuando era aún princesa y lo había sido de Neville Chamberlain y de Winston Churchill, dijo que “… las innumerables visitas de la reina al extranjero han hecho más por recordar a la gente que Gran Bretaña existe, por crear un clima favorable en los países extranjeros y en los de la Commonwealth a la vez y por promocionar las exportaciones británicas que muchas conferencias ministeriales y muchos protocolos diplomáticos”.
Una boda real es la ceremonia del matrimonio de un miembro de una familia real. Las bodas de los príncipes –principalmente los herederos del trono- o los de los propios monarcas, son importantes ocasiones de Estado y atraen significativa atención nacional e internacional.
La Princesa Elizabeth y el Duque de Edimburgo en 1947
Cuando una boda es al mismo tiempo una fiesta familiar y un acontecimiento nacional, las monarquías de Europa, del Cercano y Lejano Oriente y de África envían sus representantes, monarquías que todavía perduran porque ayudan a conservar, con su influencia actual, atenuada y anodina, la unidad nacional. Un presidente de la República es encarnación del Estado; un soberano es encarnación del país. La boda del hijo del presidente es un asunto de familia; la boda del hijo del rey, especialmente la del príncipe heredero, es algo que concierne a una nación entera.
Varios príncipes herederos se han casado con plebeyas, diluyendo la sangre azul de la estirpe. La tendencia igualitaria ha incitado a los royals a actuar como burgueses, opacando esa aureola que sobrevivía del tiempo en que las monarquías deslumbraban. El Príncipe de Gales protagonizó la primera de las bodas de los herederos europeos al casarse con la malograda Lady Diana Spencer –por lo demás, la novia real con más sangre noble de todas las que vinieron después-. Puede decirse que, dado el papel que los medios de comunicación jugaron ese 29 de julio de 1981, hubo un antes y un después de la boda de Carlos y Diana. Fue para Gran Bretaña la ocasión de mostrar la fuerza del sistema monárquico. Lo que la familia real inglesa hizo ese día no hubieran podido hacerlo ni un gran jefe de Estado de un régimen presidencial, ni el más conciliador de los presidentes de un régimen parlamentario. Mientras duró esta fiesta deslumbrante, un ballet estudiado a la perfección, fotografiado y filmado para todo el mundo, la Inglaterra de los desocupados y de los manifestantes formó un todo con el país amante de las tradiciones y apegado a los antiguos privilegios.
Sin embargo, el desastre matrimonial de Carlos y Diana cambió el destino del resto de los herederos. Ninguno quiso un matrimonio dentro de las viejas reglas de la monarquía y todos apostaron por su libre albedrío, es decir, casarse por amor sin tener en cuenta el origen de su pareja. Desde Pavlos de Grecia –heredero en el exilio- con Marie-Chantal Miller en 1995, hasta Alberto II de Mónaco con Charlene Wittstock en 2011, las novias reales no pertenecen a la realeza. En 1999, Felipe de Bélgica se casó con la pedagoga Matilde d’Udekorn, quien, por su parte, pertenece a la nobleza no titulada de Bélgica (jonkheer) por vía paterna y su madre es la condesa polaca Anna Maria Komorowska. Por lo tanto la Duquesa De Brabante es actualmente una de las dos princesas herederas consortes de una casa reinante europea con ascendencia noble. La otra es la princesa consorte de Liechtenstein, Sofía, hija del Príncipe Max-Emanuel de Baviera y de la Condesa sueca Elisabeth Christina Douglas. Su padre había añadido en 1973 el tratamiento de Duque en Baviera, por un primo suyo que había hecho lo mismo años antes y desde entonces había sido llamada Duquesa Sofía en Baviera. A partir de su casamiento con Alois de Liechtenstein recibe el tratamiento de Su Alteza Serenísima, La Princesa Heredera de Liechtenstein, Condesa de Rietberg.
Los Duques de Brabante protagonizaron la última boda real del siglo XX
Códigos de vestimenta
En las celebraciones inglesas exigen que las mujeres invitadas a una boda real cubran su cabeza con sombreros, según la tradición de la iglesia griega ortodoxa o la iglesia anglicana. A partir de ello se toman las precauciones necesarias para usar cubrecabezas discretos, pues no es idea convertir la ocasión en un nuevo Royal Ascot. Pero ahora ha nacido un nuevo accesorio que bien puede sustituir al sombrero tradicional; el tocado o fascinator -hechos con plumas, flores o encaje- una tendencia completamente inglesa.
Para una boda de día, las mujeres deben ir de corto (hasta la rodilla o un poco por debajo de ella) y, como se ha dicho, con sombrero o pamela. No es casualidad que las soberanas nunca coincidan en el color de sus trajes; detrás hay una labor entre secretarías. Éstas se encargan de averiguar, discretamente, los tonos elegidos por cada Casa Real para evitar momentos incómodos.
Cuando la ceremonia se celebra de tarde, como es común en las bodas nórdicas (Noruega, Dinamarca, Suecia), es de rigor vestir de alta gala, es decir, con vestido largo, la cabeza descubierta y el pelo retirado del rostro. Generalmente los complementos estrella son las tiaras, deslumbrantes obras de arte que destacan en los tocados femeninos. Los caballeros lucen frac o uniforme militar y guantes blancos. Las bandas y medallas de las órdenes dinásticas se despliegan tanto en damas como en caballeros.
Los vestidos de novia han sido creaciones únicas, oscilando de los más recatados a los escotados, de los de buen gusto a los más fantasiosos. Como corresponde a una boda real, no deben ser strapless ni de excesivo escote. De hecho, algunos pocos han tenido escote tan alto y tan austeros que se parecían más a hábitos monjiles (como el de la Princesa Real Ana de Inglaterra), si no fuera por las fantásticas tiaras que coronaban los conjuntos. Luego hubo un par, como el de Gloria, Princesa von Thurn und Taxis, y el de Clotilde, Princesa de Saboya, cuyos atuendos nupciales fueron diseñados para ocultar sus embarazos (definitivamente, no monjiles).
Habitualmente las princesas consortes recurren patrióticamente a firmas de moda de su propio país para el diseño del traje nupcial. Letizia, Princesa de Austrias, usó un vestido del español Manuel Pertegaz; Mathilde, Duquesa de Brabante, uno del belga Edouard Vermeulen; Masako de Japón, un modelo de Hanae Mori; Mary de Dinamarca, uno del danés Uffe Frank; Mette-Marit de Noruega, uno del noruego Harder Finseth; Victoria de Suecia fue con un vestido del sueco Par Engsheden. Grace Kelly recurrió a la diseñadora de la MGM Helen Rose para el que muchos consideran el más bello de los vestidos de novia. Por su parte, las novias británicas siempre han favorecido a los modistas británicos. La Princesa Elizabeth –luego reina- y su hermana la Princesa Margarita recurrieron a Norman Hartnell. Lady Diana Spencer eligió a David y Elizabeth Emmanuel para su controversial pero icónico traje, mientras que Sarah Ferguson usó un modelo de Lindka Cierach. Catherine Middleton, cuando contrajo matrimonio con el Príncipe William, tercero en línea de sucesión al trono británico, fue con un diseño de Sarah Burton, para Alexander McQueen.
Hay excepciones. El italiano Valentino creó el traje de la Princesa Máxima de los Países Bajos y de Marie-Chantal, Princesa Heredera de los Helenos; el inglés Bruce Oldfield fue el responsable del vestido bordado en oro de Rania de Jordania y el también italiano Giorgio Armani diseñó tanto el modelo como el ramo nupcial de Charlene, Princesa consorte de Mónaco.
Casos reales
Las bodas de miembros de la realeza, con el paso de los años y las circunstancias históricas, han revestido características diferentes, como en estos ejemplos que he recogido.
1895
Greg King, en su libro The Last Empress, relata vívidamente la boda de Alix de Hesse, nieta por vía materna de la Reina Victoria, con el zar Nicolás II de Rusia. La ceremonia tuvo lugar el frío 26 de noviembre de 1895, en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, una semana después del funeral del zar Alejandro III.
“Finalmente aparecieron Alejandra y Nicolás. Caminaban tomados del brazo, siguiendo la larga cinta de la alfombra carmesí que pasaba de una sala a otra; atravesando los pisos de parquet, de mármol y de madreperla; bajo los techos de estuco, los cuadros y los dorados; a través de las cámaras con sus columnas de mármol, malaquita y jaspe, de perfume en perfume –rosas en vasos de porcelana, orquídeas y lirios del valle, todo esto enviado a través de la nieve y traído de Crimea en tren-. Formaron una procesión que se extendía a largo de cuatrocientos metros y atravesaba las salas atestadas de oficiales uniformados y damas cubiertas de diamantes. Los soldados de los regimientos de la guardia desenfundaban los sables y saludaban al paso de la procesión: cosacos con chaquetas escarlatas y doradas, húsares vestidos de rojo, lanceros de azul. Detrás de Alejandra y Nicolás marchaban los padrinos de boda, los Grandes Duques Jorge y Miguel, los hermanos del zar; su tío, el Gran Duque Sergio y su primo Cirilo. Venían después las madrinas, con los blancos vestidos de corte, los velos largos y las colas de terciopelo carmesí. La procesión necesitó casi media hora para pasar frente a los tres mil invitados que esperaban en los salones y para llegar a las puertas lustradas de la capilla…”
“... Esperando, con las relucientes estolas de plata y las capas pluviales y mitras salpicadas de diamantes, los ancianos sacerdotes de cabellos blancos esperaban en el umbral (…) Alejandra y Nicolás avanzaron a lo largo de la capilla blanca y dorada, sonriendo a los miembros de la familia y los amigos que ocupaban el lugar. Paso a paso Alejandra se adelantó, la cara casi oculta bajo los velos que descendían de los diamantes distribuidos sobre su cabeza, la cola y los vestidos descendiendo en una sucesión de capas de gasa de plata y brocado, las joyas resplandeciendo con cada movimiento, con cada giro, mientras ella flotaba sobre la alfombra roja y las armonías gloriosas de los coros resonaban en el salón (…) Unos pasos más y ella y Nicolás ya estaban sobre el estrado, bajo la cúpula, flanqueados por enormes canteros de orquídeas y lirios, rodeados por los miembros de la familia, frente al iconostasis, el altar recamado de joyas, que relucía en la semipenumbra de las lámparas votivas.”
“Un sacerdote entregó cirios encendidos a Alejandra y Nicolás y después presentó una bandeja de plata, sobre la cual descansaban las dos alianzas. Lentamente, el anciano metropolitano de San Petersburgo trazó el signo de la cruz sobre ellos y anunció: ‘La servidora de Dios Alejandra se compromete con el servidor de Dios Nicolás’. Los dos prometidos intercambiaron tres veces los anillos, como signo de reconocimiento de la Santa Trinidad, mientras los sacerdotes cantaban y balanceaban los incensarios dorados. Una vez intercambiadas las alianzas, Alejandra y Nicolás se arrodillaron, mientras el coro entonaba el Salmo 77, extraña y sombría elección tratándose de una boda”.
“(…) Tomados de la mano, Alejandra y Nicolás rodearon tres veces el altar y después se arrodillaron a rezar. Cuando se reincorporaron, besaron una cruz de oro y un icono y poco después de la una de la tarde Alejandra se convirtió en Su Majestad Imperial, la Emperatriz Consorte de Rusia”.
1937
En el Castillo de Candé, todo estaba listo. Había grandes floreros con peonías blancas y rosadas a los lados de la mesa nupcial y cuatro sillas delante de ella: para la novia, el novio, Herman Rogers, vocero ante la prensa y el Mayor Edward “Fruity” Metcalfe, el padrino. En otra mesa había más flores y una serie de banderas norteamericanas… una gran chimenea de piedra y una tercera mesa junto a la ventana mostraban otro despliegue de flores… En aquel cuarto inundado por la luz del sol había un total de dieciséis invitados. Sin duda, una extraña boda para un hombre que, sólo seis meses antes, había sido el rey de Inglaterra y emperador de la India, soberano de 500.000 personas que vivían sobre 20.000.000 km2 del mundo.
Primero tuvo lugar la ceremonia civil efectuada por el cohibido alcalde de Monts, quien no dejó de ajustar nerviosamente su fajín rojo, blanco y azul, con sus borlas doradas. Leyó la breve fórmula, informó a la novia que debía obedecer a su marido y dijo al novio que debía mantener a su esposa. Ambos dijeron “Oui” y luego firmaron el Registro de Matrimonios y el correspondiente registro británico. El duque se frotaba el mentón pensativamente, luego cruzaba y descruzaba los dedos a su espalda, con los ojos brillantes de excitación.
Marcel Dupré, el destacado organista francés, ejecutaba piezas de Bach y Schumann y una fuga de la que era autor. Luego inició una marcha del oratorio de Haendel Judas Macabeo y el duque y su padrino se dirigieron al altar. Dos minutos más tarde, Dupré tocó una marcha nupcial que había compuesto y entró Wallis del brazo de Herman Rogers. Resultaba apropiado que fuese él quien entregara a la novia; después de todo, durante largo tiempo había sido el responsable de ella.
El vestido de Wallis rozaba el suelo. Era un Mainbocher de crespón de seda de un color intermedio entre un azul suave y un tono pastel. “Lo llamé el azul Wallis, un tono de color que nunca mostré a nadie”, recordaría el diseñador más tarde. Estaba hecho como un traje de dos piezas, con una falda larga y sencilla. La línea era simple, casi severa, de cuello alto. Su “algo viejo” era un trozo de encaje antiguo cosido a su ropa interior; “algo nuevo” era una moneda de oro acuñada para la coronación del rey Eduardo VIII, con su perfil, colocada en el tacón de su zapato; “algo prestado” era un pañuelo de la tía Bessie y “algo azul”, su traje de novia.
Junto al improvisado altar rodeado de flores, que tenía una sencilla cruz de oro facilitada por una iglesia protestante cercana, había dos cojines blancos sobre los que la pareja se arrodilló. El reverendo Jardine leyó la liturgia con voz fuerte. El duque, con su chaqué y sus pantalones a rayas, parecía sentirse totalmente relajado; se veía muy joven e increíblemente feliz. Llegado el momento, respondió: “Sí, quiero” con una voz tan alta y aguda que perturbó la quietud que reinaba en la habitación. En contraste la voz de Wallis pareció muy baja cuando prometió “obedecer, amar, honrar y servir” al duque. Jardine entonces pidió a los presentes que rezaran al Todopoderoso para que “bendijera a este hombre y esta mujer” y agregó su propia oración: “Que permanezcan siempre juntos en perfecta paz y amor”.
2010
Victoria de Suecia, la única mujer entre los actuales futuros reyes de Europa, contrajo matrimonio en 2010 con el plebeyo Daniel Westling y la ceremonia de su boda tuvo la particularidad, destacada entre el resto de los acontecimientos de ese tipo, que parte de la procesión nupcial se hizo en barca.
La ceremonia religiosa en la Catedral de Estocolmo fue emotiva. Una vez se encontraron los novios ante el altar, en donde reposaban como es tradición dos coronas reales en sendos almohadones de terciopelo azul (a tono con el resto de la tapicería del templo), se tomaron de la mano, que mantuvieron en todo momento entrelazadas y se prodigaron en el transcurso de la ceremonia continuas miradas de complicidad. Las de ella, más relajada y emotiva, acompañadas por una tímida sonrisa; las de él siempre comedidas durante el servicio religioso. El rito del intercambio de los votos y los anillos estuvo a la altura de las más románticas expectativas. A Daniel se le ahogó la voz al pronunciar su promesa de amor eterno a una emocionada Victoria de Suecia y cuando la princesa hizo lo propio y prometió amarle hasta que la muerte les separara, Daniel bajó la guardia de la contención y se enjugó una lágrima. La princesa Victoria besó emocionada la mano de él y bajó rápidamente la mirada para no llorar también. No fueron las únicas lágrimas de la ceremonia.
A la salida de la Catedral no se lanzaron ni confeti ni globos, ni hubo después fuegos artificiales, atendiendo el deseo de los novios y por motivos medioambientales. Tras el beso de rigor a la salida del templo a petición del público, Victoria y Daniel se montaron en su carroza de 1900 y, acompañados por un cortejo de ochenta caballos, hicieron un recorrido de casi siete kilómetros por el centro de Estocolmo, en cuyas calles recibieron el calor de unas 500.000 personas. Más de 6,000 soldados participaron en el desfile en honor de los novios, mientras unos 2,500 policías velaban por la seguridad, aunque no se registraron incidentes. Treinta bandas musicales, diecinueve de las cuales eran militares, amenizaron el trayecto.
Los príncipes se embarcaron entonces en la Vasaorden para hacer la última parte de la procesión. La Barcaza Real Vasaorden ha navegado desde su construcción por fechas claves y acontecimientos señalados de los Bernadotte. Se echó a la mar también el 19 de junio de 1976, siendo testigo del amor de los novios de Suecia de entonces: el rey Carlos Gustavo y su reina consorte, Silvia, se trasladaron en ella desde la isla de Skeppsholmen a Logård Steps en Skeppsbron. Cadetes de la escuela naval remaban la barcaza, mientras buques de guerra suecos y extranjeros atestaban la bahía de Estocolmo ondeando alto sus banderas. Durante la segunda parte del viaje, la Fuerza Aérea sueca tomó parte en las celebraciones con un espectáculo a 400 metros de altura sobre la barcaza entre Skeppsholmen y el Palacio Real. Tres unidades volaron en formación con ocho aviones por unidad, formando un corazón.
Las mismas características tuvo la procesión acuática treinta y cuatro años después. Hasta 18 aviones de combate cruzaron el cielo mientras la Vasaorden se acercaba a su lugar de desembarco en el Palacio Real. En las escaleras los esperaban los invitados al banquete y, detrás de las vallas, miles de suecos y turistas que estallaron en júbilo con la llegada de la pareja, homenajeada luego por un coro formado por 300 voces de nueve agrupaciones. Luego los invitados se dirigieron al interior del palacio, en cuya renovada Sala de Estado dio comienzo el banquete nupcial que se prolongó hasta la medianoche.