La familia real británica posee una colección remarcable de zafiros. Dos de las piezas más evocativas contienen zafiros pertenecientes a la reina Victoria. El primero –y probablemente el más conmovedor- es el Prince Albert Brooch, con un gran zafiro rectangular rodeado de doce diamantes, que fue regalado a Victoria por el príncipe Alberto el día anterior a su boda. La reina lo legó en su testamento a la Corona para uso de futuras reinas.
Isabel II usa hoy un esplendoroso conjunto que fue originalmente un regalo de Jorge VI del Reino Unido a la entonces princesa Isabel, en 1947. La suite, confeccionada originalmente en 1850, consta de un largo collar de dieciocho zafiros rectangulares en racimos de diamantes y un par de pendientes a juego de zafiros cuadrados también rodeados de diamantes. El color de las piedras era exactamente igual al de las túnicas de la Orden de la Jarretera, aunque esto puede haber sido una coincidencia de parte del rey.
En 1952 Elizabeth hizo retirar cuatro piedras, incluyendo el zafiro mayor del collar, con el fin de reducir su longitud. En 1959 había hecho un nuevo colgante con la piedra removida. El pendiente tiene un perno montado para ser usado como broche.
Cuando Sir Noël Coward vio a la reina usando el aderezo en el Royal Command Performance de 1954 escribió: “Después del show nos alineamos y nos presentamos a la Reina, al Príncipe Felipe y la Princesa Margarita. La reina se veía luminosamente bella y llevaba los zafiros más grandes que he visto nunca”.
En 1963 una nueva tiara de zafiros y diamantes y un brazalete fueron confeccionados para hacer juego con las piezas originales.
El Aderezo Leuchtenberg de Silvia de Suecia
El célebre Aderezo Leuchtenberg, que se halla en poder de la Corona de Suecia, es una impresionante selección de piezas montadas en una tiara, un collar, un juego de pendientes, un broche y dos horquillas para recogidos y moños. El conjunto perteneció a la emperatriz Josefina de Beauharnais, quien, después de su matrimonio con Napoleón, encargó a un joyero francés que le montara sobre oro y plata varios juegos de piedras preciosas para su uso privado. Uno de ellos fue el de los zafiros. Catorce piedras de intenso y profundo azul que pueden ser sustituidos, ocasionalmente, por perlas en forma de gota.
Silvia de Suecia con el Aderezo Leuchtenberg
El Aderezo Leuchtenberg pasó de la emperatriz de Francia a manos de su hijo Eugene de Beauharnais y su esposa, la princesa Augusta Amalia de Baviera. El Duque y la Duquesa de Leuchtenberg, como era conocida la pareja después de su matrimonio, dieron el conjunto a su hija, la princesa Josefina de Leuchtenberg, quien se llevó consigo el gran tesoro a Suecia cuando, en 1823, se casó con el rey Oscar I. A partir de entonces lo heredó su nieto, Gustavo V, y los sucesivos reyes de Suecia, para ser usados por las consortes reales.
La pieza central de la suite es la tiara de diamantes y zafiros, consistente en una base de madreselvas y hojas centrada con grandes diamantes ovales y coronada por nueve zafiros rectangulares rodeados de grupos de diamantes. El collar tiene nueve zafiros pendientes rodeados de diamantes. Originalmente los zafiros de la tiara se podían intercambiar por nueve perlas en forma de pera.
La reina Luisa, consorte de Gustavo VI Adolfo
La reina Silvia, consorte de Gustavo XVI Adolfo
El Anillo de Compromiso de Diana, Princesa de Gales
El príncipe de Gales propuso matrimonio inicialmente a Lady Diana Spencer sin un anillo de compromiso, insistiendo que Diana considerara las implicaciones del rol de su esposa antes de aceptar. Diana, sin embargo, necesitó un pequeño estímulo luego que los joyeros Garrard le presentaran una selección de joyas de compromiso para su consideración.
Diana eligió un gran anillo valuado en 30.000 libras: consistía en 14 diamantes circundando un zafiro oval de 18 quilates, todo montado en oro blanco, una joya similar al anillo de su madre. Como la alianza de boda de Diana era de oro (una tradición real galesa), parecía que el anillo estaba confeccionado en oro. No fue hasta el compromiso de su hijo William con Kate Middleton diecinueve años después que las imágenes de mejor calidad revelaron el actual color.
La Princesa de Gales llevó el zafiro toda su vida matrimonial y aún estando separada, convirtiéndose en el más fotografiado del mundo. Casi nunca se la vio sin él, hasta el día en que su divorcio fue definitivo. En agosto de 1996 las cámaras lo registraron cuando Diana visitó la sede del Ballet Nacional de Inglaterra. Lo llevó durante un viaje a Nueva York en octubre, pero en su siguiente visita al National Ballet Theatre en Navidad ya faltaba de su dedo.
El despliegue de maravillosas joyas que hizo en su día la realeza de los Balcanes es difícil que alguna familia real, salvo la inglesa, pueda reunir en la actualidad.
La reina María de Rumania -descendiente por línea paterna de reyes de Inglaterra y por línea materna de zares de Rusia- llevó las más espléndidas piezas de joyería. Sus zafiros fueron obtenidos a fines del siglo XIX en los yacimientos de Sri Lanka (entonces llamada Ceilán).
Con el estallido de la Gran Guerra en 1914, María de Rumania vio dividida su familia, pues la unían lazos de sangre tanto a Gran Bretaña como a Rusia (era hija de Alfredo, duque de Edimburgo, el segundo de los hijos de la reina Victoria, y de la gran duquesa María de Rusia, hija del zar Alejandro II). En 1916 las joyas de la Corona rumana fueron enviadas a un lugar seguro, en Moscú, pero en enero de 1918 fueron confiscadas por los bolcheviques, junto con las reservas en oro de Rumania.
En la fotografía se la ve luciendo una tiara de zafiros elaborada por Cartier (adquirida de la Gran Duquesa Vladimir, que había partido de Rusia durante la revolución de 1917) y el célebre collar de diamantes (de la misma procedencia), del que pende otra famosa joya: un zafiro rectangular de enormes dimensiones.
El famoso Zafiro Azul de María de Rumania, también originario de Sri Lanka, fue registrado por primera vez por Cartier en 1913.
Según Christie’s esta joya, que llegaría a su poder en 2003, es el zafiro más grande que se haya subastado jamás. Sólo hay en el mundo otras dos piedras mayores y ambas se encuentran en museos: el “Estrella de la India”, un zafiro de 576 quilates expuesto en el museo de Historia natural de EEUU y el zafiro de 547 quilates “La nariz de Pedro el Grande”, expuesto en un museo de Dresde, Alemania.
La pieza de 478 kilates fue comprada en 1921 por el rey Fernando de Rumania para su esposa, quien lució el collar en la coronación de su marido, en 1922. El zafiro fue vendido de nuevo en 1947, fecha en la que el nieto de la reina María, el rey Miguel, obligado al exilio, lo ofreció al joyero neoyorquino Harry Winston. Fue adquirido, aparentemente, por un millonario griego al año siguiente, quien se lo obsequió a la reina Federica de Grecia. Ella lo llevaba montado en un pendiente que luego se convirtió en la pieza central de un collar. En esa foto la soberana griega lleva el zafiro en la gala por su 25º aniversario de bodas.
El Aderezo de la Reina Marie-Amélie de Orléans
Desde 1985 puede verse en el Louvre de París una histórica colección de zafiros que han tenido una versátil conexión con la Corona de Francia. La mayor razón para adquirirlos debió haber sido porque estas piedras fueron posesión de la Casa de Orléans. En 1821, el rey Luis Felipe adquirió una tiara, un collar, unos aretes y un broche para su esposa Marie-Amélie (María Amalia Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Habsburgo-Lorena, hija de Fernando I, Rey de las Dos Sicilias, nieta de Carlos III de España y la Emperatriz María Teresa de Habsburgo), en cuya familia estos zafiros permanecieron hasta que fueron vendidos al Louvre.
Esta perfecta procedencia había legitimado estas piedras para convertirse en un tesoro nacional de Francia.
Sin embargo, no sólo la Casa de Orléans fue propietaria de estos zafiros, sino que hasta 1821 fueron propiedad personal de Hortensia de Beauharnais. La hija de la emperatriz Josefina y consorte de Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, poseía una magnífica colección de joyería, la cual reunió durante su época como reina de Holanda y fue indudablemente enriquecida nuevamente por el legado de su madre Josefina en 1814.
Es fácil reconocer la tiara acortada por la reina María Amalia. Una de las partes laterales se convirtió en el centro de un stomacher y los tres elementos restantes fueron usados en un segundo aderezo. Los aretes todavía son los originales, aunque el collar puede haber sido alterado por lo menos en su longitud.
En el retrato de 1806 firmado por Henri Riesener, la emperatriz Josefina usa un impresionante aderezo de zafiros que incluye en un collar, un par de pendientes, dos brazaletes, dos broches y un cinturón con una gran hebilla de zafiro. Seguro habría tenido una tiara y una peineta para completar el aderezo pero como signo de su excepcional posición como emperatriz, eligió usar una corona junto con una tiara de oro, una combinación muy común durante el período napoleónico.
Luego del divorcio en 1810, la emperatriz se quedó con la mayor parte de las joyas que recibió de Napoleón que luego legaría a sus descendientes.
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