jueves, 31 de marzo de 2011
Nobleza de nuevo cuño
martes, 29 de marzo de 2011
Las residencias de la nobleza: palacios urbanos
Hasta entonces los nobles de la capital española habían ocupado viejos caserones de presencia exterior más bien austera, que no correspondía con el magnífico lujo del interior, sus vajillas de plata, sus colecciones de cuadros y objects d’art. La construcción de nuevas casas no se había llevado a cabo, porque dentro del casco urbano no existía el espacio suficiente, ni las condiciones urbanísticas apropiadas, ya que predominaban las calles estrechas y laberínticas.
El antiguo palacio de Uceda, luego de Medinaceli, junto a la plaza de Colón, entre el Paseo de Recoletos y la calle de Génova.
Por eso cuando comenzó a llegar el gusto francés por los palacetes elaborados y grandes jardines, no quedó más remedio que buscar grandes solares en la periferia de la ciudad, que permitieran desarrollar el tipo de vivienda que la aristocracia demandaba. Se concentraron principalmente en la zona oriental y occidental, coincidiendo con la vecindad del Palacio Real y el del Buen Retiro. Los palacios de Liria, Buenavista, Villahermosa y Osuna son buenos ejemplos de ello. Pero también se buscaron lugares cercanos a monasterios y conventos prestigiosos (San Andrés), o a las rutas oficiales por donde pasaban los reyes en sus desplazamientos.
Hubo tres momentos a lo largo del siglo XIX, que podrían indicarnos la relación entre la construcción de palacios y la clase social que los ocupaba. El primero se dio en la primera mitad del siglo XIX, entre 1800 y 1840, en el que la construcción de palacios estuvo protagonizada por la nobleza de cuna; el segundo en los decenios centrales del siglo, coincidiendo con el reinado de Isabel II, entre 1840 y 1868, en el que la aristocracia de nueva creación adquirió un creciente protagonismo, ejemplificado en la construcción del palacio del marqués de Salamanca; y el tercero coincidiría con la Restauración borbónica, entre 1875 y 1900, representado por la alta burguesía ennoblecida, un ejemplo claro es el palacio de Linares . A la vez estos tres periodos se corresponderían con la secuencia de construcción Palacio-Palacete-Hotel.
Aires de palacio real: el Palacio de Liria, actual residencia de los Alba en la Calle de la Princesa
De los grandes palacios concebidos al modo tradicional y habitados por la antigua nobleza, estaban el de Villafranca, el de la Alameda de Osuna o el de Liria, junto a la Puerta de San Bernardo en el límite de la ciudad. Propios de la nobleza surgida gracias al dinero, los del marqués de Salamanca en Recoletos y el de Gaviria, ambos de influencia italiana. Poco más tarde, de influencia francesa, destacó el palacio del duque de Uceda en la plaza de Colón, o el de Portugalete en la calle Alcalá.
Una vez hecho realidad el proyecto del ensanche, la nobleza pasó a contar con un barrio residencial propio donde estaba agrupada. Hasta entonces sus palacios habían estado más o menos dispersos por la ciudad. Y fue sobre este nuevo barrio donde el marqués de Salamanca proyectó la construcción de unos hoteles para la clase alta, que serían los antecedentes de las viviendas unifamiliares de la Ciudad Lineal y de la Ciudad Jardín.
El escudo familiar en el frontón del Palacio de Linares
Los palacios del XIX, a diferencia de los anteriores, mezclaba el lujo tanto interior como exterior. Las fachadas solían ser de ladrillo y piedra, formando con ello una combinación bicromática. En ellas se podían contemplar elegantes frisos, cornisas y portadas en las que se encajaban los escudos familiares. Avanzado el siglo, fueron apareciendo los balcones. Además, rodeaban el edificio enormes jardines con fuentes y pequeños estanques, limitados con formidables cerramientos que incluían monumentales puertas de entrada.
El interior de la residencia se dividía en tres plantas –que fueron aumentando con el tiempo- comunicadas por una suntuosa escalera principal: la planta baja donde se situaba la cocina, las caballerizas, las cocheras, y otros servicios, la planta principal, en la que se encontraban los salones donde se celebraban los actos sociales y las alcobas de los distintos miembros de la familia, alrededor de las cuales había antecámaras y gabinetes; el segundo piso, donde estaban los cuartos de criados. La división espacial que se creaba en el interior de estas lujosas casas, daba lugar a la aparición de microsociedades dentro de los palacios.
Los visitantes al Palacio de Liria ascienden una monumental escalera bajo cúpula, diseñada por Sir Edward Luytens durante una restauración a principios del siglo XX.
El lujo interior se reflejaba en espejos, pisos de mármol, tapices gigantescos, alfombras, cortinados dobles, papeles pintados en las paredes, frescos en los techos, vastas colecciones de pinturas, elaboradas lámparas de cristal, grandes ventanas que daban a los jardines, decoraciones al gusto mudéjar, grandes bibliotecas… Eso sí, sin perder nunca el estilo de vista francés que estaba en boga.
Escenarios de la vida social
La nobleza de viejo cuño sufría una crisis desde finales del siglo XVIII, especialmente, en el tránsito del Antiguo Régimen al Régimen Liberal. Crisis que tuvo que afrontar de diferentes modos. En este sentido, las pautas de comportamiento de la vieja nobleza iban a jugar un papel muy importante como manera de reafirmar su poder e influencia. Pero estas pautas no sólo venían determinadas por un sentimiento de amenaza respecto a su posición, sino que iban a dar una impronta propia a dicho grupo social a la vez que iban a servir de "modelo" a la nueva nobleza. Desde este punto de vista, la vida de sociedad tuvo una gran importancia como forma de mantener las viejas formas y perpetuar los complicados ceremoniales nobiliarios.
Despliegue de tapices en el salón comedor del palacio del Marqués de Manzanedo
Si bien a finales del siglo XIX -y hasta 1930 aproximadamente-, la mayor parte de la nobleza continuaba presente en la capital, la mayoría había perdido parte del poder político y económico, que en esos momentos tenía que compartir con la alta burguesía. Sin embargo, como respuesta a esa pérdida de poder, seguía monopolizando el poder social multiplicando fiestas y eventos. En aquella época, la principal dedicación de la nobleza era el ocio: las visitas, el paseo por Atocha y Recoletos, las fiestas palaciegas, las veladas de ópera en el Teatro Real. Aunque es verdad que, aunque a mediados del siglo XIX se produce un resurgir de los salones llevados por las aristócratas de cuño, su decadencia en relación al siglo XVIII es un hecho.
De esta manera, si bien la nobleza permitió el acceso a su ámbito de otros sectores sociales, dígase alta burguesía, lo hizo de una manera muy controlada y vigilada, es decir, que en cierto modo, puso resistencia a verse del todo sustituida por la nueva clase emergente. Así, incluso arruinada, hizo unos esfuerzos y sacrificios económicos con tal de mantener sus estatus social, no renunciando a su viejo modo de vida opulento y ostentoso.
Grupo de invitados a un baile de disfraces en el Palacio de Fernán Núñez
Dentro de los ámbitos de sociabilidad de la nobleza de Madrid, el salón fue considerado como el primer escenario de representación social y de la propia fusión con la alta burguesía, ya que ésta intentaba penetrar en los círculos aristocráticos y conseguir el ansiado ennoblecimiento, ya sea por favor o por medio del matrimonio. A este respecto, el salón fue un espacio de sociabilidad clave, ya que en él, además de albergar intrigas políticas o económicas, también sería escenario de intrigas amorosas. En estos momentos la estrategia matrimonial del grupo nobiliario consistía en maniobras a largo plazo, de fusiones con segundones, con la consiguiente creación de ramas familiares secundarias, buscando la consolidación de dicho grupo social. De ahí, que en definitiva, los salones dieron cobijo a la clase dirigente por excelencia, una clase que era producto de la fusión señalada.
La importancia de los salones y los bailes que en ellos se dieron, serán de capital importancia para la nueva nobleza porque le permitirá introducirse en el mundo aristocrático, en tanto en cuanto, ésta adoptó los usos y costumbres de la vieja aristocracia de sangre. Así, por ejemplo, los viejos palacios de la nobleza con un piso bajo de grandes ventanas enrejadas y otro piso alto, muy suntuosos por dentro y adornados con tapices y cuadros de gran valor, fueron sustituidos por los palacios burgueses, que trasladaron esa suntuosidad al exterior.
La elegante fachada del palacio de la Condesa de la Vega del Pozo
En cuanto a los bailes, algunos de ellos fueron celebrados en Palacio por la propia reina, Isabel II. Otros tuvieron lugar en los palacios de la alta aristocracia. Se trataba de unos bailes a los que podían asistir hasta cuatrocientas personas y su frecuencia era, si no diaria, al menos semanal. Según Azaña, en el invierno de 1849 a 1850, se dieron en las casas de la nobleza doscientos cincuenta bailes sin contar los de Palacio. Esto tenía lugar en un momento en que se reanudaba la vida de sociedad y llegaba la epidemia "que llaman pasión de riquezas, fiebre de lujo y de comodidades" que afectaba, sobre todo, a la nueva grandeza del comercio y del préstamo.
A este respecto, Guillermo de Cortázar ha señalado dos etapas en el comportamiento de la élite madrileña: la primera, que iría desde 1875 hasta el reinado de Alfonso XIII, caracterizada por la plena vigencia de los salones aristocráticos, la segunda desde 1914 a 1918, en la que tendría lugar la decadencia de estos salones y de una mayor aplicación y apertura de la élite. Así mismo tendría lugar un cambio en el espacio físico y urbano de Madrid, de tal manera que la construcción de los hoteles Ritz (1905) y Palace (1912) con sus respectivos salones, iban a permitir que esta élite se reuniera en ellos, a diferencia de la cerrada "vida de sociedad" de la época de la Regencia o del reinado de Alfonso XII.
El luminoso tocador de la Marquesa de Cerralbo, la Salita Imperio, que, al encontrarse junto al comedor de gala, servía para que las damas descansaran o se acicalaran después del almuerzo o la cena.
Pero volviendo al mundo de la vida social, cabe decir que asistía lo más granado de la juventud aristocrática, incluidos militares y oficiales de la Guardia. El cuerpo diplomático también estaba invitado y algunos embajadores como los de Rusia, Francia, Austria y Nápoles, incluso daban fiestas en sus propias residencias. Fernández de Córdova señala que hacia 1825, todos los domingos la duquesa de Osuna, condesa de Benavente, recibía "a la sociedad más selecta y escogida. Su base era el Cuerpo Diplomático extranjero y su propia familia". "La duquesa de la Roca era una señora de la primera Grandeza de España, daba los viernes bailes a donde era muy afortunado tener el privilegio de ir, pues escogía entre la juventud los más distinguidos". "Los sábados abrían los salones de la señora de Vallarino".
Otras señoras que cita son, por ejemplo, la duquesa de Benavente, la marquesa de Santa Cruz, la marquesa de Alcañices ("sin rival en la Corte"), Fernanda de Santa Cruz, condesa de Corres, la marquesa de Miraflores, la de Montelo, la condesa de Vilches (que solía acudir a la casa del conde de Ezpeleta), la duquesa de Castro Enriquez, etc. Es decir, que "las damas eran el principal ornamento de aquella sociedad".
Inés Francisca de Silva-Bazán y Téllez Girón, marquesa de Alcañices y duquesa de Alburquerque.
Pero quizás lo más destacado de estas reuniones eran el lujo y la suntuosidad que las presidían. Las señoras llevaban sus joyas más suntuosas y se ponían sus más elegantes vestidos. Fernández de Córdova recuerda en sus memorias a la condesa de Cervellón, "que apenas podía soportar el peso de los diamantes en su preciosa cabeza y sobre su elegante traje" y a la Infanta doña Luisa Carlota "radiante de hermosura y de riquísimas joyas, siendo las únicas que pudieron rivalizar en tal conjunto con la Princesa de Pastrana" (refiriéndose a la anfitriona de una fiesta celebrada los jueves en la embajada de Nápoles). En ellas incluso se daban conciertos a los que acudían los más importantes cantantes de ópera y artistas del momento y es que la nobleza tenía especial predilección por el mundo operístico, especialmente por la ópera italiana.
El suntuoso salón de baile del Palacio Cerralbo
lunes, 28 de marzo de 2011
El Ducado de Cádiz
sábado, 26 de marzo de 2011
Dos ducados singulares: Ciudad Rodrigo y Berwick
Ducado de Ciudad Rodrigo
El Ducado de Ciudad Rodrigo es un título español que, acompañado por Grandeza de España de Primera Clase, fue conferido el 30 de enero de 1812, por el rey Fernando VII al General británico Arthur Wellesley, entonces 1r Vizconde Wellington, en recompensa por su importante victoria en el sitio de Ciudad Rodrigo, España, contra las fuerzas invasoras francesas. Es considerado un Título de victoria.
Históricamente, este ducado español es portado por los descendientes del 1r Duque de Wellington que han llevado el título de Duque de Wellington. Sin embargo, hasta 2006, debido a los cambios en España sobre la sucesión nobiliaria, el título español pasó a los herederos primogénitos en general, independientemente del sexo, mientras que el título británico pasó a los herederos masculinos. Debido a esta diferencia, los títulos fueron separados en una ocasión: el Ducado de Ciudad Rodrigo pasó a la 7ª Duquesa de Ciudad Rodrigo (Anne Maud Rhys) y el Ducado de Wellington a su tío (Gerald Wellesley, 7º Duque de Wellington). Anne Maud Rhys, en consecuencia, cedió su título español al 7º Duque de Wellington; el resultado es que tanto el 7º como el 8º Duque de Wellington también llevaban el título de Duque de Ciudad Rodrigo. Esto cambió en 2010 por las razones que siguen.
A partir de tal Decreto Real, el heredero aparente al Ducado de Ciudad Rodrigo es el hijo mayor del 10º Duque, Arthur Wellesley, Conde de Mornington. Lord Mornington tiene gemelos: Lady Mae Madeleine Wellesley y Arthur Darcy Wellesley, Vizconde Wellesley. Dado el decreto de 2006 de las Cortes Generales de España cambiando la sucesión a primogenitura absoluta, el primero de los gemelos es el heredero aparente al título de Ciudad Rodrigo, independientemente del sexo.
Los Duques de Ciudad Rodrigo
1. Arthur Wellesley (1769–1852)
2. Arthur Richard Wellesley (1807–1884)
3. Henry Wellesley (1846–1900)
4. Arthur Charles Wellesley (1849–1934)
5. Arthur Charles Wellesley (Charlie ) (1876–1941)
6. Henry Valerian George Wellesley(Morney) (1912–1943)
7. Anne Maud Rhys (1910–1998), cedió el título a su tío en 1949
8. Gerald Wellesley (Gerry) (1885–1972), cedió el título a su hijo en 1968
9. Arthur Valerian Wellesley (n. 1915), cedió el título a su hijo en 2010
10. Arthur Charles Valerian Wellesley (n. 1945)
Ducado de Berwick
El Duque de Berwick-upon-Tweed es un título nobiliario inglés, referido a Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland y otorgado a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y Arabella Churchill, en 1687.
Este título fue creado como par de Inglaterra y sólo se transmite vía masculina no pudiendo ser ostentado por mujeres, tal y como se estila con los títulos de Inglaterra. Generalmente en Inglaterra se considera que es un título perdido por cuanto el primer duque siguió al exilio a su padre natural, el rey Jacobo II de Inglaterra. Sin embargo, algunos han discutido esta pérdida pues nunca fue realizada correctamente, y por tanto consideran que el título sigue existiendo, actualmente en posesión del Duque de Peñaranda. Asociado a este título se encuentran los de Conde de Tinmouth y de Barón de Bosworth.
Los Duques en España
Durante casi trescientos años los duques de Berwick han vivido en España. Cuando Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó muere en 1953, su hija Cayetana aplicó para sucederlo en el título y correspondiente Grandeza de España, por lo que en España es reconocida como Duquesa de Berwick. Esto, bajo el amparo de la legislación española.
Como consecuencia, luego de la muerte de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, quedan dos títulos en existencia, uno bajo el amparo de Gran Bretaña y otro a parte en España (quiere decir que existe el título español de Duque de Berwick y el británico de Duque de Berwick). Esto se debe a que el título de Duque de Berwick sólo permite la sucesión masculina, por ende, en un principio, es el sobrino de Jacobo Fitz-James Stuart el heredero de este título y sus subsidiarios y legalmente se le llama Duque de Berwick. Sin embargo, la prima de este último, Cayetana Fitz-James Stuart, también hereda un título más bien nuevo, de naturaleza española, y será llamada Duquesa de Berwick y de acuerdo a sus títulos subsidiarios.
Los Duques de Berwick-upon-Tweed
- James Fitz-James, 1er. Duque de Berwick-upon-Tweed (1670-1734)
- James Francis Fitz-James Stuart, 2º Duque de Berwick (1696-1738)
- James Francis Edward Fitz-James Stuart y Ventura Colón de Portugal, 3er. Duque de Berwick (1718-1785)
- Carlos Fernando Fitz-James Stuart y Silva Álvarez de Toledo, 4º Duque de Berwick (1752-1787)
- Jacobo Felipe Carlos Fitz-James Stuart y Stolberg-Gedern, 5º Duque de Berwick (1773-1794)
- Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Fernández de Híjar-Silva, 7º Duque de Berwick (1794-1835)
- Jacobo Luís Francisco Pablo Rafael Fitz-James Stuart y Ventimiglia, 8º Duque de Berwick (1821-1881)
- Carlos María Isabel Fitz-James Stuart y Portocarrero Palafox, 9º Duque de Berwick (1849-1901)
- Jacobo María del Pilar Carlos Manuel Fitz-James Stuart y Falcó, 10º Duque de Berwick (1878-1953)
- María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y De Silva, 11ª Duquesa de Berwick (n. 1926)
- Jacobo Hernando Fitz-James Stuart y Gómez, 12º Duque de Berwick (n. 1947)
viernes, 25 de marzo de 2011
El Ducado de Gandía
El Ducado de Gandía fue creado por primera vez en 1399 por Martín el Humano a partir del Señorío de Gandía y concedido a Alfonso IV de Ribagorza el Viejo, Conde de Ribagorça y Dénia, y Barón de Polop, con Gandía, en la provincia de Valencia, como centro del ducado.
Su hijo Alfonso el Joven continúa la tarea de su padre: impulsa el cultivo de la caña de azúcar y la industria, edifica el Palacio Ducal, el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, reforma la colegiata y continúa potenciando la corte que alberga figuras literarias como Ausiàs March, Joanot Martorell o Joan Roís de Corella. A su muerte sin descendencia se produjo un pleito por la sucesión del ducado, que se resolvió con el paso de Gandía a Hugo de Cardona. En 1433 lo recibe el infante Juan (futuro Juan II de Aragón), que lo cedió en 1439 a su hijo, el príncipe Carlos de Viana. A su muerte, en 1461, el título pasó a la Corona.
La familia Borja
En 1483 el ducado es adquirido a los Reyes Católicos por Rodrigo de Borja (futuro papa Alejandro VI) para su hijo Pedro Luis de Borja y Catanel, después de satisfacer una deuda que el rey Fernando tenía desde el año 1470 con la ciudad de Valencia, donde Gandía actuaba como prenda.
El título de Duque de Gandía fue legitimado por Bula del Papa Sixto IV en 1481, envuelto en el famoso asesinato de los dos Médici de 1478 organizado por los Pazzi florentinos y del que salió indemne Lorenzo de Médici el Magnífico.
A la muerte de Pedro Luis de Borja le sucedió su hermano Juan (Giovanni Borgia), hijo de Vanozza dei Gattanei (Giovanna de Candia, contessa dei Cattanei), jefe del Ejército pontificio al convertirse su padre en el papa Alejandro VI. Giovanni se casó con Maria Enríquez de Luna (prima de Fernando el Católico) y de este matrimonio nació Juan de Borja Enríquez de Luna, el cual quedó huérfano siendo muy joven por el asesinato de su padre Giovanni en Roma el año 1497, y quien tuvo hasta doce hijos en dos matrimonios.
Fue padre de Francisco de Borja y Aragón-Gurrea, nacido en 1510 a través de su matrimonio con Juana de Aragón y de Gurrea, hija del Arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón y Ruiz de Iborre (nacido ilegítimamente en 1469 cuando Fernando, Príncipe de Sicilia, casaba en secreto con la hermanastra de Enrique IV de Castilla, la princesa Isabel, heredera de Castilla). El cuarto duque ingresó en la Compañía de Jesús y fue canonizado en 1671 como San Francisco de Borja.
Juana de Aragón y de Gurrea era hermana de dos arzobispos zaragozanos sucesores de su padre, Juan y Hernán o Fernando, de Alfonso, Abad de Montearagón, Huesca, y de Ana, esposa de Alfonso de Guzmán, 5º Duque de Medina Sidonia. Todos ellos quedaron huérfanos en 1527 estando enterrada Ana de Gurrea en un bello sepulcro preparado por su hijo el Arzobispo Hernán en la Catedral de la Seo de Zaragoza donde puede verse.
El nuevo duque, 4º en su título, usaría también el título portugués de Marqués de Lombay. Estaba casado con una Melo-Castro, portuguesa de alta cuna, acompañante en Granada de la Emperatriz consorte Isabel de Portugal, madre de Felipe II de España. Este aristócrata emprendió la tarea urbanizadora de la ciudad de Gandía y la reforma que condujo a la ciudad a una etapa de apogeo cultural y político, al estilo renacentista italiano.
En 1550, cuando ingresó en la Compañía de Jesús, abdicó en su hijo, conocido como Carlos de Borja y Aragón, el cual se casó con Magdalena Centelles i Folch, hermana y heredera del conde de Oliva, y mantuvo Gandía como uno de los núcleos más influyentes y poderosos del panorama, hasta el endeudamiento de la nobleza y las Segundas Germanías.
En 1520, el Emperador Carlos V lo incluyó como uno de los veinticinco Grandes de España de Primera Creación. En 1693 el ducado de Gandía tuvo un importante papel en el estallido de la Segunda Germanía.
Tras la muerte de Doña María Ana Antonia Luisa de Borja Aragón y Centelles, XII Duquesa de Gandía, en 1748, el título de quedó vinculado al del Conde-Duque de Benavente, por ser Antonio Francisco Pimentel de Zúñiga y Vigil de Quiñones esposo de Doña María Ignacia, hermana de la duquesa. Su nieta, María Josefa Alonso Pimentel y Téllez-Girón, ingresó el ducado a la Casa de Osuna cuando contrajo matrimonio en 1771 con el IX Duque de Osuna. Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, que es XVI duquesa de Osuna, es la actual titular del ducado de Gandía.
- Alfonso de Aragón y Foix
- Alfonso el Joven
- Hugo de Cardona
- Juan II de Aragón
- Carlos de Viana
- Fernando II el Católico
- Pedro Luis de Borja (Pier Luigi Borgia), I Duque de Gandía
- Juan de Borja (Giovanni Borgia), II Duque de Gandía
- Juan de Borja y Enríquez de Luna, III Duque de Gandía
- San Francisco de Borja, IV Duque de Gandía
- D. Carlos de Borja y Aragón, V Duque de Gandía
- D. Francisco Tomás de Borja Aragón y Centelles, VI Duque de Gandía
- D. Francisco Carlos de Borja Aragón y Centelles, VII Duque de Gandía
- D. Francisco Diego Pascual de Borja Aragón y Centelles, VIII Duque de Gandía
- D. Francisco Carlos de Borja Aragón y Centelles, IX Duque de Gandía
- D. Pascual Francisco de Borja Aragón y Centelles, X Duque de Gandía
- D. Luis Ignacio Francisco Juan de Borja Aragón y Centelles, XI Duque de Gandía
- Da. María Ana Antonia Luisa de Borja Aragón y Centelles, XII Duquesa de Gandía
- Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, actual duquesa de Gandía (desde 1952)
miércoles, 23 de marzo de 2011
La Casa del Infantado
Una vez que estos clanes pasaron a Castilla, se acabaron aquellas contiendas, se incorporaron a la fuerza de combate castellana y los que pusieron sus armas al servicio del rey iniciaron el acopio de recompensas.
La rama principal fue la de los Duques del Infantado, en la que se mantuvo la posesión de la Torre de Mendoza desde principios del siglo XIII hasta 1856, en que fue vendida al vitoriano Bruno Martínez de Aragón y Echánove. Esta rama abandonó muy pronto su solar de origen, instalándose definitivamente en Guadalajara en el siglo XV. Fue el Duque del Infantado uno de los personajes más poderosos de la corte y de él se decía en 1625 que ejercía señorío sobre 800 villas y tenías más de 80.000 vasallos.
- Almirantazgo de Aragón
- Ducado de Francavilla
- Principado de Éboli
- Marquesado de Santillana
- Marquesado de Estepa
- Marquesado de Tavara
- Marquesado de Armunia
- Marquesado de Monte de Bay
- Marquesado de Valmediano
- Condado del Serrallo
- Condado de Saldaña
- Condado de Corres
- Condado de Santiago de Cuba
- Condado de la Monclova
- Marquesado de Eliseda
- Marquesado de Ariza
- Marquesado de Cea
- Condado del Real de Manzanares
- Condado del Cid
- Condado de Ampudia
- Señorío de la Casa de Lazcano
- Señorío de Melgar de Fernamental
Siglo XIV
Poco antes de 1395 el almirante recibió el patronazgo de los cargos públicos de Guadalajara. Dado que anteriormente los Mendoza habían recibido para sí y sus descendientes el derecho a designar los procuradores en Cortes de la ciudad, a partir de entonces estuvieron en condiciones de dominar la principal ciudad de la zona de Guadalajara. Cuando murió en el año 1404, era considerado el hombre más rico de Castilla.
Siglo XV
En contraste con las pequeñas familias de las generaciones anteriores, diez de los hijos que tuvo el 1r marqués de Santillana llegaron a la edad adulta. Se casaban jóvenes, en ocasiones más de una vez, tenían muchos hijos, alcanzaban una edad avanzada y conseguían un nivel de influencia personal que los ponía a cubierto de cualquier eventualidad política.
Su cambio de defensores de los derechos de la princesa Juana a dirigentes del partido de Isabel, fue el momento culminante de la historia política de los Mendoza. El año 1367, en Nájera, Pedro González de Mendoza era uno más de los capitanes del partido de los Trastámara. El apoyo de los Mendoza a Isabel, en 1474, la convirtió en reina de Castilla. Los Mendoza habían pasado de ser capitanes no muy importantes de la hueste del rey, a hacer reyes y a constituir la fuerza política y militar mayor, más rica y poderosa de Castilla.
El marqués del Cenete y Conde del Cid actuó, en todos los aspectos, con total independencia del grupo de los Mendoza, impulsado por su carácter altivo y arrogante. Cenete desarrolló una carrera marcada por la audacia, el oportunismo y el escándalo. En 1502 se casó en secreto y en 1506 raptó a la mujer con la que Isabel la Católica le había prohibido casarse. En 1535, su segunda hija, heredera del título y fortuna, se casó con el heredero del duque del Infantado, regresando los títulos a la casa central de los Mendoza.
Ana de Mendoza y de la Cerda, nieta del conde de Mélito, se casó con el favorito de Felipe II, Ruy Gómez de Silva, en 1553. La pareja recibió en 1559 el título de Príncipes de Éboli.
Los Duques del Infantado
2. Íñigo López de Mendoza y Luna
3. Diego Hurtado de Mendoza y Luna, llamado "El Grande"
4. Íñigo López de Mendoza y Pimentel
5. Íñigo López de Mendoza y Aragón, Marqués del Cenete, Conde de Tendilla.
6. Ana de Mendoza
7. Rodrigo Díaz de Vivar Sandoval y Mendoza
8. Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza, Duquesa de Pastrana
9. Gregorio María de Silva y Mendoza, V Duque de Pastrana, VII Duque de Lerma
10. Juan de Dios de Silva y Mendoza y Haro, VI Duque de Pastrana y VII Duque de Lerma
11. María Francisca de Silva Mendoza y Sandoval, Marquesa de Távara
12. Pedro Alcántara de Toledo y Silva, heredero de los títulos de Távara, Lerma y Pastrana.
13. Pedro Alcántara de Toledo y Salm-Salm
14. Pedro de Alcántara Tellez Girón y Beaufort, XI Duque de Osuna y Conde de Benavente
15. Mariano Téllez Girón y Beaufort Spontin, XII Duque de Osuna
16. Andrés Avelino de Arteaga y Silva Carvajal y Téllez Girón
17. Joaquín de Arteaga y Echagüe Silva y Méndez de Vigo
18. Íñigo de Arteaga y Falguera
19. Íñigo de Arteaga y Martín