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jueves, 31 de marzo de 2011

Nobleza de nuevo cuño

Cuatro nuevos marquesados otorgados por el Rey Juan Carlos a personalidades de la vida pública y social del país han devuelto a muchos nobles españoles al limbo de la perplejidad y la sorpresa, un lugar que parece que están visitando con excesiva frecuencia en estos tiempos. De esa manera llegan a 49 los títulos concedidos por el monarca español desde su asunción en 1975 (ver entrada 21/05/2010)

La firma del Rey

Los agraciados con estas nuevas mercedes nobiliarias (no hay entre ellas ninguna Grandeza de España) son Mario Vargas Llosa, insigne premio Nobel que se enorgullece allá donde va de su estrecha vinculación con España; Aurelio Menéndez, ex presidente del Tribunal Constitucional y ex ministro de educación; Juan Miguel Villar Mir, empresario de la construcción - presidente de OHL- y Vicente del Bosque, entrenador de la Selección Española de Fútbol.


Nuevos marqueses

Pero la propia designación elegida para los nuevos títulos carece de originalidad dentro de esa línea de tecnicismo que en los últimos tiempos ha caracterizado la concesión de nuevas mercedes nobiliarias, pues únicamente el Marquesado de Ibias, el que ha correspondido a Aurelio Menéndez, hace gala de una cierta imaginación frente a los Marquesados de Vargas Llosa, de Villar Mir y de Del Bosque.

De acuerdo con lo dispuesto por el Rey, estos cuatro títulos pasarán también a los sucesores de sus titulares, siguiendo lo establecido en la normativa española sobre títulos nobiliarios. En la exposición de motivos de la ley 33/2006 se apunta que actualmente la posesión de un título nobiliario no otorga ningún estatuto de privilegio, al tratarse de una distinción meramente honorífica cuyo contenido se agota en el derecho a usarlo y a protegerlo frente a terceros.


Corona heráldica de Marqués

En la concesión de dignidades nobiliarias de carácter perpetuo, a su naturaleza honorífica hay que añadir la finalidad de mantener vivo el recuerdo histórico al que se debe su otorgamiento, razón por la cual la sucesión en el título queda vinculada a las personas que pertenezcan al linaje del beneficiario de la merced. Este valor puramente simbólico es el que justifica que los títulos nobiliarios perpetuos subsistan en la actual sociedad democrática, regida por el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

Los títulos conllevan una especie de patente de uso, protegida por los tribunales. Al respecto es relevante recordar que el Tribunal Supremo dictó una sentencia en la que consideró una intromisión ilegítima el etiquetado de un vino con el nombre de Marqués de Bradomín, un personaje de ficción creado por Valle Inclán, aprovechado por el rey Juan Carlos para crear ese título que concedió a su hijo Carlos Valle en 1981. Es decir, quien quiera usar el nombre de un título como marca comercial debe pagar al titular del mismo.


El Marqués de Ibias

La nobleza española se ve una vez más dividida entre su afecto a la Corona y su incomprensión del trato que recibe como estamento, que se ve perjudicado con los últimos cambios en las leyes y con algunas de estas nuevas mercedes nobiliarias que, al entender de muchos, no hacen sino “democratizar a la baja” dañando en su esencia a una institución centenaria. Todo ello facilita que surjan grandes preguntas. ¿Qué es lo que se premia?, ¿cuáles son los valores que hacen a la nobleza? o ¿acaso será todo ello parte de esa intención de “plebeyizar la monarquía” y, con ella, una institución tan íntimamente vinculada a la Corona como la nobleza?

Porque una cosa, dicen algunos, es un escritor de incuestionable renombre internacional como Mario Vargas Llosa, que cuadra bien con su flamante título de Marqués, y otra distinta son un entrenador de fútbol como Vicente del Bosque o un empresario como Juan Miguel Villar Mir, cuyo grupo empresarial en los sectores inmobiliarios, de la construcción y de los servicios, se define como “comprador y consolidador de empresas en graves dificultades”. Para estos últimos, opinan muchos, se podría haber pensado en otros premios y distinciones del Estado como la digna Orden de Carlos III o la también prestigiosa Orden de Isabel de la Católica. Pero ¿acaso no importa la vanidad?

El Marqués de Del Bosque

Don Juan Carlos justifica la concesión del título nobiliario a Del Bosque por su "gran dedicación" al deporte español y su "contribución al fomento de los valores deportivos" que merecen ser reconocidas de manera "especial". De Vargas Llosa destaca su "extraordinaria contribución" a la lengua y literatura españolas, "apreciada universalmente", mientras quiere reconocer la "valiosa y fecunda labor" del abogado Menéndez en el ámbito de la docencia universitaria y las ciencias jurídicas "al servicio de España y de la Corona". Del empresario Villa Mir, subraya su "destacada y dilatada trayectoria al servicio de España y de la Corona".

En los círculos aristocráticos no se habla de otra cosa y se dice que este proceder es una copia de la forma de actuar de la monarquía británica, pues Elizabeth II no duda en otorgar la dignidad de “Sir” a personajes como David Beckham, Elton John o Sean Connery. Pero la sobria monarquía española, hasta ahora muy prudente al momento de conceder nuevos títulos de nobleza, no puede competir con la riqueza de la que hace gala la británica en la concesión anual de títulos y mercedes nobiliarias de distintas naturalezas y rangos a numerosas personalidades de todo el país.


El Marqués de Villar Mir

Y es que Su Graciosa Majestad se guarda mucho de crear nuevos títulos hereditarios, como estos de nueva creación en España, que solo reserva para ocasiones y personalidades muy singulares. Es generosa, en cambio, con las mercedes vitalicias y de rango menor, que mueren con el concesionario y que premian el esfuerzo y la dedicación de personalidades que se distinguen por méritos propios en muchos y muy distintos ámbitos de actividad. Una vez más la polémica está servida, pues también son muchos los ciudadanos de a pie que ven en este gesto un acercamiento de la Corona a un necesario premiar los méritos de la calle.


El Marqués de Vargas Llosa

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