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domingo, 27 de febrero de 2011

Semblanza de una emperatriz errante

La última Emperatriz de Austria y Reina de Hungría fue Zita de Borbón-Parma (Zita María delle Grazie Adelgonda Micaela Raffaela Gabriela Giuseppina Antonia Luisa Agnese). Era la 17ª hija (de un total de 24) de Roberto I, Duque de Parma. Su madre fue la segunda esposa de éste, la Infanta María Antonia de Portugal, hija del rey Miguel I. El inusual nombre Zita le fue dado por de un popular santo italiano que vivió en la Toscana en el siglo XIII.

Roberto trasladaba su numerosa familia entre Villa Pianore (una gran propiedad situada entre Pietrasanta y Viareggio) y su castillo en Schwarzau en Baja Austria. Fue sobre todo en estas dos residencias que Zita pasó sus años formativos. La familia pasaba la mayor parte del año en Austria, trasladándose a Pianore en el invierno y regresando en el verano. Para moverse entre ambos destinos, tomaban un tren especial de dieciséis coches para acomodar a la familia y sus pertenencias.

Zita y sus hermanos fueron criados hablando italiano, francés, alemán, español, portugués e inglés. Ella recuerda: “Hemos crecido internacionalmente. Mi padre pensaba de sí mismo, ante todo, como un francés, y pasaba unas pocas semanas al año con los niños mayores en Chambord, su principal propiedad en el Loira. Una vez le pregunté cómo nos deberíamos describir. Él respondió: "Somos príncipes franceses que reinaron en Italia". De hecho, de los veinticuatro niños sólo tres, incluyéndome a mí, nacimos en realidad en Italia.


Villa Pianore, su lugar de nacimiento


Educada en Alta Baviera primero y en la isla de Wight después, recibió estricta instrucción religiosa. Tres de sus hermanas se convirtieron en monjas y, por un tiempo, ella consideró seguir el mismo camino. Pero en 1909 se reencontró con el Archiduque Carlos de Austria-Este, segundo en la línea sucesoria al trono de Austria y a quien la unían lejanos lazos de sangre.

El archiduque estaba bajo presión para casarse (Francisco Fernando, su tío y primero en la línea de sucesión, se había casado morganáticamente, por lo que sus hijos fueron excluidos del trono) y la joven tenía una adecuada genealogía real. Zita recordaría más tarde: "Estábamos por supuesto encantados de reunirnos de nuevo y nos convertimos en amigos cercanos. Por mi lado mis sentimientos se desarrollaron gradualmente en los siguientes dos años. Él parecía haberse adelantado en su mente mucho más rápidamente, sin embargo, y se hizo agudizó aún más cuando, en el otoño de 1910, se extendieron rumores acerca de que yo me había comprometido con un pariente lejano español, Don Jaime, Duque de Madrid. Al oír esto, el archiduque bajó apresuradamente desde la base de su regimiento en Brandeis y buscó a su abuela, la archiduquesa María Teresa, que era también mi tía y la confidente natural en estos asuntos. Le preguntó si el rumor era cierto y cuando ella le dijo que no lo era, respondió: "Bueno, lo mejor es darme prisa en cualquier caso o ella se comprometerá con otra persona”.


Zita, archiduquesa (1911)


Esposa del heredero al trono de Austria

El archiduque Carlos viajó a Villa Pianore y pidió la mano de Zita. El 13 de junio de 1911 su compromiso fue anunciado en la corte austriaca. Años más tarde Zita recordaría que después de que su compromiso había expresado a Carlos sus preocupaciones acerca del destino del Imperio Austríaco y los cambios de la monarquía. Se casaron en el castillo de Schwarzau el 21 de octubre de 1911, ante la presencia del viejo emperador Francisco José. La archiduquesa Zita pronto concibió un hijo y Otto nació el 20 de noviembre de 1912. Siete niños más seguirían en la próxima década.

La boda


En este momento, el archiduque Carlos estaba en sus veinte años y no esperaba convertirse en emperador durante algún tiempo, especialmente porque Francisco Fernando se mantenía en buen estado de salud. Esto cambió el 28 de junio 1914, cuando el heredero y su esposa Sophie fueron asesinados en Sarajevo por nacionalistas serbios de Bosnia. Carlos y Zita recibieron la noticia por telegrama ese día. Ella dijo de su marido: "A pesar de que era un hermoso día, vi su rostro tornarse blanco bajo el sol."

En la guerra que siguió, Carlos fue ascendido a General en el ejército austriaco, tomando el mando del 20º Cuerpo para una ofensiva en el Tirol. La guerra fue personalmente difícil para Zita, ya que varios de sus hermanos lucharon en bandos opuestos en el conflicto (El Príncipe Félix y el Príncipe René se habían unido al ejército austríaco, mientras que el Príncipe Sixto y el Príncipe Javier vivían en Francia antes de la guerra y se alistaron en el ejército belga). También su país natal, Italia, se unió a la guerra contra Austria en 1915 y así los rumores de la 'italiana' Zita comenzaron a correr. Incluso tan tarde como 1917, el embajador alemán en Viena, el conde Otto Wedel,escribiría a Berlín diciendo: "La Emperatriz es descendiente de una casa principesca italiana. La gente no confía del todo en la Italiana y su nidada de familiares".



A petición de Francisco José, Zita y sus hijos abandonaron su residencia en Hetzendorf y se mudaron a una serie de habitaciones en el Palacio de Schönbrunn. Aquí, Zita pasó muchas horas con el anciano emperador en ocasiones formales e informales, donde Francisco José le confió su temor por el futuro. El monarca murió de bronquitis y neumonía a los 86 años, el 21 de noviembre 1916. "Recuerdo la querida figura regordeta del Príncipe Lobkowitz dirigiéndose a mi marido", relataría Zita más tarde, "y, con lágrimas en los ojos, haciendo la señal de la cruz en la frente de Carlos. Mientras lo hacía me dijo: 'Que Dios bendiga a Su Majestad". Fue la primera vez que oí el título imperial usado en nosotros".


Armas de Austria-Hungría

Emperatriz y Reina

Carlos y Zita fueron coronados en Budapest el 30 de diciembre de 1916. Después de la coronación hubo un banquete, pero luego terminaron las festividades, puesto que el emperador y la emperatriz consideraban que era reprobable tener celebraciones prolongadas en tiempo de guerra. Al principio del reinado, Carlos no iba más lejos de Viena, por lo que tenía una línea telefónica instalada de Baden (donde se localizaban los cuarteles militares de Carlos) a la Hofburg. Llamaba varias veces por día a Zita cada vez que se separaban. La emperatriz tenía alguna influencia en su marido y discretamente asistía a las audiencias con el Primer Ministro o reuniones militares; ella tenía un interés especial en la política social. Sin embargo, los asuntos militares eran del dominio exclusivo de Carlos. Enérgica y tenaz, Zita acompañaba a su marido a las provincias y al frente, así como se ocupaba de las obras de caridad y las visitas a los hospitales para heridos de guerra.


Zita Imperatrix Austriae et Regina Hungariae et Bohemia


Dos años después, la guerra se acercaba al asediado emperador. Una Unión de Diputados checa había jurado ya un nuevo estado de Checoslovaquia independiente del Imperio Habsburgo, el 13 de abril de 1918, el prestigio del ejército alemán había dado un duro golpe en la Batalla de Amiens y, el 25 de septiembre de 1918, el rey Fernando de Bulgaria se separó de sus aliados en las potencias centrales y pidió la paz de forma independiente.Zita estaba con Carlos cuando recibió el telegrama del colapso de Bulgaria. Recordó que "hacía aún más urgente iniciar conversaciones de paz con las potencias occidentales, mientras que todavía había algo de qué hablar. El 16 de octubre, el emperador emitió un ‘Manifiesto del Pueblo’ proponiendo el imperio reestructurado en líneas federales con cada nacionalidad ganando su propio estado. En su lugar, cada nación se separó y el imperio efectivamente se disolvió”.


La última Reina consorte de Hungría


Dejando atrás a sus hijos en Gödöllő, Carlos y Zita viajaron al Palacio de Schönbrunn. En ese momento los ministros habían sido nombrados por el nuevo estado de "Austria Alemana" y el 11 de noviembre, junto con el portavoz del emperador, prepararon un manifiesto para que Carlos firmara. Zita, a primera vista, lo confundió con una abdicación e hizo su famosa declaración "Un soberano no puede nunca abdicar. Puede ser depuesto... Está bien. Es la fuerza. Pero abdicar ¡nunca, nunca, nunca! Antes caería aquí a tu lado. Entonces allí estaría Otto. E incluso si todos nosotros fuéramos asesinados, habría todavía otros Habsburgo". Carlos dio su permiso para que el documento fuera publicado y él, su familia y los restos de su Corte partieron para el pabellón de caza en Eckartsau, cerca de la frontera con Hungría y Eslovaquia. La República de Austria Alemana se pronunció al día siguiente.


Con la Emperatriz de Alemania, Augusta Viktoria, en Laxenburg, 1917

Exilio

Después de unos meses difíciles en Eckartsau, la familia imperial recibió la ayuda de una fuente inesperada. El Príncipe Sixto se había reunido con el rey Jorge V del Reino Unido y apeló a él para ayudar a los Habsburgo. Jorge se había comenzado a mover por el requerimiento (pocos meses después de que su primo Nicolás II de Rusia había sido ejecutado por los revolucionarios) y prometió “Haremos inmediatamente lo que sea necesario”. Varios oficiales del Ejército británico fueron enviados a ayudar a Carlos y, con alguna dificultad, lograron que el Emperador abandonara el país con dignidad y sin tener que abdicar. Carlos, Zita, sus hijos y su Casa partieron el 24 de marzo.

La primera casa de la familia en el exilio fue el Castillo de Wartegg en Rorschach, Suiza, una propiedad de los Borbón-Parma. Sin embargo, las autoridades suizas, preocupadas por la implicación de Habsburgos viviendo cerca de la frontera con Austria, les obligaron a trasladarse a la parte occidental del país. Al mes siguiente, por lo tanto, se mudaron a Villa Prangins, cerca del lago de Ginebra, donde reanudan una vida familiar tranquila. Este abruptamente terminó en marzo de 1920, cuando, después de un período de inestabilidad en Hungría, Miklós Horthy fue elegido regente. Carlos seguía siendo técnicamente Rey (como Carlos IV), pero Horthy envió un emisario a Prangins aconsejándole no ir a Hungría hasta que la situación se hubiere calmado. Después del Tratado de Trianon la ambición de Horthy creció. Carlos intentó dos veces recuperar el control el poder en Hungría, una vez en marzo de 1921 y de nuevo en octubre de 1921. Ambos intentos fracasaron, a pesar del firme apoyo de Zita (ella insistió en viajar con él en el dramático viaje final a Budapest).

Carlos y Zita con sus hijos en Herstenstein, Suiza, 1921

Carlos y Zita residieron temporalmente en el Castillo de Tata, la casa del conde Móric Esterházy, hasta que fuera encontrado un adecuado exilio permanente. Malta fue planteada como una posibilidad, pero fue rechazada por Lord Curzon y el territorio francés fue descartado debido a la posibilidad de que los hermanos de Zita intrigaran en nombre de Carlos. Finalmente, fue elegida la isla portuguesa de Madeira.El 31 de octubre de 1921, la pareja imperial tomó por tren de Tihany a Baja, donde el navío británico HMS Glow-worm estaba esperando. Llegaron a Funchal el 19 de noviembre. Allí se encuentran únicamente con lo puesto y con muy poco dinero. Por otro lado, de la no muy importante suma que tienen depositada en un banco suizo, no pueden disponer de momento, porque su administrados también ha sido expulsado de allí y Carlos ni siquiera conoce el número de la cuenta. Tampoco saben nada de sus siete hijos. Los niños estaban siendo atendidos en el Castillo de Wartegg, en Suiza, por la abuela de Carlos, María Teresa, aunque Zita logró verlos en Zurich cuando su hijo Roberto se realizó una operación de apendicitis. Los niños se unieron a sus padres en Madeira en febrero de 1922.

La Quinta do Monte, residencia de los exiliados en Funchal


Un rico portugués puso a su disposición una villa que él solo habitaba durante el verano. Aunque el invierno no es riguroso en Madeira, la casa no estaba acondicionada para esa época. Pero la familia real se encontraba feliz (con todos los inconvenientes que debían soportar) porque estaba reunida.

Carlos estuvo mal de salud por algún tiempo. Caído un día con ataque de bronquitis, esto derivó rápidamente en neumonía, ayudado por la inadecuada atención médica disponible. Varios de los niños y el personal también cayeron enfermos y Zita (en aquel momento de ocho meses de embarazo) se convirtió en la enfermera de todos. Carlos se debilitó y murió el 1 de abril, sus últimas palabras hacia su esposa fueron: "Te amo tanto". Después de su funeral, dijo un testigo de Zita que "esta mujer realmente es digna de admiración. Ni por un segundo perdió la compostura... saludó a la gente en todos los lados y luego habló a los que habían ayudado con el funeral. Todos quedaron prendados de su encanto". Zita llevó luto en memoria de Carlos durante los 67 largos años de su viudez.


Zita y sus hijos en el momento de su partida de Madeira (19 de mayo de 1922)

Viudez

Después de la muerte de Carlos, la familia imperial austríaca pronto se mudó de nuevo. Alfonso XIII de España se había acercado a la Oficina del Exterior británica a través de su embajador en Londres y acordó permitir a Zita y sus siete (que pronto serán ocho) hijos su reubicación en España. Alfonso debidamente envió el buque de guerra Infanta Isabel a Funchal para que los llevara Cádiz. Fueron escoltados hasta el Palacio de El Pardo en Madrid, donde poco después de su llegada Zita dio a luz un hijo póstumo, la archiduquesa Isabel. Alfonso XIII ofreció a sus familiares Habsburgo exiliados el uso del Palacio Uribarren, en Lekeitio, en la Bahía de Vizcaya. Por los próximos seis años Zita se instaló allí, donde se dedicó a criar y educar a sus hijos. Vivían con estrecheces, sus ingresos provenían principalmente de la renta de propiedades en Austria, de un viñedo de Johannesburgo y donaciones de carácter voluntario. Otros miembros de los Habsburgo en el exilio, sin embargo, reclamaban mucho de este dinero y no había peticiones regulares para la ayuda de ex funcionarios imperiales.


Zita y sus ocho hijos en la Bahía de Vizcaya


En 1929, varios de los niños se acercaban a la edad de asistir a la universidad y la familia trató de mudarse a algún lugar con un ambiente educativo más agradable que el de España. En septiembre de ese año, se trasladaron a la localidad belga de Steenokkerzeel, cerca de Bruselas, donde estaban más cerca de varios miembros de su familia. Zita continuó con su cabildeo político en nombre de los Habsburgo, incluso desarrollando vínculos con la Italia de Mussolini. Había una posibilidad de restauración de la dinastía bajo los cancilleres austríacos Engelbert Dollfuss y Kurt Schuschnigg, con el Príncipe Heredero Otto visitando Austria en numerosas ocasiones. Estas aperturas se terminaron abruptamente con la anexión de Austria a la Alemania nazi en 1938. Como exiliados, la familia Habsburgo tomó la iniciativa de resistencia a los nazis en Austria, pero esto se fue a pique debido a la oposición entre monárquicos y socialistas.

Con la invasión nazi de Bélgica el 10 de mayo de 1940, Zita y su familia se convirtieron en refugiados de guerra. Al estar a punto de morir a través de un golpe directo en el castillo por bombarderos alemanes, huyeron al castillo francés del Príncipe Javier, en Bostz. Con la toma del poder del gobierno colaboracionista de Philippe Pétain, los Habsburgo huyeron a la frontera española, alcanzándola el 18 de mayo. Se trasladaron a Portugal, donde el gobierno norteamericano les concedió visado de salida el 9 de julio. Después de un peligroso viaje llegaron a Nueva York el 27 de julio, donde tenían familiares en Long Island y Newark, Nueva Jersey. Zita y varios de sus hijos vivieron, como invitados a largo plazo en Tuxedo Park, Suffern, Nueva York.
La familia en Bélgica. De pie, detrás: Felix, Adelheid, Rudolf y Elisabeth. Sentados, al frente: Carl Ludwig, Otto, Charlotte, Emperatriz Zita y Robert

Los refugiados imperiales austríacos finalmente se establecieron en Quebec, que tenía la ventaja de ser de habla francesa (los niños más pequeños aún no hablaban con fluidez en inglés). A medida que fueron separados de todos los fondos europeos, las finanzas se estrecharon más de nunca. En un momento, Zita se vio obligada a hacer ensalada y platos de espinaca con hojas de diente de león. Sin embargo, todos sus hijos estaban activos en el esfuerzo bélico. Otto promovió el papel de la dinastía en la Europa de la posguerra y se reunía regularmente con Franklin Roosevelt, Roberto era el representante de los Habsburgo en Londres, Carlos Luis y Félix se unieron al Ejército de Estados Unidos, sirviendo con varios familiares de la línea Mauerer; Rodolfo entró a Austria de contrabando en los días finales de la guerra para ayudar a organizar la resistencia. En 1945 la emperatriz Zita celebró su cumpleaños el primer día de la paz, 9 de mayo. Fue a pasar los próximos dos años recorriendo Estados Unidos y Canadá para recaudar fondos de ayuda a las devastadas Austria y Hungría.

Post-guerra

Después de un período de descanso y recuperación, Zita pudo regresar regularmente a Europa para las bodas de sus hijos. Finalmente decidió regresar definitivamente al continente, en 1952, más precisamente a Luxemburgo, con el fin de cuidar a su anciana madre. Maria Antonia died at the age of 96 in 1959. María Antonia murió a la edad de 96 años, en 1959. El obispo de Chur propuso a Zita que se mudara a una residencia que él administraba (antiguamente un castillo de los Condes de Salis) en Zizers, Suiza. Como en el castillo había suficiente espacio para recibir visitas de su numerosa familia y se encontraba cerca de una capilla (una necesidad para la devotamente católica Zita), aceptó con facilidad.


Zita con sus ocho hijos. De pie, detrás, izquierda a derecha: Carl Ludwig, Rudolf y Robert. En el medio: Adelheid, Elisabeth, Charlotte y Felix. En el frente la Emperatriz y el Archiduque Otto, 1962


Zita ocupó sus últimos años con su familia. A pesar de que las restricciones a los Habsburgo para entrar en Austria se habían levantado, esto sólo se aplicaba a los nacidos después del 10 de abril de 1919. Esto significó que Zita no pudo asistir al funeral de su hija Adelaida en 1972, lo que sería muy doloroso para ella. También se involucró en los esfuerzos para que su difunto marido, el "Emperador de la Paz", fuese canonizado. Para 1982, las restricciones se habían suavizado y Zita regresó a Austria después de haber estado ausente durante seis décadas. En los siguientes años, la emperatriz hizo varias visitas a su tierra natal, incluso apareció en la televisión austríaca. En una serie de entrevistas con el diario vienés Kronen Zeitung, Zita expresó su creencia de que la muerte del príncipe heredero Rodolfo de Austria y su amante la baronesa María Vetsera, en Mayerling, en 1889, no fue un doble suicidio, sino un asesinato por parte de agentes franceses o austríacos.


La Emperatriz con sus hijos, nueras y yernos, 1987


Después de un memorable cumpleaños número 90, donde estuvo rodeada por su ahora vasta familia, la fuerte salud de Zita comenzó a fallar. Desarrolló inoperables cataratas en ambos ojos. Su última gran reunión familiar tuvo lugar en Zizers en 1987, cuando sus hijos y nietos se unieron en la celebración de su 95º cumpleaños. Mientras visitaba a su hija, en el verano de 1988, desarrolló neumonía y pasó la mayor parte del otoño y el invierno en cama. Por último, llamó a Otto, a principios de marzo de 1989 y le dijo que se estaba muriendo. El archiduque y el resto de la familia viajaron a su lado y se turnaron junto a su lecho para acompañarla, hasta que falleció en la madrugada del 14 de marzo de 1989. Tenía 96 años de edad.


Zita nonagenaria


Su funeral se celebró en Viena el 1 de abril. El gobierno permitió que tuviera lugar en suelo austríaco mientras el costo fuera sufragado por los propios Habsburgo. El cuerpo de Zita fue llevado a la Cripta Imperial de Viena en el mismo carruaje fúnebre tras el cual ella había caminado durante el funeral del emperador Francisco José en 1916. Sesenta y siete años después de la muerte de su esposo, volvió a repetirse la extraña ceremonia fúnebre que tenía lugar en los Capuchinos de Viena con cada Habsburgo:
- ¿Quién quiere entrar?
- Zita, emperatriz de Austria, reina de Hungría, princesa de Borbón-Parma…
- No la conocemos.




Fue acompañada por más de 200 miembros de las familias Habsburgo y Borbón-Parma y asistieron al servicio unas 6.000 personas, entre líderes políticos, funcionarios estatales y representantes internacionales, entre ellos un legado del Papa Juan Pablo II. Siguiendo una antigua costumbre, la emperatriz había pedido que su corazón, que fue colocado en una urna, permaneciera en el monasterio de Muri, Suiza, donde el corazón del emperador había descansado durante décadas. De este modo, Zita se aseguró que, en la muerte, ella y su marido se mantendrían uno al lado del otro.


Títulos y tratamientos
  • 1892 - 1911: Su Alteza Real Princesa Zita de Borbón-Parma
  • 1911 - 1916: Su Alteza Imperial y Real Archiduquesa Zita de Austria
  • 1916 - 1918: Su Majestad Apostólica, Real e Imperial La Emperatriz de Austria, Reina Apostólica de Hungría
  • 1918 - 1989: * Su Majestad Apostólica, Imperial y Real Emperatriz Zita de Austria, Reina Apostólica de Hungría (utilizado fuera de Austria)
    * Zita, duquesa de Bar (inscrito en su pasaporte)
    * Zita Habsburgo-Lorena (utilizado en Austria)


Solo recuerdos: abanico y guantes que pertenecieron a la última Emperatriz consorte de Austria-Hungría


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