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lunes, 9 de agosto de 2010

Su Gracia La Duquesa de Devonshire


Era el título y el tratamiento que le correspondían a la consorte del Duque de Devonshire y por el que fue conocida Lady Georgiana Spencer, reconocida belleza y figura social inglesa de la segunda mitad del siglo XVIII, quien tuvo una gran actividad política en una época en la que el sufragio femenino estaba a siglos de ser legalizado. Sin duda, Georgiana fue la primera “celebridad” de Gran Bretaña, admirada, copiada y denostada a partes iguales por la prensa y sus coetáneos.

Nacida en Althorp House, Northamptonshire, Georgiana era hija de Sir John Spencer, 1er Lord Conde Spencer y Vizconde de Althorp, y de Margaret Georgiana Poyntz, Lady Spencer. Su padre, aparte de pertenecer a un linaje ya famoso en el medioevo (los Despencer), era bisnieto del famoso general John Churchill, 1er Duque de Marlborough, vencedor de la batalla de Blenheim, y nieto de los Condes de Sunderland, que habían ocupado altos cargos del Gobierno y del Parlamento. Sin embargo, Sir John pertenecía a una rama menor y, por ley de primogenitura, se vio privado de la herencia paterna a excepción de algunas migajas que le relegaban al rango de gentilhombre provinciano con algunas pocas propiedades, además de su apellido de blasonada memoria. Puede que por eso ahogase sus desilusiones en alcohol y diese lugar a una convivencia infernal con sus borracheras.

Georgiana con su madre, Lady Spencer


Como todas las hijas de la alta aristocracia, Georgiana pasaría su infancia cuidada como un precioso peón en el ajedrez de las alianzas matrimoniales entre grandes familias de la élite británica. Su educación era básica y reunía todos los aspectos necesarios para ser una gran dama de la sociedad, una buena y prolífica madre y una irreprochable y digna consorte. No se le exigía nada más, mientras no rebasara los límites impuestos. A sus disposiciones naturales se unía una belleza física sobresaliente y un encanto personal que era reforzado por su notable ingenio, su esprit, como solían decir los franceses del siglo XVIII, aunque en Inglaterra se conociese mejor como humour.

De hecho, las relaciones de los Condes de Spencer con lo más granado de la sociedad y del mundo político londinense, serán un factor importante en la evolución de Lady Georgiana de niña a mujer. El trato con adultos de gran relieve y sus primeros pasos en la sociedad cosmopolita de la Inglaterra dieciochesca, acabarán por completar su formación y darla a conocer.

Lady Spencer se muestra extremadamente orgullosa de su primogénita, a la que llama cariñosamente "Gee" y a la que considera como su mayor "obra de arte", incluso después de que nacieran sus demás hijos. De hecho, la condesa considera a su otra hija Harriet nada agraciada, comparándola a su hija mayor. En cualquier caso, y a diferencia de su marido, Lady Spencer siempre tendrá una relación fluida y próxima con su prole. Georgiana creció feliz en un ambiente elegante, confortable, poblado de criados, gobernantas y preceptores que se encargaban de su bienestar, formación y educación académica. De su infancia y adolescencia, Georgiana guardaría una pasión incondicional por la literatura y la música, siendo muy diestra acariciando las cuerdas del arpa.

Año tras año los Spencer llevaban una vida reglamentada al milímetro, dividida en "temporadas" aquí y allá, que marcaban las pautas a seguir, como hacían los demás aristócratas y sus familias. Solían instalarse en su mansión londinense de Grosvenor Square durante la primavera, en que la capital se convertía en un hervidero social: visitas, bailes, fiestas en la corte o en residencias privadas, banquetes, tardes de té. A finales de la estación primaveral y al clausurarse el Parlamento, la familia se trasladaba a su residencia de Wimbledon Park, a las afueras de Londres, para pasar el verano. En otoño, época tradicionalmente dedicada a las grandes cacerías, se iban a pasar la temporada en su pabellón de Pytchley, organizando partidas de caza con sus invitados y vecinos. Cuando llegaba el mes de noviembre, y con él los vientos helados que precedían las nevadas, volvían a su casa solariega de Northamptonshire, Althorp House, para pasar unos meses de sosiego y recogimiento familiar, aunque frecuentemente salpicado de reuniones sociales.

Georgiana con sus hermanos, Henrietta y George

En plena adolescencia y un día antes de su 17 cumpleaños, Lady Georgiana se uniría en matrimonio con el 5º Duque de Devonshire, William Cavendish, el 6 de junio de 1774, tras un corto noviazgo que le fue impuesto por sus padres. Nada tenía que decir la hija más que aceptar su inevitable destino: abandonar el hogar paterno para casarse con el mejor pretendiente, darle hijos y ocuparse de su casa. La joven tenía todos los requisitos para ser un buen partido; su juventud, su sangre noble, su belleza, inteligencia y educación, su sensibilidad natural, su dote, sus buenas relaciones y el hecho de saber moverse con naturalidad en una sociedad compleja, exigente y regida por códigos inevitables.

Gran propietario rural y poseedor de una inmensa fortuna, el duque de Devonshire pasaba por ser un aristócrata muy al estilo dieciochesco; siempre rodeado de sus estimados perros de caza (lo que le valió el apodo de "Canis"), de sus caballos pura sangre, alternaba su vida campestre con la londinense de forma natural. En el aspecto privado, William mantenía una relación adúltera a la que se sumaría el nacimiento de una hija bastarda bautizada con el nombre de la madre.

Habiendo considerado las ventajas de matrimoniar con la primogénita de los Spencer, William entró en el juego de su futura suegra y siguió las pautas marcadas para llevar a cabo el proyecto de boda. Se puso por tanto a cortejar a la bella "Gee", sin más sentimiento que el de cumplir con su deber de caballero y de poderoso aristócrata, honrando así a sus predecesores en el título. La grandeza de su casa primaba por encima de todo.

Por su parte, Lady Georgiana asumía que su boda era de pura conveniencia aunque albergaba, quizás, la esperanza de que andando el tiempo llegaría el amor entre ellos dos o, en su defecto, una unión afectiva reconfortante. Alentada por su madre ilusionada, Gee eligió un carísimo ajuar de novia parecido al que tuvo la archiduquesa de Austria Maria-Antonieta en el momento de casarse con el futuro Luis XVI.

Se casó dos días antes del día que se anunció en la prensa, pues los Spencer temían una avalancha de gente incontenible. Los flamantes marido y mujer estaban predispuestos naturalmente a ser los líderes de un selectísimo grupo que decidía todo en Inglaterra, desde qué leyes se aprobaban hasta que color se ponía de moda cada temporada. Esta situación privilegiada despertó en Georgiana un interés político inusitado en la época, erigiéndose como la imagen del partido Whig. Adoptó los colores de la Armada Americana, y por supuesto de los Whigs, a todos y cada uno de sus atuendos y se convirtió en la mejor propaganda que el partido podía tener.


Chastworth House, residencia de los Cavendish en Derbyshire


Su unión con William levantó mucha expectación en Inglaterra. La gente peleaba por conocer a la pareja ducal hasta el punto que llegó a ser satirizada en el teatro por el dramaturgo Richard Brinsley Sheridan, con su "Escuela de maledicencia" en la que una joven dama, Lady Teazle, es engañada por las gentes de moda. Apenas con el anillo en el dedo, la joven duquesa de Devonshire se convirtió en la primera de las damas más populares y admiradas de Gran Bretaña. Agasajada, invitada a todas las fiestas de la temporada, Georgiana llegaría al colmo de la felicidad si no fuera por la fría indiferencia de su marido. Un día en el que se apea de su carruaje, un basurero irlandés la detiene para exclamarle: "Amor y bendición, milady, dejad que alumbre mi pipa con las llamas de vuestros ojos". Fue el mejor cumplido que jamás recibió y del que siempre se acordaría cuando otros caballeros alababan sus gracias, replicando: "Después del cumplido del basurero, todos los demás me resultan insípidos!".

La idílica situación se hizo añicos repentinamente cuando Georgiana descubrió el affaire de su marido con Miss Charlotte Spencer y que ésta acababa de dar a luz a una hija. Pese al bofetón moral que suponía semejante descubrimiento para cualquier recién casada, la duquesa de Devonshire aceptó los hechos con elegante resignación y una buena dosis de filosofía digna de una mujer de mundo.


La duquesa de Devonshire y su hija mayor

Al principio, sus esperanzas de maternidad se traducen en sucesivos abortos y empieza a preocuparse por su reputación, puesto que las damas de su categoría eran valoradas tanto por su fertilidad como por sus dotes y relaciones. Pasarían 9 años antes de que su vientre diera frutos satisfactorios para el duque: en 1783 una hija bautizada con su mismo nombre de pila, dos años después una segunda niña, lady Henrietta. El marido espera de ella un heredero varón para continuar con el linaje ducal, puesto que las dos niñas no podían heredar los títulos y el mayorazgo de Devonshire. Finalmente la duquesa daría a luz, el 21 de mayo de 1790, a un varón: William George Spencer Cavendish, titulado Marqués de Hartington por cortesía, título que solía ser llevado por los primogénitos de los duques de Devonshire desde finales del siglo XVII.


Según la historiadora Amanda Foreman, por la crecente presión que estaba sobre sus hombros el no poder tener hijos Georgiana empezó a adquirir ciertas adicciones y enfermedades. Hubo un tiempo en que se volvió anoréxica, bebía constantemente y tomaba píldoras para poder calmarse. Tras el alumbramiento que, por fin, satisface a su marido, Georgiana deja de tener hijos, al menos con William. La vida conyugal no es paradisíaca como le habría gustado a Gee.


Sería recordada no solamente por sus desencuentros con su marido, sino por su papel desempeñado en el ámbito de los salones políticos de Londres. Georgiana abre sus salones a la élite parlamentaria y literaria, reuniendo a su alrededor a la flor y nata de la sociedad británica del momento. Precursora de las damas sufragistas de finales del siglo XIX, se lanza en los debates políticos y hace campaña para los Whigs en una época en que la Cámara de los Comunes estaba dominada por los partidarios del rey Jorge III y de su primer ministro William Pitt el Joven, sosteniendo particularmente a uno de sus parientes, Charles James Fox (hijo del político Lord Holland) y primo-hermano del duque de Richmond, de Lennox y de Aubigny.

En el momento de las elecciones generales de 1784, la duquesa de Devonshire no habría dudado en comprar votos a favor de Fox a cambio de sus besos. Ese peculiar y original episodio sería inmediatamente vilipendiado por Thomas Rowlandson en su pasquín "el Devonshire o el Método más referenciado de asegurar los votos". La realidad es bien distinta: la duquesa habría dado las gracias a un zapatero con un beso por dar éste su voto a Fox; luego, las malas lenguas se ocuparon en exagerar el incidente hasta convertirlo en un asunto de sobornos labiales.


Georgiana como la diosa Diana

Criticada y burlada por sus detractores, Georgiana sigue siendo la dama por excelencia que todo extranjero venido a Inglaterra quiere conocer y admirar. En la corte, se convierte en la apreciada amiga del Príncipe de Gales, apodado Prinny, y forma naturalmente parte esencial de su cenáculo en el que siempre se encuentra con Fox. Los rumores de entonces achacan a Fox el papel de amante de Georgiana para explicar la devoción de ésta por el personaje político tan controvertido y calificado de amoral por el mismísimo rey Jorge III.

A pesar de la grandilocuencia y de los esfuerzos de la duquesa, Fox perdería las elecciones frente a Pitt el Joven, viéndose reducido a continuar en la Cámara de los Comunes como diputado de Tain Burghs (un burgo escocés de Kirkwall en las Orcadas). El ascendente e influencia que tenía sobre el Príncipe de Gales, que tradicionalmente se oponía al padre y rey, hizo que fuera tomado en aversión por Jorge III.

Siendo una celebridad en aquella Europa cosmopolita, Georgiana fue conocida también por su buen gusto en el vestir como lo atestiguan los artistas que la inmortalizaron durante sus años de vida pública. Sir Joshua Reynolds, Thomas Gainsborough y el miniaturista Richard Cosmway dejaron de ella bellos retratos, sin olvidar los caricaturistas y dibujantes que encontraron en la duquesa un filón inagotable de inspiración. El famoso retrato de Gains
borough en el que la duquesa aparece con un gran sombrero, fue robado de la Art Gallery de Londres por Adam Worth y de
alguna manera fue recuperado por la agencia americana de
detectives Pinkerton.

Como la reina María Antonieta, con la que se sintió particularmente vinculada y por la que sentía especial admiración, Georgiana adoptó un estilo de vestimenta más cómodo, dejando de lado los tafetanes, los terciopelos y los muarés recargados y sus apabullantes miriñaques por vestidos vaporosos de lino, de algodón y de muselina. Estas prendas se conocerían como "vestidos a la inglesa" y arrasarían en la sociedad anglófila de París. La duquesa adornaba sus peinados de poufs con enormes sombreros a la francesa (de ala ancha), lo que le daba un aire más desenfadado y campestre conjugado con una elegante sencillez.


Todo lo que lucía se ponía instantáneamente de moda. En 1786 hubo un pequeño escándalo cuando una de sus modistas fue sobornada para desvelar los diseños de Georgiana, muchas damas de la sociedad pagaron por los dibujos pensando que serían las únicas en llevarlos. Pero se destapó el soborno cuando a las pocas semanas todas aparecieron en un baile con el mismo vestido.

Sus peinados consistían en una torre de cabellos que construía esculturalmente con la ayuda de una pomada y que coronaba en la cúspide con pequeños (y no tan pequeños) ornamentos. En ocasiones usaba pájaros, flores o frutas para adornarse e incluso recreaba escenas pastorales en su cabellera, coronándola con árboles y animales en miniatura. Para conseguir estos fascinantes estilismos se ayudaba de dos peluqueros que tardaban horas en conseguirlos.Otro de las aportes de la duquesa a la moda fueron las plumas de avestruz que enganchaba a sus cabellos y sombreros consiguiendo parecer mucho más alta y espectacular de lo que era en realidad. Con su instinto para el estilo y su desbordante personalidad Georgiana causaba sensación de inmediato; pese a sus recargados atuendos y estilismos siempre parecía natural y conseguía según sus biógrafos mantener varias conversaciones a la vez y hacer sentir a cada uno de sus interlocutores como el único importante.




También se sabe de su pasión por el juego, su derroche y sus deudas. Fuera en las cartas o en los vestidos, Georgiana no reparaba en gastos con tal de suplir su falta de amor y felicidad conyugal. Aunque tanto los Spencer como los Cavendish eran familias tremendamente ricas, Georgiana dejaría tras de sí un montón de deudas de juego, de apuestas y facturas impagas hasta en las modistas, dado el vertiginoso tren de vida que llevó.

En 1780, apareció el primer problema de salud de Georgiana: una molestia ocular que le supuso un tratamiento intenso hecho en casa que pareció surtir efecto. Ya con anterioridad, Georgiana solía sufrir de algunas migrañas que combatía con láudano (al que se aficionó) y con un encierro en su alcoba en la oscuridad más completa. En 1796, durante un episodio de fuerte migraña, su ojo derecho empezó a hincharse de tal modo que su madre, su hermana, su marido y su médico empezaron a alarmarse seriamente. Encerrada a cal y canto en su habitación, a oscuras, cualquier rayo de luz que se filtrase accidentalmente por las ranuras de las espesas cortinas le hacía gritar de un modo horrible. La hinchazón desfiguró el hermoso semblante de Georgiana.




Durante meses, y tras la intervención del mejor oculista de Inglaterra para salvarle el ojo afectado, Georgiana tuvo que permanecer en sus aposentos en una oscuridad casi completa. La luz del día le resultaba intolerable y le arrancaba agudos gritos de dolor; con su ojo derecho tapado con un espeso parche, había perdido casi la visión del izquierdo, percibiendo tan solo siluetas borrosas. Mujer acostumbrada a vivir de manera pública, Georgiana estuvo largo tiempo sin salir de su casa, avergonzada por la deformidad de su rostro y temiendo el rechazo público. Tardó en recuperarse de aquella inseguridad y, cuando se decidió a salir nuevamente a la calle, se arregló el cabello de manera que escondiese su ojo afectado.

Tenía solo 48 años cuando empieza a sentirse mal, en el invierno de 1806. En solo un mes su salud se degrada rápidamente y deja de vivir el 30 de marzo, rodeada de su madre, de su hermana y de su marido. La noticia de su defunción estremeció todo Londres. Muerta la duquesa, una muchedumbre de personas, mezcla de importantes figuras de la sociedad con gente sencilla del pueblo londinense, desfiló para despedirla en la mansión de Devonshire House.



La revitalización de la figura de Georgiana en la película "The Duchess"



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