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viernes, 2 de abril de 2010

Vanitas vanitatum: Socialités



Socialite es un neologismo norteamericano (sin traducción al español) para referirse a una persona de la clase acomodada, generalmente de sexo femenino, conocida por ser parte de la sociedad de moda, con regular participación en actividades sociales y aficionada a gastar significativo tiempo y dinero en entretenimiento.


Dos generaciones de socialites: C.Z. Guest y Consuelo Vanderbilt, Mme. Balsan, en Newport, Rhode Island, 1960

Algunos socialites eligen usar sus habilidades sociales y conexiones para promocionar y recaudar fondos en actividades benéficas o filantrópicas. Se encuentran en posición de considerable riqueza, usualmente obtenida por herencia o por matrimonio, con la que pueden mantener su constante asistencia a las funciones sociales. Sus movimientos son publicados en revistas y periódicos especializados de Europa (principalmente Gran Bretaña, Francia e Italia) y Estados Unidos.


A mediados del siglo XX, la televisión prestaba poca atención a los miembros de la alta sociedad y los periódicos de los ’70 suspendían o interrumpían su diaria página Social para instituir la sección “Estilo” los días domingos. Durante mucho tiempo los socialites fueron largamente descuidados en los medios y la prominencia social se ha venido acompasando con la de las celebridades, quienes son más famosos, tiene un perfil más público y habitualmente se relacionan a una profesión específica.

El Barón Alexis de Redé hace su entrada al Bal Oriental, en el Hôtel Lambert, la noche del 5 de diciembre de 1969, evento fotografiado por Vogue

Socialites y celebridades estuvieron brevemente unidas en el Jet Set en las décadas de 1960, 1970 y 1980 pero años posteriores el primer grupo estuvo aparentemente absorbido y subsumido por el segundo, aunque en los hechos figuras de uno y otro grupo se intercambiaban entre ellos. En los ’50 el círculo de socialites que, inevitablemente, en agosto visitaba Deauville, en octubre París, en febrero Saint Möritz y en junio Londres, formaba el International set.

A falta del motor de propulsión, aún no existía el término Jet set que inventara la revista Women’s Wear Daily, pero ya entonces la prensa estaba pendiente de la vida y milagros de esta dorada élite que vivía al margen del mundo rutinario. Era una vida alimentada por el dinero, pero el simple dinero no daba acceso al International set. Lo esencial era la predisposición, la intención de vivir una cierta clase de vida, una vida dedicada a la diversión sin culpabilidad, en la que el mayor esfuerzo del individuo eran las apariencias: haute couture, mansiones exóticas, constantes viajes, agasajos a lo largo del globo y, más que amistad profunda, muchas relaciones sociales.


Recepción al aire libre ofrecida por el Barón y la Baronesa de Rothschild en el espléndido parque del Château de Ferrieres, en las afueras de París.


Los títulos nobiliarios, acompañados por una considerable riqueza, han permitido entrar por la puerta grande a la sociedad de moda y la celebridad, lo que después se traduciría en el jet set. En la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX ha habido figuras extraordinarias que permanecerán en los anales de la sociedad internacional. Incluso hoy en día se registra este tipo de notables:

  • Pauline von Metternich
  • Elsie de Wolfe, lady Mendl
  • La Marquesa de Ripon
  • Lady Juliet Duff
  • Lady Diana Cooper
  • Emerald Cunard
  • La Duquesa de Windsor
  • Nancy Astor, Vizcondesa Astor
  • El Barón de Rédé
  • Edwina Mountbatten
  • Ira de Fürstenberg
  • Baba de Faucigny-Lucinge
  • La Marchesa Casati
  • El barón Nicolás de Gunzburg
  • Marie-Hélène de Rothschild
  • Gloria von Thurn und Taxis
  • El Marqués de Cuevas
  • Marella Agnelli
  • Marie-Chantal, Princesa Heredera de Grecia

Muy esporádicamente los socialites frecuentan las cenas de Estado en los palacios reales o las fiestas de aniversario de los personajes de la realeza. Estas ocasiones constituyen básicamente grandes reuniones de familia debido a los lazos de sangre que los unen entre sí y, a menos que se hallen emparentados con ellos –como Marie-Chantal Miller al casarse con el Príncipe Pavlos de Grecia-, su entrada está restringida. Queda para los príncipes y los aristócratas de sangre real el desfile por la alfombra roja con históricas diademas y bandas de órdenes de caballería cruzadas sobre el pecho.

El Príncipe Heredero de Grecia y su esposa, Marie-Chantal (nacida Miller)


Las socialites reinan en las ocasiones donde el dinero es el que manda. Son galas benéficas como el Bal de la Rose de Mónaco, que en ocasiones registra entre sus invitados a algún miembro menor de la realeza –jamás un soberano de la talla de Carlos Gustavo de Suecia o Beatriz de los Países Bajos-, o bailes de disfraces en el Palais Garnier de París a beneficio de la Opera Comique, en el castillo de Versailles a beneficio de los refugiados de guerra o en el Museo Metropolitano de Arte de la ciudad de Nueva York a beneficio del Costume Institute. La lista de asistentes en estos casos incluye a los Rothschild –de la rama francesa, británica o austríaca-, los Fürstenberg, los Hohenlohe, los Aga Khan, personalidades de la realeza depuesta del Irán, de Yugoslavia, Rusia, Francia, Portugal o Italia. Nunca se verá un Windsor de la rama mayor, o un Borbón de España –a menos que sea a beneficio de una institución de su país-, o un Bernadotte de Estocolmo.


1960: Isabel, Condesa de París, hace su entrada al Bal Louis XIV en la capital francesa


En todas las épocas se han registrado ocasiones sociales memorables, como lo describe Sir Cecil Beaton en su libro The glass of fashion:En Londres, durante los veinte, miss Ponsonby (hoy Loelia, duquesa de Westminster) fue una de las instigadoras de un nuevo tipo de fiestas. Esta dama vivía con sus padres en el palacio de Saint James (donde su padre tenía una posición muy allegada al rey) y prefería fiestas menos convencionales a aquellas a las que asistían las otras palaciegas de su linaje. Miss Ponsonby solía organizar en un impulso una fiesta improvisada y pedía a sus amigos que contribuyeran con algún ingrediente especial. Un bondadoso padrino se encargaba de facilitar la orquesta, otros invitados proveían la cena y todos traían champaña. Nancy Mitford y una bandada de nuevas personalidades que acababan de salir de Oxford –lord Kinross, Evelyn Waugh, Harold Acton y Oliver Messel- constituyeron el núcleo de un grupo cuyos componentes o formaban parte de la aristocracia o entretenían a ésta con sus talentos. Todos tenían un espléndido deleite por la vida y estaban capacitados para expresarlo...


Loelia Ponsonby y el 2º Duque de Westminster, el día de su boda (1930)



El célebre dibujante y fotógrafo inglés sigue un relato original y extremadamente personal sobre el hedonismo de la alta sociedad en la primera mitad del siglo XX: ”... La californiana miss Elsa Maxwell solía alquilar por su cuenta para toda una noche un club nocturno completo. Creó su propio ’escenario internacional’ que desarrolló en lo que hoy se llama Café Society, incluyendo, junto a personas de categoría social, una mescolanza de celebridades del cine y de las artes menores. Pero la verdadera ambición de miss Maxwell no quedó satisfecha nunca hasta que logró que el público más distinguido pareciera no tener nada de tal. Con este propósito inventó muchas fiestas sensacionales en las que aristócratas de Italia, Francia e Inglaterra, junto con políticos y estadistas, se veían desmontados de sus pedestales. En su primera fiesta de Londres, anunciada a bombo y platillo, hizo que sus invitados, gente muy pagada de sí misma, se sentaran en el suelo y jugaran a hacer volar una pluma en una sábana a fuerza de soplidos. Una de sus fiestas de noche cacareadas fue un corral de granja, donde los asistentes iban vestidos de campesinos y ordeñaron una vaca artificial sacando champaña. Como Elsa Maxwell tenía más talento que la mayoría de sus huéspedes, consiguió su objetivo. Las fotografías que se publicaban inevitablemente después de cada una de aquellas fiestas hacían que las víctimas aparecieran como unos formidables idiotas”.




La Duquesa de Windsor, Charles de Beistegui, el Barón Alexis de Rédé y Elsa Maxwell (1955)



Y sigue su vívida pintura el retratista de la corte británica: ”Los años treinta también tuvieron sus fiestas cuya finalidad era tal vez algo más elevada, ya que se proponía el fomento de la belleza. En 1928, el señor y la señora Cole Porter dieron una gala roja y blanca en el impresionante Palazzo Rizzonico de Venecia, en el que los invitados fueron provistos de vestiduras de papel blanco y encarnado que habían sido fabricados en Milán para aquella ocasión. Unos acróbatas, con los mismos colores, trabajaban sobre cables tendidos a través del patio del palazzo... El siciliano Duque de Verdura hizo que sus invitados internacionales hicieran todo el viaje hasta su palacio barroco de Palermo para aparecer con vestiduras de la época del Imperio... Charles de Beistegui conmemoró el aniversario de la edificación de su Palazzo Labbia en Venecia, durante el verano de 1951, con una fiesta en la que Antonio y Cleopatra, tal y como están pintados por Tiépolo en la pared de su gran salón, recibían al emperador de China y su corte y a los embajadores de Turquía, Persia y Rusia. Los invitados debían presentarse representando figuras tomadas de la literatura, pintura e historia de la época. No fue permitido ningún anacronismo en aquel escenario alumbrado por los candelabros. Las flores y el resto de los adornos fueron dispuestos según documentos del siglo XVIII y como quiera que se pidió a todos los invitados que llegasen en góndolas mejor que en lanchas de motor, las escenas del exterior así como las del interior del palacio produjeron la impresión de un Canaletto vuelto a la vida”.



Estas grandes exhibiciones de dinero pero con refinamiento y savoie faire terminaron hacia los ’70, cuando empezó a preponderar solo el dinero y el jet set se adhirió a la locura del estilo de Studio 54, por ejemplo, la célebre disco neoyorquina que dio las fiestas más extravagantes de la época. En la década de 1980 eran las mega-fiestas de Adnan Kashoggi, el traficante de armas árabe -en su momento llamado ”el hombre más rico del mundo”-, las que hacían correr ríos de tinta a periódicos y revistas de todo el planeta por su despliegue de fastuosidad. Aristócratas que siempre figuraban en la lista ”A” de invitados eran los barones de Rothschild, con Guy y Marie-Hélène a la cabeza, don Jaime de Mora y Aragón –hermano de la reina Fabiola de Bélgica-, Gunilla von Bismarck, Gloria y Johannes von Thurn und Taxis, Carolina de Mónaco –sobre todo luego de su separación de Philippe Junot-, el príncipe Alfonso de Hohenlohe-Langenburg y algunos dinastas de la Casa de Saboya. Los Rothschild, en Francia, reunían en torno a sí a muchos más miembros de la aristocracia menor que los jet-setters del resto de Europa.



Los Grimaldi de Mónaco en el Bal de la Rose 1995

4 comentarios:

  1. Jamais verá o Duque de Bragança no "Baile da Rosa" ou outras actividades do estilo. Deve estar equivocado.

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  2. Estimado:

    Dom Duarte probablemente no concurra a acontecimientos frívolos, ni sus parientes directos. Pero sí el príncipe Fernando de Orléans-Braganza (casado con Maria de Graça Baere de Araujo) o Diana, duquesa de Cadaval (casada el príncipe Carlos Felipe de Orléans).
    La lista de invitados reales a estos eventos es muy relativo.

    Agradezco su deferencia al interesarse por este artículo.

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  3. Considerar a Familía Real Portuguesa, com séculos de linhagem real,embora abaixo dos Bernardotte, com dois séculos como Família Real da Suécia, descendente de um general napoleónico, ou mesmo dos Borbóns,é no mínimo ofensivo para os portugueses. Além de não ser verdade que qualquer dos seus membros passeie pelos bailes e festas do jet set. Os exemplos que dá na resposta a Nuno Castelo- Branco, são de figuras secundárias da família de Bragança.

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  4. Estimado Sr. Mattos e Silva:

    No se trata de considerar aquí a cualquiera por encima de nadie o por debajo de los demás. La Historia es la Historia y cada uno de nosotros, debido a nuestras diferentes nacionalidades, tenemos percepciones diferentes sobre la misma. Pero no podemos eludir la realidad: nunca se ha visto a nadie de la familia real sueca en las fiestas de Mónaco. Es verdad que tampoco se ha visto a ningún integrante de la familia del duque de Braganza. Sin embargo, miembros secundarios de familias reinantes y pretendientes gustan de aparecer de cuando en cuando en eventos del jet set, por diferentes motivos que no es mi intención dilucidar.

    Mal que le pese, estimado señor, igual que en el común de la gente, los miembros de la realeza milenaria (o no tanto) también gustan figurar en el escenario de la high society. Vanitas vanitatum...

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