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viernes, 5 de marzo de 2010

De fiesta en Buckingham



Buckingham Palace: escenario de antiguas tradiciones

En 1959 el abandono de una vieja costumbre cortesana ha decretado la extinción de toda una época: la presentación de debutantes. En esas ocasiones las limusinas alquiladas se ponían en fila india y durante horas daban vueltas sobre el Mall en torno a la estatua de la reina Victoria hasta que se abrieran las puertas doradas. En aquella espera, las jóvenes debs jugaban al jaquet o se dejaban admirar por una multitud irónica, a veces hasta cruel. Ante el trono y pese a las lecciones impartidas a las elegidas, las reverencias derivaban en situaciones desafortunadas.


En época de Victoria y Alberto, una presentación en la corte constituía una cuestión personal. Un recibimiento caluroso o gélido del soberano marcaba la diferencia entre un súbdito leal y otro sobre el cual Su Majestad podía albergar ciertas dudas. Una antigua deb recuerda las famosas veladas de los ’30, durante el reinado de Jorge V. “Todos los hombres aparecían allí en calzón corto y medias de seda, la vestimenta de corte. Las damas con vestidos de noche, con colas de metro y medio. ¡De metro y medio! ¡Mi Dios! Si no se estaba entrenado, se podía tropezar ahí dentro al hacer la reverencia. Los ujieres, armados con largas cañas, a cada momento debían levantar las colas de los vestidos y depositarlas adecuadamente en los brazos de sus dueñas. En sus peinados, las damas plantaban tres plumas blancas de avestruz, que sostenían un velo de tul también blanco que les caía sobre la espalda. El rey y la reina, con sus coronas y joyas, estaban sentados, muy próximos, sobre sus tronos. ¿Cuándo se sabía que debía avanzarse para la reverencia? Cuando se era llamado por el Gran Chambelán”.

Una debutante llega a palacio para ser presentada ante el Rey (1929)


En 1931 tuvo lugar la presentación de la dama que cinco años más tarde haría tambalear el trono británico. Wallis Simpson, vestida y enjoyada de azul aguamarina, bajó del espléndido coche que el rico americano Lester Grant le había prestado para la ocasión, fue conducida a un vestíbulo donde valets de librea ayudaban a las damas a despojarse de sus abrigos y luego, con sus acompañantes, subió lentamente por la Gran Escalera. Seguidamente recorrieron una galería iluminada por arañas que conducía al salón de baile en rojo y oro. El trono y su dosel fascinaron a Wallis. George V estaba vestido con su uniforme de gala; la reina llevaba un traje de raso blanco bordado de perlas y más joyas de perlas y diamantes. El príncipe de Gales se encontraba de pie detrás del trono. A una señal del director de orquesta, presentadores y presentados se pusieron en hilera y desfilaron, las damas haciendo la reverencia ante la pareja real. Finalmente, todos los asistentes se encontraron en los Grandes Apartamentos, donde la familia real charló brevemente con cada uno de ellos.


Los grandes bailes que se celebraban en los salones especialmente construidos por orden de la reina Victoria señalan un mundo concluido: el baile de inauguración del palacio, en mayo de 1838, con Johann Strauss en persona dirigiendo la orquesta; el baile del Jubileo de Diamante de Victoria, en 1897, que reunió a dignatarios de todos los rincones del imperio; la Real Cuadrilla en honor de los reyes de Italia y de Rumania, celebrada en 1924 o el famoso baile del Jubileo de 1935 permanecerán en los anales de Buckingham. La Segunda Guerra Mundial ha enterrado definitivamente esas diversiones de otros tiempos.


Invitados ascendiendo la Gran Escalera (1870)


Sin embargo, los banquetes nocturnos en palacio son, aún hoy, el colofón de toda visita oficial. El presidente de Estados Unidos, los reyes de Malasia y Bután y todos los jefes de Estado del planeta han accedido a ese espectáculo a la medida de la realeza británica.


El acontecimiento se planifica con varias semanas de antelación. En el transcurso de una reunión especial, el Lord Chambelán examina el protocolo y la elección de los invitados, el secretario privado transmite los deseos particulares de la reina, el jefe de la casa prevé las necesidades del personal, el guardián del tesoro real evalúa el presupuesto y el Palace steward (intendente) todos los detalles materiales. Incluso se comunica el menú previsto al intendente de Londres, al despacho del Primer Ministro y a la embajada correspondiente, a fin de que el invitado de honor no vaya a encontrarse con los mismos platos en todos los banquetes de su visita oficial.


Mesa formal en el salón comedor a punto de ser preparada para un banquete (1930)

En el gran salón de baile, con capacidad para ciento setenta personas y que data de 1856, la actividad comienza desde el amanecer del día señalado. Las cocinas bullen y los valets suben y bajan a los subsuelos donde se depositan las fabulosas vajillas de cristal y porcelana labradas con el blasón real. La mesa de caoba, que asemeja una gran herradura, se recubre con suntuosos manteles blancos bordados. El personal se viste de librea con las armas de la reina en las mangas (desde 1952 las pelucas empolvadas han dejado de usarse).


La preparación de los cubiertos constituye, de por sí, un acontecimiento casi teatral. Cuatro submayordomos se encargan de la tarea, bajo las órdenes del Palace steward. Cada pieza toma su lugar en el punto preciso, lo que permite asegurar la perfecta simetría del conjunto. El más joven y delgado de esos empleados, equipado con pantuflas especiales, se sube a la mesa y avanza hacia el centro para disponer con el máximo cuidado las copas de cristal y verificar que los enormes candelabros de plata se encuentren situados a igual distancia unos de otros.


Se dispone la mesa

Se presta idéntica atención a que los ramos de flores no incomoden la visión de quien se tiene delante. Se vuelve a revisar la cantidad de copas para que luzcan impecables. Cada invitado dispone de cinco copas frente a él: jerez, vino blanco, vino tinto, champaña, agua, la copa de oporto llegará más tarde. Salvo para la reina, una cartulina indica el lugar de cada comensal y un pequeño carnet completa la panoplia: allí figura el orden de la procesión real, el menú, la lista de vinos, los fragmentos de música que se escucharán durante la velada, la disposición de los invitados en la mesa.


Todo el decorado queda dispuesto para las 17 horas. Una hora más tarde la soberana llega para efectuar una breve visita de inspección. Cuando se retira y, como forma de apreciar su trabajo, dirige algunas palabras a los valets: la más preciada de las recompensas.


Cerca de ciento treinta valets itinerantes están encargados del servicio para un banquete y cada uno tiene una misión bien precisa que cumplir. Ut supra se detalla la función y, entre paréntesis, el número de valets destinado para ello.
  • Controlar los invitados en la Gran Recepción (8)
  • Dirigir los invitados desde la Gran Escalera al Salón Verde (1)
  • Permanecer en la puerta de la Galería al Salón de Música (1)
  • Dirigir los invitados del Salón Azul al salón de baile (3)
  • Aguardar a la familia real a la entrada del jardín (2)
  • Asegurar el servicio de ascensor (1)
  • Preparar las bebidas en la sala de Trono (7)
  • Colocar en su lugar los aperitivos a las 19:15 horas (3)
  • Servir los aperitivos desde la sala del Trono hasta la Galería (9)
  • Servir los cigarrillos (2)
  • Preparar el café y las bebidas después de la cena (6)
  • Servir el café (10)
  • Retirar las tazas (3)
  • Ordenar el conjunto (3)
  • Servir los licores (3)
  • Ofrecer cigarros y cigarrillos (2)
  • Retirar la vajilla (9)
  • Segunda vuelta de licores en el Salón Azul y el Salón de música (10)
  • Servir bebidas después del banquete en el gran comedor (3)
  • Presencia en la Gran Recepción después del banquete (2)
  • Refrigerio para el personal (8)
  • Servicio de bebidas para la orquesta (1)
  • Servicio de comida para los yeomen de la guardia (1)
  • Presencia en el Apartamento Belga (1)
  • Presencia en la Sala Carnarvon (1)
  • Presencia en el Gran Ingreso para la partida de los invitados (8)
  • Presencia en el acceso al jardín para la partida de los invitados (1)

La familia real antes de la cena por el cumpleaños nº 60 del Príncipe de Gales

Desde que el salón de baile es el escenario para los banquetes de Estado, se ofrece el espectáculo de la procesión real a través de los Grandes Apartamentos. Concebidos y decorados por John Nash, todos los salones de ceremonia del primer piso están en una misma frecuencia: rica mezcla de marfil y oro, alfombras púrpura, esculturas de mármol blanco y retratos reales. La misma armonía de los colores despide un esplendor inigualable.


Mientras que los invitados degustan un aperitivo, la reina y la familia real se reúnen en el Salón Blanco, ornamentado en blanco y oro, con mobiliario Regency y del siglo XVIII francés y realzado por grandes retratos de Winterhalter. Después todos avanzan hacia la sala de música, donde se hace la presentación de los invitados de categoría y se arma entonces la procesión que debe alcanzar el salón de baile a los acordes de los himnos nacionales.


El Rey Abdullah de Arabia Saudita con la Reina y el Duque de Edimburgo antes de la procesión real



En oportunidad del banquete celebrado el 16 de noviembre de 1982 en honor de la reina Beatriz de los Países Bajos, el orden del cortejo era el siguiente:

  1. Reina Beatriz de los Países Bajos * Reina Isabel
  2. Príncipe Felipe de Edimburgo * Príncipe Claus de los Países Bajos
  3. Príncipe Carlos * Reina madre
  4. Arzobispo de Canterbury * Princesa Diana
  5. Embajador de los Países Bajos * Princesa Ana
  6. Capitán Mark Phillips * Princesa Margaret
  7. Lord Canciller * Princesa Alice
  8. Duque de Gloucester * Señora Bischoff van Heemskerck
  9. Denis Thatcher * Duquesa de Gloucester
  10. Duque de Kent * Margaret Thatcher
  11. P. J. H. Jonkman * Duquesa de Kent
  12. Príncipe Michael de Kent * Princesa Alexandra
  13. Angus Ogilvy * Princesa Michael de Kent
En el momento de las recepciones diplomáticas, la procesión entra por las puertas dobles situadas en el extremo norte de la galería de pinturas. En ambos lados y a todo lo largo de los States Apartments, las puertas-espejo plegadizas permanecen abiertas y en cada ámbito las arañas iluminan la escena masivamente. Aquel ambiente parece quedar atrapado en “Pompa y Circunstancia”.

La mesa dispuesta

Una vez en sus lugares de la larga mesa, la soberana toma asiento en primera instancia, el resto de los comensales le sigue. Un asombroso sistema de destellos hábilmente oculto por las flores y accionado por el intendente permite manejar el servicio. Al destello rojo, el personal debe inmovilizarse; al color naranja, deben prepararse a cambiar los platos; al verde, ir a buscar el siguiente servicio. Hay cuatro pasajes para ingresar al salón de baile y, por ende, cuatro destellos en total. Cuando la luz pasa al color verde, docenas de valets itinerantes pasan a la acción. Siempre se eligen los más altos para servir los extremos redondeados de la herradura, ya que tienen los brazos más largos para poder franquear la extensión de la mesa.


Cena en homenaje al Presidente de Sudáfrica Jacob Zuma (3 de marzo de 2010)


El menú es ligero –nada que ver con la procesión de doce platos de la mesa de la reina Victoria-, regado por un Bordeaux blanco, luego un borgoña y por último el champaña. Al final actúan los gaiteros del Primer Batallón de los Scots Guards. ¡La reina adora la gaita a los postres! Con el oporto llega el momento del brindis. Su Majestad toma la palabra. Se calza los lentes, verifica que su micrófono funcione y se dirige durante algunos minutos (en general siete) a los comensales. El invitado de honor da la réplica. Luego todos los asistentes pasan a los diferentes salones donde pueden aceptar algún licor digestivo, fumar habanos o cigarrillos. La velada se prolongará durante una hora, en que la reina se retira y, a veces, conduce ella misma a su huésped a los apartamentos que le han sido asignados, antes de retirarse a los suyos propios.


Entre los almuerzos, banquetes, garden parties y otras recepciones, la reina recibe cada año alrededor de cuarenta mil personas en el palacio de Buckingham.







2 comentarios:

  1. Interesantìsima entrada, soy un apasionado de los ceremoniales regios, en especial de las maneras castellano-borgononas de los Austrias espanoles.

    Cada entrada es una verdadera delicia.

    Un saludo y anhorabuena.

    PS: como prometistes, espero con ansia las entradas sobre los ceremoniales hispano-galos, para mi el culmen de la realeza

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  2. El ceremonial de la Corte de Saint James, aunque para muchos es anacrónico, es el único que sobrevive hoy con sus ritos ancestrales. El hecho de que ocurra esto en pleno siglo XXI para otros muchos es fascinante.

    Todos los jefes de Estado tienen su sistema de protocolo, como es sabido. Incluso en los Países Bajos la reina llega en carroza dorada para abrir el Parlamento y da su discurso sentada en un trono. Pero en el Reino unido es atrapante la naturalidad con la que realeza y aristocracia se adapta a la etiqueta.

    En la historia, Versailles era el modelo en el que las Cortes de Europa armaban su ceremonial. Era tan asfixiante que, María Antonieta, por ejemplo, recurría a los Trianones y a la dulzura campesina del hameau para escapar de Madame l'Etiquette. De hecho, cien años más tarde la emperatriz de Austria, la célebre Sissi, hacía lo mismo para evadir la implacable etiqueta de la Hofburg, que en sobrevivía -aunque más aligerada- desde el siglo XVII. Valga la aclaración: Sissi no cruzaba el parque para disfrutar de un palacete sino que cruzaba los mares en su yate buscando la libertad.

    Como dije, en su momento también publicaré los entresijos de los palacios de Madrid y Viena desde la Edad Media hasta hoy.

    También cordiales saludos y gracias.

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