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jueves, 16 de julio de 2009

La Realeza y la Cristiandad

Luego de la excomunión de Martín Lutero y los enfrentamientos entre los protestantes y el Papado, la Cristiandad se dividió y empezaron las terribles guerras de religión. El protestantismo luchó contra el emperador y sus conciudadanos católicos y finalmente se estructuró en una Iglesia separada de la obediencia del Papa.


Entonces, la Cristiandad dejó de ser la totalidad de los pueblos cristianos y pasó a ser el conjunto de los fieles cristianos repartidos por todo el mundo, sin un líder secular. El Papa se constituyó únicamente en líder espiritual de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana pero no de las restantes Iglesias cristianas, protestantes y ortodoxas.

En la Edad Moderna, sin embargo, se refuerza la autoridad real en los países cristianos con la convicción de que toda soberanía viene de Dios. El monarca absoluto cristiano debe, pues, someterse a las leyes sagradas, a las reglas de la justicia natural y a las leyes fundamentales del Estado.



En la Era Contemporánea se descubre una historia oculta de la realeza europea disimulada y escondida desde el Medioevo, en la que se demuestra que la sangre real es la que corresponde a los descendientes del rey David de Israel, que se refugiaron en el sur de Francia y formaron la célula germinal de la nobleza. Estos enlaces hicieron que los cristianísimos reyes de Europa Occidental fuesen también de la estirpe de David, lo que les dio tanto la legitimidad para gobernar por derecho divino como la competencia profesional para saber hacerlo bien, con oficio. De este modo, el concepto de realeza adquiere un significado mucho más profundo, pues emparentar con esta dinastía implicaba emparentar con el linaje de Jesucristo.



Después, y a raíz de sucesivos matrimonios, se originan las distintas ramas dinásticas que han forjado y gobernado Europa durante siglos. Si algún monarca no deja descendencia directa, otra rama colateral, pero también ligada al linaje davídico, inicia una nueva dinastía. Por eso el término Mon cher cousin (“Mi querido primo”) es el tratamiento habitual entre los miembros de la alta nobleza, partiendo del hecho de que cada uno está de algún modo emparentado con el otro (refiriéndose a la estirpe del rey David).


Descendencia legítima para reinar


Durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX, en las monarquías de los estados europeos, los herederos que, genéticamente, están predispuestos a detentar el poder, siguen siendo educados para ejercerlo y, dado que presumiblemente lleguen a reinar, deben casarse con otra persona de linaje real, es decir, otro descendiente de la familia davídico-carolingia. Desde luego, con esa exigencia se pretende reforzar la aptitud genética para gobernar que conlleva tal enlace. Cuando un príncipe heredero se une a una persona que no es de linaje real, el matrimonio se llama morganático y el heredero puede ser, incluso, declarado no apto para reinar y obligado a renunciar.




Hoy, el oficio de regir y de liderar compete a quienes tienen una indudable capacitación profesional para ejercerlo, no solamente a quienes descienden del linaje legitimado para gobernar, el de la estirpe de David. Los príncipes modernos son libres para elegir su pareja y esta no tiene que ser, necesariamente, de sangre real. Sin embargo, se sigue respetando mayoritariamente la tradición con la única intención de asegurar que la familia de ambos esposos haya ejercido el poder y tengan oficio para ejercerlo bien. Esta capacitación no basta con la supuesta predisposición genética, sino que exige intensos esfuerzos formativos.

Las personas que pertenecen a un linaje real tienen, además, otra ventaja: saben entenderse, relacionarse y llevarse bien con los gobernantes de otras naciones, lo que frecuentemente suele facilitar las relaciones –políticas y diplomáticas- entre los Estados. La realeza ha sabido hacer verdaderamente rentable para su país la institución monárquica. Los innumerables descendientes de la familia davídico-carolingia que ha gobernado Europa Occidental han tenido más oportunidades que los demás para especializarse en el buen ejercicio del poder y quienes se hayan convertido en los mejores expertos en ese oficio podrán seguir ocupando puestos clave en los gobiernos del mundo.

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