Enlaces amigos

miércoles, 4 de abril de 2012

El guardarropa de la Zarina Isabel

Elizaveta Petrovna fue zarina de Rusia entre 1741 y 1762. También llamada La Clemente, fue la segunda hija de Pedro I y Catalina I. Subió al trono tras la revuelta militar que derribó al zar Iván VI de Rusia.





Monograma imperial



A mediados del siglo XVIII, el corte de la ropa imitaba diseños extravagantes del estilo rococó. La moda era de hombros estrechos, cinturas diminutas y faldas resplandecientes sobre guardainfantes de ballena. En Suecia primero, luego en Francia, Dinamarca y Rusia comenzó a usarse, para el vestuario ceremonial del monarca, brocado liso suave sobre el cual se desplegaban bordados con hilos de plata, un material decorativo exquisito. En Rusia este tipo de tela –el brocado de seda- era llamado “glace” (como en francés) y los vestidos de coronación de brocado de seda brillante daban la impresión de tener relieves de plata preciosa.


1741


Para su ceremonia de coronación en abril de 1741, Isabel ordenó la compra de telas solo de producción textil rusa. Además había decidido usar un vestido ejecutado en brocado suavemente bordado probablemente por mano de obra rusa. La cola era tan larga que se necesitaron veinte pajes –cuyo atuendo era blanco guarnecido con trencilla de oro- para llevarla. Desde entonces todos los vestidos de coronación en Rusia han sido confeccionados de brocado plateado liso cubierto con borlas y trencillas de plata u oro; desde finales del siglo XVIII la tela era tejida con plata y acabada con lentejuelas de plata.


El vestido de coronación de Elizaveta Petrovna era de brocado de seda bordada con encaje de oro. Los delicados bordados armonizan con una capa de encaje de plata hecha a mano, de cinco metros de largo.



Bajo el reinado de Isabel, la corte rusa fue una de las más espléndidas de toda Europa. Los extranjeros se sorprendían del gran lujo de los bailes y las mascaradas. La Corte rusa había aumentado constantemente en importancia en todo el siglo XVIII y llegó a tener más importancia cultural que muchos de sus homólogos occidentales por su carácter incluyente. Como la mayoría de las cortes imperiales, era considerada un reflejo del gobernante que constituía su centro y se decía que Isabel era "la más perezosa, la más extravagante y la más amorosa de las soberanas". Isabel era inteligente, pero carecía de la disciplina y la educación necesarias para florecer como una intelectual; consideraba que la lectura de literatura secular era "nociva para la salud".


1740



Ella odiaba el derramamiento de sangre y el conflicto y se esforzó mucho para alterar el sistema ruso de la pena, incluso prohibiendo la pena de muerte. En la corte, este espíritu conciliador también se hizo evidente. Según el historiador Robert Nisbet Bain, fue una de las "principales glorias de Isabel que, tan lejos como pudo, puso fin a esa afirmación maliciosa de ambiciones rivales en la corte, las cuales habían traído desgracia a los reinados de Pedro II, Ana e Iván VI". También era profundamente religiosa, autorizando varias piezas de legislación que deshicieran mucho del trabajo de su padre para limitar el poder de la Iglesia. Sin embargo, de todas sus diversas características que se manifiestan en la estructura de la vida cortesana, las más evidentes eran su extravagancia, su vanidad y su alegría y su naturaleza juguetona.


1743


La notoria extravagancia de Isabel llegó a definir la corte en muchos aspectos. La emperatriz creó un mundo en el que reinaba suprema la estética, produciendo una Corte en la que una competición entendible existía entre los cortesanos para ver quién podía verse mejor, cediendo el primer lugar solamente a Su Majestad. Como el historiador Mijail Shcherbatov declaró, su Corte estaba "vestida de brocado de oro, sus nobles satisfechos sólo con las prendas más lujosas, los alimentos más caros, las bebidas más raras, el mayor número de criados y ellos aplicaban esta norma de fastuosidad también a su vestimenta". La ropa de pronto se convirtió en el medio elegido en la Corte para mostrar riqueza y posición social. Es conocido que la emperatriz poseía miles de vestidos, a cual más exquisitamente bordado, otros miles de pares de zapatos y un número aparentemente ilimitado de medias y otros accesorios.


"Russian elegance"


Como se cambiaba tres veces de vestido en el transcurso de un baile, pues bailar la hacía sudar copiosamente, y no usaba un modelo dos veces, no perdía ocasión de aumentar su vestuario. En cuanto le comunicaban la llegada de un barco francés al puerto de San Petersburgo, ordenaba inspeccionar la carga y exigía que le llevaran las últimas novedades de los costureros de París, a fin de que ninguna de sus súbditas las viera antes que ella. Sentía una pasión desenfrenada por la ropa, las joyas y los accesorios que llevaran el sello parisiense y en diseño sus preferencias se inclinaban hacia los colores subidos, las telas sedosas, brillantes y los bordados en oro o plata.


1748



Cambiaba su atuendo de dos a seis veces al día y, desde que la emperatriz hacía esto, sus cortesanos lo hacían también. Para asegurarse de que nadie llevaba un vestido más de una vez en cualquier baile o evento formal, la emperatriz hacía que sus guardias mancharan cada vestido con una tinta especial. Los hombres de la corte eran conocidos por usar botones de diamantes, cajas de tabaco enjoyadas y con sus sirvientes embutidos en uniformes de tela de oro. Fue también durante su reinado que un gran número objetos de plata y oro fueron producidos, la mayor cantidad que el país había visto hasta el momento en su historia.


1750



La vanidad de Isabel y la atención a su aspecto personal también tenía ramificaciones imborrables en la vida cortesana. La zarina era una mujer increíblemente atractiva y, a su vez, ella deseaba ser la más atractiva en cualquier compañía en todo momento. Tremendamente celosa de sus congéneres, no toleraba ninguna competencia en materia de acicalamiento y tocado. Con el fin de asegurar que este fuera el caso, Isabel hizo publicar varios decretos indicando qué era aceptable de sus cortesanos en lo que refería a la apariencia en relación con ella misma. Estos edictos incluían una ley contra el uso del mismo peinado, vestido o accesorio que la emperatriz.




1756



En una ocasión decidió ir a un baile con una rosa en los cabellos y descubrió, indignada, que Natalya Lopukhina, famosa por sus éxitos en sociedad, también lucía una en lo alto de su peinado. Isabel lo interpretó como una flagrante ofensa al honor imperial. Así que, tras interrumpir a la orquesta en medio de un minué, obligó a la Lopukhina a arrodillarse, pidió unas tijeras, cortó con rabia la flor responsable junto con los mechones artísticamente rizados que rodeaban el tallo, abofeteó a la desdichada en ambas mejillas, hizo una seña a los músicos y siguió bailando. La Lopukhina se desmayó de vergüenza, pero la emperatriz, después de esta venganza femenina ante la corte atónita, recobró su serenidad habitual.


1760



Una famosa historia que ejemplifica la vanidad de la emperatriz es que una vez Isabel tenía un poco de polvo en el pelo y no podía quitárselo. Se vio obligada, por tanto, a cortarse el pelo para librarse de la mancha e hizo que todas las damas de la corte hicieran lo mismo, lo que hicieron "con lágrimas en los ojos". Esta vanidad agresiva se convirtió en uno de los principios de la corte de Isabel a lo largo de la totalidad de su reinado, especialmente cuando se hizo mayor. Como se ha dicho por la historiadora Tamara Talbot Rice: "Más adelante en la vida, sus arrebatos de ira eran dirigidos tanto contra la gente que creía tener la seguridad de Rusia en peligro de extinción o contra las mujeres cuya belleza rivalizaba con la suya".





1760


A pesar de la volatilidad de Isabel, las reacciones a menudo violentas en lo que refería a su apariencia, la emperatriz era exaltada en la mayoría de otros asuntos, en particular, cuando organizaba entretenimientos cortesanos. Era renombrada en toda Rusia y en el extranjero por los bailes que daba y su fuerte compromiso con las artes, especialmente la música, el teatro y la arquitectura. Isabel organizaba dos bailes a la semana. Una de ellos sería un gran acontecimiento con un promedio de 800 invitados, la mayoría de los cuales eran los comerciantes más importantes del país, miembros de la nobleza inferior y guardias apostados en los alrededores de la ciudad del evento. El otro baile era mucho más pequeño, reservado para los amigos más cercanos de Isabel, así como miembros de las más altas esferas de la nobleza. Estas reuniones más selectas comenzaron como bailes de máscaras, pero se convirtieron en los célebres bailes Metamorfosis de 1744.


A caballo, 1743


Como, a su entender, con ropas masculinas superaba a todas sus invitadas habituales, instituyó estos bailes de disfraces a los que, por orden suya, las mujeres asistían con traje y calzón a la francesa y los hombres con falda y miriñaque. Su Majestad a menudo participaba disfrazada de atamán cosaco o carpintero en honor de su padre, pero también como mosquetero de Luis XIII o marino holandés. Los trajes no permitidos en el evento eran los de peregrinos y arlequines, que la emperatriz consideraba profanos e indecentes, respectivamente. A la mayoría de los miembros de la corte no les gustaban, en el fondo, estos bailes, ya que les parecían ridículos, pero Isabel los adoraba. Como afirmó el Príncipe Potemkin, asesor de Catalina la Grande, esta adoración se debía al hecho de que ella era "la única mujer que se parecía realmente bien, y por completo, a un hombre... Como era alta y fuerte, la ropa de hombre le convenía". A la emperatriz le gustaba sorprender a su entorno por el delicado perfil de sus pantorrillas y la finura de sus tobillos.


A caballo, 1755



No contenta con organizar reuniones “nuevo estilo” en sus numerosas residencias, Isabel obligaba a las familias más prestigiosas del Imperio a dar bailes de máscaras bajo el propio techo. El maestro francés Landet había enseñado a toda la corte los pasos del minué. Los miembros de ese mundillo se reunían en las casa particulares a las seis de la tarde; bailaban y jugaban a las cartas hasta las diez; luego, la emperatriz, rodeada de algunos personajes privilegiados, se sentaba a la mesa para cenar. Los demás invitados comían de pie, codo con codo, esforzándose en no ensuciar sus atavíos. Una vez que Su Majestad daba el último bocado, se reanudaba el baile, que duraba hasta las dos de la madrugada. Para complacer a la protagonista de la fiesta, el menú era abundante a la vez que refinado. Pero la alimentación excesivamente nutritiva y su afición al alcohol se tradujeron en la emperatriz en una gordura prematura y una antiestética cuperosis en las mejillas.


1757



Tras la muerte de Isabel Petrovna, La Clemente, a los cincuenta y tres años, sus allegados hacen el inventario de sus armarios y baúles, en los que encuentran quince mil vestidos, algunos de los cuales Su Majestad no se puso nunca, salvo quizá ciertas noches de soledad para contemplarse ante un espejo.


De negro


2 comentarios:

  1. La hermosa Isabel Petrovna nos dejó tantas cosas,todas tan apreciadas. La Hermitage,Pushkin,la Universidad Lomonosov,
    la semilla por el ballet ruso y su música de primera,la cien
    cia avanzada y la gran continuadora de su obra,Catalina II.
    Por si fuera poco,en aquel entonces suprimió la pena de
    muerte,aún vigente en el siglo XXI...

    ResponderEliminar
  2. es una emperatriz esplendida valiente inteligente respetuosa innovadora y ademas bella . te queremos elizabeth y te agrade emos todos los avances en la sociedad

    ResponderEliminar