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sábado, 18 de febrero de 2012

Irán y la herencia persa

Irán, cuyo nombre oficial es República Islámica de Irán (en persa, جمهوری اسلامی ایران, transcrito Yomhūrī-e Eslāmī-e Īrān), es un estado de Oriente Medio que desde el I milenio a. C. hasta 1935 fue conocido en Occidente como Persia (aunque hoy en día este nombre sigue siendo válido y aceptado junto con el de Irán).


Insignia naval iraní hasta 1906 (Dinastía Qajar)



La historia de Irán y el Gran Irán (al que se refieren también como el "Continente cultural iranio" por la Encyclopædia Iranica) abarca la zona que va desde el Éufrates al Oeste hasta el río Indo y el Jaxartes en el Este y desde el Cáucaso, Mar Caspio y Mar de Aral en el norte al golfo Pérsico y el golfo de Omán en el Sur. Incluye las modernas naciones de Irán, Azerbaiyán, Afganistán, Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, las partes orientales de Turquía e Irak y las partes de Pakistán que quedan al Oeste del Indo. Es una de las más antiguas civilizaciones del mundo, pues abarca miles de años hasta la moderna República Islámica de Irán.


Irán fue conocido en Occidente como Persia, derivado del nombre griego, Persis, que fue usado en para referirse a la nación irania, su pueblo y sus imperios antiguos. Los iraníes llaman a su país Irán / Iranshahr desde el período sasánida. El nombre Persia proviene de la región del sur de Irán, llamada Fars/Pars, derivado de Parshua, lugar de origen del Imperio persa.





Extensión del Imperio Aqueménida hacia el 500 a. C.


A comienzos del III milenio a. C. aparece en Susa una forma de escritura, posiblemente derivada del sistema sumerio para representar la lengua elamita, y el Imperio elamita surge como nuevo poder en el sudoeste de Irán, en competencia con los imperios vecinos de Babilonia y Asiria. La economía elamita se basaba principalmente en el comercio, y su larga tradición administrativa está evidenciada por la cantidad de tablillas y registros conservados.


A partir del 2000 a. C. los medos y los persas, pueblos arios o indoeuropeos, comenzaron a desplazarse desde las llanuras del sur de Rusia y Asia Central hacia Europa y Asia. Durante el II milenio a. C. invadieron la meseta del Irán, entre el mar Caspio y el golfo Pérsico, estableciéndose en los escasos valles en los que se cultivaba el trigo y los árboles frutales. Estos pueblos hablaban una variedad de dialectos del persa antiguo, una de las lenguas iranias perteneciente a la familia de lenguas indoeuropeas, emparentadas con el avéstico (iranio antiguo oriental) y el sánscrito védico.





Interpretación moderna de nobles medos.


A mediados del siglo VII a. C., grupos de tribus iranias identificadas como medos, establecidos al norte y noroeste de Irán, se libran del yugo asirio, estableciendo su poder sobre la región. Gracias a Ciáxares y Astiages se acaba con el poderío asirio, tomando Nínive en 612 a. C. y fundando el primer imperio iranio. De ese mismo período son las fuentes que mencionan a Ciro I, rey de Anshan.


Imperio persa


El dominio medo, no obstante, fue breve, gracias a la labor emprendida por un noble persa de la familia Aqueménida, Ciro (555-529 a. C.), rey de Anshan, quien creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios. A partir del año 550 a. C., Ciro, llamado después el Grande, unificó a los persas, sometió a los medos y conquistó Babilonia (con lo que puso fin al Imperio neobabilónico), Siria, el Levante y Asia Menor. A diferencia de los conquistadores semitas precedentes, Ciro trató con benevolencia a los pueblos sometidos. Este rasgo típicamente persa era un concepto de poder totalmente nuevo.





Ciro el Grande liberando a los exiliados hebreos para reasentarse y reconstruir Jerusalén, lo que le valió un lugar de honor en el judaísmo.


Su labor de conquista fue continuada por su hijo y sucesor, Cambises (530-522), quien se anexionó Egipto y marcó la máxima extensión del Imperio aqueménida, configurando el mayor imperio hasta entonces conocido en el Próximo Oriente. El esplendor del Imperio persa viene marcado por la figura de Darío I (522-486). Darío, en un acto probablemente ilegítimo, se apoderó del trono de Persia y proclamó su pertenencia a la familia Aqueménida en la Inscripción de Behistún. Se dedicó fundamentalmente a organizar el extenso imperio heredado. Territorialmente, lo organizó en satrapías, provincias que procuraban respetar las entidades naturales; estaban dirigidas por un sátrapa; el poder militar, sin embargo, estaba reservado a los generales. Los llamados "ojos y oídos del rey" inspeccionaban esta organización política.


El Imperio aqueménida recaudaba cuantiosos impuestos, parte de los cuales se amonedaban en oro y plata acuñándose monedas como el dárico o el shekel. Gran parte de los ingresos se iban en construcción de obra pública, como la red de caminos con los que se pretendía unir las diversas partes del imperio, el más famoso de los cuales es el Camino Real de Susa a Sardes. Construyó palacios y monumentos en las capitales: Susa y Persépolis. El tercer gran gasto del imperio lo constituía el enorme ejército.





Esfinge alada del Palacio de Darío en Susa (ca. 510 a. C.).



Fue Darío quien convirtió en religión oficial el mazdeísmo, que el príncipe-profeta Zoroastro (o Zaratustra) había comenzado a predicar hacia el año 700 a. C. Se trataba de una religión dualista, en la que el mundo estaba regido por dos principios: el bien (Ormuz o Ahura-Mazda, simbolizado por la luz, el Sol) y el mal (Arimán). Los seres humanos debían llevar una vida pura, y practicar buenas acciones para conseguir que el bien triunfara sobre el mal. Esta religión carecía de templos, alzándose simplemente altares al aire libre donde ardía una llama permanentemente. Esta doctrina consta en el Zend Avesta.


Pero con Darío comenzó también el declive del Imperio aqueménida, al emprender una lucha contra los griegos que se conocería como las Guerras Médicas y que continuaron sus sucesores: Jerjes I, Artajerjes I, Darío II, Artajerjes II y Darío III. Durante el primer tercio del siglo V a. C., persas y griegos compitieron por el dominio sobre las ciudades griegas de Asia Menor, las costas del Mediterráneo y el control de los puestos comerciales, así como el acceso al trigo de las costas del Mar Negro. Estos conflictos fronterizos comenzaron con las sublevaciones jonias e incluyeron la quema de Atenas por parte de los persas, en represalia por la destrucción de Sardes durante los levantamientos de principios de ese mismo siglo.





La batalla de Isos, entre Alejandro Magno a caballo a la izquierda, y Darío III en el carro de la derecha, representados en un mosaico de Pompeya que data del siglo I a. C.


Después de los fracasos militares de la Segunda Guerra Médica, los aqueménidas detuvieron su expansión y perdieron algunos territorios, mientras los levantamientos y rebeliones se sucedían por todo el imperio. Las continuas derrotas de los persas culminaron con la invasión (en 334 a. C. y fin del propio imperio por Alejandro Magno (336 a. C.). Persépolis fue destruida por los soldados macedonios. Alejandro adoptó costumbres orientales estableciéndose en Babilonia luego de consolidar su conquista en el territorio que se extiende entre Egipto y el río Indo. A su muerte, los sucesores o Diádocos se repartieron sus territorios, y pasó a Seleuco I Nicátor (300 a. C.). Los seléucidas gobernaron durante una época de gran debilidad, tanto externa como interna; se trataba de una dinastía helenística, en la que se dejaba sentir la profunda influencia griega.


Imperios parto y sasánida


El declive del imperio seléucida fue aprovechado por la dinastía arsácida de Partia, que gobernó el antiguo Irán a partir del año 250 a. C. Los partos (Parni) eran un pueblo de origen septentrional, que construyeron un imperio a partir de la región a orillas del mar Caspio. En los cuatro siglos siguientes, los partos defendieron el territorio de la antigua Persia frente a los romanos, al tiempo que funcionó como intermediario entre Roma y China.





Relieve de Taq-e Bostan: Arriba, Cosroes II, 22º rey Sasánida de Persia, con Ahura Mazda –deidad suprema del zoroastrismo- a su izquierda y Anahita, divinidad de las Aguas, a su derecha. Debajo, el rey vestido como catafracto, caballero de armadura pesada, sobre su caballo preferido, Shabdiz.


En 226 surge en Persia, tras una revuelta nacionalista, el Imperio Sasánida, que intenta devolver a Irán la gloria de los Aqueménidas. El imperio Sasánida (226-652) luchó a lo largo de los siglos contra los romanos, los bizantinos y las tribus que lo acosaban desde Asia Central. Sus monarcas más destacados fueron Cosroes I y Cosroes II, ambos del siglo VI. Sólo la invasión árabe del siglo VII, en plena expansión del Islam, pudo ponerle fin con la derrota del último Shah, Yazdgard III.


Edad Media


La Edad Media en Persia vio sucederse el dominio de diferentes pueblos. Fueron los árabes, recientemente islamizados, quienes conquistaron el reino sasánida a mediados del siglo VII. En 634 tomaron la capital sasánida (Ctesifonte, actual Irak) y para el año 655 ya habían conquistado Kabul y Kandahar (lo que hoy es Afganistán). No obstante, aunque el territorio persa quedó así inmerso en el nuevo Imperio árabe, lo cierto es que los califas de Damasco no forzaron una política de conversiones, sino que toleraron dentro de sus fronteras las antiguas religiones. Sin embargo, los no islámicos tenían la obligación de pagar más impuestos y tenían otra serie de restricciones. El país fue islamizándose poco a poco, pero manteniendo rasgos particulares. Así, Persia se convirtió en lugar donde encontraban amparo tendencias diversas dentro del Islam que se enfrentaban a los califas de Damasco. Por ejemplo, los chiítas, que eran fieles a los descendientes directos del Profeta.





Harun al-Rashid (5º califa abasí de Bagdad) recibiendo una delegación de Carlomagno en 786.


El enfrentamiento entre los persas y los califas de Damasco cristalizó en una serie de revueltas. Las regiones de Merv y Jorasán se convirtieron en refugio de alidas y chiítas. Encabezados por Abu Muslim, se alzaron en 747 contra los omeyas, a quienes derrotaron tres años después en la batalla del Gran Zab o "batalla del Zab". No obstante, quien consiguió hacerse con el poder fueron los abasíes, descendientes de Abbas, tío de Mahoma. El primer califa abasí fue Abul-Abbas (750-754), quien dependía en gran medida de sus aliados persas. Trasladaron el califato desde Damasco (Siria) hasta Bagdad (actual Irak), ciudad nueva fundada en 762 por el califa Al-Mansur. La influencia persa se dejó sentir en la transformación de la monarquía, pues los califas pasaron a ser reyes al estilo sasánida: no eran jefes de los árabes, sino de todos los creyentes; vivían encerrados en su palacio, lejos de sus súbditos; sólo aparecían públicamente en ceremonias de gran pompa.


Los califas de Bagdad dependieron cada vez más de sus jefes militares, persas primero y turcos después. Poco a poco los ejércitos se transformaron en fuerzas privadas de uno u otro general, lo que contribuyó a la tendencia disgregadora del califato. Amplias zonas de Persia escaparon a su control, constituyéndose en reinos independientes. Las revueltas contra el poder central fueron especialmente intensas en el Jorasán, cuyo primer reino independiente fue establecido por Tahir, príncipe de Nishapur, de Jorasán y de Kermán (822). Pero parece que fue más una cuestión de ganancia política y territorial; de hecho, Tahir había ayudado al califa a someter a otros movimientos nacionalistas en otras partes de Persia.





Bagdad a comienzos del siglo IX floreció como centro de conocimiento, cultura y comercio.


La primera dinastía en Jorasán, después de la introducción del Islam, fue la safárida (861-1003). Tiene su origen en la más remota región del oriente iraní, Sistán, donde fueron particularmente intensas las prédicas de los jariyitas. Saffar, un calderero, fue proclamado califa, y emprendió la conquista de las provincias vecinas: Sind y Jorasán. Los samánidas (875-999), también oriundos del Jorasán, gobernaron extensos territorios, desde el mar de Aral al océano Índico y el golfo Pérsico. Los buyíes (932-1055), una dinastía fundada por un príncipe persa de sangre real próximo a los chiítas, reinaron en Persia occidental, llegando luego a Bagdad, hasta Fars y Kermán.


Los buyíes de Persia se vieron conquistados por los turcos selyúcidas que hacia el año 1000 invadieron el Jorasán y el Irak. Para el año 1040 ya estaban instalados en Nishapur. En 1092, a la muerte del sultán, Persia se convirtió en reino independiente gobernado por uno de los hijos del sultán. Sus fronteras se vieron atacadas por las tribus asiáticas, y perdió la Transoxiana, en favor del reino de Kara-Kitai.



Fino camafeo representando un combate ecuestre entre el rey persa Shapur I (fundador de Nishapur) y el emperador romano Valeriano (256).



Un siglo después (1190), los jorezmitas fundaron un imperio iranio sobre Persia oriental hasta Afganistán. Los jorezmitas, como el resto de Persia, fueron conquistados por los mongoles de Gengis Kan (1220). El kanato de Persia (o "Iljanato"), vasallo del gran kan de Pekín, tuvo su capital en Meragha, cerca del lago Urmía. En 1295 Ghazan abandonó el budismo y se convirtió al Islam. Su capital, Tabriz, se convirtió en centro difusor de la religión musulmana chiíta. En esta época se fortalecieron las relaciones entre Persia y el Extremo Oriente. Los ejércitos mongoles de Tamerlán asolaron Persia entre 1380 y 1385. Los timúridas gobernaron entre 1370-1506.


Edad Moderna y Contemporánea


El siglo XVI fue el de la independencia con la dinastía safaví o sefévida. Tiene su origen en las órdenes religiosas sufíes (místicos chiítas) de las montañas de Azerbaiyán. Organizaron su estado en torno al santuario de Ardabil, cerca del mar Caspio. Ismail, su jefe, se proclamó Sha en el año 1501. El reino sefévida consolidó definitivamente la diferencia entre los persas y el resto de los musulmanes, al consagrar la preeminencia del chiísmo dentro de Irán. De esta dinastía, cabe destacar el reinado de Abás el Grande (1587-1629).





El Sha Ismail I de Persia (1487-1524), fundador de la Dinastía Safávida.



En 1794 los Zand fueron apartados del poder por Agha-Mohamed-Khan, quien inauguró el período Qajar o Kayar de Persia. Los kayar gobernaron en Persia desde 1786 hasta 1925. A lo largo del siglo XIX, Persia se vio sometida a las influencias de Rusia y el Imperio Británico, que luchaban entre sí por ser la potencia hegemónica al tiempo que modernizaban el país. En 1907 se llegó a un acuerdo anglo-ruso para diferenciar entre zonas de influencia de uno y otro.


En el año 1925 subió al poder Reza Pahlavi, jefe militar de ideología nacionalista. En 1941 abdicó en su hijo Mohammad Reza Pahlavi. Los ejércitos soviético e inglés invadieron Irán durante la Segunda Guerra Mundial; en Teherán se celebró la conferencia de igual nombre. La ocupación extranjera acabó en 1946 y durante la posguerra se intensificó el movimiento nacionalista, contrario a las injerencias extranjeras.


En 1953, el primer ministro Mohammad Mosaddeq, fue expulsado del poder al intentar nacionalizar los recursos petrolíferos, en una operación orquestada por británicos y estadounidenses. La inteligencia británica logró convencer al gobierno de los Estados Unidos que Mosaddeq era comunista, y en 1953 la CIA ejecutó la Operación Ajax y quitó del poder a Mosaddeq, imponiendo un gobernante favorable a los Estados Unidos; en el año 2000 los Estados Unidos se disculparon por esos hechos. Esta operación causó movimientos violentos, la mayoría financiados por la CIA para deponer al presidente, y terminó con 300 muertos. La operación tuvo éxito, Mosaddeq se rindió y fue arrestado el 19 de agosto. Fue enjuiciado y acusado de traición, se le da una sentencia de tres años.




Escudo de armas de Irán (1907-1925)


En 1955 se firmó el pacto de Bagdad. El Sah, con el apoyo de los Estados Unidos y el Reino Unido empezó la modernización de la industria del país, y al mismo tiempo eliminó toda oposición a su régimen con la ayuda de la agencia de Inteligencia SAVAK. Su principal opositor fue el Ayatollah Ruhollah Jomeini, muy popular entre los círculos religiosos del país, que fue arrestado y encarcelado durante 18 meses. Al ser liberado en 1964 criticó a los Estados Unidos por el apoyo dado al régimen autocrático del sha, se exilió en Turquía y más tarde terminó en París, desde donde prosiguió su crítica al régimen de los Pahlavi. En 1967 se produjo la solemne coronación de Reza Pahlavi como Emperador de Irán y su esposa Farah Diba como la Shabanu.


El Sha intentó consolidar a la burguesía y desarrollar la industria, pero la corrupción y las desigualdades sociales aumentaron, lo que provocó una crisis que empezó en agosto del año 1977.


La revolución dio comienzo en enero de 1978 con manifestaciones en contra del sha. La revuelta se había generalizado ya para septiembre de 1978, promovida por Jomeini desde el exilio. El Sha incrementó sus poderes dictatoriales con el apoyo de los Estados Unidos, que le consideraba su mayor aliado en la zona. El sha huyó de Irán en enero de 1979. El 1 de febrero siguiente el Ayatollah regresó a Irán desde su exilio en Paris, el ejército se declaró neutral después de que las guerrillas y los rebeldes sobrepasasen al número de tropas leales al sha e Irán se convirtió en República Islámica el 1 de abril de ese mismo año, cuando el pueblo aprueba el referéndum con una elevada mayoría.




El Ayatollah Jomeini regresa a Irán luego de 14 años de exilio en Francia (1979).



Las relaciones con los Estados Unidos se volvieron antagónicas cuando estudiantes de Irán entraron y capturaron al personal de la embajada de este país y los catalogaron como espías y ligados con la CIA para derrocar al Ayatollah como hicieron con Mossadegh en 1953. Así, tras la Revolución Iraní, el gobierno estadounidense permitió un Golpe de Estado en Irak, estableciéndose la dictadura de Saddam Husein para hacer contrapeso al régimen de Irán. El 23 de septiembre de 1980 estalló la guerra entre Irán e Irak, después de que este último país denunciara el tratado fronterizo de 1975; finalizaría en 1988.

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