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sábado, 28 de mayo de 2011

Dos veces duquesa: Sofía Troubetzkoy


Sofía Sergeïevna Troubetzkoy (1838 - 1898) fue una princesa de origen ruso que estuvo considerada como una de las mujeres más bellas y elegantes de la Europa del siglo XIX.


Nació en San Petersburgo en el año 1838. Oficialmente era hija del príncipe Sergei Vassilievitch Troubetzkoy, teniente de caballería, y de Ekaterina Petrovna Moussine-Pouchkine, aunque ella misma presumía ser hija del zar de Rusia. Desde que nació, su paternidad fue atribuida a Nicolás I, pues era conocida la admiración de éste por su madre, y su gestación parece coincidió con el viaje de su padre al Cáucaso, por lo que los rumores sobre esta posible paternidad surgieron desde el primer momento.


Su familia


La familia Trubetskoy (en ruso: Трубецкой) es una dinastía de la pequeña nobleza rutena Gedimínida (descendiente de la dinastía lituana de Gediminas) con varios miembros de la Rutenia Negra, al igual que muchos otros príncipes de las casas del Gran Ducado de Lituania, que más tarde se hizo prominente en la historia, la ciencia y las artes de Rusia. Los Príncipes Trubetzkoy descienden de Demetrio I Starshiy, uno de los hijos de Algirdas, Gran Duque de Lituania en el siglo XIV, que gobernó la ciudades de Briansk y Starodub. Los descendientes de Demetrio continuaron gobernando la ciudad de Trubetsk hasta la década de 1530, cuando tuvieron que elegir convertirse al catolicismo o abandonar su patrimonio e instalarse en Moscú. Eligieron la segunda opción y fueron aceptados con gran ceremonia en la corte de Vasili III de Rusia.


En el siglo XVII el príncipe Wigund-Jeroným Trubetsky apoyó a los polacos y los siguió a la Commonwealth Polaco-Lituana. Aquí sus descendientes obtuvieron posiciones envidiables en la Corte e ingresaron por matrimonio en las grandes familias principescas de Polonia. En 1660, sin embargo, el príncipe Yuri Trubetskoy regresó a Moscú y se le dio un título de boyardo por el zar Alejandro I de Rusia. Todas las ramas de la familia descienden de su matrimonio con la princesa Irina Galitzine.

Armas de los Trubetksoy


La princesa Sofía heredó de su madre la carismática belleza que la hizo destacar en la nobleza europea de la época. Quedó huérfana de padres a muy corta edad y, a pesar de tener abundante familia, de ella se hicieron cargo la emperatriz viuda (nacida Carlota de Prusia) y el nuevo emperador, Alejandro II, en una muestra más del conocimiento de su paternidad.


Duquesa de Morny


Fue por ello educada en la Corte imperial, donde destacó por su inteligencia y sensibilidad. Su gracia incomparable sedujo a un joven dandy que acababa de llegar a la capital de Rusia: el embajador de Francia, Carlos Augusto de Morny, 1r Duque de Morny y hermano uterino de Napoleón III, ya que ambos eran hijos de Hortensia de Beauharnais, ex reina de Holanda y amante del conde de Flahaut (hijo también natural de Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord). De esta historia familiar Morny había prodigado su cínica frase: “Mi abuelo era obispo, mi madre Reina y mi hermano Emperador. Y encuentro todo esto natural”.


El distinguido político y financiero había sido invitado a la coronación de Alejandro II el 7 de septiembre de 1856. Despliega maneras elegantes y levitas impecables y luce hortensia en la solapa, flor que es la única divisa de su ejecutoria, cifrada en estas palabras latinas grabadas en la portezuela de su coche: Tace sed memento (“Calla pero recuerda”).


El Duque de Morny


La belleza y los modales de la gentil Sofía enamoraron a Carlos Augusto, por lo que finalmente contrajeron matrimonio en San Petersburgo el 26 de diciembre de ese mismo año. Cuatro hijos resultaron de esa unión:



  • Marie Eugénie, que casó con José Ramón Osorio y Heredia, IX Conde de la Corzana, Grande de España, IV Marqués de los Arenales.

  • Auguste, 2º duque de Morny, casado con Carlota de Guzmán e Ybarra.

  • Serge, oficial del ejército francés, que falleció soltero.

  • Mathilde, que tras su divorcio de Jacques Godart, marqués de Belbeuf, reconoció su homosexualidad, siendo amiga de la cortesana Liane de Pougy y de la escritora Colette.


Tanto su vida en San Petersburgo como parte de la diplomacia extranjera y el tiempo vivido después en París en calidad de esposa del Ministro de Negocios Exteriores fue cosmopolita y de gran esplendor. Su belleza fue admirada por las damas, sólo podía rivalizar con la de la Emperatriz o con la de la Castiglione; sus caprichos se convirtieron en la última moda y sus toilettes constantemente imitadas. Eran muy comentados sus extravagantes gustos, su afición por los pájaros exóticos, por los monos y por los perros japoneses, así como por los refinamientos de Oriente. Al igual que tantas damas en Francia, se hizo retratar por el pintor de moda de la época, el alemán Franz Xavier Winterhalter, que la inmortalizó en 1863.




El duque y la duquesa de Morny (1863)


Su vida modélica en Francia se vio truncada el 26 de febrero de 1865 cuando su marido, a quien amaba profundamente, fallece repentinamente.Su dolor y desesperación adquieren visos teatrales: cubierta de crespones y deshecha en llanto, se corta los bucles con gesto de renunciación y los deposita como ofrenda fúnebre sobre el ataúd de su esposo.


Entonces comienza una etapa de luto y recogimiento en la que no sale de su palacio y lleva una vida de cierta austeridad, hasta que un día encuentra en un secrétaire unos paquetes de cartas perfumadas y atadas con cintas. Era la prueba de que su difunto marido había tenido una amante. A partir de entonces abandona indignada el luto, rompe el aislamiento y, enjugando sus lágrimas, vuelve a introducirse en el gran mundo a embriagarse con su néctar y buscar la diversión.


Duquesa de Alburquerque y de Sesto


En esa nueva etapa de su vida conoció al Duque de Sesto, cuyas patillas y madrileño garbo la enamoran. Don José Isidro Osorio y Silva-Bazán, llamado Pepe Osorio, “el gran duque de Sesto” residía temporalmente en su villa de Deauville, lugar que Sofía conocía bien, pues su cuñado Napoleón había puesto de moda el lugar entre la aristocracia francesa. Pepe se encontraba allí junto a la familia real, que estaba en el exilio, y a quien sostenía económicamente.




Los duques de Sesto (1870)


Desde allí se trasladaron a España, donde contrajeron matrimonio el 21 de marzo de 1869. Era Pepe un importante aristócrata: era XVI duque de Alburquerque, VIII de Sesto y V de Algete; XVI marqués de Alcañices, XV de Cuéllar, X de Cadreita, IX de Montaos, VIII de los Balbases y V de Cullera; XVI conde de Huelma, XVI de Ledesma, XIII de Fuensaldaña, XIII de Grajal, IX de la Torre de Perafán, IX de Villanueva de Cañedo y IX de Villaumbrosa, y cuatro veces Grande de España.


Compartía con su nuevo marido el carácter cosmopolita y el liberalismo, y su aceptación en Madrid no pudo ser mejor, pues su figura deslumbró en la Corte, y nada más llegar la propia Isabel II de España le concedió la banda de la Orden de las Damas Nobles de María-Luisa. Organizaba reuniones de damas en su residencia, el desaparecido palacio de Alcañices, en las que ponía al tanto a la sociedad madrileña de las novedades en moda y juegos de salón. Fue la introductora en España del árbol de Navidad, pues en 1870 lo instaló por primera vez en su palacio, ubicado en el solar donde más tarde se levantó el edificio del Banco de España, haciendo esquina entre el Paseo del Prado y la distinguida Calle de Alcalá.


Incondicional apoyo a los Borbones


Convertida en consorte del mentor de Alfonso XII de España durante su exilio, aprovechó su posición social para hacer política en favor de la familia Borbón y de la causa de Alfonso XIII de España, gastando al igual que su marido, gran parte de su fortuna en ello. Jugó con el emblema familiar Borbón, la flor de lis, creando el prendedor de pelo con este motivo, que tanto las damas de la aristocracia como el resto de mujeres del pueblo utilizaron. Además, instó a sus amigos y conocidos a llevarlo visible en la solapa, para mostrar su apoyo al rey.







12 de diciembre de 1877: El duque de Sesto, acompañado por el senador Francisco Marín de San Martín, marqués de la Frontera entrega a Antonio de Orleans, duque de Montpensier, una carta autografa de Alfonso XII de España pidiendo la mano de la infanta María de las Mercedes de Orleans.


Mientras que su marido se dedicaba a luchar políticamente por la causa, la duquesa de Alburquerque ocupaba su tiempo en la organización de numerosas actividades en las que ganar adeptos, como lo eran las tertulias culturales y las fiestas en las que mostraba su poder social. Aquellas celebraciones también tenían como objetivo la recaudación de dinero para sostener la causa. Además, era la secretaria de otro personaje de importancia en esta labor, Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros y máximo dirigente y fundador del Partido Conservador.


No solo mostró su apoyo a los Borbones, sino que además está considerada una de las mayores enemigas del propio Amadeo de Saboya, así como de su mujer María Victoria del Pozzo. Tal era su rechazo por el monarca, que dio orden a sus criados para que cerrasen bruscamente las puertas y ventanas de su palacio cuando la comitiva real pasase por la puerta. Además, protagonizó la famosa Rebelión de las Mantillas, una manifestación de damas madrileñas en contra de Amadeo.


Últimos años


Tras la muerte de Alfonso XII, surgieron las desavenencias entre el matrimonio y la reina María Cristina, quien culpaba al duque de Sesto de las correrías de su marido. Por ello, abandonó los cargos de los que disponía en la Corte y su vida se dividió entre Madrid y París principalmente, aunque también se dedicaron a visitar a numerosos amigos en otras ciudades europeas.




Falleció en Madrid el 27 de julio de 1898 a causa de una enfermedad respiratoria y fue enterrada en el distinguido cementerio de Père-Lachaise, el más grande de París, a pocos metros de la sepultura de su primer marido, el duque de Morny.

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