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sábado, 26 de febrero de 2011

Estertores de la sociedad imperial

Una sociedad demasiado cerrada

A la sombra del trono de los Habsburgo un pequeño grupo líder de familias de la alta nobleza comenzaron a emerger y sus nombres ilustres siguen siendo conocidos hoy: Liechtenstein, Schwarzenberg, Esterházy, Lobkowicz, son algunas de las más importantes.

Estas familias principales del Imperio eran un grupo cerrado, socialmente excluyente, que tenía la ventaja de limitar el acceso a posiciones lucrativas e influyentes en la corte a un pequeño número de elegidos. Esto llevó a la formación de una oligarquía aristocrática, que concedía gran importancia a sus orígenes.



El paso del Emperador por las avenidas de Schönbrunn



La sociedad aristocrática austríaca se caracterizaba por su estricta jerarquía. En esencia, esto significa el orden de rango, un tema delicado que requería un conocimiento preciso de la historia de esas familias y sus privilegios. Para nosotros hoy, parece una tarea relativamente sencilla decidir quién debe pararse, sentarse o caminar enfrente de ellos. En la corte, sin embargo, tales cosas representaban el "capital social" del aristócrata. El orden de rango reflejaba siglos en los cuales el honor noble se había acumulado a través de las generaciones. Las diferencias principales eran de títulos, pero entre éstos estaba el punto en el cual habían sido adquiridos, lo que era crítico para una posición en la corte. Lo que hoy parece a menudo como un esnobismo inútil y una obsesión cómica con los títulos era una parte esencial de la concepción de la aristocracia en sí misma.



Audiencia con el Emperador en la Hofburg



Si bien el orden de rango aristocrático incorporaba el pasado, el futuro de la casa noble iba a estar garantizado por la cuidadosa elección de cónyuge. La alta nobleza Habsburgo estaba relacionada entre sí por lazos de sangre y matrimonio. Más allá del objetivo principal de la continuidad biológica de la familia era esencial tomar medidas para preservar y/o mejorar su posición de alto rango en la sociedad. Gracias a esta red, la sociedad cerrada de la alta nobleza en la monarquía de los Habsburgo fue capaz de preservar no sólo sus privilegios sociales y económicos, sino también su extensa influencia política hasta 1918.



Baile de gala en la Hofburg



La especial importancia de la ascendencia noble explica la tan criticada auto-preocupación de las élites aristocráticas de Austria que fue un rasgo característico de la conservadora corte vienesa, considerada como la más elitista de Europa. Sus miembros mantenían relaciones entre sí, exclusivos en el verdadero sentido de la palabra: los industriales de clase media, los académicos, incluso aquellos que habían crecido en la sociedad siendo ennoblecidos, estaban excluidos de los círculos más altos. En el discurso social, había una distinción estricta entre el "primer" (la alta nobleza) y el "segundo" (la clase media alta) nivel de la sociedad. La otra cara de esta moneda era una discrepancia creciente entre el reclamo de la aristocracia a un papel de liderazgo en el desarrollo general de la sociedad y sus posibilidades reales de hacerlo, pues en el siglo XIX, fuera de los círculos cortesanos, eran las clases medias las que hacía tiempo que habían tomado la iniciativa.


La interacción social en la aristocracia vienesa

La nobleza de Viena durante el imperio era conocida no solo por su elegancia sino, sobre todo, por su exclusividad. Cualquiera que no formara parte de este círculo de antigua nobleza hereditaria no tenía ninguna chance de participar como igual en la vida social, que se llevaba a cabo en el invierno y la primavera, los primeros seis meses del año considerados como “la temporada”. En el verano y el otoño, la nobleza se retiraba a sus propiedades en el campo, como toda la familia imperial. La razón de esto radica en las profundas conexiones históricas de la nobleza con sus tierras, que no sólo proporcionaban la base material de su riqueza, sino que también les daba un sentido de identidad y de posición aristocrática.



La familia imperial en el campo (1887): Francisco José y la emperatriz Elisabeth con el príncipe heredero Rodolfo y la esposa de éste, Estefanía.



La estancia anual en Viena constituía el punto culminante de la interacción social dentro de la sociedad. Una ronda interminable de invitaciones tenía lugar durante la primera parte del año. Para los miembros de esta clase, era imprescindible cumplir con los deberes sociales, estar presente en la noche en la Opera, en las veladas y recepciones y en las visitas a amigos y familiares durante el día. Esto representaba la oportunidad ideal de cultivar los contactos, como todos sus pares presentes en Viena durante la temporada.

Uno de los elementos más importantes de la vida social aristocrática era la institución del salón, un punto fijo en la ronda de cada día, en el que, cuando las damas líderes de la sociedad abrían sus puertas, los miembros de la nobleza podían aparecer sin una invitación explícita. Los salones se convertían así en un lugar de encuentro para aristócratas del mismo rango donde se intercambiaban noticias de la vida política y cultural y se oían los últimos chismes. Este ritual de hacer visitas recíprocas dentro de su propio círculo exclusivo reforzó los fuertes lazos entre los que pertenecían a las altas esferas.


Cena de gala en Schönbrunn en honor del regimiento 'Arcieren-Leibgarde' (1913)



Carnaval era una época de diversiones de todo tipo. Junto a los bailes públicos, abiertos a todo el beau monde de Viena, había unos más exclusivos “bailes en casa”, organizados por las principales familias de la nobleza en sus palacios de la ciudad. No era posible adquirir entradas para estos eventos; sólo los que recibían una invitación personal eran admitidos allí -y aquí también la más antigua aristocracia austríaca daba mayor valoración a la exclusividad social-. El llamado "primer nivel" de la sociedad, es decir, los miembros de la nobleza hereditaria que eran admitidos en la Corte, vigilaban celosos para que este estatus social exclusivo se conservara. El que pertenecía a él tenía acceso a un mundo de refinada elegancia y gusto exquisito; las familias aristocráticas competían entre sí en magníficas muestras de esplendor.

Como duraba sólo unos pocos meses, la temporada social era en ciertos aspectos un esfuerzo para todos los interesados, tanto mental como materialmente. Se gastaban enormes cantidades de dinero y energía, ya que cada familia aristocrática celebraba un baile; durante el Carnaval a menudo se asistía a dos o tres de estos eventos cada semana. Dada la gran importancia que se daba a las apariencias en la sociedad aristocrática de Viena, las damas en particular competían para superar a sus pares con un repertorio constantemente renovado de vestidos de alta costura, con el resultado de que cada año el comercio de mercancías de lujo en la capital imperial tenía aseguradas sus ventas.



Los bailes de gala de la sociedad vienesa, hoy.



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