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domingo, 27 de febrero de 2011

Semblanza de una emperatriz errante

La última Emperatriz de Austria y Reina de Hungría fue Zita de Borbón-Parma (Zita María delle Grazie Adelgonda Micaela Raffaela Gabriela Giuseppina Antonia Luisa Agnese). Era la 17ª hija (de un total de 24) de Roberto I, Duque de Parma. Su madre fue la segunda esposa de éste, la Infanta María Antonia de Portugal, hija del rey Miguel I. El inusual nombre Zita le fue dado por de un popular santo italiano que vivió en la Toscana en el siglo XIII.

Roberto trasladaba su numerosa familia entre Villa Pianore (una gran propiedad situada entre Pietrasanta y Viareggio) y su castillo en Schwarzau en Baja Austria. Fue sobre todo en estas dos residencias que Zita pasó sus años formativos. La familia pasaba la mayor parte del año en Austria, trasladándose a Pianore en el invierno y regresando en el verano. Para moverse entre ambos destinos, tomaban un tren especial de dieciséis coches para acomodar a la familia y sus pertenencias.

Zita y sus hermanos fueron criados hablando italiano, francés, alemán, español, portugués e inglés. Ella recuerda: “Hemos crecido internacionalmente. Mi padre pensaba de sí mismo, ante todo, como un francés, y pasaba unas pocas semanas al año con los niños mayores en Chambord, su principal propiedad en el Loira. Una vez le pregunté cómo nos deberíamos describir. Él respondió: "Somos príncipes franceses que reinaron en Italia". De hecho, de los veinticuatro niños sólo tres, incluyéndome a mí, nacimos en realidad en Italia.


Villa Pianore, su lugar de nacimiento


Educada en Alta Baviera primero y en la isla de Wight después, recibió estricta instrucción religiosa. Tres de sus hermanas se convirtieron en monjas y, por un tiempo, ella consideró seguir el mismo camino. Pero en 1909 se reencontró con el Archiduque Carlos de Austria-Este, segundo en la línea sucesoria al trono de Austria y a quien la unían lejanos lazos de sangre.

El archiduque estaba bajo presión para casarse (Francisco Fernando, su tío y primero en la línea de sucesión, se había casado morganáticamente, por lo que sus hijos fueron excluidos del trono) y la joven tenía una adecuada genealogía real. Zita recordaría más tarde: "Estábamos por supuesto encantados de reunirnos de nuevo y nos convertimos en amigos cercanos. Por mi lado mis sentimientos se desarrollaron gradualmente en los siguientes dos años. Él parecía haberse adelantado en su mente mucho más rápidamente, sin embargo, y se hizo agudizó aún más cuando, en el otoño de 1910, se extendieron rumores acerca de que yo me había comprometido con un pariente lejano español, Don Jaime, Duque de Madrid. Al oír esto, el archiduque bajó apresuradamente desde la base de su regimiento en Brandeis y buscó a su abuela, la archiduquesa María Teresa, que era también mi tía y la confidente natural en estos asuntos. Le preguntó si el rumor era cierto y cuando ella le dijo que no lo era, respondió: "Bueno, lo mejor es darme prisa en cualquier caso o ella se comprometerá con otra persona”.


Zita, archiduquesa (1911)


Esposa del heredero al trono de Austria

El archiduque Carlos viajó a Villa Pianore y pidió la mano de Zita. El 13 de junio de 1911 su compromiso fue anunciado en la corte austriaca. Años más tarde Zita recordaría que después de que su compromiso había expresado a Carlos sus preocupaciones acerca del destino del Imperio Austríaco y los cambios de la monarquía. Se casaron en el castillo de Schwarzau el 21 de octubre de 1911, ante la presencia del viejo emperador Francisco José. La archiduquesa Zita pronto concibió un hijo y Otto nació el 20 de noviembre de 1912. Siete niños más seguirían en la próxima década.

La boda


En este momento, el archiduque Carlos estaba en sus veinte años y no esperaba convertirse en emperador durante algún tiempo, especialmente porque Francisco Fernando se mantenía en buen estado de salud. Esto cambió el 28 de junio 1914, cuando el heredero y su esposa Sophie fueron asesinados en Sarajevo por nacionalistas serbios de Bosnia. Carlos y Zita recibieron la noticia por telegrama ese día. Ella dijo de su marido: "A pesar de que era un hermoso día, vi su rostro tornarse blanco bajo el sol."

En la guerra que siguió, Carlos fue ascendido a General en el ejército austriaco, tomando el mando del 20º Cuerpo para una ofensiva en el Tirol. La guerra fue personalmente difícil para Zita, ya que varios de sus hermanos lucharon en bandos opuestos en el conflicto (El Príncipe Félix y el Príncipe René se habían unido al ejército austríaco, mientras que el Príncipe Sixto y el Príncipe Javier vivían en Francia antes de la guerra y se alistaron en el ejército belga). También su país natal, Italia, se unió a la guerra contra Austria en 1915 y así los rumores de la 'italiana' Zita comenzaron a correr. Incluso tan tarde como 1917, el embajador alemán en Viena, el conde Otto Wedel,escribiría a Berlín diciendo: "La Emperatriz es descendiente de una casa principesca italiana. La gente no confía del todo en la Italiana y su nidada de familiares".



A petición de Francisco José, Zita y sus hijos abandonaron su residencia en Hetzendorf y se mudaron a una serie de habitaciones en el Palacio de Schönbrunn. Aquí, Zita pasó muchas horas con el anciano emperador en ocasiones formales e informales, donde Francisco José le confió su temor por el futuro. El monarca murió de bronquitis y neumonía a los 86 años, el 21 de noviembre 1916. "Recuerdo la querida figura regordeta del Príncipe Lobkowitz dirigiéndose a mi marido", relataría Zita más tarde, "y, con lágrimas en los ojos, haciendo la señal de la cruz en la frente de Carlos. Mientras lo hacía me dijo: 'Que Dios bendiga a Su Majestad". Fue la primera vez que oí el título imperial usado en nosotros".


Armas de Austria-Hungría

Emperatriz y Reina

Carlos y Zita fueron coronados en Budapest el 30 de diciembre de 1916. Después de la coronación hubo un banquete, pero luego terminaron las festividades, puesto que el emperador y la emperatriz consideraban que era reprobable tener celebraciones prolongadas en tiempo de guerra. Al principio del reinado, Carlos no iba más lejos de Viena, por lo que tenía una línea telefónica instalada de Baden (donde se localizaban los cuarteles militares de Carlos) a la Hofburg. Llamaba varias veces por día a Zita cada vez que se separaban. La emperatriz tenía alguna influencia en su marido y discretamente asistía a las audiencias con el Primer Ministro o reuniones militares; ella tenía un interés especial en la política social. Sin embargo, los asuntos militares eran del dominio exclusivo de Carlos. Enérgica y tenaz, Zita acompañaba a su marido a las provincias y al frente, así como se ocupaba de las obras de caridad y las visitas a los hospitales para heridos de guerra.


Zita Imperatrix Austriae et Regina Hungariae et Bohemia


Dos años después, la guerra se acercaba al asediado emperador. Una Unión de Diputados checa había jurado ya un nuevo estado de Checoslovaquia independiente del Imperio Habsburgo, el 13 de abril de 1918, el prestigio del ejército alemán había dado un duro golpe en la Batalla de Amiens y, el 25 de septiembre de 1918, el rey Fernando de Bulgaria se separó de sus aliados en las potencias centrales y pidió la paz de forma independiente.Zita estaba con Carlos cuando recibió el telegrama del colapso de Bulgaria. Recordó que "hacía aún más urgente iniciar conversaciones de paz con las potencias occidentales, mientras que todavía había algo de qué hablar. El 16 de octubre, el emperador emitió un ‘Manifiesto del Pueblo’ proponiendo el imperio reestructurado en líneas federales con cada nacionalidad ganando su propio estado. En su lugar, cada nación se separó y el imperio efectivamente se disolvió”.


La última Reina consorte de Hungría


Dejando atrás a sus hijos en Gödöllő, Carlos y Zita viajaron al Palacio de Schönbrunn. En ese momento los ministros habían sido nombrados por el nuevo estado de "Austria Alemana" y el 11 de noviembre, junto con el portavoz del emperador, prepararon un manifiesto para que Carlos firmara. Zita, a primera vista, lo confundió con una abdicación e hizo su famosa declaración "Un soberano no puede nunca abdicar. Puede ser depuesto... Está bien. Es la fuerza. Pero abdicar ¡nunca, nunca, nunca! Antes caería aquí a tu lado. Entonces allí estaría Otto. E incluso si todos nosotros fuéramos asesinados, habría todavía otros Habsburgo". Carlos dio su permiso para que el documento fuera publicado y él, su familia y los restos de su Corte partieron para el pabellón de caza en Eckartsau, cerca de la frontera con Hungría y Eslovaquia. La República de Austria Alemana se pronunció al día siguiente.


Con la Emperatriz de Alemania, Augusta Viktoria, en Laxenburg, 1917

Exilio

Después de unos meses difíciles en Eckartsau, la familia imperial recibió la ayuda de una fuente inesperada. El Príncipe Sixto se había reunido con el rey Jorge V del Reino Unido y apeló a él para ayudar a los Habsburgo. Jorge se había comenzado a mover por el requerimiento (pocos meses después de que su primo Nicolás II de Rusia había sido ejecutado por los revolucionarios) y prometió “Haremos inmediatamente lo que sea necesario”. Varios oficiales del Ejército británico fueron enviados a ayudar a Carlos y, con alguna dificultad, lograron que el Emperador abandonara el país con dignidad y sin tener que abdicar. Carlos, Zita, sus hijos y su Casa partieron el 24 de marzo.

La primera casa de la familia en el exilio fue el Castillo de Wartegg en Rorschach, Suiza, una propiedad de los Borbón-Parma. Sin embargo, las autoridades suizas, preocupadas por la implicación de Habsburgos viviendo cerca de la frontera con Austria, les obligaron a trasladarse a la parte occidental del país. Al mes siguiente, por lo tanto, se mudaron a Villa Prangins, cerca del lago de Ginebra, donde reanudan una vida familiar tranquila. Este abruptamente terminó en marzo de 1920, cuando, después de un período de inestabilidad en Hungría, Miklós Horthy fue elegido regente. Carlos seguía siendo técnicamente Rey (como Carlos IV), pero Horthy envió un emisario a Prangins aconsejándole no ir a Hungría hasta que la situación se hubiere calmado. Después del Tratado de Trianon la ambición de Horthy creció. Carlos intentó dos veces recuperar el control el poder en Hungría, una vez en marzo de 1921 y de nuevo en octubre de 1921. Ambos intentos fracasaron, a pesar del firme apoyo de Zita (ella insistió en viajar con él en el dramático viaje final a Budapest).

Carlos y Zita con sus hijos en Herstenstein, Suiza, 1921

Carlos y Zita residieron temporalmente en el Castillo de Tata, la casa del conde Móric Esterházy, hasta que fuera encontrado un adecuado exilio permanente. Malta fue planteada como una posibilidad, pero fue rechazada por Lord Curzon y el territorio francés fue descartado debido a la posibilidad de que los hermanos de Zita intrigaran en nombre de Carlos. Finalmente, fue elegida la isla portuguesa de Madeira.El 31 de octubre de 1921, la pareja imperial tomó por tren de Tihany a Baja, donde el navío británico HMS Glow-worm estaba esperando. Llegaron a Funchal el 19 de noviembre. Allí se encuentran únicamente con lo puesto y con muy poco dinero. Por otro lado, de la no muy importante suma que tienen depositada en un banco suizo, no pueden disponer de momento, porque su administrados también ha sido expulsado de allí y Carlos ni siquiera conoce el número de la cuenta. Tampoco saben nada de sus siete hijos. Los niños estaban siendo atendidos en el Castillo de Wartegg, en Suiza, por la abuela de Carlos, María Teresa, aunque Zita logró verlos en Zurich cuando su hijo Roberto se realizó una operación de apendicitis. Los niños se unieron a sus padres en Madeira en febrero de 1922.

La Quinta do Monte, residencia de los exiliados en Funchal


Un rico portugués puso a su disposición una villa que él solo habitaba durante el verano. Aunque el invierno no es riguroso en Madeira, la casa no estaba acondicionada para esa época. Pero la familia real se encontraba feliz (con todos los inconvenientes que debían soportar) porque estaba reunida.

Carlos estuvo mal de salud por algún tiempo. Caído un día con ataque de bronquitis, esto derivó rápidamente en neumonía, ayudado por la inadecuada atención médica disponible. Varios de los niños y el personal también cayeron enfermos y Zita (en aquel momento de ocho meses de embarazo) se convirtió en la enfermera de todos. Carlos se debilitó y murió el 1 de abril, sus últimas palabras hacia su esposa fueron: "Te amo tanto". Después de su funeral, dijo un testigo de Zita que "esta mujer realmente es digna de admiración. Ni por un segundo perdió la compostura... saludó a la gente en todos los lados y luego habló a los que habían ayudado con el funeral. Todos quedaron prendados de su encanto". Zita llevó luto en memoria de Carlos durante los 67 largos años de su viudez.


Zita y sus hijos en el momento de su partida de Madeira (19 de mayo de 1922)

Viudez

Después de la muerte de Carlos, la familia imperial austríaca pronto se mudó de nuevo. Alfonso XIII de España se había acercado a la Oficina del Exterior británica a través de su embajador en Londres y acordó permitir a Zita y sus siete (que pronto serán ocho) hijos su reubicación en España. Alfonso debidamente envió el buque de guerra Infanta Isabel a Funchal para que los llevara Cádiz. Fueron escoltados hasta el Palacio de El Pardo en Madrid, donde poco después de su llegada Zita dio a luz un hijo póstumo, la archiduquesa Isabel. Alfonso XIII ofreció a sus familiares Habsburgo exiliados el uso del Palacio Uribarren, en Lekeitio, en la Bahía de Vizcaya. Por los próximos seis años Zita se instaló allí, donde se dedicó a criar y educar a sus hijos. Vivían con estrecheces, sus ingresos provenían principalmente de la renta de propiedades en Austria, de un viñedo de Johannesburgo y donaciones de carácter voluntario. Otros miembros de los Habsburgo en el exilio, sin embargo, reclamaban mucho de este dinero y no había peticiones regulares para la ayuda de ex funcionarios imperiales.


Zita y sus ocho hijos en la Bahía de Vizcaya


En 1929, varios de los niños se acercaban a la edad de asistir a la universidad y la familia trató de mudarse a algún lugar con un ambiente educativo más agradable que el de España. En septiembre de ese año, se trasladaron a la localidad belga de Steenokkerzeel, cerca de Bruselas, donde estaban más cerca de varios miembros de su familia. Zita continuó con su cabildeo político en nombre de los Habsburgo, incluso desarrollando vínculos con la Italia de Mussolini. Había una posibilidad de restauración de la dinastía bajo los cancilleres austríacos Engelbert Dollfuss y Kurt Schuschnigg, con el Príncipe Heredero Otto visitando Austria en numerosas ocasiones. Estas aperturas se terminaron abruptamente con la anexión de Austria a la Alemania nazi en 1938. Como exiliados, la familia Habsburgo tomó la iniciativa de resistencia a los nazis en Austria, pero esto se fue a pique debido a la oposición entre monárquicos y socialistas.

Con la invasión nazi de Bélgica el 10 de mayo de 1940, Zita y su familia se convirtieron en refugiados de guerra. Al estar a punto de morir a través de un golpe directo en el castillo por bombarderos alemanes, huyeron al castillo francés del Príncipe Javier, en Bostz. Con la toma del poder del gobierno colaboracionista de Philippe Pétain, los Habsburgo huyeron a la frontera española, alcanzándola el 18 de mayo. Se trasladaron a Portugal, donde el gobierno norteamericano les concedió visado de salida el 9 de julio. Después de un peligroso viaje llegaron a Nueva York el 27 de julio, donde tenían familiares en Long Island y Newark, Nueva Jersey. Zita y varios de sus hijos vivieron, como invitados a largo plazo en Tuxedo Park, Suffern, Nueva York.
La familia en Bélgica. De pie, detrás: Felix, Adelheid, Rudolf y Elisabeth. Sentados, al frente: Carl Ludwig, Otto, Charlotte, Emperatriz Zita y Robert

Los refugiados imperiales austríacos finalmente se establecieron en Quebec, que tenía la ventaja de ser de habla francesa (los niños más pequeños aún no hablaban con fluidez en inglés). A medida que fueron separados de todos los fondos europeos, las finanzas se estrecharon más de nunca. En un momento, Zita se vio obligada a hacer ensalada y platos de espinaca con hojas de diente de león. Sin embargo, todos sus hijos estaban activos en el esfuerzo bélico. Otto promovió el papel de la dinastía en la Europa de la posguerra y se reunía regularmente con Franklin Roosevelt, Roberto era el representante de los Habsburgo en Londres, Carlos Luis y Félix se unieron al Ejército de Estados Unidos, sirviendo con varios familiares de la línea Mauerer; Rodolfo entró a Austria de contrabando en los días finales de la guerra para ayudar a organizar la resistencia. En 1945 la emperatriz Zita celebró su cumpleaños el primer día de la paz, 9 de mayo. Fue a pasar los próximos dos años recorriendo Estados Unidos y Canadá para recaudar fondos de ayuda a las devastadas Austria y Hungría.

Post-guerra

Después de un período de descanso y recuperación, Zita pudo regresar regularmente a Europa para las bodas de sus hijos. Finalmente decidió regresar definitivamente al continente, en 1952, más precisamente a Luxemburgo, con el fin de cuidar a su anciana madre. Maria Antonia died at the age of 96 in 1959. María Antonia murió a la edad de 96 años, en 1959. El obispo de Chur propuso a Zita que se mudara a una residencia que él administraba (antiguamente un castillo de los Condes de Salis) en Zizers, Suiza. Como en el castillo había suficiente espacio para recibir visitas de su numerosa familia y se encontraba cerca de una capilla (una necesidad para la devotamente católica Zita), aceptó con facilidad.


Zita con sus ocho hijos. De pie, detrás, izquierda a derecha: Carl Ludwig, Rudolf y Robert. En el medio: Adelheid, Elisabeth, Charlotte y Felix. En el frente la Emperatriz y el Archiduque Otto, 1962


Zita ocupó sus últimos años con su familia. A pesar de que las restricciones a los Habsburgo para entrar en Austria se habían levantado, esto sólo se aplicaba a los nacidos después del 10 de abril de 1919. Esto significó que Zita no pudo asistir al funeral de su hija Adelaida en 1972, lo que sería muy doloroso para ella. También se involucró en los esfuerzos para que su difunto marido, el "Emperador de la Paz", fuese canonizado. Para 1982, las restricciones se habían suavizado y Zita regresó a Austria después de haber estado ausente durante seis décadas. En los siguientes años, la emperatriz hizo varias visitas a su tierra natal, incluso apareció en la televisión austríaca. En una serie de entrevistas con el diario vienés Kronen Zeitung, Zita expresó su creencia de que la muerte del príncipe heredero Rodolfo de Austria y su amante la baronesa María Vetsera, en Mayerling, en 1889, no fue un doble suicidio, sino un asesinato por parte de agentes franceses o austríacos.


La Emperatriz con sus hijos, nueras y yernos, 1987


Después de un memorable cumpleaños número 90, donde estuvo rodeada por su ahora vasta familia, la fuerte salud de Zita comenzó a fallar. Desarrolló inoperables cataratas en ambos ojos. Su última gran reunión familiar tuvo lugar en Zizers en 1987, cuando sus hijos y nietos se unieron en la celebración de su 95º cumpleaños. Mientras visitaba a su hija, en el verano de 1988, desarrolló neumonía y pasó la mayor parte del otoño y el invierno en cama. Por último, llamó a Otto, a principios de marzo de 1989 y le dijo que se estaba muriendo. El archiduque y el resto de la familia viajaron a su lado y se turnaron junto a su lecho para acompañarla, hasta que falleció en la madrugada del 14 de marzo de 1989. Tenía 96 años de edad.


Zita nonagenaria


Su funeral se celebró en Viena el 1 de abril. El gobierno permitió que tuviera lugar en suelo austríaco mientras el costo fuera sufragado por los propios Habsburgo. El cuerpo de Zita fue llevado a la Cripta Imperial de Viena en el mismo carruaje fúnebre tras el cual ella había caminado durante el funeral del emperador Francisco José en 1916. Sesenta y siete años después de la muerte de su esposo, volvió a repetirse la extraña ceremonia fúnebre que tenía lugar en los Capuchinos de Viena con cada Habsburgo:
- ¿Quién quiere entrar?
- Zita, emperatriz de Austria, reina de Hungría, princesa de Borbón-Parma…
- No la conocemos.




Fue acompañada por más de 200 miembros de las familias Habsburgo y Borbón-Parma y asistieron al servicio unas 6.000 personas, entre líderes políticos, funcionarios estatales y representantes internacionales, entre ellos un legado del Papa Juan Pablo II. Siguiendo una antigua costumbre, la emperatriz había pedido que su corazón, que fue colocado en una urna, permaneciera en el monasterio de Muri, Suiza, donde el corazón del emperador había descansado durante décadas. De este modo, Zita se aseguró que, en la muerte, ella y su marido se mantendrían uno al lado del otro.


Títulos y tratamientos
  • 1892 - 1911: Su Alteza Real Princesa Zita de Borbón-Parma
  • 1911 - 1916: Su Alteza Imperial y Real Archiduquesa Zita de Austria
  • 1916 - 1918: Su Majestad Apostólica, Real e Imperial La Emperatriz de Austria, Reina Apostólica de Hungría
  • 1918 - 1989: * Su Majestad Apostólica, Imperial y Real Emperatriz Zita de Austria, Reina Apostólica de Hungría (utilizado fuera de Austria)
    * Zita, duquesa de Bar (inscrito en su pasaporte)
    * Zita Habsburgo-Lorena (utilizado en Austria)


Solo recuerdos: abanico y guantes que pertenecieron a la última Emperatriz consorte de Austria-Hungría


sábado, 26 de febrero de 2011

Estertores de la sociedad imperial

Una sociedad demasiado cerrada

A la sombra del trono de los Habsburgo un pequeño grupo líder de familias de la alta nobleza comenzaron a emerger y sus nombres ilustres siguen siendo conocidos hoy: Liechtenstein, Schwarzenberg, Esterházy, Lobkowicz, son algunas de las más importantes.

Estas familias principales del Imperio eran un grupo cerrado, socialmente excluyente, que tenía la ventaja de limitar el acceso a posiciones lucrativas e influyentes en la corte a un pequeño número de elegidos. Esto llevó a la formación de una oligarquía aristocrática, que concedía gran importancia a sus orígenes.



El paso del Emperador por las avenidas de Schönbrunn



La sociedad aristocrática austríaca se caracterizaba por su estricta jerarquía. En esencia, esto significa el orden de rango, un tema delicado que requería un conocimiento preciso de la historia de esas familias y sus privilegios. Para nosotros hoy, parece una tarea relativamente sencilla decidir quién debe pararse, sentarse o caminar enfrente de ellos. En la corte, sin embargo, tales cosas representaban el "capital social" del aristócrata. El orden de rango reflejaba siglos en los cuales el honor noble se había acumulado a través de las generaciones. Las diferencias principales eran de títulos, pero entre éstos estaba el punto en el cual habían sido adquiridos, lo que era crítico para una posición en la corte. Lo que hoy parece a menudo como un esnobismo inútil y una obsesión cómica con los títulos era una parte esencial de la concepción de la aristocracia en sí misma.



Audiencia con el Emperador en la Hofburg



Si bien el orden de rango aristocrático incorporaba el pasado, el futuro de la casa noble iba a estar garantizado por la cuidadosa elección de cónyuge. La alta nobleza Habsburgo estaba relacionada entre sí por lazos de sangre y matrimonio. Más allá del objetivo principal de la continuidad biológica de la familia era esencial tomar medidas para preservar y/o mejorar su posición de alto rango en la sociedad. Gracias a esta red, la sociedad cerrada de la alta nobleza en la monarquía de los Habsburgo fue capaz de preservar no sólo sus privilegios sociales y económicos, sino también su extensa influencia política hasta 1918.



Baile de gala en la Hofburg



La especial importancia de la ascendencia noble explica la tan criticada auto-preocupación de las élites aristocráticas de Austria que fue un rasgo característico de la conservadora corte vienesa, considerada como la más elitista de Europa. Sus miembros mantenían relaciones entre sí, exclusivos en el verdadero sentido de la palabra: los industriales de clase media, los académicos, incluso aquellos que habían crecido en la sociedad siendo ennoblecidos, estaban excluidos de los círculos más altos. En el discurso social, había una distinción estricta entre el "primer" (la alta nobleza) y el "segundo" (la clase media alta) nivel de la sociedad. La otra cara de esta moneda era una discrepancia creciente entre el reclamo de la aristocracia a un papel de liderazgo en el desarrollo general de la sociedad y sus posibilidades reales de hacerlo, pues en el siglo XIX, fuera de los círculos cortesanos, eran las clases medias las que hacía tiempo que habían tomado la iniciativa.


La interacción social en la aristocracia vienesa

La nobleza de Viena durante el imperio era conocida no solo por su elegancia sino, sobre todo, por su exclusividad. Cualquiera que no formara parte de este círculo de antigua nobleza hereditaria no tenía ninguna chance de participar como igual en la vida social, que se llevaba a cabo en el invierno y la primavera, los primeros seis meses del año considerados como “la temporada”. En el verano y el otoño, la nobleza se retiraba a sus propiedades en el campo, como toda la familia imperial. La razón de esto radica en las profundas conexiones históricas de la nobleza con sus tierras, que no sólo proporcionaban la base material de su riqueza, sino que también les daba un sentido de identidad y de posición aristocrática.



La familia imperial en el campo (1887): Francisco José y la emperatriz Elisabeth con el príncipe heredero Rodolfo y la esposa de éste, Estefanía.



La estancia anual en Viena constituía el punto culminante de la interacción social dentro de la sociedad. Una ronda interminable de invitaciones tenía lugar durante la primera parte del año. Para los miembros de esta clase, era imprescindible cumplir con los deberes sociales, estar presente en la noche en la Opera, en las veladas y recepciones y en las visitas a amigos y familiares durante el día. Esto representaba la oportunidad ideal de cultivar los contactos, como todos sus pares presentes en Viena durante la temporada.

Uno de los elementos más importantes de la vida social aristocrática era la institución del salón, un punto fijo en la ronda de cada día, en el que, cuando las damas líderes de la sociedad abrían sus puertas, los miembros de la nobleza podían aparecer sin una invitación explícita. Los salones se convertían así en un lugar de encuentro para aristócratas del mismo rango donde se intercambiaban noticias de la vida política y cultural y se oían los últimos chismes. Este ritual de hacer visitas recíprocas dentro de su propio círculo exclusivo reforzó los fuertes lazos entre los que pertenecían a las altas esferas.


Cena de gala en Schönbrunn en honor del regimiento 'Arcieren-Leibgarde' (1913)



Carnaval era una época de diversiones de todo tipo. Junto a los bailes públicos, abiertos a todo el beau monde de Viena, había unos más exclusivos “bailes en casa”, organizados por las principales familias de la nobleza en sus palacios de la ciudad. No era posible adquirir entradas para estos eventos; sólo los que recibían una invitación personal eran admitidos allí -y aquí también la más antigua aristocracia austríaca daba mayor valoración a la exclusividad social-. El llamado "primer nivel" de la sociedad, es decir, los miembros de la nobleza hereditaria que eran admitidos en la Corte, vigilaban celosos para que este estatus social exclusivo se conservara. El que pertenecía a él tenía acceso a un mundo de refinada elegancia y gusto exquisito; las familias aristocráticas competían entre sí en magníficas muestras de esplendor.

Como duraba sólo unos pocos meses, la temporada social era en ciertos aspectos un esfuerzo para todos los interesados, tanto mental como materialmente. Se gastaban enormes cantidades de dinero y energía, ya que cada familia aristocrática celebraba un baile; durante el Carnaval a menudo se asistía a dos o tres de estos eventos cada semana. Dada la gran importancia que se daba a las apariencias en la sociedad aristocrática de Viena, las damas en particular competían para superar a sus pares con un repertorio constantemente renovado de vestidos de alta costura, con el resultado de que cada año el comercio de mercancías de lujo en la capital imperial tenía aseguradas sus ventas.



Los bailes de gala de la sociedad vienesa, hoy.



jueves, 24 de febrero de 2011

Gloria y ocaso de la Corte de Viena

La vida social de la Corte imperial tenía como epicentros principales dos de las más célebres residencias del emperador de Austria: Hofburg en invierno y Schönbrunn en verano (dentro de los confines del imperio, el monarca poseía 23 residencias: 7 en Viena, 13 en Cisleitania y 3 en Transleitania; en el extranjero, en Corfú, el palacio de Achilleion).

El complejo palaciego Hofburg es el castillo más grande de la ciudad de Viena. Fue la residencia de invierno de reyes y emperadores, quienes han querido, en su mayoría, dejar su huella en él y, del gótico al historicismo, de moda en el siglo XIX, todos los estilos están representados en la docena de edificios que lo componen.

La Hofburg en el siglo XVII


El Calendario de la Corte

Para la vieja aristocracia austríaca la Corte imperial no solo era el centro de su existencia, el ritmo de sus vidas estaba determinado por las estrictas reglas establecidas por los Habsburgo.

El año cortesano comenzaba con la Neujahrscour (la recepción de Año Nuevo) en la Corte. La nobleza del imperio aparecía en la Hofburg para presentar sus respetos al emperador y transmitir sus felicitaciones navideñas a la familia imperial. Esto tenía lugar en base a un elaborado procedimiento que revelaba los matices jerárquicos característicos de la vida allí. Solo el cuerpo diplomático, los miembros de las familias gobernantes y aquellos aristócratas que ocupaban los puestos más antiguos (hereditarios) de la Corte podían ser recibidos por el emperador en persona. Los otros miembros de la aristocracia que eran admitidos en la Corte tenían que conformarse con el Obersthofmeister (jefe de la Casa del Emperador) como representante del monarca, quien entonces le transmitía las felicitaciones.


El emperador Francisco José en un baile con el Alcalde de Viena, Karl Lueger (1900)


Un procedimiento análogo tenía lugar con las damas de la Corte: las esposas de los embajadores y antiguos oficiales eran recibidas por la emperatriz en persona, mientras que las otras damas de la aristocracia tenían que presentarse ante el jefe de la Casa de la Emperatriz.

La recepción marcaba la apertura de la temporada social y el comienzo de un torbellino de bailes, mascaradas y otros entretenimientos. Los eventos destacados de la temporada eran los dos bailes de enero. El primero era el “Baile de la Corte”, que equivalía al actual banquete de Estado de un monarca, al cual, además de la élite aristocrática de Viena, eran invitados miembros de la vida política y económica del imperio, así como los altos oficiales del ejército. Dos semanas más tarde el “primer nivel” de la sociedad se encontraba en el “Baile en la Corte”, un evento más exclusivo que estaba reservado para la aristocracia que era admitida en los círculos cortesanos. Éste era el clímax absoluto de la temporada social y solo podía concurrir quien había recibido la invitación personal del emperador.

Baile de gala en Hofburg en honor del emperador Guillermo II de Alemania


La temporada de bailes y las bulliciosas celebraciones de Carnaval terminaban abruptamente el Miércoles de Ceniza. Durante Cuaresma no se realizaban bailes, pero estaban permitidos los conciertos y las veladas. Una ronda de días de fiesta eclesiástica comenzaba, lo que también constituía un importante elemento de la vida social cortesana. La temporada en Viena finalizaba con la procesión de Corpus Christi, que era una demostración visible de la vinculación tradicionalmente estrecha entre el trono y el altar y a la cual todos los miembros de la Corte se presentaban de acuerdo a su rango y nombre.

En verano la mayoría de la nobleza de Viena dejaba la ciudad para viajar a sus propiedades en el campo. El emperador y su familia, a tono con la tradición, viajaba a Schönbrunn: el palacio de verano y sus jardines ilustran los gustos, intereses y aspiraciones de los sucesivos monarcas Habsburgo.

La residencia imperial de verano


La historia de aquella vasta residencia había comenzado en el año 1569, cuando el emperador Maximiliano II compró una gran llanura junto al río Wien debajo de una colina, situada entre Meidling y Hietzing, donde un antiguo propietario había erigido una mansión llamada Katterburg. El emperador ordenó que el área fuera acondicionada como terreno para caza recreativa y lugar de descanso de la familia imperial. El nombre Schönbrunn (que significa "hermosa primavera") tenía sus raíces en un pozo artesiano de agua que era consumida por los cortesanos. Eleonora Gonzaga, que amaba la caza, pasó mucho tiempo allí y se convirtió en su residencia de viuda tras la muerte de su esposo, el emperador Fernando II. De 1638 a 1643 añadió un palacio a la mansión Katterburg y una orangerie (jardín de naranjos), mientras que en 1642 llegó la primera mención escrita del nombre “Schönbrunn”. A caballo de los siglos XVII y XVIII se erigieron allí los lujos de los palacios europeos de este tipo, un jardín francés, un zoológico, un invernadero de palmas, un jardín de estilo inglés, un jardín botánico.

La estadía en el campo era el momento de la relajación y la búsqueda de intereses individuales, marcada por visitas de las familias aristocráticas vecinas. El otoño estaba dominado por la temporada de caza y el tiro al pichón, tradicionalmente reclamado por la nobleza como un privilegio feudal y considerado un deporte adecuado a su estatus social. Las familias que poseían grandes bosques invitaban a otras a extensas jornadas de caza y fiestas campestres, las cuales servían para reforzar el sentimiento de solidaridad aristocrática.


Francisco José en las escaleras de los jardines de Schönbrunn durante el 100º aniversario de la Orden Militar de María Teresa (1857)


Poco después de Navidad, la vida regresaba una vez más a los palacios vieneses de la nobleza y la ronda de eventos sociales volvía a empezar.


La sutil distinción: Baile de la Corte y Baile en la Corte

Cada año en enero, la Corte de Viena se ceñía a complicados preparativos para presentarse en todo su esplendor en la temporada de bailes. A finales de mes tenían lugar los dos grandes eventos de la temporada, parecidos en nombre pero muy diferentes entre sí. En inglés, los términos parecen más similares: Court Ball (Baile de la Corte) y Ball at Court (Baile en la Corte).

Alrededor de dos mil invitados eran invitados al Baile de la Corte: además de la sociedad cortesana como tal (es decir, la nobleza que era “presentable en la Corte” y los que ocupaban posiciones ceremoniales), podían asistir representantes de alto rango de la política y la Iglesia junto con los altos oficiales militares de servicio de la guarnición de Viena. Esto representaba una cierta apertura de la extremadamente exclusiva corte imperial.


El salón abarrotado por la mejor sociedad de Viena


Sólo las personalidades de mayor alcurnia recibían una invitación personal del emperador; el resto de la corte era "informada" de que su aparición era requerida en el baile a través de un boletín oficial. La fecha era fijada tradicionalmente por la emperatriz; sin embargo, Elisabeth era conocida por postergar este deber social, que le disgustaba intensamente, durante el tiempo que podía.

El baile comenzaba oficialmente a las ocho de la noche. A las ocho y media el Obersthofmeister informaba al Emperador que los invitados habían llegado. El cortejo se formaba a continuación, con los altos funcionarios de la corte tomando posición de acuerdo al rango en torno a la familia imperial. Después de la bienvenida al cuerpo diplomático, lo que podría tardar hasta una hora, la familia imperial hacía su entrada en torno a las nueve y media. No era sino hasta este punto que la orquesta de baile comenzaba a tocar.


El Emperador saluda al cuerpo diplomático


Significativamente, el hecho de bailar era sólo de importancia secundaria en este evento, sobre todo porque casi no había espacio suficiente en el salón debido al gran número de invitados. El efecto social era el tema central del evento: el Cercle, cuando uno intercambiaba unas breves palabras con Sus Majestades Imperiales. Según relatos de testigos, la conversación con la emperatriz Elisabeth, que albergaba profundas reservas hacia la sociedad de la Corte, era bastante lenta y torpe. Pero hasta que las jóvenes aristócratas, conocidas como comtessen, no fueran presentadas a la emperatriz, no podían "salir" en la sociedad. Era un especial honor para las damas de alto rango ser invitadas a tomar el té con la emperatriz en un salón contiguo, mientras que el buffet era abierto en el salón principal para el resto de los invitados al baile.

El acontecimiento finalizaba a medianoche (como muy tarde), cuando la pareja imperial se retiraba, lo cual era la señal para los asistentes que era hora de irse. Como presente, los invitados recibían los famosos bonbonnières de la Corte, un codiciado recuerdo que más tarde era mostrado orgullosamente en casa.


El Emperador y su séquito abandonan el salón de baile


Dos semanas más tarde, tenía lugar el “Baile en la Corte”. Aquí los miembros de la crème de la aristocracia se encontraban entre sí, ya que sólo quienes eran "presentables en la Corte" tenían derecho a asistir y eran invitados personalmente. Era, pues, un correspondiente evento más íntimo y aristocrático: no más de 700 personas eran invitadas y se servía una cena suntuosa con servicio a la mesa en vez de un buffet.


El derecho de admisión a la Corte

Hoy, la igualdad es un derecho humano fundamental. Sin embargo, en la sociedad feudal, la desigualdad era una parte inmanente del sistema. Las élites aristocráticas de la corte levantaban una barrera infranqueable entre ellas y el resto de la humanidad: el derecho de admisión a la corte -un derecho de nacimiento para el cual el origen noble era la condición previa-.


Desfile del personal de Hofburg en la Heldenplatz (la plaza exterior del palacio)

Probar este origen era objeto de investigadores especiales en la oficina del Oberstkämmerer (Chambelán jefe): para ser aceptado como miembro del "primer nivel de la sociedad", el círculo aristocrático más exclusivo de la Corte, había que aportar la prueba de descenso ininterrumpido de por lo menos dieciséis antepasados aristocráticos - ocho ancestros paternos y ocho maternos-. Ni hasta la generación de un tatarabuelo había un "lapso" tolerado, es decir, el matrimonio con un miembro de la pequeña nobleza o – horrible dictu - incluso de las clases medias. Esto explica las reglas estrictas del matrimonio en los círculos aristocráticos: un matrimonio morganático (es decir, con alguien de menor estatus social) significaba la pérdida de privilegios para los descendientes: el que salía de la línea arruinaba las posibilidades de las generaciones posteriores.


Baile de corte en Hofburg


En la Corte vienesa el derecho de admisión permaneció como el instrumento más importante para preservar la exclusividad hasta el final de la monarquía en 1918. Bajo Francisco José, cuyos puntos de vista estaban impregnados de las tradiciones de la dinastía, las personas de la clase media tenían prohibido convertirse en miembros de la sociedad de la corte. Esto era un arcaísmo, puesto que la aristocracia había perdido gran parte de sus privilegios históricos fuera de la Corte después de 1848. La alta nobleza, que ahora tenía que competir con la meritocracia de la clase media, buscó refugio en el pasado y quedó atrapada en el cultivo de sus tradiciones.


Pocos aristócratas criticaron este estado de cosas: el príncipe heredero Rodolfo reconoció los peligros del aislamiento y deliberadamente buscó el contacto con los ciudadanos de clase media de la academia y la industria. Significativamente, esta conducta hizo de Rodolfo un extraño, no sólo dentro de su propia familia, sino también en la sociedad aristocrática de Viena.


Momento del té con la emperatriz en un baile en palacio


La nobleza que se agolpaba en la Corte orbitaba alrededor de la familia imperial como los planetas alrededor del sol. Con la decadencia de la monarquía de los Habsburgo en 1918, el centro de gravitación y, por lo tanto, su punto de referencia, se había ido. La abolición de los títulos nobiliarios y la pérdida de los privilegios, junto con las masivas pérdidas económicas sufridas a raíz de los acontecimientos políticos en los Estados sucesores de la monarquía, hicieron caer el telón sobre el mundo de la vieja aristocracia de Austria.

martes, 22 de febrero de 2011

El último Emperador

Carlos I de Austria o Carlos IV de Hungría, nacido Karl Franz Josef Ludwig Hubert Georg Maria von Habsburg-Lothringen, fue el último Emperador de Austria y Rey Apostólico de Hungría y Bohemia, entre 1916 y 1919. La Iglesia Católica lo designa como Beato Carlos de Austria, Emperador y Rey.

Primogénito del Archiduque Otto y de la Princesa Josefa de Sajonia, sucedió a su tío abuelo Francisco José I. Se convirtió en heredero en 1914 tras el asesinato de su tío el Archiduque Francisco Fernando de Habsburgo-Lorena en Sarajevo, Bosnia, causa inmediata del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Su gran título oficial fue: Su Majestad Imperial, Real y Apostólica, Carlos I, por la Gracia de Dios, Emperador de Austria, Rey Apostólico de Hungría, cuarto de su nombre, Rey de Bohemia, Dalmacia, Croacia, Eslovenia, Galitzia, Lodomeria e Iliria; Rey de Jerusalén, etc. Archiduque de Austria, Gran Duque de Toscana y Cracovia, Duque de Lorena y Salzburgo, de Estiria, Carintia, Carniola y Bucovina; Gran Príncipe de Transilvania; Margrave de Moravia; Duque de la Alta y la Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y Zator, de Teschen, Friuli, Ragusa y Zara; conde de Habsburgo y Tirol, de Kyburg, Gorizia y Gradisca; Príncipe de Trento y Brixen; Margrave de la Alta y la Baja Lusacia y de Istria; Conde de Hohenems, Feldkirch, Bregenz, Sonnenberg, etc.; Señor de Trieste, de Cattaro, y la Marca Wendia; Gran Voivoda de Serbia, etc, etc.


Reinado

Carlos accedió al trono en 1916, en medio de la Primera Guerra. Su coronación era urgente y tuvo lugar el 29 de diciembre de ese año, cuarenta días después de morir el anterior monarca, evitando las ceremonias dilatorias que hubieran sido usuales en los Habsburgo en tiempo de paz, lo que puso de manifiesto el declive final del Imperio.

La Archiduquesa María Josefa de Austria (1867-1944) y sus hijos Carlos y Maximiliano (1910)


Desde este momento, el nuevo emperador trató de sacar al Imperio Austrohúngaro de la guerra europea. La razón principal que le llevó a ello fue la situación económica del país, que no paraba de empeorar, con una inflación severa, descontento masivo entre los campesinos por las requisas de guerra y fuerte rechazo de los sindicatos obreros a la militarización de la industria. El propio emperador deseaba la paz por la convicción personal que la sangría humana del conflicto podría continuar durante mucho tiempo más.

El estallido de la Revolución de Octubre (1917) en Rusia causó que Carlos I intensificara sus esfuerzos para una paz negociada, en tanto el derrumbe ruso reafirmaba la subordinación de Austria-Hungría respecto a Alemania y también podría servir de ejemplo para una revolución social extrema en los Imperios Centrales.


Carlos con su primogénito, el Archiduque Otto y su tío abuelo, el Emperador Francisco José


En el interior, con motivo del cumpleaños de su heredero (2 de julio de 1917), declaró una amnistía de los prisioneros políticos, gesto con el que trató, con escasos resultados, de mostrar su disposición a un nuevo orden político en el imperio. De igual manera, a lo largo del año 1917 y la primera mitad de 1918, promulgó diversas normas destinadas a mitigar el descontento social de la clase obrera de su imperio, suavizando las severas leyes marciales aprobadas al inicio de la guerra. No obstante, la contienda proseguía y por tanto las medidas tomadas por el emperador apenas eran paliativas de una grave situación interna.

Con ayuda de sus asesores y del consejo de ministros, Carlos I definió un plan de federalización del país, que se hizo público en octubre de 1918. El imperio se convertía en una confederación donde sus miembros mantenían plena autonomía política, económica y militar, compartiendo únicamente la jefatura del estado. Estos intentos llegaron demasiado tarde y los consejos nacionales que Carlos fomentó entre las distintas nacionalidades optaron por abandonar al gobierno de Viena en vez de adaptar el plan del emperador.


La familia imperial el día de la coronación


Iniciada la disolución del Imperio tras la derrota frente a los italianos en la Batalla de Vittorio Veneto y tras resistirse a abandonar lo que él consideraba sus obligaciones, Carlos I renunció a la jefatura del Estado el 11 de noviembre de 1918 y a formar parte de cualquier futuro gobierno austriaco, pero no a sus derechos como jefe de la dinastía. Trataba así de mantener la posibilidad de que perviviese la monarquía Habsburgo con otro miembro de la familia imperial. Partió de inmediato hacia el exilio en Suiza.


Intentos de restauración

El 26 de marzo de 1921 Carlos residía en Suiza y desde allí viajó secretamente a Hungría con un pasaporte español falso para restaurar la monarquía húngara y ser proclamado rey, alegando que podría contar con apoyo del gobierno francés para ello. Para tal efecto logró reunirse en secreto con el almirante Miklós Horthy quien en una discusión personal rechazó apoyar esta pretensión alegando que, por el contrario, Francia y Gran Bretaña se opondrían a tal proyecto, mientras los gobiernos de la Pequeña Entente anunciaban estar dispuestas a invadir Hungría y ocupar Budapest con sus tropas para impedir la restauración de un Habsburgo en el trono (que, según temían, podría intentar el restablecimiento del Imperio Austrohúngaro y amenazar la independencia de sus países). Ambos personajes acordaron suspender su conversación hasta por tres semanas, para hallar una solución, pero mientras tanto los nacionalistas húngaros temían que la coronación de Carlos significase resucitar el predominio austriaco sobre Hungría y lograron que el parlamento magiar impidiera la restauración de Carlos. Ante ello el antiguo emperador (que al parecer sólo esperaba ser llamado para reinar al vencer el plazo de tres semanas) se retiró de Hungría el 5 de abril, sintiéndose traicionado por Horthy.

La declaración del 11 de noviembre de 1918


Este viaje de Carlos (publicado en todos los diarios europeos) sentó muy mal a las autoridades helvéticas. Muy respetuosamente, informaron al rey húngaro que, en adelante, se le prohibía residir en Vaud, así como en cualquier otro cantón fronterizo. Además, una vez escogida su nueva residencia, el emperador debería avisar cuál era y, en el caso de querer desplazarse al extranjero, debería avisarlo con anticipación. Carlos y su familia se instalaron entonces en Hertenstein, a orillas del lago de los Cuatro Cantones.

Pero, incitado por su egregia esposa, no se dio por vencido. Seguro de contar con el apoyo del ejército y del pueblo, pocos meses después intentó nuevamente forzar la restauración, aunque operando de otra forma. La emperatriz opinaba que, si era preciso, debía utilizar la fuerza. ¡Ellos eran los reyes de Hungría!

Carlos de uniforme militar


El 21 de octubre de 1921 entró de nuevo en Hungría reuniendo un contingente de soldados afines a su causa para marchar sobre Budapest. Si bien los monárquicos y el propio Carlos habían previsto una marcha pacífica donde las tropas gubernamentales no se atreverían a cerrar el paso al antiguo emperador (como sucedió casi en toda la ruta de Szombathely a Budapest), el gobierno de Miklós Horthy sí estaba dispuesto a resistir este nuevo intento y en las afueras de la capital batallones del ejército rechazaron por la fuerza a unos soldados del contingente monárquico el 23 de octubre, mostrando que una guerra civil era posible por causa de la restauración monárquica.

Esa misma tarde los gobiernos de la Pequeña Entente enviaron tropas a su frontera húngara, para impedir que Carlos fuese restaurado. Asustado ante la posibilidad de una guerra civil, y notando que el apoyo a su causa no era unánime, el emperador desistió de su intento el 24 de octubre y capituló con sus seguidores; mientras tanto el gobierno del almirante Horthy reaccionaba colocando a Carlos y su esposa bajo custodia militar en la localidad de Tihany a orillas del Lago Balatón, accediendo a las presiones de la Pequeña Entente y de los nacionalistas húngaros (unidos en su empeño de evitar la restauración de los Habsburgo). Francia y Gran Bretaña también manifestaron oficialmente a Horthy el 29 de octubre su oposición al retorno de Carlos al trono húngaro, apoyando los temores de la Pequeña Entente.

El Castillo Eckartsau, el último refugio de Carlos I en Austria


En abril de 1919 Austria, tras proclamarse como república, había declarado nulos los privilegios políticos y embargado las propiedades de la familia imperial, mientras se eliminaban los derechos nobiliarios. Checoslovaquia había hecho lo propio ya apenas terminada la guerra, a comienzos de noviembre de 1918. En Hungría (pasado el breve período comunista de Bela Kun) se les permitió disponer de sus bienes personales. Entre ellos estaba el “fondo de familia”, creado por la emperatriz María Teresa en el siglo XVIII para que los Habsburgo, en cualquier circunstancia, pudiesen vivir ostentosamente sin necesidad de recurrir al erario público. Desgraciadamente para Carlos y su esposa, estaba constituido por unos terrenos muchísimo más extensos y fructíferos en Austria que en Hungría. No podían vivir ostentosamente como deseaba su ilustre tatarabuela, pero sí decorosamente.

El 4 de noviembre de 1921, un acta de destronamiento abrogaba los derechos dinásticos de Carlos de Habsburgo-Lorena en Hungría. Salió entonces de aquel país con su esposa, en un buque de la Marina Real británica hasta el puerto rumano de Galati en el Mar Negro; de ahí la pareja imperial fue llevada a la isla portuguesa de Madeira el 19 de noviembre del mismo año, por decisión de Francia y Gran Bretaña. Allí Carlos murió de neumonía en marzo de 1922. Sus restos aún permanecen en la isla, en la iglesia de Nossa Senhora do Monte, con permiso de sus sucesores, a excepción de su corazón, que fue trasladado a la cripta de los Habsburgo en Austria.


Carlos y Zita en Madeira


Para Austria, la consecuencia más importante de la disolución del Imperio fue perder definitivamente su condición de potencia europea, hasta el punto de ser absorbida por Alemania en 1938. Inclusive Viena, que había sido una de las principales ciudades del mundo antes de 1914, se convirtió repentinamente en la cabeza de una república pequeña en población y en territorio.

Su caída acabó con el poder de la dinastía de los Habsburgo, dinastía que se originaba en el siglo XI, había dominado Europa y el mundo entero desde el siglo XV y alcanzado su máximo esplendor entre 1519 y 1556. Nueve siglos más tarde, sin embargo, ya solo eran lo mismo que otros tantos miles de aristócratas europeos. Aunque habían dejado su impronta en la Historia, indiscutiblemente.


El Emperador y la Emperatriz, cuando eran solo Archiduques de Austria


Beatificación

Carlos I fue beatificado en Roma el 3 de octubre de 2004, por el papa Juan Pablo II. Las razones de esta beatificación se basan en que, además de sus virtudes cristianas, hizo múltiples tentativas por promover la paz en 1917, a través de la mediación de sus cuñados los príncipes Sixto y Javier de Borbón-Parma y por su apoyo a la mediación del papa Benedicto XV.

Además, se había comprometido a seguir las enseñanzas cristianas en su vida privada y pública y supo seguir la enseñanza social de la Iglesia. Las primeras medidas tomadas por él, en tanto que emperador-rey, fueron suprimir el tren de vida de la corte para poder ayudar a la gente más necesitada y adoptar las reformas sociales necesarias. Creó, bajo la influencia de la emperatriz Zita, el primer ministerio de asuntos sociales del mundo. Fue llamado en su tiempo por el "Arbeiter Zeitung" (El periódico de los trabajadores) « el Emperador del pueblo », lo que provocó las burlas de la aristocracia.




Descendencia

Se había casado en 1911 con la princesa Zita de Borbón-Parma (1892 - 1989), hija de Roberto, Duque de Parma y de su segunda esposa, la Infanta María Antonia de Portugal. Tuvo con ella ocho hijos:
  • Príncipe heredero Otto (1912), Duque de Lorena y de Bar, casado con la princesa Regina de Sajonia-Hildburghausen y Meiningen
  • Archiduquesa Adelaida (1914-1971)
  • Archiduque Roberto (1915-1996), casado con la princesa Margarita de Saboya-Aosta
  • Archiduque Félix (1916-), casado con la princesa Anna-Eugénia de Arenberg
  • Archiduque Carlos Luis (1918-2007), casado con la princesa Yolanda de Ligne
  • Archiduque Rodolfo (1919-2010), casado en primer lugar (1953) con la condesa Xenia Sschernyscheva-Besobrasova y en segundo lugar (1971) con la princesa Ana de Wrede
  • Archiduquesa Carlota (1921-1989), casada con el duque Jorge de Mecklenburgo, Jefe de la Casa Gran Ducal de Mecklenburgo-Strelitz.
  • Archiduquesa Isabel (1922-1993) casada con el príncipe Enrique de Liechtenstein.
Carlos y Zita con sus cinco primeros hijos (1920)




lunes, 21 de febrero de 2011

El Principado de Transilvania

El Principado de Transilvania (en húngaro: Erdéyi Fejedelemség) fue un Estado independiente de idioma y cultura húngara, con una monarquía electiva, que existió en los territorios de la actual región de Transilvania, dentro de las fronteras de la moderna Rumania. El Principado de Transilvania mantuvo viva la cultura húngara durante el periodo de crisis y decadencia que siguió a la derrota en la batalla de Mohács en 1526 contra los turcos.

El Príncipe de Transilvania era electo de entre la nobleza húngara por la gran asamblea de los altos órdenes. En muchas ocasiones el sultán del Imperio Otomano intervenía directamente en la política interna del Principado, removiendo o colocando en el cargo superior a aquel noble húngaro que le conviniese, pues si bien este Estado era independiente pagaba tributos a los turcos por sus privilegios. El Principado desapareció cuando el reino húngaro fue reunificado después de 1686 por los Habsburgo y el título de Príncipe fue disuelto, siendo entonces el emperador germánico el monarca supremo sobre todos los territorios húngaros.

El surgimiento del Principado

La región de Transilvania siempre formó parte del Reino de Hungría. San Esteban de Hungría, al formar las diócesis y arquidiócesis en el nuevo reino, estableció una en Transilvania. A la cabeza de ésta colocó a la figura del Voivoda de Transilvania, cargo vitalicio y no hereditario que era asignado por el propio Rey húngaro a altos nobles, a los cuales tenía la potestad de remover cuando lo considerase.


San Esteban de Hungría


En 1526 los ejércitos húngaros fueron derrotados por los turcos otomanos en la batalla de Mohács, donde también murió el rey Luis II de Hungría. El trono quedó vacío, pues el monarca no tenía hijos herederos, y de inmediato comenzó la carrera por apropiarse del título de rey. Primero el conde húngaro Juan Szapolyai, voivoda transilvano se hizo coronar como Juan I, mientras que, por otra parte, el hermano menor del emperador, Fernando I de Habsburgo, reclamó sus derechos sobre Hungría, pues había tomado por esposa a la hermana del fallecido rey. Haciéndose coronar un año después, tras la intervención de su hermano, el emperador Carlos V y rey Carlos I de España, Fernando se convirtió entonces en uno de los dos anti-reyes húngaros de esa época. Conflictos armados se sucedieron y Juan I se replegó a la región de Transilvania, donde se hallaba más seguro ante los ejércitos imperiales que habían ocupado los territorios occidentales y centrales del reino húngaro.

Acudiendo ante la ayuda del sultán turco Solimán el Magnífico, Juan I consiguió que los ejércitos otomanos avanzasen hacia occidente en 1529 y expulsó a las fuerzas imperiales del reino, tras lo cual el nuevo rey húngaro arribó a la ciudad de Buda, donde fijó su corte. Fernando I continuó conspirando y actuando para obtener el control del reino, hasta que finalmente convino en secreto en 1538 con Juan I que, ya que éste no tenía hijos, luego de su muerte el Habsburgo se convertiría en rey. Sin embargo, en 1540, pocos días antes de la muerte de Juan I, su esposa Isabela Jagellón de Hungría dio a luz a un hijo varón, Juan Segismundo Szapolyai, quien, faltando al acuerdo secreto, fue electo rey inmediatamente.

Molesto, Fernando de Habsburgo decidió reclamar sus derechos por la fuerza, pero el sultán, al enterarse de que los cristianos conspiraban y hacían pactos a sus espaldas, decidió que ningunos, ni germánicos ni húngaros, eran dignos de su confianza, por lo cual movilizó sus ejércitos y ocupó la ciudad real de Buda en 1541. Pronto el reino húngaro se vio dividido en tres partes, una occidental bajo el control de los Habsburgo (donde Fernando I seguía siendo rey), una central bajo ocupación otomana y una oriental, Transilvania, donde la reina Isabela actuaba como regente junto al arzobispo Jorge Martinuzzi, mientras el recién nacido Juan Segismundo alcanzaba la edad apropiada para gobernar.


Juan Segismundo Szapolyai ante el sultán Suleimán el Magnífico (1556).


Con el paso de los años, la posición independiente de Juan Segismundo se reforzó cada vez más; se convirtió en un monarca culto y amante de los idiomas y de la historia y también caracterizado por una gran tolerancia religiosa. Juan Segismundo Szapolyai, de confesión protestante, promovió que en 1568 se firmase el Edicto de Turda donde se estipulaba que se debía respetar las cuatro tendencias religiosas cristianas principales de Transilvania: catolicismo, luteranismo, calvinismo y unitarismo. Este edicto fue el primer tratado de tolerancia religiosa en el mundo, convirtiendo a Transilvania en el primer Estado donde se pudo practicar libremente cualquiera de las confesiones religiosas protestantes.

La independencia de Transilvania, la cual llegó a ser conocida en este tiempo como "El Reino de Hungría de Oriente", pronto se concretó cuando Juan Segismundo se vio forzado a llegar a un acuerdo con el hijo del fallecido Fernando I, el nuevo emperador Maximiliano II de Habsburgo, quien también era rey de Hungría. Los dos monarcas firmaron entonces en 1570 el Acuerdo de Speyer donde Maximiliano reconoció a Juan Segismundo como Príncipe de Transilvania y consideró el principado como una unidad político-administrativa independiente. A cambio, el hijo del fallecido rey Juan I de Hungría debía renunciar a sus pretensiones sobre el trono húngaro. A partir de este momento, los siguientes monarcas Habsburgo fueron reyes de Hungría y en Transilvania se instauró una monarquía electiva, pues Juan Segismundo murió sin herederos, por lo que la gran asamblea nombró al conde Esteban Báthory como su sucesor en 1571.


El rey Esteban I (Báthory) de Polonia, Príncipe de Transilvania, frente a la ciudad asediada de Pskov durante la Guerra Livona.


La Guerra de los 15 Años

Esteban Báthory reinó con habilidad; el Principado fue elevado paulatinamente a un alto nivel cultural, y adquirió más importancia aún, cuando en 1576 fue electo como Rey de Polonia. El conde húngaro no renunció al título de Príncipe transilvano, sino que por el contrario mudó la sede a Cracovia, desde donde gobernó dejando a su hermano mayor Cristóbal Báthory como regente en Transilvania. Esteban Báthory, de confesión católica, se esforzó por fortalecer la fe de Roma trayendo a jesuitas a Transilvania, la cual se había convertido mayoritariamente al protestantismo después de la reforma de Lutero. En 1581 murió Cristóbal Báthory y fue electo como su sucesor su hijo Segismundo, de 9 años de edad, ya que Esteban Báthory deseaba que existiese cierta continuidad familiar en el reinado. Segismundo asumió el trono transilvano a su edad adulta en 1588, dos años después de la muerte de Esteban.

Por otra parte, Rodolfo II de Habsburgo, rey de Hungría, deseaba extender sus influencias sobre el Principado para reunificar el reino húngaro bajo su figura, por lo cual surgió un confuso período de conflictos sucedido entre numerosas firmas de paz, donde Segismundo Báthory se vio forzado a renunciar cuatro veces al trono del Principado. Esta época fue conocida como la Guerra de los 15 Años. La nobleza húngara no aprobaba la política pro-Habsburgo de Segismundo, por lo Rodolfo II tuvo que enviar a su general mercenario Giorgio Basta en 1598 para que apaciguase a los húngaros. El resultado fue aún peor, en marzo de 1599, Segismundo llamó a su primo Andrés Báthory para que ocupase su cargo y posteriormente el voivoda de Valaquia, Miguel el Valiente, forzó a la asamblea de nobles húngaros en Gyulafehérvár a que lo eligiesen Príncipe tras invadir la ciudad aprovechando la situación caótica.



Escudo de armas de Segismundo Báthory de 1597, incluyendo las armas de Transilvania


Pronto las fuerzas de Giorgio Basta se unificaron con las de Miguel el Valiente y derrotaron a las de Segismundo Báthory, pero tras haber conseguido su victoria, el mercenario germánico mandó a matar al voivoda de Valaquia en 1601. Teniendo el control sobre el Principado, parecía que lo único que restaba era que fuese investido con el cargo oficialmente, pero la asamblea transilvana eligió en mayo de 1603 al noble Moisés Székely para ocupar la silla Principal, ya que Segismundo Báthory había huido al exilio a Bohemia. Pero durando solo dos meses como Príncipe, Székely dejó la silla vacía nuevamente. El tío de Segismundo Báthory, el barón húngaro Esteban Bocskai (hermano de su madre Isabel Bocskai) derrotó a Basta, quien huyó dejando el control del Estado en manos del noble húngaro. Bocskai fue electo Príncipe oficialmente en 1605 y fue considerado una de las figuras más relevantes, pues su objetivo fue honrado por todos los húngaros por igual: reunificar las tres partes del Reino de Hungría, arrebatándole la suya a los Habsburgo.



Corona de Esteban Bocksai. Otorgada por el sultán turco al noble húngaro en agradecimiento por su colaboración en su lucha contra los Habsburgo.


Pero Bocskai murió envenenado en diciembre de 1606 y a comienzos de 1607 la asamblea transilvana eligió a uno de los nobles más influyentes del Principado para ocupar el puesto: Segismundo Rákóczi.

La época dorada

Si bien Segismundo fue popular al comienzo de su gobierno, pues otorgó muchos privilegios a la nobleza húngara y székely en Transilvania, pronto los soldados campesinos hajdú que habían luchado para Bocskai comenzaron a alzarse y a generar problemas. Para evitar derramamiento de sangre, Rákóczi firmó un pacto con Gabriel Báthory, quien estaba aliado con los rebeldes y así, para marzo de 1608 quedó vacío el cargo de Príncipe transilvano. Desde luego, ante esta situación, la asamblea transilvana eligió entonces a Gabriel Báthory como el nuevo Príncipe, quien casi de inmediato movilizó sus ejércitos contra el Estado vecino de Valaquia, de etnia rumana. Esto generó la ira del sultán turco, quien desaprobaba este tipo de acciones militares promotoras del caos dentro de Estados que se hallaban bajo su poder.

Báthory finalmente fue derrotado en 1613 por un ejército germánico comandado por el conde húngaro Gabriel Bethlen. Consiguió escapar, pero fue asesinado en su huida por un székely en octubre de 1613. La asamblea transilvana eligió ese mismo mes a Gabriel Bethlen como el nuevo sucesor del trono, quien tenía también la bendición del sultán otomano.


Gabriel Bethlen reunido con científicos y sabios


Gabriel Bethlen no en vano fue considerado uno de los Príncipes transilvanos más importantes. Fue gran mecenas cultural, promotor del arte y las ciencias, llenando su corte de extranjeros traídos de Italia, España, Alemania y otras naciones. Pronto el Principado se convirtió en una pequeña potencia que mantuvo viva la llama cultural húngara, pues los territorios centrales del reino se hallaban ocupados por los otomanos y despoblados en su mayoría y los territorios occidentales se hallaban en manos de los Habsburgo. Viendo el estallido de la Guerra de los Treinta Años como una oportunidad factible de enfrentar frontalmente a los Habsburgo, Gabriel Bethlen (de religión calvinista) manifestó su desaprobación a las sanciones anti-protestantes tomadas por el emperador germánico Fernando II en 1618 contra Bohemia. Al ensamblarse la liga de países protestantes que enfrentaron a los Habsburgo, Bethlen fue uno de los primeros en unirse, pues si el emperador católico Fernando II era derrotado, Hungría podía ser reunificada y el Príncipe de Transilvania colocado a su cabeza.

Las campañas de Bethlen fueron al comienzo en su mayoría exitosas y en 1620 una asamblea de nobles húngaros lo nombró rey, pero éste no aceptó el título. En 1624 condujo una segunda campaña contra los Habsburgo, la cual no fue tan favorable como la primera y terminó con la paz de Viena el 8 de mayo del mismo año. Sin darse por vencido, Bethlen intentó establecer una gran coalición protestante contra los Habsburgo y tomó por esposa a Catalina de Brandeburgo en 1626, pero la campaña que condujo ese mismo año contra el emperador resultó en un fracaso, viéndose obligado a firmar la paz de Bratislava. Entonces en 1629, igual que su predecesor Esteban Bocskai décadas antes, Bethlen murió sin conseguir cumplir su objetivo de reunificar Hungría y librarla del poder de los Habsburgo. Luego de su muerte, el poder Transilvano fue detentado por su esposa Catalina de Brandeburgo, quien gobernó en nombre de la asamblea por un breve tiempo hasta que el 28 de septiembre de 1630 fue sucedida por Esteban Bethlen, hermano menor del fallecido Príncipe.


Catalina de Brandeburgo, “Príncipe” de Transilvania en 1629


Esteban Bethlen no llegó a gobernar tres meses, pues la asamblea lo obligó a renunciar a su cargo a favor de otro noble de mayor influencia en Transilvania: Jorge Rákóczi I, hijo del fallecido Príncipe Segismundo Rákóczi. Rápidamente Rákóczi continuó con una política similar a la del fallecido Bethlen y se alió a las facciones protestantes de la Guerra de los 30 Años. Sin embargo, luego de varios ataques, no obtuvo victorias importantes contra los Habsburgo y se conformó con gobernar dentro de las fronteras de su Principado. En 1636 derrotó a las fuerzas de Esteban Bethlen, quien se había arrepentido de renunciar a su cargo, y tras asegurar nuevamente su control sobre sus fronteras, condujo una campaña contra el emperador germánico en 1644. Habiendo ocupado los territorios húngaros del emperador se dispuso a avanzar hacia Viena, pero el sultán se lo prohibió y le ordenó regresar a Transilvania.

Rákóczi firmó en 1645 un tratado de paz con el emperador y con esto terminó su participación en la Guerra de los 30 Años, que culminó en 1648 con la victoria de los Habsburgo católicos. Siendo un gran promotor del protestantismo en Transilvania y habiendo fundado numerosas escuelas calvinistas, Jorge Rákóczi I murió en 1648, tras lo cual fue inmediatamente elegido su hijo Jorge Rákóczi II para ocupar su lugar.

La desaparición del Principado

Jorge Rákóczi II fue nombrado Príncipe de Transilvania el 11 de octubre de 1648. Una característica de su gobierno fue la política de expansión de la influencia transilvana por Europa, justo como lo había hecho Esteban Báthory un siglo atrás. Pero al no pedir la autorización del sultán turco para sus movimientos político-militares a gran escala, las altas autoridades otomanas se enfurecieron. El Gran Visir de Buda decidió darle una lección a Rákóczi por su irreverencia ante los otomanos y llamó a los ejércitos mongoles para que saqueasen Transilvania a manera de represalia.


György Rákóczi II (1621 –1660)


El 2 de noviembre de 1657 la asamblea fue obligada a elegir un nuevo Príncipe transilvano que estuviese plegado a los intereses del sultán otomano. Francisco Rhédey fue electo para suceder a Rákóczi quien regresó molesto y sin reconocer esta elección, tras lo cual recuperó el trono el 9 de enero de 1658, cuando Rhédely renunció a su favor. Pero aún más disgustados aún, los turcos continuaron presionando diplomáticamente para que Rákóczi fuese destituido, y ordenaron que Ákos Barcsay fuese electo, lo cual sucedió el 11 de octubre. Nuevamente sin aceptar dicha resolución, Rákóczi volvió a avanzar con sus ejércitos para recuperar el trono, pero fue derrotado en mayo de 1660 en una batalla tras lo cual recibió una mortal herida. Rákóczi murió a los pocos días y Ákos Barcsay continuó entonces en el trono impidiendo que Francisco Rákóczi I, el hijo del fallecido Príncipe destituido, pudiese reclamar sus derechos sucesorios en Transilvania.

Sin embargo, el breve gobierno de Barcsay no superó los tres meses, pues fue capturado y asesinado por los hombres del noble húngaro Juan Kemény, quien no deseaba que el cargo de Príncipe de Transilvania fuese ocupado por un monarca totalmente obediente al sultán. El nuevo Príncipe de Transilvania fue electo: Juan Kemény, de severa postura anti-otomana. Tras ocupar el trono, Kemény inició una cacería donde hizo ejecutar a todos los húngaros simpatizantes de los turcos, y rompió relaciones con el gobierno del sultán. De inmediato Kemény comenzó una serie de negociaciones con el emperador germánico y rey húngaro Leopoldo I de Habsburgo, planeando que Transilvania pasase a manos cristianas y el reino de Hungría se reunificase finalmente. Pero el sultán envió sus ejércitos sobre Transilvania y Kemény huyó a Viena buscando la protección del emperador. Los turcos entonces eligieron el 14 de septiembre de 1661 a Miguel Apafi I, un nuevo Príncipe al cual podían manipular como lo deseasen.


El Emperador y Rey Leopoldo I


La Reunificación del Reino de Hungría

Miguel Apafi I continuó enfrentando al emperador Leopoldo I y solo fueron detenidas las ofensivas húngaras cuando en 1664 se firmó la paz de Vasvár, donde Transilvania fue reconocida como Estado vasallo de los otomanos. Apafi no resultó ser un gobernante eficiente, pues obedecía los designios del sultán turco, aún cuando ésto significó unirse a los ejércitos otomanos en el Asedio de Viena de 1683. Sin embargo, los ejércitos otomanos fueron derrotados y se vieron forzados a huir hacia territorios húngaros, tras lo cual la Santa Liga Católica comandada por el emperador decidió enviar una ofensiva a gran escala para expulsar a los turcos del reino de Hungría en 1686. De esta manera, los ejércitos cristianos comenzaron a barrer a las tropas turcas de los territorios húngaros centrales que llevaban más de un siglo ocupados.

Los ejércitos imperiales comandados por Carlos V de Lorena, Maximiliano II Manuel de Baviera, el rey Juan III Sobieski de Polonia y el Príncipe Eugenio de Saboya, entre muchos otros nobles, continuaron ganando batalla tras batalla, produciéndose la Liberación de Buda, la capital húngara que se hallaba en manos turcas desde 1541, hasta que en 1687 las fuerzas cristianas ocuparon exitosamente Transilvania. Apafi se rindió entonces ante Leopoldo I quien después de todo era el legítimo rey de Hungría, y luego de algunos enfrentamientos para someter a la nobleza transilvana, el Estado se debilitó peligrosamente. Esto se agravó cuando en 1690 murió Miguel Apafi I, dejando a su hijo de 14 años de edad como heredero al trono transilvano.


Miguel Apafi I de Apanagyfalva (1632-1690)


La asamblea transilvana pidió al emperador que reconociese la soberanía y gobierno de Transilvania. Pero Leopoldo I emitió en 1690 el Diploma Leopoldinum, donde decidía la situación juridíco-política de Transilvania: a partir de ese momento estaba bajo el poder del Sacro Imperio Romano Germánico, debía pagarle un alto impuesto anual y tres regentes, de las tres nacionalidades de Transilvania (húngaro, székely y sajón), debían administrar el Estado hasta que Miguel Apafi II cumpliese la edad apropiada para gobernar en nombre del emperador. Por otra parte, fue fundada la cancillería transilvana en Viena, y Jorge Bánffy nombrado regente en 1691. Leopoldo I continuó orquestando hábilmente sus jugadas políticas y mudó al joven Príncipe transilvano a Viena, donde le otorgó el título de Príncipe Imperial Germánico, forzándolo a renunciar oficialmente en 1701 al trono del Principado de Transilvania.

En los siguientes años se produjeron enfrentamientos menores entre la nobleza húngara que no deseaba rendirse ante las fuerzas del emperador, hasta que finalmente se firmó en 1699 la Paz de Karlowitz, cuando se reunificó el reino de Hungría y se fijó una frontera para los otomanos más allá de Transilvania.

La última esperanza húngara

Cuando ya parecía perdida la causa húngara independentista para establecer un Estado libre del control de los Habsburgo, surgió una figura, descendiente de tres Príncipes de Transilvania: Francisco Rákóczi II. Era hijo del exiliado Francisco Rákóczi I y nieto del Príncipe Jorge Rákóczi II, por lo tanto, siendo el heredero principal de la familia contaba con enormes extensiones de terreno y grandes cantidades de dinero para financiar cualquier tipo de rebelión.


Franciscus II. Dei Gratia Sacri Romani Imperii & Transylvaniae princeps Rakoczi. Particum Regni Hungariae Dominus & Siculorum Comes, Regni Hungariae Pro Libertate Confoederatorum Statuum necnon Munkacsiensis & Makoviczensis Dux, Perpetuus Comes de Saros; Dominus in Patak, Tokaj, Regécz, Ecsed, Somlyó, Lednicze, Szerencs, Onod.


Cuando los ejércitos de Leopoldo I avanzaron sobre los territorios húngaros, Francisco Rákóczi II fue llevado ante el emperador en Viena, donde permaneció hasta que en 1700 fue descubierto intentando buscar aliados en Francia para alcanzar la independencia de Hungría. Fue arrestado, pero consiguió escapar a territorios polacos, donde su gente lo esperaba. Aprovechando la serie de conflictos surgidos durante la Guerra de Sucesión Española que estalló en 1701, Rákóczi reanudó sus planes, consiguió un ejército de 6.000 soldados húngaros y de 600.000 mercenarios polacos con los que decidió marchar contra el emperador en 1703.
La asamblea de nobles de Transilvania reunida en Gyulafehérvár lo escogió entonces en 1704 como Príncipe de Toda Hungría, tras lo cual continuó con sus ofensivas contra el imperio germánico. Sin embargo, en 1706 Rákóczi no pudo recibir apoyo francés y pronto se vio forzado a retirar su ofensiva.

El 13 de junio de 1707 se reunió la Dieta húngara y fue declarada por Rákóczi la deposición de la Casa de Habsburgo como reyes húngaros. A partir de 1708 su rebelión fue decayendo cada vez más, viéndose forzado a huir el mismo Rákóczi a Polonia en febrero de 1711. Viendo su causa perdida y sin aliados, Rákóczi huyó a territorios del Imperio Otomano, donde murió en el exilio años más tarde. Por otra parte, Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, quien había sucedido a su hermano José I ese mismo año, se encargó de sujetar firmemente con su poder a toda Hungría, la cual cedió ante su rey legítimo ante la ausencia de otros líderes que pudiesen enfrentarlo.


Captura del Príncipe Rákóczi en el Castillo Nagysáros


A partir de este momento, Hungría sufrió un proceso de catolicización promovido por los Habsburgo. Paulatinamente las ciudades comenzaron a recobrar vida y se repoblaron zonas enteras con inmigrantes germánicos y eslavos. Por otra parte, las regiones orientales del reino húngaro, especialmente Transilvania, comenzaron a recibir enormes cantidades de inmigrantes rumanos que huían desde Valaquia, buscando refugio de los turcos y mejores oportunidades de vida. Con el paso de los siglos, eventualmente la población rumana en Transilvania aumentó desmedidamente y superó a la húngara, por lo cual después de la Primera Guerra Mundial en 1919, se privó a Hungría de la región transilvana, y ésta fue otorgada a Rumania.


Los Príncipes

1541-1571 Juan Segismundo Szapolyai
1571-1589 Esteban Báthory, Rey de Polonia con el nombre de Esteban I
1588-1602 Segismundo Báthory
1599 Andrés Báthory
1599-1600 Miguel el Valiente, Voivoda de Valaquia
1603 Moisés Székely
1605-1606 Esteban Bocskai
1607-1608 Segismundo Rákóczi
1608-1613 Gabriel Báthory
1613-1629 Gabriel Bethlen
1629-1630 Catalina de Brandeburgo
1629-1630 Esteban Bethlen
1630-1648 Jorge Rákóczi I
1648-1657 Jorge Rákóczi II
1657-1658 Francisco Rhédey
1658-1659 Jorge Rákóczi II
1658-1660 Ákos Barcsay
1661-1662 Juan Kemény
1661-1690 Miguel Apafi I
1690-1701 Miguel Apafi II
1690 Emérico Thököly, Príncipe de la Alta Hungría
1704-1711 Francisco Rákóczi II, Príncipe de Hungría



Castelul Bran, más conocido como el castillo de Drácula