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sábado, 3 de abril de 2010

Pauline von Metternich


De Pauline von Metternich-Winneburg zu Beilstein, nacida Condesa Pauline Clémentine Marie Walburga Sándor de Szlavnicza, puede decirse que fue la primera socialite europea reconocida por el gran público de Viena y París, notable por su gran encanto y elegancia.


La princesa, también conocida como “de Metternich” en francés o “von Metternich-Winneburg” en alemán, nació en 1836 en el seno de la nobleza húngara, en la familia Sándor de Slawnitza. Su padre Moritz Sándor, descripto como “un furioso jinete”, era conocido en los círculos Habsburgo como un apasionado por los caballos. Su madre, la Princesa Leontine, era hija del canciller austro-alemán Klemens Wenzel von Metternich, nacido Conde von Metternich-Winneburg zu Beilstein y nombrado en 1813 Príncipe del Imperio Austríaco y Conde de Daruvar. Pauline pasó toda su niñez en la residencia vienesa del célebre estadista y diplomático, casado en ese momento con su tercera mujer, Melanie Zichy-Ferraris.



Pauline en una fotografía de 1854


Desde su más tierna edad conoció al príncipe Richard von Metternich, también hijo del canciller Fürst von Metternich-Winneburg pero de su segundo matrimonio con María Antonia von Leykam, por lo tanto medio hermano de Leontine y tío materno de Pauline. En junio de 1856 contrajo matrimonio con el príncipe de 27 años (ella tenía 20), con lo que eran esposo y esposa y tío y sobrina al mismo tiempo. Pese a ello, compartieron una feliz vida conyugal (a despecho de los frecuentes affaires del Príncipe con actrices y cantantes de ópera) y tuvieron tres hijas:


1- Sophie Marie Antoinette Leontine Melanie Julie Metternich-Sándor von Winneburg
2- Antoinette Pascaline Metternich-Sándor von Winneburg
3- Klementine Marie Melanie Sophie Leontine Metternich-Sándor von Winneburg.


La Princesa acompañó a su esposo, a la sazón diplomático como su padre, en sus misiones a la corte real de Dresde y a la corte imperial de París, lugar este último donde vivieron por casi once años (entre 1859 y 1870).


Pauline en un retrato de Winterhalter


Jugó un importante rol en la vida cultural de Dresde, París y Viena, siendo ardiente patron de las artes musicales y líder de la sociedad de moda. Fue amiga cercana y confidente de la Emperatriz Eugénie, en cuya corte los Príncipes von Metternich ocupaban una prominente posición. La princesa se describía a sí misma como “el monito mejor vestido de París”. Franca y poco convencional, moldeada como los principescos Metternich, tenía fama de ser más fea que un mono y más fascinante que una sirena. Aunque verdaderamente no era una belleza, tenía su propio estilo y se convirtió en la cara de moda del Segundo Imperio.


En su primer baile oficial en Las Tullerías estrenó su primer vestido del diseñador Charles Worth, una obra maestra de sencillez en chiffon blanco adornado con un único ramillete de margaritas en la inmensa falda. Pauline se destacaba entre la profusa colección de rebuscadas toilettes como si un haz de luz la siguiera donde fuese, ilusión acentuada por el constante movimiento de cabezas que se volvían a su paso. La emperatriz Eugénie, cubierta de magníficas joyas, observaba con interés el atavío de la recién llegada a la corte y, antes que terminara la noche, había averiguado quién era el diseñador. La emperatriz era una estrella en su propio firmamento y, donde ella fuese, todos sus satélites la seguirían. Cuando Pauline le presentó a Worth, éste comenzó así su camino a la fama.



La Emperatriz Eugénie a-la-Marie-Antoinette (1854)


La princesa, por su parte, era apodada por los modistos como “Madame Chiffon” pero, al mismo tiempo, sus esposas e hijas deseaban usar vestidos de chiffon en ese tono de verde que Pauline gustaba usar. Tanto en París como en Viena, ella estableció las últimas tendencias sociales. Enseñó a los aristócratas franceses y checos a patinar y a las damas a fumar puros sin temor a su reputación. Conoció y entabló amistad con muchos compositores y escritores, incluyendo Richard Wagner, Franz Liszt, Charles Gounod y Camille Saint-Saëns, Prosper Mérimée y Alexandre Dumas. Abogaba por la música de Wagner en París y por la del compositor checo Bedřich Smetana en Viena. Organizaba presentaciones de versiones abreviadas de sus óperas, como la de Wagner Der Ring des Nibelungen, en la cual tomó parte como directora de escena y cantante.


En 1861 organizó la première en París de la ópera Tannhäuser, pero el fracaso del proyecto (fue cancelada después de tres presentaciones) se convirtió en uno de los grandes escándalos musicales del siglo XIX. En contrapartida, gracias a Pauline la ópera cómica “La Novia Vendida” de Smetana fue producida en Viena en 1892 y recibió la aclamación popular. Mujer de carácter fuerte, mantuvo un duelo con la condesa Kielmansegg en Liechtenstein sobre los arreglos de la Exhibición Musical y Teatral de Viena.



Pauline en un disfraz de Ana de Austria


Sus viajes y extensas estadías en París y Viena le permitieron actuar como transmisora cultural de las muchas tendencias que le interesaban, tanto en música como en ideas políticas y deportes. Escribió dos libros de memorias: el primero, Gesehenes, geschehenes, erlebtes (en alemán), honraba a su abuelo canciller y su padre Conde Moritz Sándor, y el segundo, Éclairs du passé (en francés), contaba la vida en la corte de Napoleón III y la Emperatriz Eugénie. Ambos fueron publicados póstumamente en los ’20.


En su vida privada, Pauline sufrió severas crisis personales. Cuando niña, fue testigo directo de la revolución de 1848 en Viena. En 1870 permaneció al lado de la Emperatriz Eugénie en París durante la Guerra Franco-Prusiana, a quien más tarde ayudó a escapar a Gran Bretaña. Su segunda hija, Pascaline, murió en 1890, según se decía, a manos de su esposo, el Conde Georg de Waldstein, un aristócrata checo insano y alcohólico que sufría accesos de delirio. Su hija menor, Clementine, fue severamente herida por un perro cuando niña y decidió nunca contraer matrimonio debido a su rostro desgarrado.



1900: La Princesa de Metternich y su hija Clementine abandonando en carroza florida el Palais Metternich-Sándor, camino al Blumenkorso, un evento de caridad que tenía lugar en el Prater.



La Princesa Pauline murió en Viena en 1921. Había vivido a través de la gloria y el ocaso de dos Imperios, el austríaco y el francés, y se cree que era el símbolo viviente de aquellos dos mundos perdidos. El pueblo de su ciudad natal la recordó parodiando una conocida polka de Johann Strauss (hijo):

's gibt nur a Kaiserstadt, ¡Solo hay una Ciudad Imperial,
's gibt nur a Wien!, solo hay una Viena!
's gibt nur a Fürstin, ¡Solo hay una princesa:
d'Mettenich Paulin!, Paulina de Metternich!




1 comentario:

  1. Con respecto al comentario de la entrada anterior de Joao Mattos, me gustaría decir sobre su comentario de los Bernardotte de Suecia que también la familia real portuguesa desciende de un duque traidor a su señor y rey natural don Felipe IV (III de Portugal), y que, por tanto, serían ilegítimos...

    Un saludo.

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