En el siglo XVI, el rey era considerado el ungido de Dios, y estaba obligado a mantener su posición en la parte superior de la Gran Cadena del Ser. Elizabeth I era un monarca poderoso, y era obvio que para ella y sus compañeros monarcas la magnificencia era un requisito de su lugar en esa Gran Cadena. Ya que estaban en el pináculo de los mortales terrenales necesitaban aparecer más capaces que los meros hombres, mejor vestidos y más profusamente asistidos. Elizabeth, siendo una mujer y por lo tanto, naturalmente inferior a un hombre, puede haber sentido esta exigencia con más intensidad que otros monarcas.
Además de ser el líder secular de Inglaterra, Elizabeth era la cabeza visible de la Iglesia anglicana, lo que multiplicaba su autoridad, mientras que al mismo tiempo le colocaba una carga adicional sobre ella. No sólo tenía que conservar su posición como la reina de Inglaterra, sino también que mantener su posición como líder religiosa. Con el fin de crear un adecuado nivel de magnificencia, Elizabeth tenía que convertir las tareas diarias en funciones ceremoniales, incluso algo tan sencillo como poner la mesa para la cena de la reina requería a los participantes arrodillarse ante la mesa vacía y colocar los utensilios sobre la mesa con la debida reverencia.
Estos rituales podían ser tan elaborados que se convirtieron en "cuasi-religiosa observancia". Esta necesidad de un elemento de la religión en su casa era de esperar en un monarca que era el jefe temporal de la Iglesia anglicana. Sin embargo, estas muestras también tenían un fin práctico: podían "impresionar a potenciales alborotadores con la majestad del soberano y la inutilidad y el pecado de la rebelión", que era fundamental en una época propensa a la sedición. A su vez, proporcionaban el entretenimiento adecuado a la gente importante, que era un punto crítico en la muestra de magnificencia.
La hospitalidad generosa era probablemente la forma más útil y generalizada del visible consumo de los nobles: hospedar, alimentar y entretener a los invitados. La eficiencia y la gentileza (o su ausencia) ofrecida por la casa en la provisión de tal hospitalidad, así como la hospitalidad en sí, afectaría a aquellos a quienes el señor estaba tratando de impresionar.
Elizabeth, en la primera parte de su reinado, necesitaba impresionar a un número de personas que también gobernarían Inglaterra. Muchas de estas personas eran los embajadores extranjeros presentes, especialmente los de Francia y España, por lo que tenía alojamientos permanentes en la corte. Debido a estos observadores permanentes, incluso las tareas domésticas debían ser llevadas a cabo de tal manera que promovieran un aura de respeto y admiración.
La separación de la vida personal y política era difusa en la aristocracia del siglo XVI y aún más en la vida del soberano. En una sociedad donde "nadie hacía una distinción entre las funciones públicas y privadas de la realeza", era la casa del monarca que apoyaba su vida personal y oficial. La corte de Elizabeth era un nexo de poder personal, político y religioso, por lo que "la asistencia allí se convirtió en la obligación social de la aristocracia y la meta de los simples mortales". Estas personas no buscaban servicios en el hogar de la reina por razones altruistas, sino que estaban tratando de avanzar sus propias carreras. Una vez dentro de la casa del monarca estaba hecha la fortuna de un hombre.
En el siglo XVI "el rey gobernaba tanto como reinaba", tenía que hacer política, así como presidir el país. Por lo tanto, la corte de Elizabeth "era no sólo el hogar mortal de esta medio-divinidad, que era el centro de casi todas las principales actividades del Estado". Debido a esto, su casa no sólo tenía que mantener su dignidad como monarca, sino también permitir el buen funcionamiento del gobierno entre sus allegados. Desde que el gobierno era presentado dentro de la casa del monarca, y "todo lo que pasaba escaleras arriba era dependiente al menos en parte del buen funcionamiento de la casa escaleras abajo". La función administrativa del gobierno se llevaba a cabo por el Consejo Privado, el conjunto de asesores oficiales de Elizabeth. Sin embargo, la Contraloría de la Casa, además de los deberes de su casa también estaba a cargo de un miembro del Consejo Privado. El resto de los funcionarios de su casa, aunque no era una parte oficial del gobierno de Inglaterra, "todavía eran llamados a desempeñar una variedad de importantes tareas nacionales". Estas tareas podían ir desde llevar mensajes de naturaleza sensible, a recurrir a su guardaespaldas personal para arrestar a Pares de alto rango por traición.
La casa desarrollaba una estructura burocrática que era un gobierno en miniatura en sí mismo, con el fin de mantener la posición de Elizabeth como un monarca y el gobierno presentado entre la corte. Cada parte de la casa tenía asignadas tareas específicas que formaban parte del todo necesario para producir el efecto de gloria y esplendor que rodeaba a la reina. Esta estructura permitía a la casa funcionar sin la supervisión directa de aquellos que eran necesarios para atender los asuntos de Estado, o la de la reina. Esta es la estructura mostraba cómo los distintos elementos se combinaban para crear la compleja corte isabelina, que alternaba entre ceremonia y practicidad.
Estructura de la Casa Real
La Casa real de Inglaterra era la más estable en Europa, después de la del Papa, porque "parece haber fluctuado menos dramáticamente con la personalidad del gobernante" antes que las casas de otros monarcas. Esta estabilidad fue el resultado de la infraestructura de la casa, que poseía un gobierno interno que podría haber mantenido la funcionalidad y la gloria de la vida de la corte sin ningún monarca en absoluto. Cada división individual "contenía muchos veteranos que podrían ejecutar sus secciones sin la guía de sus superiores", mucho menos la reina o sus ministros.
De acuerdo con J. D. Alsop, en "The Structure of Early Tudor Finance, c.1509-1558", los estratos más bajos de los funcionarios eran vistos como "inflexible, impersonal y sustancialmente burocráticos", también dice que la Cámara Privada era "fundamentalmente personalizada, irregular y (relativamente hablando) no estructurada". Esta percepción de los niveles más bajos de la casa como notablemente burocráticos muestra que estaban suficientemente estructurados para que el control directo del monarca no fuera requerido para su buen funcionamiento. No sólo era la casa capaz de mantener su burocracia, sino que tenía la posibilidad de evitar el procedimiento estándar con el fin de servir mejor a la reina. Esta flexibilidad era un término medio entre función y forma.
La casa se diferenciaba de otras cortes-parásitos por tres cosas: cargos de corte únicos, salarios u honorarios pagados puntualmente a los servidores y la autoridad del Lord Steward o el Lord Chambelán. Dentro de la estructura de la casa, era el funcionario más cercano al soberano. Pero pocos de los de la casa parecen haber sido sometidos a intervención real; en tiempos de Enrique VIII "de los cientos de funcionarios de la casa real sólo una veintena -y una vez más, sobre todo la Cámara Privada- entraba en intimidad, la mayoría tenía contacto más formal con el rey". No hay ninguna razón para creer que este modelo cambió en Elizabeth. Los funcionarios de la casa real estaban presentes, pero la mayoría no eran reconocidos. La Gran Cadena del Ser influenciaba las actitudes de aquellos que estaban siendo atendidos y los que realizaban el servicio, la reina no tenía ninguna necesidad de imponer la dirección personal en la mayoría de sus sirvientes.
De acuerdo con Simon Adams, en "Eliza Enthroned? The Court and its Politics", Elizabeth estaba obsesionada con la gestión de su casa. Pero Enrique VIII afectó la administración de la casa y la estructura de más de lo que Elizabeth hizo. Su padre había patrocinado dos importantes reformas de la casa, una en 1525 y otra en 1540, mientras que lo más que Elizabeth hizo fue nombrar una comisión para examinar sus hábitos de gasto. Adams puede interpretar la preocupación de Elizabeth por el gasto del gobierno como preocupación por la casa, ya que la única preocupación documentada que ella mostró por ésta fue cuando se gastó más dinero del que le hubiera gustado hacerlo. Elizabeth no tenía ningún motivo para preocuparse por la casa, ésta llevaba a cabo su función, permitiéndole a ella reinar y al gobierno funcionar bien.
La casa real estaba organizada en dos secciones principales, que Sir James Croft clasificó como "la Cámara y la Casa" y que Eduardo IV definió en el Liber Niger como la Domus Regie Magnificencie y el Domus Providencie. La primera sección era responsable de mantener el esplendor de la corte y la segunda de la gestión práctica de la misma. Se superponían muy poco, cada una mantenía su propia jerarquía y deberes, pero ambas contribuían a la grandeza de Inglaterra.
El control de la casa estaba dividido entre el Lord Steward (mayordomo mayor) y el Lord Chamberlain (chambelán). El Lord Steward era responsable de la Domus Providencie, así como "la contabilidad y la administración". Era asistido por la Junta de Greencloth, que consistía en la Tesorería de la Casa, la Contraloría y diversos empleados además del Lord Steward. El Tesorero, el Lord Steward y el Controlador se conocían colectivamente como los whitestaves por las barras (o bastones) de color blanco que llevaban como insignia de su cargo. El Lord Chamberlain era responsable del "ceremonial público y... el servicio privado del rey", en otras palabras, la Domus Regie Magnificencie. Era asistido por el Vice-Chambelán y algunas veces por algunos de los caballeros ujieres dentro de su departamento.
Servir al monarca era considerado "honorable y rentable en todos los niveles sociales". Era honorable porque tal servicio beneficiaba el reino y rentable, pues cada funcionario era bien compensado por su esfuerzo. La servidumbre de Elizabeth estaba dispuesta a realizar tareas extra para el monarca "con la esperanza de ganar algún tipo de notificación directa de su amo o una pequeña parte de su favor real." Este favor podría significar la colocación de un miembro de la familia dentro de la casa, un monopolio real o alguna otra concesión real. El monarca se beneficiaba de su servicio, ya que "Al tener una casa lujosa y una mesa generosa, por vestir a la servidumbre con finas libreas, mostrando un gran número de seguidores, un señor era capaz de afirmar su nobleza, proclamar su riqueza y publicitar su poder, atrayendo así a los clientes y ganar respeto"; sin embargo, por la misma razón, un funcionario que no cumpliera bien con su tarea o fuera menos que perfectamente respetuoso podría dañar la reputación del señor.
El aspecto de un sirviente era considerado un reflejo de su amo, por lo tanto, un sirviente descuidado era un signo de un pobre amo. Esto era tan importante en la Domus Providencie como lo era en la Domus Regie Magnificencie; los sirvientes "en los departamentos debajo de las escaleras" no eran cortesanos... pero cada uno realizaba tareas que eran vitales para el buen funcionamiento de la corte. Estas tareas eran quizás menos glamorosas que asistir directamente a la reina, pero eran importantes, ya que permitían a la reina presentar un aura de majestad y su consejo para dirigir el gobierno. Mesas puestas, alimentos preparados, camas hechas y salas barridas eran parte tan importante de la grandeza de la corte como organizar las ceremonias de la reina. En la naturaleza dual de la corte, el sentido práctico podía ser una parte tan importante del esplendor como las ropas finas o los asistentes uniformados.
Domus Regie Magnificencie
El Salón y la Cámara estaban bajo la Domus Regie Magnificencie, compuesta principalmente por la nobleza o aristocracia de alto rango. Estos funcionarios estaban bien pagados, pero también tenían sus propias fortunas y patrimonios. Debido a su rango más alto en la sociedad eran más independientes que los funcionarios de la Domus Providencie, tanto económica como intelectualmente. El objetivo de los funcionarios en el Domus Regie Magnificencie era hacer que el monarca se viera bien, y protegerla cuando ella quería retirarse del mundo.
El Lord Chamberlain, bajo cuya jurisdicción estaba Domus Regie Magnificencie, era responsable tanto de la Cámara Privada como de la Gran Cámara. Ambas tenían una plantilla de "Caballeros, Ujieres, Asistentes y Pajes", pero la Gran Cámara también incluía encargados del Guardarropa Privado hasta Coperos, Médicos psiquiatras (o Psíquicos), Capellanes, Yeomen de la Guardia y Caballeros Pensionados. Estas posiciones eran tanto prácticas como ceremoniales. Para ser nombrado para un puesto en la Domus Regie Magnificencie, "el cortesano necesitaba poseer conocimientos especializados poco más allá que otros miembros de su clase. Un buen conocimiento de etiqueta, equitación, caza y justa sería suficiente."
La Cámara Privada "marcaba la frontera entre la vida pública y privada del monarca; institucionalmente su personal solo servía los dos cuerpos del rey: el "cuerpo natural" real y el "cuerpo político de la majestad". La separación de estos dos estaba sólo empezando a emerger, Elizabeth prefería poder retirarse de la política cuando ella deseara y "reforzó la barrera [entre lo privado y lo político] por una disciplina feroz. Sus damas podían mencionar el nombre de uno de sus protegidos a la reina, pero no se les permitía casarse sin el consentimiento de la soberana. A pesar de ello este estricto control sobre las actividades de sus damas, se hizo tan evidente que "ni siquiera sus más cercanos sirvientes podían ser aislados de las presiones externas" (es decir, política). La naturaleza de la corte como un centro de gobierno impregnaba todos sus aspectos e hizo la participación en la política de Inglaterra inevitable.
La Domus Regie Magnificencie no contaba con la organización rígida de la Domus Providencie; no tenía jerarquía de departamentos y subdepartamentos. Cada funcionario se reportaba "directamente al lord chambelán" o su suplente. Esto hizo del control de la Domus Regie Magnificencie tanto más fácil como más difícil - más fácil, porque un solo hombre controlaba todo en la sección, y más difícil porque ese hombre era necesario para todas las decisiones importantes. La mayor parte de los deberes de los funcionarios de la Sala y la Cámara eran ceremoniales y no simplemente utilitarios, por lo que un hombre podía dirigir todo el trabajo hecho en la cámara. Incluso las tareas prácticas estaban "diseñadas más para impresionar al espectador que simplemente hacer el trabajo." Esta combinación de funcionalidad y formalidad permitió a Elizabeth mantener su posición como un poderoso monarca, ya que la separaba de los simples mortales.
Los alabarderos (Yeomen) de la Guardia eran guardaespaldas ceremoniales de la reina, pero, al igual que la casa real, eran utilizados para propósitos de Estado. A pesar de ser, técnicamente, una guardia personal, eran una parte tan importante del gobierno como su consejo privado. Eran enviados a menudo en las misiones diplomáticas como correos y los miembros de la Guardia eran asignados al Lord Teniente de Irlanda para infundirle prestigio. Los Caballeros Pensionados consistían en 50 hombres, entre ellos Capitán, Teniente y Abanderado. Eran en su mayoría ornamentales y "disfrutaban del alojamiento sólo cuando estaban de servicio", que era de diez a doce hombres a la vez. Este es uno de los raros casos de economía dentro de la Casa: estos hombres podían ser llamados a filas para las grandes ocasiones, cuando la pompa y la ceremonia se requería, pero no creaban una sangría permanente de los recursos de la corona.
Bajo Elizabeth había dos tipos de servidores de cámara - remunerados y no remunerados u "ordinarios" y "extraordinarios". Los funcionarios ordinarios recibían salarios regulares y servían a tiempo completo, y los extraordinarios recibían un estipendio simbólico y eran promovidos a posiciones de las ordinarias, cuando se producía una vacante. Los funcionarios ordinarios de la Cámara Privada eran conocidos como camareros. El más alto rango en la Cámara Privada lo ocupaban las "cuatro Damas de Alcoba y [las] siete Damas de la Cámara Privada". Estas mujeres eran nombradas por razones políticas, por ejemplo, para apaciguar a un cortesano favorito, o por un largo servicio en alguna otra capacidad. Ellas y los servidores masculinos de la cámara preparaban la cámara en la mañana para la comida del mediodía, y había pocas otras responsabilidades. De hecho, "el día de los funcionarios de la Cámara consistía en intensa actividad seguida por largos períodos de tiempo sin nada que hacer." Su principal objetivo era proporcionar un telón de fondo de la reina.
Además de las damas de la Cámara Privada, había Asistentes (Grooms) de la Cámara Privada. Había seis en la lista de coronación (cuatro ordinarios, dos extraordinarios); para 1580 había ocho ordinarios y cuatro extraordinarios. Este aumento en el número sólo puede explicarse por la necesidad de Elizabeth de estar más separada del mundo mortal. En 1580 estaba claro que la reina no se iba a casar y el resultado era el culto de la reina virgen, que requería una gran cantidad de ceremonia rodeándola.
Pam Wright, en "A Change in Direction: The Ramifications of a Female Household, 1558-1603", especificaba que los Asistentes de la Cámara eran de la aristocracia menor, pero no de sangre noble, lo que explica su afirmación de que algunos de los Asistentes parecían hacer el trabajo de mantenimiento de la habitación de la reina. Como correspondía a su condición humilde, eran utilizados por lo general para el trabajo de limpiar el palacio. Debían asegurarse de que techos, ventanas y portales de los apartamentos públicos se "mantuvieran libres de polvo, suciedad y telarañas." También mantenían las mesas para las comidas y traían los cuencos de agua para aquellos exigentes que se lavaban las manos.
Pero los Asistentes no estaban en la parte inferior de la jerarquía de la Domus Regie Magnificencie, esta ubicación pertenecía a los Pajes. La concepción popular de un paje es un niño pequeño formado en una casa noble, pero en la casa de Elizabeth un paje podía servir por más de veinte años. Su deber era despertar a los Asistentes y los alabarderos de la Cámara: "Sus días, de acuerdo con el reglamento, debía comenzar a las siete... Después de levantarse, los pajes encendían la lumbre y despertaban los escuderos para el cuerpo, dormitando frente a la puerta de los compartimentos del rey." También llevaban y traían y casi con seguridad hacían su parte en el trabajo servil.
La Domus Regie Magnificencie estaba organizada sobre una base muy floja, pero la organización existía, no obstante. El régimen autocrático del Lord Chamberlain era incuestionable y cada uno de los servidores de su departamento sabía que debía reportarse a él. Como era apropiado para un cuerpo que necesitaba responder a los caprichos de la reina, ellos eran flexibles dentro de esta estructura. Los alabarderos jerarquizaban los pajes, los pensionados jerarquizaban los alabarderos y cada hombre conocía su lugar en la corte. Las tareas del personal de la Sala y de la Cámara eran principalmente ceremoniales, lo que les permitía hacerse con el servidor más fácilmente disponible. Estas tareas eran a veces elaboradas, a veces simples, pero siempre tenían como objetivo el realce de la soberana.
Domus Providencie
Pasar de la cámara a la casa por debajo de las escaleras era pasar del mundo de los políticos y cortesanos al mundo de los servidores de carrera. La Domus Providencie era responsable de "limpieza, transporte y una serie de otras funciones domésticas" todas las que se centraban en los aspectos prácticos de la vida en la corte, pero permitían que las funciones ceremoniales procedieran sin obstáculos. La Domus Providencie se subdividía en varios departamentos y subdepartamentos que informaban a sus respectivos departamentos. La Domus Providencie se componía de baja aristocracia, la mayoría de la cual procedía de familias que habían servido al rey por generaciones y mantenían una fuerte presencia en la casa. Incluso estos niveles más bajos estaban llenos tradicionalmente por hombres, ya que fuera como políticos, ya como domésticos. En la segunda mitad del siglo XVI, muchos de los nobles comenzaron a escalar sus casas hasta las funciones específicamente domésticas y por tanto, emplear a un mayor número de servidoras "cuyas funciones rara vez pudieron haber sido más que estrictamente domésticas". Esta transformación todavía no había comenzado en la casa real, por lo que las posiciones eran mantenidas aún por hombres.
La Domus Providencie estaba bajo el control del Lord Steward. Su poder dentro de la casa, cuando optaba por ejercerlo, era absoluto. Elizabeth tuvo seis Lord Stewards durante su reinado, los tres primeros y los dos últimos no tenían interés en hacer cambios o ejercitar su poder sobre la casa. Su falta de interés demuestra lo bien que la casa podría funcionar sin la mano guiadora del Lord Steward, pero también muestra la facilidad con que un funcionario podía participar en la política de la corte con la exclusión de todo lo demás. El cuarto Lord Steward, Robert Dudley, conde de Leicester, se mostró más atento. Él "se convirtió en más que un jefe nominal del departamento del mayordomo mayor. Tomó parte activa en las deliberaciones de la junta de Greencloth y parece haber estado interesado en la reorganización de algunos oficios de la casa."
A diferencia de la Domus Regie Magnificencie, la Domus Providencie estaba dividida en departamentos, cada uno de los cuales tenía "una cadena uniforme de comando [que] iba desde sargento a alabardero de asistente a paje. Fuera del departamento era un empleado que tenía las facultades de supervisión." La cadena de mando abarcaba la totalidad de la Domus Providencie - cada división estaba situada en relación con los otros departamentos, con la masa en la parte inferior y la cocina en la parte superior. Esta rígida estructura le permitía funcionar con poca supervisión y sin esfuerzo proporcionaba las herramientas necesarias para que la corte apareciera como un centro de magnífica hospitalidad.
Los servidores en la Domus Providencie no estaban de ninguna manera confinados a sus áreas de responsabilidad, como lo serían en el siglo XVIII. A menudo "eran vistos escaleras arriba, donde muy comúnmente se acercaban a la presencia de su majestad con una petición." La delimitación estricta entre la sangre noble y la sangre común no impediría que hablaran unos a otros. Sus peticiones eran escuchadas con frecuencia y concedidas de vez en cuando. Su presencia no era visto como fuera de lugar, pero se requería, en consecuencia, ser de buen carácter y presentable a la reina. Cuando escaleras arriba eran de facto cortesanos tenían que aportar al brillo y pompa de la corte.
En la Contaduría "a finales del reinado de Elizabeth había dos Secretarios de la Greencloth [auditores de la casa], dos Controladores de Secretario, un Alabardero un Asistente y un Mensajero". El resto de la Domus Providencie se reportaba a la Contaduría, que era la principal responsable para que los presupuestos fueran reportados y los salarios pagados, pero "también escuchaba las quejas de los extranjeros en contra de esas necesarias pero perpetuas molestias, los proveedores reales." Una vez más, esto demostraba que la casa se autovigilaba, sin intervención innecesaria de extranjeros.
Esplendor más practicidad
La Casa de Elizabeth, sobre todo la Providencie Domus, era un gobierno en sí misma, proveyendo para su comodidad sin la supervisión de los funcionarios de su estado. La institucionalización de esta estructura hacía la panoplia de la corte más fácil de lograr. La segregación de oficiales de la casa en los departamentos y estrictas líneas de mando permitían una respuesta eficaz a los deseos de la reina y la corte. Dado que los miembros de la casa de la reina no tenían que consultar a nadie, excepto a sus superiores inmediatos para la instrucción en relación con sus funciones, su competencia era fácilmente establecida.
El salario y las recompensas pagadas a los funcionarios de la casa eran más altos que los de los servidores de otras casas, porque la reina necesitaba mantener su casa mejor que cualquier otra de la nobleza como evidencia de su superioridad. Esto también promovía la estabilidad, ya que los hombres tendían a permanecer en allí una vez que habían obtenido una posición. A pesar de este salario cómodo, los miembros de la casa abusaban de la generosidad de la reina: se apropiaban de comida y bienes antes de tener derecho a ellos, alimentando a más personas de lo que era permitido por ordenanza en la mesa de la reina y vendiendo de sus cargos en el momento de su jubilación. Estas prácticas eran tan institucionalizadas, que las reformas no podían tener ningún efecto apreciable en ellos.
Los miembros de la Domus Regie Magnificencie eran de un rango más alto y por lo tanto, eran más independientes, intelectual y económicamente. Dado que sus funciones eran en gran parte ceremoniales, tenían una gran cantidad de tiempo para intrigas políticas. Los caprichos de la reina influían en su rutina más de lo que introducían en la Domus Providencie, pero, debido a que la estructura era más laxa, eran capaces de funcionar sin problemas a pesar de su estado de ánimo. Aunque la Domus Regie Magnificencie estaba menos institucionalizada que la Providencie Domus , poseía una estructura de mando simple - cada miembro tenía que reportarse al Lord Chamberlain. Estaban obligados a rendir cuentas a él y ser disciplinados por él.
Debido a que el Gobierno estaba centrado en la corte, la eficiencia y el esplendor de ésta eran utilizados como una herramienta política. Había una prelación entre las naciones que se medían por la magnificencia de cada corte y Elizabeth estaba decidida a ser la mejor. Las libreas, las ceremonias, y la eficiencia de su casa estaban diseñadas para impresionar a los visitantes extranjeros, así como para asegurar a su propio pueblo que ella era la más fuerte monarca de Europa. Su posición como cabeza de la Iglesia Anglicana pueden haber influido en la complejidad de los rituales que la rodeaban, pero el principal motivo era político.
La estabilidad y la eficiencia de la casa de Elizabeth eran esenciales para mantener el esplendor de la vida cortesana. Tanto la Domus Regie Magnificencie como la Domus Providencie permitían que las ceremonias y rituales se llevaran a cabo para enfatizar la posición de la reina a la cabeza del gobierno, así como permitir que el gobierno recibiera los servicios básicos que necesitaba. Ambas permitían que la Corte funcionara, aun cuando estuvieran de viaje y que Elizabeth tuviera un espléndido un telón de fondo.